Henry A. Giroux (Providence, Rhode Island, EEUU, 1943)
es un destacado académico en su país y Canadá, además de un reconocido crítico
cultural y uno de los teóricos fundadores de la Pedagogía Crítica en Estados
Unidos. En 2002, la más prestigiosa de las publicaciones de Humanidades, Routledge,
nombró a Giroux como uno de los cincuenta pensadores de la educación más importantes
del período moderno.
Conocido por sus trabajos pioneros en pedagogía de
lo público, sus estudios culturales y de la juventud, y su teoría crítica,
Giroux fue docente en las principales universidades estadounidenses, desde Boston
a Penn State y publicó más de 60 libros que se tradujeron a varios idiomas. En
español los más conocidos son Igualdad educativa y diferencia cultural (1992), Teoría y Resistencia en Educación. Una pedagogía para la oposición (1992), La
escuela y la lucha por la ciudadanía (1993) y Pedagogía crítica, estudios
culturales y democracia radical (2005), entre otros.
Esta entrevista con Giroux fue conducida por Mitja
Sardoč, del Instituto de Investigación Educativa en la Facultad de Ciencias Sociales
de la Universidad de Ljubljana, Slovenia.
—Desde
hace varias décadas, el neoliberalismo ha estado a la vanguardia de las
discusiones no solo en economía y finanzas, también se ha infiltrado en nuestro
vocabulario en varias áreas tan diversas como los estudios de gobernabilidad,
criminología, salud, jurisprudencia, educación, etc. ¿Qué fue lo que disparó el
uso y la aplicación de esta ideología “económica” asociada con la promoción de
la eficacia y la eficiencia?
—El neoliberalismo se ha convertido en la ideología
dominante de estos tiempos y se estableció como una característica central de
la política. No solo se define a sí mismo como un sistema político y económico
cuyo objetivo era consolidar el poder en manos de una élite corporativa y
financiera, sino que también libra una guerra por las ideas. Se define a sí
mismo como una forma de sentido común y funciona como un modo de pedagogía
pública que produce un molde que estructura no solo los mercados, sino toda la
vida social. En este sentido, ha funcionado y continúa funcionando no solo a
través de la educación pública y superior para producir y distribuir valores
basados en el mercado, identidades y modos de organización, sino también en
aparatos y plataformas culturales más amplios para privatizar, desregular,
economizar y someter todas las instituciones dominantes y las relaciones de la
vida cotidiana con los dictados de la privatización, la eficiencia, la desregulación
y la mercantilización.
Desde la década de 1970, a medida que más y más
instituciones dominantes de la sociedad están bajo el control de la ideología
neoliberal, sus nociones de sentido común –un individualismo descontrolado, una
dura competencia, el ataque agresivo contra el estado del bienestar, la
debilitación de los bienes públicos y su ataque a todos los modelos de
sociabilidad que se opongan a los valores del mercado– se han convertido en la
hegemonía reinante de las sociedades capitalistas. Lo que muchos en la
izquierda no se han dado cuenta es que el neoliberalismo es algo más que
estructuras económicas, también es una poderosa fuerza pedagógica,
especialmente en la era de las redes sociales, que participa en el dominio de
todo el espectro en cada nivel de la sociedad civil. Su alcance se extiende no
solo a la educación, sino también a una variedad de plataformas digitales, así
como en el ámbito más amplio de la cultura popular. Bajo los modos de gobierno
neoliberal, independientemente de la institución, cada relación social se
reduce a un acto de comercio. La promoción de la efectividad y la eficiencia
del neoliberalismo da crédito a su capacidad de voluntad y éxito para hacer de
la educación un lugar central en la política. También ofrece una advertencia a
los progresistas, ya que Pierre Bourdieu insiste en que la izquierda ha
subestimado las dimensiones simbólicas y pedagógicas de la lucha y no siempre
ha forjado las armas apropiadas para luchar en este frente.