Image Source: Carl Chun – Chun C. Die Cephalopoden T. 2: Myopsida, Octopoda – Public Domain
Para la
mayoría de las personas, si es que están familiarizadas con esto, BlackRock es
un administrador de activos que ayuda a los fondos de pensiones y jubilados a
administrar sus ahorros a través de inversiones “pasivas” que se hacen en el mercado
de valores. Pero su trabajo detrás de la escena es mucho más que eso. BlackRock
ha sido llamada “la
institución más poderosa del sistema financiero”, “la compañía más poderosa del
mundo” y el “poder secreto”. Es el administrador de activos y el “banco en la
sombra” más grande del mundo, más grande que el banco más grande del mundo (que
está en China), con más de 7 billones de dólares en activos bajo administración
directa y otros 20 billones administrados a través de su software de monitoreo
de riesgos Aladdin. BlackRock también ha sido llamado “la cuarta rama del
gobierno“ y “casi un gobierno en la
sombra“, aunque ninguna de sus partes pertenece realmente al gobierno.
A pesar de su tamaño y poder global, BlackRock ni siquiera está regulado como
una “institución financiera sistémicamente importante” en virtud de la Ley
Dodd-Frank, y gracias a la presión de su CEO Larry Fink, quien mantiene relaciones “acogedoras”
con funcionarios gubernamentales.
La
importancia estratégica y el peso político de BlackRock fueron evidentes cuando
cuatro ejecutivos de BlackRock, liderados por el ex jefe del Banco Nacional
Suizo, Philipp Hildebrand, presentaron una propuesta en la
reunión anual de banqueros centrales en Jackson Hole, Wyoming, en agosto de
2019 para un restablecimiento económico que entró en vigencia en marzo de 2020.
Reconociendo que los bancos centrales se estaban quedando sin
municiones para controlar la oferta monetaria y la economía, el grupo
BlackRock argumentó que era hora de que el banco central abandonara su tan
alardeada independencia y se uniera a la política monetaria (el territorio
habitual del banco central) con política fiscal (el territorio habitual de la
legislatura). Propusieron que el banco central mantenga una “Línea Fiscal de
Emergencia Permanente” (SEFF, por sus siglas en inglés: “Standing Emergency
Fiscal Facility”) que se activaría cuando la manipulación de la tasa de interés
ya no funcionara para evitar la deflación. La Línea la desarrollaría un “experto
independiente” designado por el banco central.