La semana pasada el mundo conoció el rostro hirsuto
y demacrado del australiano Julian Assange, fundador de WikiLeaks, después de
siete años en la embajada ecuatoriana en Londres y de más de un año en el que
el actual régimen del presidente de Ecuador, Lenin Moreno, le hiciera la vida imposible en la residencia, obligándolo a
atender su salud por su propia cuenta, desatendiendo sus subsistencia y
prohibiéndole que vuelva a publicar en el sitio WikiLeaks, a través del cual
los argentinos nos enteramos de la íntima relación que periodistas, dirigentes
políticos, judiciales y actuales funcionarios de la Nación mantienen con la embajada
de Estados Unidos, entre otras cosas terribles que el gobierno más poderosos
del mundo sembró en el orbe en los últimos años: guerras, golpes de estado,
asesinatos, espionaje y operaciones de todo que tuvieron como resultado
millones de muertos, pobreza creciente y una corrupción invisible e
inconmensurable.
Lenin Moreno le retiró la ciudadanía ecuatoriana a
Assange y agentes de Scotland Yard ingresaron a la embajada –es decir, a territorio
extranjero– a detener a un periodista desgreñado, con el pelo y la barba
crecida sobre un rostro abandonado a la desesperanza. Lo arrastraron al
exterior, que pisaba por primera vez después de un año, y la luz del día le
lastimaba los ojos.
“Dirigido por los quasi fascistas del Washington de
Trump –escribió John Pilger en CounterPunch– y en liga con el Ecuador de Lenin Moreno –un
mentiroso y un judas latinoamericano que intenta disfrazar su rancio régimen–,
la élite británica abandonó su último mito imperial, ese que aludía a la
equidad y la justicia”.
Soberano
El mismo Moreno publicó ese 11 de abril en Twitter: “Ecuador decidió soberanamente
retirar el asilo diplomático a Julian Assange por violar reiteradamente
convenciones internacionales y protocolo de convivencia”. La respuesta del ex
presidente Rafael Correa, también perseguido por el régimen de Moreno –quien
llegó al cargo asumiéndose como su continuador–, no tardó en llegar por la misma red social y desde Bruselas: “‘Decisión
soberana’”, ¡vaya manera de llamar a la mayor canallada y cobardía! Esto jamás
será olvidado por la humanidad entera. Uno de los actos más atroces fruto del
servilismo, la vileza y la venganza. La historia será implacable con los
culpables de algo tan atroz”.
En Twitter circuló ese día un meme que nació en
inglés y resumía la situación, allí se veía una fotografía de Assange y la
frase: “Te entrego información gratuita de las grandes empresas y soy un
terrorista”. A continuación, sobre una fotografía de Mark Zuckerberg, creador
de Facebook, la otra frase: “Le cobro a las empresas por entregarle tu
información confidencial y soy el hombre del año”.
La detención de Assange es un mensaje claro: basta
de periodismo que investiga, incomoda y difunde secretos acerca de cómo se asesina
y se empobrece a pueblos enteros. David McCraw, abogado principal del New York
Times –periódico que se valió de las revelaciones de Assange y no fue tan
amable con él en los últimos tiempos–, escribió una vez que se conoció la
decisión de Moreno de soltarle la mano: “Creo que el procesamiento (de Assange)
sería un muy, pero muy mal precedente para los editores. De todo lo que
entiendo, está en un clásico lugar de editor y a la ley le costaría mucho
distinguir entre la posición del New York Times y WikiLeaks”.
Argenleaks
El periodista argentino Santiago O’Donnell, quien
se reunió con Assange en 2010 –pasaría con él la Navidad de 2015 en la embajada
ecuatoriana, como lo contó en una entrevista–, publicó al año siguiente
“Argenleaks” y, más tarde, “Politileaks”. Allí desenmascaró el meticuloso
trabajo de la embajada estadounidense con gran parte de la entonces oposición.
Las frecuentes visitas de la diputada Elisa Carrió, los pedidos de intervención
del jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri en esos tiempos y las órdenes
expresas al entonces fiscal de la causa Amia, Alberto Nisman, para que abandone
la pista siria y la complicidad interna, y se dedique a inculpar a los iraníes.
Lo que “Argenleaks” enseñaba era la extrema
dependencia de un gran sector de la política argentina –periodistas, jueces y
empresarios incluidos– del trabajo de inteligencia de la embajada.
Las filtraciones de Wikileaks –definida como una
organización que trabaja con datos encriptados para desenmascarar a los
poderosos revelando sus secretos–, hicieron su estruendosa aparición pública en
2010 con la publicación de un video en el que se veía cómo soldados
estadounidenses asesinaban a civiles, niños y dos periodistas de Reuters en
Irak.
Desde entonces muchos de los medios más importantes
a nivel global se nutrieron de esa información y remontaron la cuesta de un
periodismo decadente, que volvió a mostrar la hilacha en los últimos años
cuando, presionado por las agencias gubernamentales de Estados Unidos e
Inglaterra, comenzaron a sembrar de dudas la credibilidad de Assange y a
dejarlo solo, aislado en su exilio involuntario en la embajada ecuatoriana.
Asilo
A Assange se le concedió asilo en
la embajada en 2012 para evitar la extradición a Suecia para responder
preguntas sobre denuncias
de delitos sexuales que finalmente se retiraron.
Assange temía que una vez bajo la custodia sueca fuera extraditado a los
Estados Unidos. Desde el gobierno británico dijeron que, aunque ya no lo buscan
para interrogarlo en Suecia, Assange sería arrestado y encarcelado por violar
las condiciones de su fianza si abandona la embajada.
Gracias a las filtraciones –escribía
el periodista estadounidense Chris Hedges en noviembre del año pasado– “nos enteramos que la Fundación Clinton recibió
millones de dólares de Arabia Saudita y Qatar, dos de los principales
financiadores del Estado Islámico. Como secretaria de estado, Hillary Clinton
devolvió a sus donantes la aprobación de 80 mil millones de dólares en venta de
armas a Arabia Saudita, lo que le permitió a ese reino llevar a cabo una guerra
devastadora en Yemen, lo que provocó una crisis humanitaria que incluye la
escasez generalizada de alimentos y una epidemia de cólera, además de dejar
cerca de 60.000 muertos. Supimos que a Clinton
le pagaron 675.000 dólares por hablar en Goldman Sachs, una
suma tan grande que solo se puede describir como un soborno. Nos enteramos de
que Clinton le dijo a las élites financieras en sus lucrativas conversaciones
que quería ‘comercio abierto y fronteras abiertas’ y que creía que los
ejecutivos de Wall Street estaban mejor posicionados para administrar la
economía, una declaración que contradecía directamente sus promesas de campaña.
Aprendimos que la campaña de Clinton trabajó para influir en las primarias
republicanas para garantizar que Donald Trump fuera el candidato republicano.
Aprendimos que Clinton obtuvo información anticipada sobre preguntas del debate
de las primarias. Nos enteramos, porque 1.700 de los 33.000 correos
electrónicos vinieron de Hillary Clinton, que fue ella la principal arquitecta
de la guerra en Libia. Nos enteramos de que creía que el derrocamiento de
Moammar Gadhafi acabaría con sus credenciales como candidata presidencial. La
guerra que buscó dejó a Libia en el caos, vio el ascenso al poder de los
yihadistas radicales en lo que ahora es un estado fallido, desencadenó un éxodo
masivo de migrantes a Europa, se vieron las reservas de armas de Libia
incautadas por milicias rebeldes y radicales islámicos en toda la región, lo
que resultó en 40.000 muertos. ¿Debería esta información haber permanecido
oculta al público estadounidense?”.
“Hace una década –escribió el viernes pasado Pilger
en su columna en CounterPunch–, el Ministerio de Defensa en Londres lanzó un documento
secreto que describía las tres ‘principales amenazas’ al orden público:
terroristas, espías rusos y periodistas de investigación. Este último fue
designado como la principal amenaza. El documento se filtró debidamente en
WikiLeaks, que lo publicó. ‘No teníamos otra opción’, me dijo Assange. ‘Es muy
sencillo. Las personas tienen el derecho a saber y el derecho a cuestionar y
desafiar el poder. Esa es la verdadera democracia’”.
John Pilger conoció en la década de 1970 a la
realizadora Leni Reifenstahl, amiga íntima de Adolf Hitler, cuyas películas
ayudaron a hechizar a los nazis sobre la Alemania aria. Cuenta: “Me dijo que el
mensaje en sus películas, la propaganda, no dependía de las ‘órdenes de
arriba’, sino de lo que ella llamaba el ‘vacío sumiso’ del público. ‘¿Este
vacío sumiso incluye a la burguesía liberal y educada?’, le pregunté. ‘Por
supuesto’, dijo, ‘especialmente a la intelligentsia. Cuando las personas ya no
hacen preguntas serias, son sumisas y maleables. Cualquier cosa puede suceder’”.
Resistir
“Están manipulando a mi hijo para
hallar una excusa que permita entregarlo a los EEUU, donde se enfrentaría a un
espectáculo en los tribunales”, advirtió Christine Assange, madre del fundador
de WikiLeaks, en noviembre pasado. En los últimos ocho años no tuvo un proceso
legal adecuado. Resultó injusto en cada paso, con mucha perversión de la
justicia. No hay razón para considerar que esto cambiará en el futuro. El gran
jurado de Estados Unidos para WikiLeaks, que que emitió la orden de extradición,
fue retenido en secreto por cuatro fiscales, pero no hubo defensa ni juez. El
tratado de extradición estadounidense-británico permite que los EEUU extraditen
a Julián a los EEUU sin una base jurídica adecuada. Una vez en EEUU, la
National Defense Authorization Act (el equivalente de una ley que autoriza las
Defensa Nacional) permite la detención indefinida sin juicio. Julian podría muy
bien ser prisionero en la Bahía de Guantánamo y torturado, condenado a 45 años
en una prisión de máxima seguridad, o enfrentar la pena de muerte. “Mi hijo
está en grave peligro debido a una brutal persecución política por parte de los
matones en el poder, cuyos crímenes y corrupción expuso valientemente cuando
era editor en jefe de WikiLeaks”.
Assange está solo. “Tenemos que
volver ensordecedora nuestra protesta contra esta brutalidad”, dijo su madre.
“Les pido a todos los periodistas que se pongan de pie porque él es su colega y
ustedes son quienes siguen. Les pido a todos los políticos que dicen que
entraron a la política para ayudar a la gente a levantarse ahora. Les pido a
todos ustedes, activistas que apoyan los derechos humanos, los refugiados, el
medio ambiente y están en contra de la guerra, que se levanten ahora porque
WikiLeaks ha servido a las causas por las que se pronunciaron y Julián está
ahora sufriendo a su lado. Llamo a todos los ciudadanos que valoran la
libertad, la democracia y los procesos legales justos a dejar de lado sus
diferencias políticas y unirse, levantémonos ahora. La mayoría de nosotros no
tenemos el coraje de informantes o periodistas como Julian Assange, quien hizo
pública su información para que podamos estar al tanto y advertidos sobre los
abusos de poder”.
En su último
artículo sobre
un tema que siguió y sobre el que advirtió ni bien el régimen del presidente
Moreno comenzó a contemplar la idea de entregar a Assange, Chris Hedges señala:
“Debemos resistir. Debemos, de todas las formas posibles, presionar al gobierno
británico para que detenga el linchamiento judicial de Assange. Si Assange es
extraditado y juzgado, creará un precedente legal que pondrá fin a la capacidad
de la prensa –que Trump ha llamado en repetidas ocasiones “el enemigo del
pueblo”– para responsabilizar al poder de los crímenes de guerra y los
financieros, la persecución de disidentes, de minorías e inmigrantes, el saqueo
de las corporaciones contra las naciones y el ecosistema y el despiadado
empobrecimiento de hombres y mujeres que trabajan para engrosar las cuentas
bancarias de los ricos y consolidar el total contable de los oligarcas
globales. Su control sobre el poder no solo se expandirá, sino que ya no será
parte del debate público. Primero Assange, luego nosotros”.
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No castigan el pasado, sino el futuro
Giorgio Agamben*
Conocí a
Assange hace dos años en la Embajada de Ecuador en Londres. Cuando recuerdo lo
que me contó durante nuestro encuentro, creo que uno puede entender por qué fue
arrestado. Assange me relató que estaba investigando cómo planeaba Google hacer
uso de la inmensa cantidad de información que tiene a su disposición. Según
Assange, tenía que ver con vender a compañías de seguros y a los servicios
secretos nuestros datos sobre intereses, deseos, hábitos de consumo, estado de
salud, prácticas de lectura; en pocas palabras, sobre la vida de millones de
personas en todos sus aspectos.
Según
Assange, y creo que podemos compartir su opinión, esto significaría un aumento
sin precedentes en las posibles formas de controlar a los seres humanos a
través de los poderes del mercado y la policía. Lo que está en el meollo del
arresto de Assange es, por lo tanto, no solo el deseo de castigar las
investigaciones anteriores de WikiLeaks, sino también impedir las
investigaciones en curso que, evidentemente, parecen estar amenazadas por todos
los implicados. Es también por esta razón que es necesario expresar una
solidaridad sin reservas con Assange.
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