Prólogo de Pablo
Schanton a Los fantasmas
de mi vida (Caja Negra), de Mark Fisher, en el que el autor retoma las
ideas de su libro anterior y ahonda en la idea de reactivar la memoria
histórica para escapar de la temporalidad detenida de la posmodernidad.
“Existence, well, what does it matter?/ I
exist on the best terms I can/
The past
is now part of my future/ The present is well out of hand.”
[La existencia, bueno, qué importa/ Existo en los
mejores términos que puedo/
El pasado es ahora parte de mi futuro/ El presente está fuera de mi
alcance.]
Joy Division, “Heart and Soul”, 1980
“Alguien, usted o yo, se adelanta y dice:
quisiera
aprender a vivir por fin.”
Jacques Derrida, “Exordio”, en Espectros de Marx, 1995
Este libro sí es una nota suicida.
Empecemos por invertir el no de la advertencia con
que el filósofo inglés Simon Critchley abre su Apuntes sobre el suicidio, de
2015. Ahora demos las explicaciones del caso.
He leído muchos de los ensayos de Los fantasmas
de mi vida siguiendo el ritmo con que Mark Fisher los iba
publicando como entradas en su blog k-punk, durante la primera
década de este siglo. Luego, corroboré su trascendencia reflexiva cuando se
convirtieron en libro allá por 2014.
Ahora bien, pasaron cuatro años y el autor de aquellos
raptos de lucidez desesperada está muerto. Se suicidó el 13 de enero de 2017, a
los 48 años. Un acto extremo como el suicidio –justamente el “pasaje al acto”–
impone otra lectura, más aún tratándose de estas páginas en primera persona.
Por eso, cuando Caja Negra decidió traducir Ghosts of my Life, nos
planteamos completar la edición con artículos que originalmente no incluía, y
extraer los que habían quedado demasiado datados, ya que retrospectivamente el
libro había cobrado otro sentido.
Quizá quienes conozcan a Fisher como el autor de Realismo
capitalista. ¿No hay alternativa? se sorprendan ahora, no solo
porque ha decidido ofrecer su propia versión de la crítica cultural que lo
acerca al Simon Reynolds de Retromanía, sino también por
no habernos ofrecido la “coherente alternativa” al capitalismo que esperábamos
llegara en un programa. A fin de satisfacer esa expectativa, bastaría con
descargar gratuitamente de Internet el panfleto Reclaim Modernity: Beyond Markets Beyond
Machines, que escribió junto con Jeremy Gilbert en 2014; conseguir Inventar el
futuro: postcapitalismo y un mundo sin trabajo (2015) de Nick
Srnicek y Alex Williams (un libro que él auspició como “clara y apremiante
visión de una sociedad postcapitalista”), además de esperar la publicación
póstuma de su manifiesto inédito, el cual estaría relacionado con una formación
social que había bautizado enigmáticamente “comunismo ácido”. Por ahora,
aclaremos que, comparado con su libro previo, en Los fantasmas de mi vida prefirió
ser inductivo antes que deductivo. Digamos que mientras el anterior mapeaba el
diagnóstico sobre el realismo capitalista apoyándose en libros, películas y
músicas que funcionan como ejemplos o ilustraciones sintomáticas (acomodándose
entre el Žižek que lee a Lacan desde Hitchcock y el Jameson que lee
geopolíticamente el cine), esta vez son sus fetiches culturales los que
delinean el rumbo de la interpretación política. La diferencia es notoria: en
esta oportunidad parece homenajear el formato de crítica musical y
cinematográfica que tanto lo influyó en su adolescencia a comienzos de los años
ochenta, cuando leía artículos y reseñas en el semanario New Musical
Express, firmadas por Ian Penman o Mark Sinker, periodistas
ingleses que lo instaron a investigar a Derrida o Barthes, simplemente porque
los citaban en sus notas sobre bandas de rock. Será por eso que a la hora del
análisis cultural, aquí se emparenta más con Greil Marcus que con Stuart Hall,
aunque no faltan la argumentación y la elocuencia contundentes que convirtieron
a Realismo capitalista en un nuevo clásico viral del neomarxismo.