socio

"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

sábado, 30 de mayo de 2020

la guerra racial en pantalla

El lunes pasado un hombre negro de 46 años fue detenido por la policía en Mineápolis (la más grande de las ciudades del estado de Minnesota que, junto con Saint Paul, la urbe que está a su lado y su conurbano, suman casi tres millones y medio de habitantes en el medio oeste estadounidense), que lo redujo por poseer –según informes oficiales– un billete de 20 dólares falso. El hombre se llamaba George Floyd: como muchos de los afrodescendientes que mueren por estos días de coronavirus en Nueva York, Floyd murió pidiendo “aire”, pidiendo respirar. Es que el policía Derek Chauvin, que actuó con el respaldo de otros tres compinches vestidos de azul, lo tenía sujeto y contra el piso con su rodilla en el cuello de Floyd, lo que terminó ahogándolo y asesinándolo. Lo que siguió es una confrontación descomunal que aún continúa y este viernes había cobrado dimensión nacional, luego de que se reportaran disturbios y enfrentamientos con la policía y la Guardia Nacional (una fuerza entrenada militarmente que solemos ver en las películas de catástrofes como el brazo armado y letal hacia el interior de Estados Unidos de su ejército imperial), y ataques de manifestantes contra empresa de Telecomunicaciones como la CNN o instituciones como las comisarías de varias ciudades, de Los Ángeles a Nueva York.

Los negros mueren en Estados Unidos por ser negros y pobres. Y porque existe una fuerza policial que trabaja para los “blancos” y lo sabe, como señaló el viernes un artículo en la revista The Nation.


Horas más tarde de que esa revista de la izquierda estadounidense publicara su artículo, la cadena NPR (la radio pública nacional con sede en Washington que es motivo de observación y está en severos problemas de ajuste cada vez que asume un gobierno republicano), anunciaba que los enfrentamientos con manifestantes se extendían por todo el país el viernes a la noche.

objetos de cuarentena

Temiendo que el aislamiento se extienda de la manera más o menos indefinida que sigue el curso de las cosas, decidí usar los anteojos que usé hasta hace un par de años –unos Gravity comprados hace al menos cuatro o cinco años en Óptica Andrade–, en lugar de los Optitech 493, ultralivianos, que son los últimos que me hice. Pensaba –o pienso– que así mis ojos se acostumbran a una graduación menor y podré demorar más la vuelta a una óptica.
Sin embargo, la patilla derecha de los Gravity me produce un ligero dolor detrás de la oreja, como si una gruesa espina no terminara de clavarse en la piel. A la vez, la montura me lastima el costado izquierdo del tabique. Lo lastima al modo en que apoyar un metal durante un buen rato puede erosionar y hacer doler una parte del cuerpo. Así, de alguna manera, esos pequeños dolores son simétricos y los prolongo con una consentida satisfacción. Espero el momento de quitármelos como si esperase un premio: despego la armazón de mi cara y paso la yema del dedo por la hendidura caliente, reconfortado. Siento que entiendo a los creyentes mortificados y recuerdo como un estúpido la frase de León Bloy que cita Graham Greene en The End of the Affair: «El corazón tiene lugares que no existen y para que puedan existir entra en ellos el dolor». Pero en mi corazón entra más miedo que dolor.



sábado, 23 de mayo de 2020

la vacuna


Desde Moderna, uno de los laboratorios estadounidenses que trabaja en base a ARN, estiman que para septiembre podría existir una cura para el covid-19, según esta nota del New Yorker.



A principios de abril, a medida que los casos de covid-19 y las muertes en la ciudad de Nueva York aumentaban a cifras horripilantes (a mediados de abril casi 11 mil neoyorkinos habían muerto por coronavirus), Tal Zaks, el director médico de Moderna, una compañía de biotecnología con sede en Cambridge, estaba preocupado por el tiempo. En solo tres meses, su compañía había creado una vacuna experimental contra el covid-19, y comenzó a inyectar la vacuna en humanos, bajo la guía del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (Niaid), en un ensayo clínico de Fase I que involucró a cuarenta y cinco hombres y mujeres sanos. Este tipo de velocidad en el desarrollo de vacunas no tenía precedentes, y provenía en gran medida de una tecnología biomédica revolucionaria –y, sin embargo, no probada a gran escala–, detrás de la vacuna de Moderna. Aun así, si hubiera alguna posibilidad de obtener la vacuna con licencia federal para luego fabricarla en cientos de millones de dosis, en doce a dieciocho meses –como lo dijo Anthony Fauci, el director del Niaid, que es la cronología más rápida posible–, Zaks sabía que la compañía tendría que poder demostrar el potencial de la vacuna, o una “expectativa de beneficio”, como él lo expresó, para este verano (julio-agosto de 2020).

Para lograr esto, Moderna tendría que demostrar tres cosas: primero, que la vacuna no causa efectos secundarios adversos significativos en las personas sanas que reciben la dosis; segundo, que la vacuna puede prevenir enfermedades en otros mamíferos, como ratones y monos; y, tercero, que la vacuna induce anticuerpos neutralizantes en la sangre de los participantes del ensayo, que se prueba agregando sangre inoculada a una placa de Petri y observar si se previene la infección del virus y mueran las células en un cultivo de tejidos. “En virología –me dijo Zaks–, generar anticuerpos neutralizantes es un buen sustituto de la capacidad que tiene el humano de protegerse de una enfermedad”. Una vez que se tienen estos resultados de la Fase I, “se convierte en una decisión judicial”, dijo. “¿Cuándo esa expectativa de beneficio se vuelve lo suficientemente fuerte como para justificar exponer a más y más personas a un riesgo desconocido?”

lunes, 18 de mayo de 2020

oh, brasil

La prensa internacional ve en Brasil el próximo gran foco de infección de coronavirus de toda América, luego de que Estados Unidos llegase la semana pasada a unas 1.700 muertes diarias por covid-19, con un total de casos fatales que ronda los 90 mil. El sábado último Brasil superó las 15 mil muertes totales, lo que lo ubica entre los cuatro países más afectados por la pandemia.

En tanto, el presidente Jair Bolsonaro recibe ataques de todos lados, su último ministro de Salud, designado hace menos de un mes, renunció. Su ministro de Justicia, el ex juez Sérgio Moro, quien dirigió una campaña personal e implacable para encarcelar a Luiz Inácio Lula da Silva, con tretas que incluyeron mentiras y aprietes de otros funcionarios judiciales –como lo mostró el diario The Intercept que dirige Glenn Greenwald–, también renunció y asoma como candidato a unas elecciones para las que falta tiempo, aunque nada es seguro en un país asolado por una pandemis, un presidente que juega al delirante y que aún conserva entre un 25 y un 30 por ciento de apoyo.

Pero sobre todo, Brasil es el principal socio comercial argentino y uno de los países fronterizos más importantes.

Para analizar esta situación particular sobre un país que tiene casi 200 millones de habitantes y llegó a estar entre los cinco más influyentes del mundo, nos comunicamos con Eduardo Crespo, doctor en Economía, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro y de la Universidad de Moreno, en Buenos Aires.

viernes, 15 de mayo de 2020

la abanderada del odio

En 2017 Noam Chomsky publicó Requiem for the American Dream, un libro del que se hizo incluso un breve film de entrevistas, que llevaba por subtítulo: “Los 10 principios de la concentración del poder y la riqueza”. Allí, al señalar los dilemas que planteaba Aristóteles en su Política sobre la democracia (si la democracia de Atenas funciona bien los pobres no tardarán en reclamar a los ricos sus privilegios, para lo que sería aconsejable reducir la desigualdad), nuestro intelectual de izquierdas estadounidense de cabecera señala su teoría principal: la devoción demócrata de Estados Unidos siempre se debatió en la misma tensión, reducir la desigualdad o reducir la democracia. A partir de fines de los 60 y, sobre todo en los 70, al filo de la monumental derrota de Vietnam y con una juventud que pedía una ampliación de derechos para la ciudadanía movilizada en todo el territorio nacional, la opción de las élites fue clara: reducir la democracia en una escalada reaccionaria que tendría su cima en enero de 1981, cuando Ronald Reagan ingresó al fin a la Casa Blanca.

Antes, sin embargo, la política exterior estadounidense había endurecido su estrategia anticomunista en su patio trasero, América latina, produciendo una sucesión de golpes militares que contaron con el apoyo de buena parte de la dirigencia política vernácula y produjeron acaso el mayor quiebre sociopolítico, con situaciones de violencia y terror inéditos, en países como Argentina, que ya arrastraban dicotomías insalvables en su tradición histórica. Hay que señalar estas consecuencias porque nada de lo que sucede al interior de los Estados Unidos se queda allí adentro: la política exterior del imperio es siempre su política interior, como señaló un conocedor de la geopolítica.

Dicho lo anterior, queda abierto el camino para que el lector explore hasta qué punto la historia que desarrolla Mrs. America (una miniserie de nueve episodios protagonizada por Cate Blanchet y producida por el canal FX, distribuida por Hulu) se cruza con la historia reciente que vivimos en este rincón del sur del planeta.

lunes, 4 de mayo de 2020

dónde estamos según bill gates

El domingo, el correo de revista Crisis ofrecía entre sus lecturas de política internacional esta entrevista con estas palabras: "Bill Gates fue durante muchos años el hombre más rico del mundo y hoy detenta la segunda fortuna del planeta. Gracias a su intenso filantropismo, en 2015 alertó con precisión la inminencia de una mortífera pandemia. Desde entonces se convirtió en uno de los principales conocedores de la problemática y con su Fundación coordina estrategias millonarias para frenar al covid-19."
"Ezra Klein no es la primera vez que entrevista al dueño de IBM. El fundador y editor de VOX, uno de los medios mas innovadores y exitosos de los últimos años, formula preguntas relevantes y precisas sobre lo que viene durante y mas allá de la emergencia. Un anhelo temerario resume el propósito de Gates: borrar las pandemias de la faz de la tierra, para mantener al mundo tal cual es."

Ezra Klein | Vox (acá el original)*
En 2015, le hice a Bill Gates una pregunta simple: ¿a qué le tiene más miedo? Me respondió con las estadísticas de muertes en el siglo XX. Están los picos de la la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Pero en el medio hubo un pico tan grande como la Segunda Guerra: la pandemia de gripe española de 1918, que mató a unos 65 millones de personas. El mayor temor de Gates era una gripe como esa, que arrasara nuestro mundo hiperglobalizado.
Gates había financiado modelos que imaginaban precisamente ese escenario. En cuestión de días, estaría en todos los centros urbanos del mundo. En unos meses, decenas de millones podrían morir.
Bill Gates vio venir esto e intentó advertir al mundo. Hizo charlas TED y entrevistas con los medios. Publicó en revistas médicas. Hizo propuestas de políticas y gastó millones en investigación de vacunas. Y falló. El virus llegó y no estábamos listos. Ahora todos vivimos en las postrimerías de la pesadilla de Gates.
Gates reorientó su fundación y comprometió cientos de millones de dólares para la lucha mundial contra el coronavirus. Recientemente publicó un largo ensayo que detalla lo que sabemos y no sabemos sobre el virus y la enfermedad que causa, el covid-19, y lo que necesitamos inventar y desplegar para volver a la normalidad de manera segura.

sábado, 2 de mayo de 2020

la medicina como religión

Giorgio Agamben

Que la ciencia ha devenido la religión de nuestro tiempo, eso en lo que los hombres creen que creen, es desde hace tiempo evidente. En el Occidente moderno coexistieron hasta cierto punto tres grandes sistemas de creencias: el cristianismo, el capitalismo y la ciencia. En la historia de la modernidad, estas tres “religiones” necesariamente se han cruzado una y otra vez, entrando en conflicto de vez en cuando y reconciliándose luego de varias maneras, hasta alcanzar progresivamente una especie de coexistencia pacífica y articulada, y hasta una colaboración real en nombre del interés común.
Lo nuevo es que entre la ciencia y las otras dos religiones se ha reavivado sin que nos demos cuenta un conflicto subterráneo e implacable, cuyos resultados victoriosos para la ciencia están ahora ante nuestros ojos y determinan sin precedentes todos los aspectos de nuestra existencia. Este conflicto no concierne, como en el pasado, a la teoría y principios generales, sino, por así decir, a la práctica cultual. Incluso la ciencia, de hecho, como todas las religiones, conoce diferentes formas y niveles a través de los cuales organiza y ordena su propia estructura: a la elaboración de una dogmática sutil y rigurosa corresponde en la práctica una esfera cultual en extremo amplia y extendida que coincide con lo que llamamos tecnología.

No sorprende que el protagonista de esta nueva guerra religiosa sea esa parte de la ciencia donde la dogmática es menos rigurosa y más fuerte que el aspecto pragmático: la medicina, cuyo objeto inmediato es el cuerpo vivo de los seres humanos. Tratemos de establecer las características esenciales de esta fe victoriosa con la que tendremos que lidiar de modo creciente.
1) La primera característica es que la medicina, como el capitalismo, no necesita dogmáticas especiales, sino que simplemente toma prestados sus conceptos básicos de la biología. Sin embargo, a diferencia de la biología, articula estos conceptos en un sentido gnóstico-maniqueo, es decir, según una oposición dualista exasperada. Existe un dios o un principio maligno, la enfermedad, precisamente, cuyos agentes específicos son bacterias y virus, y un dios o un principio beneficioso, que no es la salud, sino la curación, cuyos agentes cultuales son los médicos y la terapia. Como en cualquier fe gnóstica, los dos principios están claramente separados, pero en la práctica pueden contaminarse y el principio beneficioso y el médico que lo representa pueden cometer errores y colaborar sin darse cuenta con su enemigo, sin que esto invalide de ninguna manera la realidad del dualismo y la necesidad del culto a través del cual el principio beneficioso pelea su batalla. Y es significativo que los teólogos que deben fijar su estrategia sean los representantes de una ciencia, la virología, que no tiene su propio lugar, sino que se encuentra en la frontera entre la biología y la medicina.