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domingo, 20 de marzo de 2011

vuelve laren


Como todos sabrán ya, el Anuario10 (registro de acciones artísticas Rosario, 2010) se presntará en Rosario en el marco de la inauguración de la muestra de Benito Laren titulada Berni to Laren, el jueves 31 de marzo a las 19 en Darkhaus (Corrientes 267) [sitio del ANUARIO10.]  

1. Revisé en mis carpetas y resulta que tengo varias cosas más sobre Laren que, creo, caben en este sitio. Por ejemplo, estos fragmentos de una correspondencia con Laura Glusman fechados alrededor de noviembre de 2003:
Usé Fobos, la colonia unisex de Benito Laren, aunque por lapsos muy breves, porque se evapora más rápido que el alcohol isopropílico. Entonces soñé que desenterraba un tesoro de monedas de oro y cuando iba a venderlas descubría que los rostros grabados en las antiguallas eran los de mi viejo camarada del secundario. No obstante, he pensado algunas publicidades para difundir este emprendimiento de perfumería de Laren. Una de tales propagandas (ambas pensadas para avisos gráficos), nos mostraría la figura del artista, de cuerpo entero, pero repetida ad infinitum, y la frase: "Si no puedes contra ellos, úneteles". Debajo, sencillamente, el nombre del perfume que, creo, es bastante contundente: "Colonization. Marte". Y, como cierre: "El perfume creado por Benito Laren para conquistar el mundo". Haría falta, claro, algún otro texto que aclare lo de la exclusividad de las cajitas y la variedad de fragancias, pero eso es fácil.
La otra publicidad que se me ocurrió es como sigue: alguna buena imagen de Laren bajo la pregunta: "¿Usted le pagaría a Benito Laren para que le construya su casa?". La frase que cierra esta interpelación, directamente, dice: "Entonces páguele un perfume". 
 La caja de Colonization que me regalara Benito en 2003.

El "cuadrejo" que incluía el packaging del perfume.

2. Encuentro un refrito de la nota para Atypika que no me acuerdo ya dónde publiqué. Lo que hay que considerar aquí es que desde febrero de este año se cae uno de los sueños más duraderos de Laren —recuerdo las cartas que elaboraba Laren en las clases de Química, hace treinta años, dirigidas a personalidades como Pinky o la Legrand0—: almorzar con Mirtha Legrand. Dice mi refrito:
Antes de que existiera la autopista a Buenos Aires la ruta 9 atravesaba y cortaba al medio a San Nicolás. En el tramo que va del límite norte de la ciudad hasta la calle De la Nación, esa ruta se llamaba (se llama aún) avenida Savio, en honor al general ingeniero Manuel Nicolás Savio que en los primeros años del peronismo hizo de ese pueblo de viñedos y quintas la urbe industrial en la que se levantó una de las mayores acerías de América. En avenida Savio entre Belgrano y Mitre (una de las calles céntricas) se levanta la Escuela Nacional de Educación Técnica número 1 (rebautizada ahora con algún nombre menos digno). Ahí cumplió el artista plástico Benito Laren durante algo así como diez años su formación secundaria. Egresó con el título de técnico químico y pocos años después de recibir un grueso diploma color ocre pálido, ingresó en los laboratorios de la ex Somisa, donde permaneció mucho menos tiempo que en el secundario, hasta que decidió invertir los ahorros de su paga en materiales para hacer sus primeros cuadros.
A unas veinte cuadras hacia el sur de la Enet N° 1, donde estudió Laren, se alza la primera iglesia erigida en la pampa por los salesianos: una visión de san Juan Bosco envió a fines del siglo XIX a los misioneros italianos hasta el norte de la provincia de Buenos Aires y con la parroquia María Auxiliadora creció un barrio que tenía por límite la ruta a la Capital y, hacia el oeste, la barranca del río Paraná, hasta que años más tarde se levantó el ahora desmantelado Batallón de Ingenieros 101. En ese barrio, el Don Bosco, vive Laren desde que repetía los años de la secundaria: “Es que yo iba a leer”, comenta el artista, y agrega: “Creí que me iban a dar dos títulos”.
Pero sigamos con la ruta 9. Llegando desde Rosario, la carretera hace una ligera curva en el barrio Alto Verde y se topa con los muros del cementerio. Siguiendo derecho se divisa hoy la dorada cúpula de la iglesia levantada a pedido de la Virgen del Rosario de San Nicolás, de la que Gladys Motta hace de intérprete desde el año 1982. Ni bien se ingresa por la galería principal del cementerio y se gira unos metros a la derecha por otra de las avenidas centrales, una descuidada tumba, demasiado pobre para emular un mausoleo, con una reja que protege unas flores secas entre unos descoloridos adornos de plástico, reza en una placa de oscurecido bronce: “A los caídos en la guerra del Paraguay”. La mayoría de las osamentas que yacen ahí pertenecen a los últimos negros que vivieron en la ciudad. Muy cerca, a unos treinta metros hacia el ala este del corredor central, en un claro que no perturba los panteones de las familias nicoleñas más prominentes, hay un discreto monumento de metal con una llama votiva que recuerda a los soldados que perdieron la vida en Malvinas. De haber sobrevivido, esos muchachos tendrían hoy la edad de Laren.
Laren quiere ser famoso. Rico también pero, sobre todo, famoso. “Quiero que me conozcan”, dice y se relame imaginando el postergado almuerzo con Mirtha Legrand que estaba programado para mediados del 2003. Pese a ser uno de los artistas más prominentes de los salidos en los 90 del porteño Centro Cultural Rojas (a la hija de Noé Jitrik le atribuyen el haberlo descubierto), Laren tiene apenas una exposición colectiva en Rosario (en las galerías Parque de España, cuando a principios de este año se realizó la muestra de Sonoridad Amarilla) y un fugaz paso por el Museo Castagnino cuando se presentó la revista Atypika, hace dos meses. Sin embargo, ya tiene sus fieles en la ciudad, que constituyen una tribu de lo más dispar: encantada de festejarle sus pelucas rubias o llenas de canas y sus camisas con el corte de la época en que Annan jeans, desde Pergamino, era todavía una alternativa a la ropa Levi’s o Polaris de los 70. Pero ¿quién es, qué es Benito Laren?
A mediados del 2001, en una galería de Buenos Aires, Laren y Luis Lindner expusieron una muestra que tenía en común una suerte de homenaje a Cándido López, el pintor que no sólo ilustró la guerra del Paraguay, sino que perdió su mano diestra en ella. Pintada sobre vidrio, una de las obras de Laren reproducía el “Velatorio del primer soldado muerto”, en cuyo original López hizo brillar una luna pálida, como un agujero blanco sobre el campamento en el que los combatientes velan entre las carpas a su camarada. “Creía que Cándido López era «el» pintor de San Nicolás y después me enteré de que ni siquiera era nicoleño”, confesaría a fines del 2003 Benito Laren en una entrevista realizada en Rosario. Ese malentendido es ya una pista. La otra es su trato con los restos de esa guerra cuyo fin acaeció hace un siglo y medio atrás.
Benito Laren ha buscado tesoros. De hecho, su plan es juntar dinero para comprar un detector de metales y alquilarlo en Paraguay, donde los buscadores de tesoros desfilan por la frontera en pos de las reliquias enterradas por los paraguayos cuando Brasil, Argentina y Uruguay cayeron con todo contra la nación más próspera del cono sur en ese entonces. Todo el Paraguay, en el relato de Laren, es un vasto cementerio de riquezas en el que los menos afortunados sólo extraen el plomo de balas y el acero de sables que tienen ciento cincuenta años. Ha pagado a videntes acaso el mismo valor de una expedición queriendo saber el lugar exacto donde la tierra se tragó el oro. Laren ha pagado por esa información, como en aquella fábula persa en la que alguien sueña con un tesoro enterrado en la otra punta del territorio. Emprende un periplo para llegar hasta allí y da con un hombre que le dijo que tuvo el mismo sueño, pero que el tesoro se hallaba bajo la higuera donde había soñado el viajhero, en su hogar. De vuelta en casa, cava bajo la higuera y encuentra el oro. Laren ha vuelto a San Nicolás y, con sus balas centenarias y sus arruinados pertrechos de batalla decomisados por Gendarmería, llevó a una versión pop el cuadro de Cándido López. ¿No suena cándido?
Bien, y ahora la otra pregunta: ¿qué es San Nicolás?



3. Laura Glusman describe una de las fotos que hizo hace siete años de Laren en San Nicolás:

«un campo de trigo, a lo lejos solo algunos sabremos que está San Nicolás, de un lado unas chimeneas gigantes del otro somisa, Benito camina hacia la cámara , con su tapado de lobisón, su pelo plateado y viene a traer la verdad??, viene a presentarse... Quizás como la solución a ningún problema.»
Foto de Laura Glusman.




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