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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

lunes, 30 de enero de 2012

los piratas son ellos

A mediados del año pasado la cargada agenda electoral dejó de lado la ley de Canon Digital que impulsa en el país Sadaic y los senadores Miguel Ángel Pichetto y Rubén Giustiniani. A fines de año hubo embestidas similares en España y Estados Unidos: las nefastas leyes Sinde, Sopa, Pipa, etcétera; incluso Twitter, la red de microblogging protestante (iconoclasta y prestigista), habilitó la censura de contenidos según el país. Y hace dos semanas el FBI, una agencia federal estadounidense, detuvo por piratería y fraude a Kim Dotcom, el potentado dueño de Megaupload, uno de los sitios de almacenamiento de archivos más populares del globo, que vive en Nueva Zelanda (es como imaginar que la Federal detiene a un directivo de Shell en Londres por violar leyes antimonopólicas en Argentina). Parece que estamos ante un umbral y que las futuras generaciones acaso ya no conozcan la internet tal como la conocemos hasta ahora.

 Kim Dotcom, foto de AFP.
Poco después de que se conociera la detención de Dotcom –a quien el blogger español Leónidas Martín Saura señala como uno más de los zares capitalistas, en otras palabras, un pirata tal como lo son Bill Gates o el finado Steve Jobs–, el sitio TechCrunch publicó una nota en la que señalaba la particular saña del FBI contra Megaupload y esbozaba, citando las fuentes debidas, una teoría: el cierre del sitio –porque, a todo esto, es un sitio popular pero de ninguna manera el único que ofrece almacenamiento masivo de archivos– podría deberse al proyecto de Dotcom de poner en línea el almacenador de música Megabox y DIY, un servicio de distribución de ganancias entre artistas, aún entre aquellos que ofrecieran su material para descarga gratuita, lo que vendría a desbancar la industria musical tal como persiste hasta ahora (es decir: grandes ganancias para las compañías, poquísimas para el creador y amurallamiento tras los derechos de autor).
El sitio TorrentFreak (lugar imprescindible para saber qué descargar y a través de qué servidores para todos aquellos que usamos intercambio de archivos par a par vía Torrent) informó por primera vez sobre este proyecto en diciembre de 2011. Según Dotcom, Megabox iba a ser un competidor directo de iTunes, incluso ofrecería películas gratis a través de Megamovie, sitio que se lanzaría en 2012 y sería una suerte de cine digital.
“En teoría –leemos en TorrentFrek–, el creador del contenido podría subir sus videos a Megabox y tendría el 90% de las ganancias por la venta del producto, que se pagaría con otro servicio de pago local llamado Megakey”. Dotcom había declarado: “Vamos a pagar a los artistas, incluso si se trata de descargas gratuitas. El modelo de negocio Megakey ha sido probado con más de un millón de usuarios y funciona”.
Asimismo, TechCrunch muestra algunos números: Megaupload era lo suficientemente grande como para salir airoso con su plan de Megabox. Antes de cerrar el sitio estaba en el lugar número 13 entre los más visitados de la internet global, contabilizaba el 4% del tráfico mundial de la red y contaba con 180 millones de usuarios registrados y más de 50 millones de visitas diarias. Además, Megaupload era un servicio confiable para muchos artistas que distribuían su trabajo en la red.
Lo que por lo visto no funcionó es pretender quitar del medio a la industria musical, que habría llamado al FBI y puso tras las rejas al gordito de Megaupload, acusado de fraude organizado, lavado de dinero y varios cargos de piratería.
A una escala muy distinta, el sistema de Megabox-Megaupload es el que plantea Hernán Casciari con su revista Orsai –comentado en su momento en este mismo espacio–: “Durante 2011 editamos cuatro revistas Orsai. Vendimos una media de siete mil ejemplares de cada una, y con ese dinero le pagamos (extremadamente bien) a todos los autores. Los .pdf gratuitos de esas cuatro ediciones alcanzaron las seiscientas mil descargas o visualizaciones en internet. Vendimos siete mil, se descargaron seiscientas mil”, explica Casciari y reflexiona: “Existe, cada vez más, un mundo flamante en el que el número de descargas virtuales y el número de ventas físicas se suma; sus autores dicen: «qué bueno, cuánta gente me lee». Pero todavía pervive un mundo viejo en el que ambas cifras se restan; sus autores dicen: «qué espanto, cuánta gente no me compra».
El viejo mundo se basa en control, contrato, exclusividad, confidencialidad, traba, representación y dividendo. Todo lo que ocurra por fuera de sus estándares, es cultura ilegal. El mundo nuevo se basa en confianza, generosidad, libertad de acción, creatividad, pasión y entrega. Todo lo que ocurra por fuera y por dentro de sus parámetros es bueno, en tanto la gente disfrute con la cultura, pagando o sin pagar. No es responsabilidad de los lectores que no pagan que un autor sea pobre, sino del modo en que sus editores reparten las ganancias de los lectores que sí pagan”.
El director de cine Jim Jarmusch publicó hace muy poco en su sitio una especie de declaración de principios que reza “Robá de cualquier parte” y culmina con la cita de Jean-Luc Goddard: “No importa de dónde tomaste las cosas, sino de adónde las llevás”.
En estos últimos años, los que vemos series y películas por internet, series y films que no sólo no tienen fecha de estreno en el país, sino que, cuando llegan, los miserables distribuidores de cable locales fraccionan a precios obscenos o que, seguramente, no se estrenarán ni se conocerán en ningún formato, hemos asistido a un reparto de dones inédito: desde los generosos “subidores” que graban la serie en su lugar de emisión, le quitan los comerciales y las suben en alta definición hasta los traductores como los de Argenteam o subtitulos.es (“Difunde la palaba”), que se encargan cada noche de poner en español lo que estaba en inglés, alemán, sueco o japonés y, también, los que toman uno de estos subtítulos y lo corrigen, y lo vuelven a subir, y discuten lo apropiado o no de traducir tal o cual frase. Debe haber oportunistas, claro; pero la sola acción de “subir” ciertos materiales implica la mayoría de las veces un compromiso de capacidades e intereses que sólo un burro o un cínico tildaría de piratas. 


viernes, 27 de enero de 2012

edie, muñeca

Mientras cargaba los videos que hizo Florencia  Castagnani del Festival de Poesía último (acá, acá, acá y acá), empezaba a ver la cuarta temporada de Six Feet Under (como mi experiencia de ver series por internet comenzó alrededor de 2006, ya que la televisión me parece demasiado importante como para sacar de Nickelodeon o Disney Channel a mi prole, nunca la había visto; aunque había leido sobre la serie y hasta empecé con True Blood porque también era de Allan Ball). En el segundo episodio Claire Fisher conoce a Edie, una muñeca rubia llena de veneno que hace unas performances maravillosas (reproduzco en esta entrada la primera) y me recordó, claro, a Lalo Barrubia, pero también a toda esa belleza esquiva, con una ponzoña indescifrable que se intuye en estas imágenes.


Como no sé cargar subt'tulos y ya no estoy en edad de cargarme también ese saber técnico, escribo acá lo que se dice en la performance de Edie:

«La siguiente pieza es una colaboración entre mi madre y yo, ella vive en Chicago.
«Mi madre tiene cáncer, está realmente enojada. Aunque fumó tres paquetes de cigarrillos diarios durante cuarenta años.»
Voz de la madre: «Edie.»
Edie: «¿No sienten lástima aún por ella?»
Madre: «Acabo de volver de almorzar con la tía Betty...»
Edie: «La tía Betty... Una vez me dijo que los negros no podían irse al cielo.»
Madre: «Me siento tan perdida. No sabría qué hacer conmigo misma.»
Edie: «Bueno, está bien, mentí en la perte del cáncer. No hay nada malo con esta mujer. Nada.»
Madre: «¿Qué me pasó, Edie? ¿Qué pasó con mi vida?»
Edie: «Ella es sólo una puta víctima que nunca se arriesgó en la vida y que no puede culpar a nadie excepto a sí misma.»
Madre: «Ojalá estuviese muerta.»
Edie: «En realidad mi madre es la vicepresidente de la asociación de marketing directo del Medio Oeste.»
Madre: «Podría conseguirte cualquier lista que quieras: de hombres de más de 65, de los de menos de 21, casados, solteros, gays, lesbianas, fumadores, racistas, sobrevivientes del cáncer.»
Edie: «Se está tirando en lo profundo del abismo con toda su artillería.»
Madre: «Sólo decime qué querés y te lo mando.»
Edie: «Y te tomará 32 horas de total agonía física y nunca vas a poder olvidarlo.»
Madre: «Edie».

steal from anywhere

Franco Ingrassia pone en Facebook este texto de Jim Jarmusch que reproduzco junto con la traducción de Franco ["Nada es original. Robá de cualquier lugar que haga resonar a tu inspiración o que alimente tu imaginación. Devorá películas viejas o nuevas, música, libros, pinturas, fotografías, poemas, sueños, conversaciones aleatorias, obras de arquitectura, puentes, señales callejeras, árboles, nubes, cuerpos de agua, luz y sombras. Elegí para robar sólo las cosas que te hablen directamente al alma. Si lo hacés de este modo, tu trabajo (y tus robos) serán auténticos. La autenticidad es invalorable; la originalidad es inexistente. Y no te molestes en ocultar tus hurtos -celebralos si tenés ganas. En todo caso, recordá siempre lo dicho por Jean-Luc Godard: "No se trata de de dónde tomás las cosas -se trata de a dónde las llevás."].
Me permito reproducir también los comentarios o, mejor, el diálogo entre Franco y Armando Vites sobre este asunto:
  • Audiodelica Px ‎[mientras tanto, en el luminoso mundo del copyright y su incansable 'defensa de los creadores'] "En toda esta ola de paranoia, me pasó que en Vimeo, que tengo una cuenta que pagué, dieron de baja mi propio material por que creían que violaba el copyright. Porque no tenía un contrato conmigo mismo. Ridículo. Me sentí lastimado. Ni siquiera era dueño de lo mío. Optaron por cerrame sin siquiera averiguar." (Daniel Melero)
     
    Armando Vites Librero Anticuario Jarmush no sospecha que en una sociedad donde no te podes robar ni una latita de tomate te dejen robar. Hay algun negocio mas concentrado y mas masivo que internet? millones pagando. No sospechan? 
     
    Audiodelica Px Armando: no creo que se trate de que te dejen o no, sino de señalar que una de las condiciones de la producción de la cultura es la circulación, la recreación, la hibridación de elementos culturales previos. Esto viene desde antes del capitalismo y continuará después. No creo que se pueda impedir, por más que lo intenten, y menos hoy por hoy, en plena era de la reproducción digital donde 'el desarrollo de las fuerzas productivas' presentan una tensión creciente con respecto a las 'relaciones de producción'. Seguro que hay un desplazamiento del consumo, de la mercantilización de los contenidos a la mercantilización de la conectividad, pero esto me parece parte de un proceso abierto, que hay que leer en su ambivalencia, para aprovechar las oportunidades e incidir en sus dimensiones de mayor apertura...
     
    Armando Vites Librero Anticuario en eso muy de acuerdo. Pero una son las condiciones de la creatividad (se escribio en campos de concentración) y otra es una pelea entre industrias, es decir, entre piratas.
     

las carnes se asan al aire libre

Hace diez años, en el Acceso Sur de Rosario (paisaje que es, desde 1996, la escena inicial de Las carnes se asan al aire libre, de Oscar Taborda) y en plena hambruna, un camión cargado de vacas para la faena tumbó al subir por el terraplén que llega a la Circunvalación, hacia Villa Gobernador Gálvez. La gente del barrio Las Flores, todo el barrio: niños, mujeres, jóvenes y hombres, llegaron hasta el lugar y faenaron ahí mismo los animales. 
Esa escena, un de las más poderosas de la crisis de 2001, desafía con su hermosura toda la mecánica de ese débil pacto que llamamos democracia burguesa (y aquí burguesa va en el sentido que le daba Léon Bloy), esto de que la abundancia circule con obscenidad delante de los desamparados.
Bien, el fotógrafo Marcelo Manera fue a cubrir la noticia e hizo unas fotos que durante mucho tiempo observé lleno de fascinación y sobre las que no sabría qué decir. Por suerte Marcelo acaba de inaugurar un blog en el que podemos ver esas fotos, entre otras magníficas imágenes suyas.
Todas las fotos pertenecen a Marcelo Manera.

jueves, 26 de enero de 2012

juan dicent

Uno de los días del último Festival de Poesía saqué a Juan Dicent de su almuerzo en la fonda Bajda España para llevarlo a Radio Universidad, al programa de Perry, De Ushuaia a la Quiaca, para una entrevista. En el camino Juan observó que las mujeres de Rosario "no usan faldas", a lo que señalé que no, pero que sí usan unos pantalones muy ajustados. Pero no, la cosa era la "falda", las piernas, la fantasía de que el género de repente se levante y deje ver los cantos, esos fueron sus argumentos, a lo que agregó que los dominicanos en Nueva York, donde vive, tienen el ritmo, la poesía y los culos (queriendo decir que sus mujeres los tienen), y que la tarea es potenciar esas virtudes.
"Las mujeres de Rosario no usan faldas" se convirtió en ese viaje a la radio en la línea y el título de un poema que Dicent improvisó al aire y guardó en una papel.
Florencia Castagnani estaba con nosotros y filmó la escena, el recorrido, la charla de Juan con Perry.

damián ríos

Escenas de la clínica de poesía que dio Damián Ríos en el último Festival Internacional de Poesía de Rosario. Edición y filmación de Florencia Castagnani.

hugo gola

Hugo Gola en la apertura del XIX Festival Internacional de Poesía de Rosario (2011), en el teatro Príncipe de Asturias. Antes, imágenes de la Feria de Editoriales que se hizo en el Túnel 4 del CC Parque de España. La filmación y la edición es de Florencia Castagnani.

sábado, 21 de enero de 2012

otra isla

También hay una isla y gente que desaparece y una línea temporal que se quiebra. Y actúa Jorge García (sí, Hugo Reyes, o Hurley), aunque también actúa Sam Neill. La serie de la que hablamos no es Lost, sino Alcatraz, en la que el multifacético J.J. Abrams vuelve a trabajar con la escritora y productora de la serie de la otra isla, Elizabeth Sarnoff. En su país de origen se estrenó el lunes 16 pasado, aquí también, sólo que por internet. Aunque Warner, el canal que la emitirá en febrero en Argentina, pondrá al aire el episodio piloto este domingo (22 de eneero), a modo avant premiere.



 
Diez millones de televidentes en el estreno, gran expectativa y el atractivo de la legendaria prisión frente a la costa de San Francisco, La Roca, que vimos en películas que tuvieron de protagonistas a Clint Eastwood o a Sean Connery. Qué va a hacer Abrams con Person of Interest, con Fringe (que reapareció el viernes 13) y con todos los proyectos que lo tuvieron involucrado es algo que quedará para otro momento, por ahora es claro que, habiendo de nuevo una isla, Alcatraz es el lugar donde el hombre debe estar.
El piloto arranca con la voz de Sam Neill que nos dice: “El 21 de marzo de 1963, Alcatraz cerró oficialmente debido a los elevados costos y la decadencia de sus instalaciones. Todos los prisioneros fueron transferidos fuera de la isla. Sólo que eso no es lo que sucedió. Para nada.” Bueno, la cosa es que hay 302 presos que están vivos, tal como eran en el 63, y que aparecen en la actualidad para cometer unos crímenes misteriosos, al parecer por encargo. García, que acá se llama Diego Soto, es un especialista en Alcatraz que hace equipo con la detective Rebecca Madsen (Sarah Jones) y persiguen a uno de esos reos. Y así. La reseña de AV Club se pregunta si la tira nos propondrá seguir al “alcatraceño perdido de la semana”. Es probable que no, que de a poco cobren espesor las historias personales de cada personaje (la detective tuvo a su abuelo en la prisión, Sam Neill –Emerson Hauser en la serie– es el guardia que descubre que todos desaparecieron, en fin), como en Lost.
Pero a diferencia de Lost, Alctraz padece, en nuestra humilde opinión, del síndrome de Hitchcock sobre los grandes misterios: cómo empardar en el desarrollo de un relato una intriga inicial descollante.
Porque Lost, incluso Fringe, nos fueron introduciendo muy de a poco en su, digamos, “mitología”, es decir, respetaron la regla de oro del género fantástico: la puesta en escena realista. En cambio Alcatraz arranca allá arriba, con toda esa leyenda en torno a la prisión (incluso en el Piloto vemos la isla hoy: un atractivo turístico con guardias de seguridad de agencia privada y guías, y cientos de visitantes que pasean tranquilos por el gran edificio) y esa mezcla de Los 4400 y Lost. El primer desafío de Alcatraz será hallar en sus personajes un misterio tan intenso como los convictos que se esfumaron en la isla.
Las metáforas sobre la seguridad y el crimen como motores sociales vendrán después.

el corazón del verano


Fue un día tórrido. Pero el placer de andar entre la gente, como de incógnito, con los auriculares clavados en los oídos, atenuó esa nube caliente que abrazaba todas las cosas. En el colectivo, camino al trabajo, vi a una chica que saludaba a una mujer mayor y le cedía el asiento a un viejo. La chica tendría unos veintipico de años. Tenía también esa belleza barrial: la piel pálida, los ojos redondos y los labios llenos, y una ropa barata, elegida con esmero y pulcritud que no disimulaba sus pechos voluptuosos y sus curvas. Pensé: "Nadie podría hacer con esa mujer otra cosa que una familia", y me fascinó la frase: lo estúpido, lo cierto, lo ridículo y lo "cutre" de la frase. El verano agita esa belleza: las cosas que despiertan con el calor y nos llenan con su veneno, las cosas hechas para una vida que se revela de pronto y fenece como los bichos que zumban en las lámparas nocturnas.
De noche, de vuelta en el colectivo, vi un par de niños montados en las rodillas de sus madres: el sólo contacto de la piel con el género de algodón que llevaba puesto me quemaba, pero esos niños iban riendo, frotaban con la piel de sus madres una alegría llena de calor y sudor y pensé de nuevo que hay una belleza barrial que desborda donde quiera que se la mire; pensé, claro, en la línea de Cohen: "The rich have got their channels on the bedrooms of the poor".
Al bajar, una brisa del sur parecía prometer un clima irreal, lleno de fresco nocturno, que recogía la resaca de los aromas del tilo y el siempreverde, y caminé dos cuadras hasta mi casa hundido en la fantasmagoría de una ciudad que era nueva, aunque era la ciudad a la que volvía.
En casa, recogí la ropa tendida, entre ella la de cama de mi esposa y pensé: "Qué delicada criatura se ha vuelto con estas prendas tan livianas. ¿Dónde estaba yo cuando las usaba?" Y, mientras descolgaba unos minúsculos shorts de algodón, escuché la charla de los vecinos que cenaban (son unos vecinos nuevos, que han puesto en el local comercial donde funcionó una cortinería un templo evangélico). Las niñas preguntaban al padre las palabras exactas del bautismo y, como demostrándole su aplicación en la tarea, recitaban frases del pastor que, antes que fastidiarme, me ensenaron esa infancia, llena de milagros y bautismos espectaculares.
En el corazón del verano, me digo (como si quisiera hacer una canción), está la ciudad que nunca conocimos...

summer revelations

This summer I realized my little son is John Wayne. But seems that his grandpa's Tom Mix.

lunes, 16 de enero de 2012

zavalla por bellessi

Una de las obras poéticas contemporáneas más intensas de Argentina se publicó en Buenos Aires en 2009 bajo el título de uno de los libros que la integran, Tener lo que se tiene, de Diana Bellessi. Decir algo breve de ese libro es decir nada: con una naturalidad que no cabe en palabras Bellessi habla de sí, de sus lecturas, de sus parientes, de ciudades inmensas o perdidas bajo el cielo de los continentes, de la isla donde vive. Bellessi encuentra unos secretos pequeños y preciosos, o encuentra sus huellas en las cosas y los convierte en parte del mundo.
Tener lo que se tiene (ese libro en particular, el último) trata con el silencio, el frío y la mirada. “No vemos lo invisible/ más bien vemos lo que ya no existe”, dice un poema. Con esa sabiduría poética que contrasta signos hallados en el silencio, escenas que el poema extrae del el invierno (“…verlo sin irme en su temible belleza”, escribe), con esa sabiduría de estar en una orilla y mirar hacia el otro lado, Bellessi escribió Zavalla, con Z, que la Editorial Municipal de Rosario distribuirá en breve. Zavalla es una crónica de la poeta sobre su pueblo natal, a mitad de camino entre Casilda y Rosario, y viene a sumarse a la constelación de la ciudad ilustrada por sus escritores, que es a fin de cuentas lo que despliega la hermosa Colección Naranja de la EMR, por la que ya pasaron Elvio Gandolfo, Daniel García Helder, Sergio Delgado, Beatriz Vignoli o Sonia Scarabelli.

 Vicente en el Parque Villarino.


 Diana Bellessi en el Festival de Poesía de Rosario de 2009.

La infancia “eterna” de Bellessi en el campo, en la chacra que arrendaban sus padres, donde su madre le enseña la primavera llevándola a oler las flores; las compañías de radioteatro que parecen poblar toda la niñez. La poeta, mientras escribe nuestra crónica, apunta: tres o cuatro veces en total. En fin, la autora interpela la memoria y es esa misma interpelación lo que reverbera en la escritura. El tono coloquial, la mención casi al pasar de tías y amigos (algunos que ya conocíamos en su poesía, como Asunta), el cruce de edades y episodios de ese pasado rural, entre el peronismo y el onganiato, son como un eco de esos poemas suyos montados sobre cierta oralidad oralidad. Bellessi dice que nos va a contar, y dice también “para qué contar”. Bellessi procede como en su ars poetica: vuelve a la “antigua epifanía, cuando habla/ lo mirado, no quien mira”. Y entonces el pueblo, la Zavalla en la que convivieron los colonos arrendatarios y los ricos de siempre, con su fundación Parque Villarino que nunca le pagó el trabajo al padre; el pueblo, decíamos, se nos hace carne y fantasma (como los dos relatos de aparecidos que refiere); entonces Bellessi viene y va: la vemos incómoda de mujer adolescente en esa sociedad de hombres chismosos y la vemos de regreso en las calles que transita Martita, la amiga de la infancia, “¿Cómo es que perdimos esa amistad tan intensa, la mejor la infancia?”, escribe.
Amistades, novios, las profesoras del secundario de Casilda (“esa pequeña ciudadela conservadora”, escribe), los primeros años en Rosario: Bellessi juega a que cuenta, pero no cuenta del todo, porque lo que importa es su voz, lo que importa es ese milagro por el cual un lugar cabe en los labios de quien lo menciona, lo que importa es esa inminencia de cosas que van a ser narradas, como si dijéramos, el habla de las cosas. Zavalla tiene Sociedad Italiana y un club que nació como Terror do Mundo, una plaza y un parque como un arca de Noé, con especies de todas partes, acaso nacido “de las tensiones entre la naturaleza y la cultura humana”, según define Bellessi la aldea. Y este cruce entre la aldea que no fue Zavalla y sus fantasmas, esa carnadura de pueblo visto en su materialidad humana es lo que ilumina la crónica de la poeta. Los padres de Bellessi quisieron poner a su alcance “el vasto mundo –declaró Bellessi en 2003–, no para perderme, sino para volver a casa”.
Había que ir a Zavalla a conocer el parque, ahora Zavalla puede ir a cualquier parte con este jardín de la palabra.

domingo, 8 de enero de 2012

six feet under

Además de su maravillosa línea argumental (los funerales son para los vivos, no para los muertos, de ahí la importancia de “arreglar” al muerto, mostrarlo a los vivos como lo conocieron para completar ese rito de pasaje con el que disfrazar la pérdida), Six Feet Under (Dos metros bajo tierra en Hispanoamérica, Alan Ball, 2001-2005) es una serie sobre la familia, sobre lo extraño, disparatado y siniestro de construir y sostener una familia y, principalmente, sobre el “milagro cotidiano” –según el concepto de Léon Bloy– de las cosas que mueren y renacen en el seno de lo familiar. Empezando por todas las formas del amor: las que trafican con el eros, lo filial, la caridad o el ágape (estas últimas las que se practican en la casa funeraria de la familia Fisher que, se sabe, significa “pescador” en inglés).


 Imágenes finales del episodio "Nobody Sleeps".
 Imagen tomada de HBO.


Lo que está siempre en cuestión en los episodios de la serie no sólo es la identidad de cada uno de los hijos y la madre luego de la muerte del padre, tema principal de la primera y segunda temporada (la homosexualidad de David, la pertenencia de Nate al negocio familiar, las apetencias artísticas de Claire o el espíritu festivo y oculto de Ruth, la madre); de lo que se trata es de la condición trinitaria de las relaciones, de los actos sociales, porque el lazo social apela siempre a un acto de amor. Así como el rito fúnebre involucra a terceros que median en el tránsito de la pérdida (desde la familia Fisher hasta el cura o la rabina de la segunda temporada), también cada rito social –desde los noviazgos y la hermandad hasta las relaciones universitarias de Claire– nos es mostrado en Six Feet Under a través de sus mediaciones.

Pongamos por caso el cuarto episodio de la tercera temporada (“Nobody Sleeps”: “Nadie duerme”): un iluminador de Hollywood (la serie transcurre en Los Ángeles) muere en brazos de su pareja gay. El novio pide a los Fisher que le permitan montar para el funeral la escenografía de la ópera preferida del difunto, Turandot, de Giacomo Puccini. En el mismo episodio Claire acude a una muestra de arte con su amigo, el artista y su docente, quien ha insistido en que lo único que vale en el arte es mirar al interior de sí mismo. En el mismo episodio festejan el cumpleaños de Ruth, la madre de los Fisher, quien nunca lo ha festejado antes: sus mismos hijos tratan de disuadir a sus parejas de hacer los preparativos (David con Keith, Nate con Lisa), salvo Claire que tiene ese encuentro con su docente. Sin embargo son los terceros, sobre todo Bettina (Kathy Bates), a quien la madre conoció cuando aquélla trataba a la hermana menor de su adicción al Vicodin, es decir, los que han sido “pescados” por los Fisher, quienes preparan y habilitan a la familia para el festejo.

Y así. En la escena del velorio, un amigo del matrimonio gay canta el aria final de Turandot y nos enseña, en una de las cimas de la serie, el gobierno de la Belleza sobre la muerte. Pero no es ese punto sublime el elegido para el final del episodio, sino, como corresponde a una tira que ha puesto el ojo sobre el milagro cotidiano del amor (aún cuando éste se aleja de los parámetros contemporáneos de la libre elección y la pasión desenfrenada), un momento mucho más doméstico en el que la viuda Fisher y su hija Claire se reencuentran luego del festejo de cada una para acomodar el comedor familiar. Entonces la madre decide que no correrán la mesa (que fue desplazada para bailar durante el cumpleaños), que eso puede esperar. Así, las mujeres Fisher nos son mostradas no sólo en su potencia, sino en su arquetipo, el de las vestales romanas: cuidan el fuego del hogar (las dos son pelirrojas) y son el hogar donde sea que estén.

Thekuit, generoso colaborador de DarkVille, posteó hace poco las tres primeras temporadas de Six Feet Under.


lunes, 2 de enero de 2012

el cine de la emilia

En la entrada sobre Francisco Salamone alguien comentó que el cine de La Emilia, en San Nicolás, se parecía a las construcciones del gran arquitecto mussoliniano. Así que el primero de año puse rumbo al pueblo a ver ese cine, que está hoy dentro de lo que es el complejo deportivo al que fui algunas veces de adolescente.

El cine de La Emilia es maravilloso, pero no pertenece a Salamone ni se parece a esa arquitectura. Por el contrario, es un estilo mucho menos "futurista" (en el sentido en el que las moles del fascismo fueron futuristas) y más próximo a esa racionalidad celebratoria de los viejos palacios de películas de los años 30-40, acaso 50 (mis conocimientos sobre estos estilos es puramente visual y de memoria).
De todos modos, si La Emilia hoy tiene un total de casi 5.000 habitantes (cito Wikipedia, en el enlace anterior), la magnitud de ese cine excedió el tamaño del lugar, o estuvo pensado para una localidad que crecería mucho más de lo que creció, o había entre todos sus habitantes un interés generalizado por el cine y el teatro. Sólo el hall, anrtes de llegar a las puertas de la sala, es de unas dimensiones que ni siquiera tuvo el Gran Rex de San JNicolás o de Rosario.
Detrás, a pocos metros, está el arroyo.