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jueves, 30 de mayo de 2013

la caída



Como para que quede claro que no es la angelical Dan Scully de X-Files, la primera imagen que vemos de Gillian Anderson en The Fall nos la muestra con una máscara facial verde (verde: como los marcianitos), en el baño, poco antes de quitársela con una toalla. La puesta en escena de esa aparición es un dato para el espectador atento: “Pibe, sacate de la cabeza a aquella agente inmaculada del FBI, esto es Irlanda del Norte”, parece decirnos.
Sí, The Fall, miniserie de cinco episodios de la BBC2 –ya se emitieron tres de esos episodios– ambientada y rodada en Belfast, nos trae a una Gillian Anderson madura y provocadora, que en el segundo episodio hace detener la patrulla en la que viaja para ir a decirle a un apuesto agente de policía que la viste en su hotel, así, sin más. Luego aclarará ante otro policía: “Si digo «mujer», sujeto, se coje (fucks), verbo, a un hombre, predicado; se siente incómodo, ¿verdad?” Esta escena sucede, como decíamos, en Belfast, capital católica del Reino Unido, donde Anderson, quien encarna a la inspectora Stella Gibson, llega a supervisar la investigación de una mujer asesinada y descubre a un asesino serial.
Imagen tomada de la galería del sitio de BBC2.

La tensión entre la desfachatez de Gibson, quien al tiempo que mantiene sus modales fríos y distantes cuestiona el modo en que ha sido investigada una muerte y, a la vez, desafía a las autoridades del lugar al proponer una nueva línea investigativa, y las absurdas pretensiones de corrección del departamento de policía británico en Blefast son mostrados en paralelo con la actividad del asesino, quien trabaja de día como psicólogo, cuida de sus familia (una esposa y dos hijos) y por la noche sale a cazar a sus víctimas. Así, abundan los montajes paralelos: Gibson se encama con su policía al tiempo que Phil Spector, psicólogo y judío (encarnado por Jamie Dornan), acorrala y asesina a su segunda víctima, a quien espió en la penumbra de su propia casa y a la que ahorca con sus manos para dejarla luego en la cama, bañada y con las uñas pintadas, en una pose de cuadro clásico.
Digamos que la serie, que se estrenó en Inglaterra el 13 de mayo pasado –con gran pompa de la BBC por tratarse a) de una tira protagonizada por Gillian Anderson y 2) por haberse filmado en Irlanda del Norte–, procede como antes procedió el detective Columbo: importa más cómo se construye el relato, cómo vemos acercarse al investigador al victimario, que el misterio quién lo hizo porque, como dijimos, ya sabemos quién es el asesino o, mejor, no, no sabemos quién es (de eso trata también The Fall), pero lo conocemos, sabemos dónde estaba a tal hora, tal día, y qué hizo.
En el tercer episodio, ella reúne a su grupo de trabajo y comienza a sacar conclusiones acerca de la pose en la que son encontradas las víctimas, la pintura de uñas, el mechón de pelo que les corta, el baño que le da al cuerpo, lo quirúrgico de la escena, etcétera. Entonces Gibson dice: "Está creando su propia pornografía". Claro, nosostros como expectadores vimos ya los cuadernos que guarda Spector, vimos las fotos que ha tomado, lo vimos matar a una mujer (profesional treintañera en una posición de poder) llamada Sarah Kay. También lo vimos anotar en una página una línea del poema de T.S. Eliot The Hollow Men (forma parte de la educación básica de cualquier estudiante avanzado del Reino Unido e incluso Estados Unidos): "Between the idea/ And the reality/ Between the motion/ And the act/ Falls the Shadow". Es probable que la cita, fácilmente reconocible, sea, por un lado, un detalle de oscuridad, una oscuridad que muestra, en ese detalle, una cultura, una sensibilidad. Sin embargo conviene señalar que esas líneas son uno de los centros gravitacionales del célebre poema: citan unas líneas del Julio César de Shakespeare y hace sonar en la caída (fall) de la frase la de un telón: como si culminara el tiempo de una representación, de una actuación (la del esposo, padre y profesional que asume el asesino) y mostrara con ese estrépito la frágil convención por la que los hombres conservan las convenciones más aceptadas. Una "pornografía" (ver Ballard, ver Sandino Núñez) es también una maquinaria efectiva que hace caer esa cortina de lo sensual para dejar al desnudo el cuerpo en tanto cadáver. No por nada las escenas del crimen se muestran con un discreto suspenso: lo importante viene después, el momento en que Spector (sí, es un nombre ruso, pero en inglés como en español escuchamos "espectador") limpia el cuerpo de la víctima y las sábanas donde sucias (el ahorcado expele al morir todos sus excrementos); acá hay una busca de la intimidad que la misma intimidad rechaza. Lo íntimo como cadáver, pornografía como necrofilia, la escena erótica (la pose que Spector busca) como naturaleza muerta. 
Veremos.
(Ah, dicen que Netflix estrenará la miniserie en Argentina y que la BBC2, que tuvo la mayor audiencia de las islas en 8 años al estrenar la tira, hará una segunda temporada.)

 
Anotación del 04-06-2013: Es importante que la investigadora arme ese relato, como Columbo, porque la pornografía no tiene relato.

miércoles, 29 de mayo de 2013

las rampas

Volvimos casi a fines de este verano al Parque Villarino con los niños y fuimos a "las rampas", un sector del parque, en su flanco sudoeste, en el que unos canales de riego dejaron unos surcos, unas hondonadas casi, que pueden recorrerse en bicicleta.
Qué placer deslizarse por esas subidas y bajadas y compartir con los pibes ese vértigo. 
Y las sombras del parque, sus caminos bajo la enramada: uno transpira y se quema bajo el sol para poder sumergirse bajo los árboles, como si las sombras bañaran y bautizaran la vita nuova que nos espera en el día excepcional.

Las fotos son de Varinia Mangiaterra. La bicicleta que usé y en la que llevé a mi sobrino más pequeño la alquilé a un joven que vive a media cuadra de la entrada del parque.
El tronco sobre el que grabamos los nombres de los niños ("Vicen, Juli, Euge, Juani"), en la entrada a "las rampas", en enero de 2012. Abajo: Vicente y Julio (detrás) en plena peripecia, febrero de 2013.

lunes, 27 de mayo de 2013

días de bicicleta

Si hay algo que adoro de andar en bicicleta con el niño es la cercanía que él entabla con todas las cosas de la calle. Una cercanía de hombre pequeño, que ve esas cosas enormes con una inquietud próxima a la incredulidad. Cosas de grandes y, por ende, no del todo ciertas, pero suficientemente a mano como para cuidarse de ellas.
En el video, grabado el domingo 19 de mayo pasado, vamos por la cortada Cilveti, entre Esteban Echeverría y Monteagudo, mientras dejamos atrás el huevero del barrio.


 En Pueblo Esther, de visita en casa del papá de su amigo Máximo.

 En San Marcos Sierra, de paseo con bicicleta de piñón fijo por los "túneles" de árboles.
 Un domingo de calle recreativa, cuando estrenó la bicicleta roja.

 Primavera de 2012. Arriba, segunda vez en calle recreativa, con Julio y Eugenia. Abajo: la primera vez, con la bicicleta amarilla con la que aprendió a andar en Zavalla.

En el bar de Deán Funes y San Martín, otoño de 2012, cuando me acompñaó hasta el taller del electromecánico. Ignoraba que un año más tarde llegaría hasta allí en su bicicleta roja.

miércoles, 22 de mayo de 2013

risas para todos

El humor en la década K, a propósito de la nota que escribí para el diario: Eber Ludueña (Luis Rubio), Bombita Rodríguez (Saborido & Capusotto) y el diseño de Barcelona, provinene de un pasado cercano o, mejor, un pasado que se convierte en lejano por la cantidad de cosas que quedaron atrás, antes que por la distancia temporal. Contemporáneos de eso que el pasado en cuestión nos acerca, la misma cercanía nos vuelve hombres de otra época. Digamos: la anacronía como método para el humor. Y también: la época –la del futbolista provinciano, de algún modo fracasado, atrapado en una fantasía de éxito que proviene no de su experiencia en particular sino del relato mediático de lo que es un futbolista; o el absurdo de un militante revolucionario que hace canciones pasatistas como las del Club del Clan; o el la tapa de diario amarillo que aborda temas del "progresismo"– prevalece como resto en estos personajes. Ese anacronismo nos divierte porque apreciamos allí un resto irreductible del pasado que quedó afuera.

Luego, el recurso (retórico) por excelencia de estas formas de humor parece ser el oxímoron. Cito, a propósito de este recurso: "el oxímoron no es un lugar de convivencia (aunque se trate de la convivencia de opuestos), sino un sitio inhabitable por el que los sentidos pasan sin establecerse (ni siquiera como opuestos), atrayéndose a fuerza de diversidad. Menos que una figura en la que se expresa el estilo de un autor, el oxímoron es, desde este punto de vista, uno de los modos de aparición del cuerpo incierto, gozoso, del autor y del lector en los márgenes inesperados de un texto. Borges escribe “intolerable beatitud”, para referirse a la impresión que sufría Dante cuando se creía atravesado por la mirada de su amada, y esta reunión de afectos inaproximables es seguramente la forma justa de hacer aparecer, en su lectura de “los versos más patéticos que la literatura ha alcanzado” (372), el secreto del desgarramiento amoroso del poeta. Para nosotros, lectores del ensayo borgesiano, “intolerable beatitud” dice, del modo más intenso que podamos imaginar, la monstruosa y fascinante condición de las personas que, por un capricho del azar, se convirtieron para alguien en objeto de amor: aparecen como íntimamente distantes". 
Me arriesgo a decir: allí donde el neoliberalismo, capitalismo tardío o, como lo prefiere Agamben, la Gloria de la economía neoliberal aplastó todos los sentidos, el humor llega para traer los restos del pasado y confrontarlos, ponerlos en un "sitio inhabitable". Es sólo una anotación. 


La nota:
Entrado el año 2000, el empresario para el que trabajábamos en una desaparecida redacción de Rosario nos dio una ejemplar lección sobre la plusvalía: con el medio que logró montar gracias a nuestro trabajo diario, apasionado y mal pago, se hizo de un capital potencial que lo llevó a sentarse en el directorio del único multimedios de la ciudad. Su fortuna, en acciones, creció por lo menos cinco veces. Los trabajadores quedamos casi en la calle. En esos años de lecciones tan duras y redondas, los grandes momentos de distracción llegaban los lunes a la noche, en el departamento de uno de los compañeros solteros, sobre calle Urquiza, donde veíamos “Todo por dos pesos”, el programa que guionaba Pedro Saborido y en el que actuaban Diego Capusotto y Fabio Alberti.

martes, 21 de mayo de 2013

pornobytes

Ya nos lo había advertido Ballard, ahora, nuestro pensador oriental de cabecera, Sandino Núñez (en esta entrada), es mucho más explícito: "
Sandino escribe: «El ciberespacio, internet y la comunicación electrónica son, en principio y en apariencia, el mapa perfecto del mundo capitalista desregulado. Y por mapa perfecto entendamos un no-mapa: un mapa del capitalismo de mercado que “coincide punto por punto con el capitalismo de mercado”. No caben dudas de que ambos mundos se solapan o se envuelven uno al otro: la aparente imposibilidad del capitalismo occidental de los últimos años de plantearse en una escena no democrática liberal (lo que algunos llaman posneoliberalismo) debido al empuje caótico y ciego de las fuerzas de hiperproductividad e hiperconsumo, las inyecciones de capital a la masa lumpen de consumidores, el irreversible endeudamiento interno, la bancarización de todo el sistema de intercambios (hasta el punto en que todo el sistema parece tocar un punto nuclear de contradicción, una especie de sobregiro cuya fuerza centrífuga es incalculable), ocurre paralelamente al mundo digital del crecimiento ilimitado y descontrolado del mercado de la información, la comunicación, la imagen, el chisme, la pornografía, el espectáculo privado, las opiniones, los comentarios. El murmullo atareado e indiferente del mundo global.
 
«La obscenidad de la cultura contemporánea se puede resumir como una privatización absoluta de todo, un asalto profanatorio brutal a eso que clásicamente se ha entendido como lo público (que es la organización política inherente a lo social). Átomo y  byte (digamos, para aprovechar la estúpida metáfora de Negroponte): uno espejo del otro. El gran simulacro envolvente entre materia y electricidad, entre mercancía y publicidad, entre cosas y voces. Lo de simulacro envolvente quiere decir que no hay límites ni contradicción entre unos y otros (materia y energía, cosas y signos, mercancía y publicidad, cosas e imágenes). Y lo de envolvente remite también a una impensada fuerza de unificación y clausura de todo el sistema sobre sí mismo: un sistema al que toda anomalía o toda desviación parece pertenecerle o  parece poder ser reincorporada, y por lo tanto es un sistema impensable (un no-sistema). Eso es la democracia liberal contemporánea: un sistema aberrante que (como decía Freud de lo inconsciente) no conoce la negación.
«La masa, siempre volcada sobre la singularidad de tales o cuales disfuncionalidades (corrupción, malas administraciones, luchas a la interna de los gobiernos y de los partidos, inercias burocráticas, conspiraciones), no puede pensar en términos de estructura, ya que el sistema mismo no es sino una desmentida de su propia estructura, es decir —en suma— una desmentida de sí mismo: todo empuja a ciertas insoportables modalidades de reformismo, procedimientos de corrección o enmiendas de aquello que funciona mal, e implícitamente, la aceptación ontológica a priori de que el sistema está bien o es el mejor posible, por lo que cabe únicamente mejorarlo, corregirlo, perfeccionarlo (combatir la corrupción, administrar prolijamente, evitar el despilfarro estatal, etc.). Si aparecen acosadores en la web, o siniestros pedófilos que acechan a nuestros nenes, o hackers y piratas del malware, se arma rápidamente el servicio de la seguridad de Childpolice, de alarmas y firewalls, o el sanitarismo moral contra los contenidos pornográficos, etc. Pero el problema es que lo pornográfico de este mundo ilimitado no reside en tales o cuales contenidos sexuales explícitos. Lo pornográfico es la estructura misma: la sustitución no de los átomos por los bytes, sino la sustitución de los signos y de los conceptos por los átomos por un lado y por los bytes y los píxeles por otro. La pornografía, o por lo menos, la obscenidad, está en el ADN del propio sistema y no en usos desviados o torcidos de la herramienta.
«Acá es donde uno no tiene más remedio que coincidir con la clásica observación de McLuhan de que el medio es el mensaje, pero solamente a condición de radicalizarlo e invertir su polaridad: no se trata simplemente de que la arquitectura del medio determina el horizonte de mensajes posibles (y así como la escritura fonológica y la imprenta favorecieron el pensamiento racional-analítico ahora la máquina electrónica multimedia empuja el collage asociativo, la frialdad elíptica, las experiencias envolventes y primitivas, la neo-oralidad de la tribu, etc.), sino de entender que hoy la idea clásica de mensaje (la materialidad del signo metaforizando o enviando a la insustancialidad conceptual del referente) ya no es posible en tanto ha sido plenamente sustituida por el medio, por el canal, la atmósfera o el clima ansioso de la comunicación o el clima histérico de la transmisión. Y esto, a diferencia de lo que profetizaba el sacerdote hippie canadiense, no ha sido una ganancia: nos ha vuelto más participativos, más activos, más espontáneos, más expresivos, más opinadores, decía él, y es cierto —pero yo insisto: eso no es una ganancia; es más bien al revés: es una pérdida catastrófica. Las ideas y los conceptos parecen haber sido erradicados del mundo y ahora solamente hay átomos o células (lo real) y bytes (su réplica digital-imaginaria en la pantalla).»

la intemperie en seattle

Como ya lo habíamos anticipado en enero, los detectives Sarah Linden (Mireille Enos, cuya actuación en la serie en cuestión le valió un protagónico junto con Brad Pitt en World War Z) y Stephen Holden (Joel Kinnaman) vuelven a juntarse en el paisaje lleno de lluvia de Seattle para resolver un caso que, según se anticipó, remueve el pasado de Linden. El estreno de la tercera temporada de The Killing (dos episodios completos) será el próximo 2 de junio. 

 Arriba, Sarsgaard en una de las escenas de la temporada 3. Abajo, Mireille Enos. En AMC.

 Veena Sud, en AMC.

Según lo refiere Veena Sud, productora ejecutiva y escritora de la serie en esta entrevista en el blog de AMC, volveremos a toparnos con estampas de la intemperie en Seattle, bajo la influencia de la fotógrafa Mary Ellen Mark, quien en 1983, junto con la periodista Cheryl McCall publicó en la revista Life un ensayo fotográfico titulado Streets of the Lost. Runaway Kids eke out a mean life in Seattle, en el que retrataba el cotidiano de los jóvenes marginados de esa ciudad.
En esta tercera temporada de The Killing, Sud vuelve a lo que parecen ser sus obsesiones: los asesinos seriales y los condenados a la pena capital que habitan el pabellón de la muerte (Death Row). Dice Veena Sud en la entrevista: "Creo que los asesinos seriales podrían representar las más oscuras capacidades de nuestra naturaleza. No se trata de monstruos ni de hombres lobos, son como nosotros. Pero tienen la capacidad de hacer cosas espantosas una y otra vez. Y creo que allí reside nuestro miedo pero también nuestra fascinación con ellos: en esto de que alguien que se parece a nosotros puede hacer cosas que la mayoría de nosotros ni se imagina".
Para esta temporada, según leemos en la entrevista, los guionistas vieron muchos documentales y hablaron con condenados. "La vida real es mucho más extraña que la ficción", dice Sud (no lo agrega, pero lo sabe, según nos lo dice su trabajo: sin ficción no hay ese "real" de la vida). También informa que habrá un personaje llamado Bullet, que interpreta Bex Taylor-Klaus, y está ligeramente basado en una ruda chica del documental Streetwise (que realizó Martin Bell, esposo de Mary Ellen Mark sobre las fotografías de su esposa). 
Otro de los actores de esta temporada será Peter Sarsgaard (Boys Don't Cry, entre otras), quien interpreta a un asesino condenado a muerte. Y aquí otro de los "ítems" en el tema series: el evidente confort de los actores que, en el medio, hallan un espacio, una historia y productores que le permiten desarrollar sus personajes.
Veremos.
 Una de las fotos de Mary Ellen Mark, tomada de Unabashed Fervor.

lunes, 20 de mayo de 2013

juegos de patriotas


“Abril es el mes más cruel” (“April is the cruellest month”), dice la primera línea de La tierra baldía, el célebre poema del poeta angloamericano T.S. Eliot, cuya primera parte se llama “El entierro de los muertos”. Abril, en el hemisferio norte, es el mes en el que cede el invierno, el de la renovación, por lo tanto, el de las despedidas. En abril, el calendario de Estados Unidos recuerda muchas cosas, desde las primeras batallas por la independencia en 1775; el ingreso en la Primera Guerra Mundial, en 1917, la masacre de Waco (entre febrero y el 19 de abril de 1993) y el atentado contra el edificio federal Murrah en Oklahoma, el 19 de abril de 1995, célebre hasta septiembre de 2001 por ser el acto de terrorismo más importante en suelo americano: 168 muertos que incluyeron 19 niños, destrozados por la explosión de una bomba alimentada con fertilizante como el que arrasó el 18 de abril pasado una fábrica cerca de Waco. El edificio de Oklahoma fue volado por tres ex militares asociados a grupos militaristas radicales que se oponían al control de las armas, tema que el Senado volvía a debatir este año, este mes, sin posibilidades casi de prosperar.

A estas tristes efemérides el calendario sumó una nueva fecha: 15 de abril de 2013, durante la Maratón de Boston (una competencia que data de 1897), estallaron dos bombas armadas dentro de ollas a presión que dejaron tres muertos y más de 160 heridos sobre la línea de llegada, en la calle Boylston. Todos los datos asociados al funesto mes dispararon de inmediato las más variadas conjeturas: aunque las fuentes oficiales demoran la declaración, todo hace pensar que el ataque proviene de esos sectores supremacistas cuya formación política comenzó en las iglesias cristianas blancas, continuó en el ejército y siguió en los campos de entrenamiento clandestinos de ciudadanos que creen que la mejor forma de vestir a un negro, un extranjero o un judío es con una de esas bolsas de plástico negro que llevan un cierre para guardar un cuerpo.



Supremacistas

Los supremacistas –grupos que proclaman la supremacía racial, a veces con fuertes y caprichosos contenidos religiosos– son, a la vez, figuras casi centrales de muchas series que están entre las más vistas o las más celebradas por la crítica de la televisión estadounidense actual: Justified, Sons of Anarchy, TheFollowing o la futurista Revolution, en la que un apagón universal devolvió a la humanidad al siglo XVII y todo el territorio americano fue copado por milicias a veces enfrentadas entre sí.

Dar por sentado que estos supremacistas están todos animados por un mismo espíritu, como en la filosofía de Schlegel que alimentara el totalitarismo, sería un error: “Podríamos decir —nos escribe desde Colorado un distinguido profesor universitario– que hay al menos cuatro tipos de supremacistas: 1, los clásicos del Sur; 2, los que surgen de la pauperización de la antigua clase trabajadora blanca –por ejemplo, los que se ven en la serie Justified, que eran mineros y demócratas, antes de que todo el valle junto a la cadena montañosa de Appalachia colapsara, pero también las milicias de Wisconsin, Michigan, el así llamado «rust belt»–; 3, los que surgen del contacto o el conflicto con las poblaciones inmigrantes (los de california, como se ve en la serie Sons of Aanarchy); 4, los que abrevan en la tradición del oeste (la milicia de Montana, por ejemplo). Todos coinciden en ciertas cosas básicas, pero tienen «linajes» históricos diferentes, dado que surgen de realidades diferentes”.

Los grupos de supremacistas, a la vez, son conocidos por sus representaciones en series y películas en las que aparecen como la AryanBrotherhood, el brazo de la población penitenciaria de la Aryan Nation, que constituyen menos de un 1% de los presos en cárceles federales estadounidenses y a quienes les sindican el 20% de las ejecuciones dentro de los presidios, así como tráfico de drogas, extorsión, prostitución de reclusos y otros delitos asociados al crimen organizado. En California –la referencia podría ser, otra vez, Sons of Anarchy– estos blancos a los que también se los denomina “White trash” (basura blanca, por su extracción pobre, marginal e inculta), se asociaron a los reos de origen mexicano vinculados a los carteles de la droga y enfrentan, entre rejas, a los afroamericanos de la Black Gerilla Family. Las series, al menos las citadas, a las que podrían sumarse tiras como BreakingBad u otras que ya no se emiten, como The Wire, señalan con cierto énfasis político el paso de muchos de estos militantes supremacistas por el ejército y, sobre todo, por campañas de las fuerzas armadas americanas en Oriente Medio.



La ruta del odio

La institución que controla y observa todo este fenómeno, la Southern Poverty Law Center (SPLC) tiene incluso en su sitio en la red un “Mapa del odio”, en el que se señalan los puntos de adoctrinamiento, de entrenamiento militar y aquellos lugares donde ocurrieron episodios que se desprenden del odio racial.

En el blog (splcenter.org/blog), desde la SPLC postean y analizan el ataque con bombas en Boston del 15 de abril pasado. Escriben: “¿Quién fue responsable por el mortal ataque terrorista en Boston? Lo hicieron los musulmanes. No, fue un inmigrante ilegal. Pensá de nuevo, fue un gay. Momento, no estás atendiendo a las claves: nuestro propio gobierno encaró de nuevo un acto terrorista para promover sus metas más nefastas. Desde el lunes pasado, cuando ocurrió el ataque, todos apuntaron el dedo en estas direcciones, tanto quienes sostienen teorías conspirativas hasta quienes manipulan profesionalmente el odio”. Y cita: “«Es casi seguro afirmar ya que este ataque fue perpetrado por un islamista”, declaró el martes un post en el sitio del TeaParty Nation. Y señalaba como causa evidente para ese acto de violencia: «Tenemos un gobierno que no está comprometido con la protección de América». La entrada encadenaba así al Islam con lo que Ronald Reagan llamaba «Imperio del Mal» para referirse al comunismo, y advertí que las bombas de Boston eran otro evento que presagiaba la violencia futura en una «guerra ideológica» que sólo podría ganarse si se fuese más duro, si los líderes políticos de Estados Unidos fueran más anti-Islam. Eso, por supuesto, sería lo cabal para el Tea Party”.

La entrada en el blog del SPLC terminaba con una cita del pastor de la Iglesia Bautista de Westboro, Sam Phelps-Roper, dueño de uno de los discursos más cargado de odio racial de todo el país, quien declaró en un video de 7 minutos que Dios había enviado las bombas para vengar la decisión de (la Corte) de Massachusetts de permitir el matrimonio entre personas del mismo. “Gracias, Dios, por este justo juicio”, dice Phelps-Roper a la cámara según puede verse en el sitio de esa iglesia, al que se accede en la web mediante la sutilísima dirección: GodHatesFags.com (DiosOdiaALosPutos.com).

El del SPLC es una llamado a la reflexión, a la sensatez. Aunque, si conocemos al white trash tal como nos lo muestran las series (personajes que no pueden distinguir si “onanista” –onanist, en inglés– es un insulto o un halago), es dudoso que nuestros esbirros del odio lleguen algún día a desintoxicarse leyendo esas páginas.



Libertad, libertad

Los supremacistas suelen ser libertarios en un sentido que es raro comprender para nuestra cruzada formación de algún modo positivista y católica. Si su dios es el “personal Jesus” de la canción y las leyendas (un Jesús que se revela de forma muy personal, con interpretaciones de la Biblia que no obedecen a tradición alguna), el Estado se reduce a la Patria, que también es mucho más personal. De modo que ese estado –y esta tesis es la de Harold Bloom en su libro American Religion– está siempre en formación, por eso la necesidad de defenderlo a sangre y fuego a través de la Segunda Enmienda, que permite a los ciudadanos armarse. La postura, en términos generales, es rechazar los impuestos y promover un sentido de la libertad que está siempre al borde o fuera de los márgenes de la ley (acá, de nuevo, el ejemplo más cabal es la serie Sons of Anarchy, en el que el concepto de anarquía es entendido en un sentido antiestatal que promueve la iniciativa privada).

“No todos los grupos libertarios –nos escribe nuestro académico en Boulder, Colorado– son extremistas. Hay libertarios de derecha y de izquierda, respetables y de los otros. En Colorado, por ejemplo, que es un estado “liberal” (de izquierda, digamos) hay muchos libertarios, esto es, gente en contra de la intromisión gubernamental, pero por lo mismo a favor de la legalización de las drogas (que se acaba de aprobar, en el caso de la marihuana), del matrimonio gay, en contra las guerras externas, etcétera (todas reivindicaciones de la izquierda). Son gente mayormente integrada al proceso político. El héroe es (el congresista republicano) Ron Paul”.



Influencia

El argumento que postula que grupos de la naturaleza como los que venimos describiendo hayan perpetrado el ataque en la Maratón de Boston tiene un punto flaco: rara vez tales grupos actuaron contra un blanco como ése, más bien prefieren los edificios gubernamentales, como el Murrah de Oklahoma. Pero tiene a favor, a falta de información concreta sobre quién fue detenido el jueves pasado tras una identificación de los videos de vigilancia, varias circunstancias: que en el estado de Massachusetts se haya aprobado el matrimonio gay, que la maratón reuniera competidores de todo el mundo, etcétera. La carta con veneno que recibió el presidente Barack Obama –cuyo color de piel y la promesa electoral de controlar las armas, más la efectiva aceleración de esta propuesta tras la incursión de un desequilibrado armado en un jardín de infantes de Newtown, con 20 niños y seis adultos muertos el 14 de diciembre pasado, despertó la ira de la Asociación del Rifle (NRA) y otros radicales–, según declaraciones oficiales, no agrega mucho a la investigación. Mientras tanto, la sospecha de que habían detenido a un sospechoso, el miércoles pasado, movilizó a una multitud de ciudadanos frente a los tribunales bostonianos.
“La influencia de los supremacistas es nula –nos escriben desde Colorado–. Son loquitos pintorescos a veces, peligrosos otras. Muy marginales (no hay un político que conozca que reivindique una posición supremacista), que se suelen pelear entre ellos (como en la serie Justified). Lo que ocurre es que ha habido una convergencia de «tono» entre estos supremacistas y el racismo (disfrazado de libertarianismo) del partido republicano –o de ciertos sectores del partido– a partir de la elección de Obama. Todo responde además, a lo mismo: la ansiedad cultural de ciertos grupos ante las transformaciones demográficas y culturales en Estados Unidos. Pero eso está desapareciendo. Las derrotas de los republicanos en las últimas elecciones, y la velocidad con la que el matrimonio gay va camino a imponerse, el ascenso de las mujeres y las minorías, es una evidencia de hacia dónde va la historia. El supremacismo es una reacción, pero una reacción de un grupo históricamente en declive. Nadie se preocupa mucho por ellos, salvo cuando hacen cosas. Y como acá las armas son muy disponibles, se pueden hacer muchas cosas. Es un milagro que no pasen más cosas horribles, con la disponibilidad que hay”.

zapatos

Casi tres años después de comprarlos, cuando ya eran un rezago de los años 80, Vicente pudo calzarse los zapatos vintage que le compró su padre en calle Cafferata.





sábado, 18 de mayo de 2013

vestales

Una pequeña, muy pequeña teoría acerca de las heroínas en las series (Homeland, Fringe, Once Upon a Time, ahora The Fall, Rectify, The Americans, etcétera). Tomo los argumentos de JG Ballard en 1982: "Todo el mundo será capaz de hacerlo, todo el mundo vivirá adentro de un estudio de televisión. Eso es a lo que aspira el ámbito doméstico en estos días: la casa va a transformarse en un estudio de televisión. Todos vamos a ser protagonistas de nuestras propias series, y serán series muy extrañas, como el interior de nuestras cabezas". Ballard, como muchos otros, hablaba de la domesticación del mundo, no sólo porque los grandes espacios y la "aventura" (entendida como relato épico de la experiencia) se redujo a su relato mediatizado, sino porque no hay, casi, otro espacio que lo doméstico; lo demás es territorio "zombie": los seres analógicos cuyo único objetivo es saciar necesidades básicas.

Carrie Mathison (Claire Danes), Olivia Dunham (Anna Torv) y Elizabeth Jennings (Keri Russell).
 
Así, nuestras heroínas emergen en el mundo contemporáneo como una suerte de vestales: activas, hermosas y locas, como Carrie Mathison (Claire Danes) en Homeland, mantienen encendido el fuego de un hogar que los hombres hace rato abandonaron. Mientras los hombres, como Nicholas Brody (Damien Lewis), dudan, se retuercen moral y psíquicamente, y abandonan una y otra vez el hogar (Brody es el paradigma: no sólo traiciona y destroza la seguridad de la patria interior –la Homeland–, también la de su casa), la mujer, como Carrie pero también la Elizabeth Jennings (Keri Russell) de The Americans son las únicas que saben cómo mantener el fuego encendido, saben a dónde pertenecen y ese saber, como en la metáfora del editor que halló Ballard, es un saber que permite contar la historia.
La diminuta teoría nos permitiría también juzgar aquellas series que no "entendieron" de qué va hacer ficción en estos días: a The Following hay que cancelarla porque nos cuenta la epopeya de un héroe que no merece ser salvado (lo que es lo mismo: un héroe que no puede salvar a su comunidad); Falling Skies, cuya tercera temporada arranca el 9 de junio próximo (y, qué paradoja, Joe Weisberg es el guionista de Falling Skies y creador de The Americans, lo que prueba que en la industria de las series cuentan más las singularidades de desarrolladores como Graham Yost que las de sus creadores) debería ser borrada porque en ese mundo invadido por extraterrestres no hay un "otro" que no sea una faz más o menos oscura de la masculinidad.
Eso por ahora.