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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).
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miércoles, 4 de agosto de 2021

capitán escarlata

El grado ridículo de universalidad de la serie Capitán Escarlata (1967-1968) sólo podía justificarse si sus protagonistas eran marionetas. Y eso le da cierto toque de genialidad. En la apertura, la voz del maravilloso doblajista mexicano Guillermo Romo le daba cuerpo a “la voz de los marcianos”. Pero en esos años en que la serie se emitía por canales de aire en Argentina (los 70 y principios de los 80) y nuestra sed de efectos especiales apenas si se había encontrado con computadoras que ocupaban varias barracas y Robbie the Robot de El planeta prohibido, las dos luces redondas y azules que recorrían un escenario de muñecos y naves de juguete que imaginábamos grande como el orbe mientras escuchábamos “Esta es la voz de los marcianos, sabemos que pueden escucharnos, terrícolas”, nos acercaba un terror absurdo y de algún modo fantástico. Y unos efectos que, vistos ahora, eran muy precisos, por ejemplo, los vehículos eran a tal punto blindados que en lugar de parabrisas tenían grandes paneles de monitores que reproducían el exterior. La escenografía de la serie era mucho más minimalista que las producciones de ciencia ficción de la época y la base de Spectrum (la agencia a la que rendía cuentas Escarlata), suspendida y anclada en el cielo, señalaba un punto intermedio entre la imaginación progresista de fines de los 60 y la actual visión de la sociedad vigilada.

En el primer episodio, Escarlata es poseído por los marcianos y secuestra al presidente del mundo (sic) y, para hacer contacto con el vehículo que va a su rescate, sube por una torre inexplicable que tiene una rampa para automóviles que asciende 300 metros para llegar a algo así como una playa de estacionamiento que está vacía. Las razones de la existencia de esa torre sin sentido son menos importantes de lo que esa altura significa: en primer lugar, la muerte de Escarlata al precipitarse al vacío (ojo, esa muerte lo libera de la posesión marciana y lo vuelve inmortal, a la vez que lo vuelve inmune a los marcianos) y, en segundo lugar, su cosa simbólica: el ascenso de Escarlata, su caída y, a la vez, el grado de ascenso de la humanidad –recordemos, esta es una serie sobre el universo, sobre la totalidad de la especie amenazada por otra–, la altura titánica como símbolo y materia de la superioridad humana (la serie fue celebrada también por sus personajes multiétnicos, aunque criticada en su momento por la oscuridad de su historia –de hecho, todo el conflicto se origina porque un estúpido militar terrícola ataca la ciudad de los mysterons al confundir una bienvenida con un ataque–, supuestamente dirigida a los niños de entonces).



Los “marcianos” (en realidad, los Mysterons, en el original en inglés: ese on del final del término es de origen latino, lo que da a todos los términos ingleses que ostentan esa construcción una dimensión antigua y enigmática) son unos seres inmateriales (aunque tienen una ciudad) que viven en Marte y pueden reconstruir la materia e incluso convertirse en lo que tocan y, necesariamente, destruyen, igual que el T-1000 de Terminator: Judgement Day. Pero su inmaterialidad también es la de los marcianos melancólicos, que olvidaron ya su deseo de revancha de los burdos humanos colonizadores en Crónicas marcianas. De hecho, el primero en descubrir a los mysterons en El Capitán Escarlata es el Capitán Black, el mismo nombre del comandante de “La tercera expedición”, uno de los cuentos más escalofriantes y maravillosos de ese libro de Bradbury, en el que los marcianos tienen también esa capacidad “inmaterial” de meterse en las mentes.

Ecos de El Capitán Escarlata pueden verse también en Fantasmas de Marte, ese encantador film de John Carpenter en el que la exploración marciana despierta espíritus maléficos que poseen a los exploradores: de nuevo, la “inmaterialidad”, esta idea de que Marte pertenece al mundo del espíritu.


Gerry y Sylvia Anderson (que bautizaron a su método de animación de muñecos supermarionation) fueron los creadores de Capitán Escarlata (tuvieron un éxito mayor con una serie anterior, Thunderbirds que, hasta donde sé, en Argentina casi no se conoció) y también crearon, casi 10 años más tarde, Space: 1999, que acá conocimos como Cosmos: 1999, en la que un joven y filosófico Martin Landau comandaba una Luna a la deriva en el espacio. En los retazos de films como Terminator o Fantasmas de Marte hay una herencia mayor –o al menos una fuente común– de Capitán Escarlata que en las animaciones con marionetas como las películas Lego. 
Aunque las películas lego dieron lugar también a parodistas superlativos, como Keshen8

Por último, la genialidad de Capitán Escarlata también se materializa en su tema musical, compuesto por Barry Gray, en el que los golpes sobre unos timbales sinfónicos preceden al aullido de unas disonancias que acompañan una orquesta que ya es un remedo de un pop británico que pronto será anacrónico, felizmente anacrónico. La intriga inicial de ese sonido –que hoy llama a la risa y el respeto– de repente se convierte en la intriga de esa época, los finales de los 60, cuando se estrenó la serie y sólo un astronauta ruso había orbitado la tierra, el hombre no había pisado aún la Luna, el planeta florecía en guerras y las juventudes marchaban hacia una utopía que se parecía a la carrera de Escarlata por la torre absurda del primer episodio. Claro que la Guerra Fría y la imagen de los mysterons, fríos y calculadores, nos devolvían la imagen del extraterrestre comunista que amenaza un mundo “americanzado”, del mismo modo que en La invasión de los usurpadores de cuerpos (1956), a la que Capitán Escarlata le debe gran parte de su inspiración.


sábado, 6 de junio de 2020

indio

Escribo por wasap en el pequeño grupo de trabajo: "Cuando el dentista me torturaba ayer para reponer ese diente que se me partió y por el que desembolsé un dineral, pensaba que si me llevan a entubarme a un hospital y me faltaba un diente me iban a dejar morir por desdentado o atendían antes a alguien con el comedor completo".
Al mes de iniciada la cuarentena se me partió un diente. No es que haya resultado una sorpresa absoluta, era una pieza sobre la que ya había trabajado mi anterior dentista, pero se extendieron tanto las consultas, los moldes, los ajustes, que un día me fui con el diente provisorio y cuatro años más tarde, en medio de la cuarentena, mientras comía una delicada pera disecada, sentí un débil crac y la horrible sensación del diente caído sobre la lengua. 
Días más tarde, con un perno y una prótesis de plástico –y con más de 30 mil pesos menos en mi cuenta–, decido si deshacerme o no de esta camisa de trabajo marca Indio que me regaló un amigo hace por lo menos 28 años. 
La confección de la camisa –de algodón puro pre-encogido antes de su armado– está muy lejos de cualquier camisa de trabajo Ombú o Pampero, que se deforman después de un lavado y, con el uso, adquieren ese forma de bolsa irregular. 
Indio se fabricaba en Grafa (Grandes Fábricas Argentinas, fundada en 1930 y cerrada alrededor de 1980: acá hay una hermosa nota que recuerda a esa fábrica textil que destruyó la desindustrialización de la última dictadura).
Ya veré si me deshago o no de este trapo histórico.

  

sábado, 30 de mayo de 2020

objetos de cuarentena

Temiendo que el aislamiento se extienda de la manera más o menos indefinida que sigue el curso de las cosas, decidí usar los anteojos que usé hasta hace un par de años –unos Gravity comprados hace al menos cuatro o cinco años en Óptica Andrade–, en lugar de los Optitech 493, ultralivianos, que son los últimos que me hice. Pensaba –o pienso– que así mis ojos se acostumbran a una graduación menor y podré demorar más la vuelta a una óptica.
Sin embargo, la patilla derecha de los Gravity me produce un ligero dolor detrás de la oreja, como si una gruesa espina no terminara de clavarse en la piel. A la vez, la montura me lastima el costado izquierdo del tabique. Lo lastima al modo en que apoyar un metal durante un buen rato puede erosionar y hacer doler una parte del cuerpo. Así, de alguna manera, esos pequeños dolores son simétricos y los prolongo con una consentida satisfacción. Espero el momento de quitármelos como si esperase un premio: despego la armazón de mi cara y paso la yema del dedo por la hendidura caliente, reconfortado. Siento que entiendo a los creyentes mortificados y recuerdo como un estúpido la frase de León Bloy que cita Graham Greene en The End of the Affair: «El corazón tiene lugares que no existen y para que puedan existir entra en ellos el dolor». Pero en mi corazón entra más miedo que dolor.



domingo, 19 de enero de 2020

dama de noche

Mariela Mangiaterra
Una conversación por WhatsApp

Una vez que fuimos al río con Gaby, con vos, con Pablo.
Una señora que tenía un jardín ahí, en la barranca, me regaló un gajo de una planta que quise tener siempre. La única.
No me gustaban las plantas. Admiraba a Gaby cuidando sus rosales en Oroño y Gálvez, a vos con tus comparaciones entre los reinos vegetal, etc., a Pablo, jugando siempre con la madera, el oriental, con sus fuegos y maderas apiladas.
Pero esa planta única para mi era la Dama de noche.
Mi tía, cuando eramos chicas, nos sentaba a la tardecita para ver ao vivo cómo se abría en el lapso de unas horas. ¡Estaban vivas! Y al otro día, unos tristes capullos secos.
Ese gajo nunca prendió. Y abandoné todos los cuidados especiales que le daba a esa ilusión.
Hace unos años, el joven vecino viverista dejó la casa lindera que alquilaba y me dijo que todas las plantas que quedaban en su terraza me las regalaba.
Empezó un tráfico de macetas por la medianera. (Un día encontré a mi vieja y Vicente recopados con la operación hormiga, trepados a una escalera enclenque.)
Las planté en el suelo, a algunas, y a otras las acomodé en un estante, y empecé a cuidarla con la responsabilidad que me fue transferida.
Pero resulta que me empezaron a gustar las plantas. 
Me empezó a gustar verlas desenrollarse, pintarse, caerse y levantarse.
En San Marcos Sierra, la señora de la panadería Saint Germain (¡no se pierdan esos manjares por favor!) me dijo que tuve suerte de conocer y gustar de uno de los planos de la vida a los 50, podría no haber ocurrido nunca. Conocí un Reino.
Hace unos días, de esa planta que de cada hoja alargada nacen muchas nuevas hojas alargadas chiquitas tuvo un capullo –va a tener una flor, dije. Al otro día ese capullo estaba seco.


La Dama de noche. Me la perdí.
(Bueno, cosa de vieja. Supe de amigas sexage que se llaman por teléfono para transmitirse en vivo el espectáculo o que se ponen el reloj de noche para no perdérselo.)
Tengo la flor que quise siempre y no la vi.
Pero hubo réplica. El día, la nochecita de las fotos de la planta y la claraboya yo intuía que iba a ocurrir porque había soltado un nuevo retoño, iba a cada rato al patio hasta que me topé con ese Sol de Noche.

domingo, 4 de febrero de 2018

ya es la hora

por Mariela Mangiaterra

A mi antes me gustaba más viajar. Hasta me veía distinta. Se me coloreaban los cachetes de la cara, el pelo se ponía mas brillante.
Cada vez me asimilo más al grupo de los que se quedan.
Como la primera generación de los que nos hospedan acá, sin ir más lejos. 
A eso de las 10 uno de ellos cruza delante de la casita donde paro con una botella vacía. Cruza la acequia haciendo equilibrio entre las piedras. Y va a reunirse con otro viejo y dos viejas en lo más alto de la finca. Una es la mamá de Pablo, el chico que nos alquiló por internet.
Por la tarde escucho que el viejo les dice a los otros tres: "Damas y caballeros, si me disculpan, ya es la hora", y hace el camino inverso hasta la última casa, más abajo, y se sienta en la galería a mirar el cerro.
Un mediodía me acerco hasta la reunión de ancianos para pedirle un mantel a la mamá de Pablo. La encuentro refunfuñando y quejándose de los otros tres. Me dice que el que cruza delante de mi casita y la otra mujer son sus hermanos y el otro viejo, que me mira como una tortuga, es su marido.
"Todos me dan trabajo! Por ejemplo ahora no me dicen si quieren que haga la rúcula".
Me parece una locura toda esta gente grande moviéndose sólo unos metros entre parientes.
También me gusta el proyecto del viejo. Cuántas visiones del cerro sobreimpresas pueden ser almacenadas? Cuántas coloraciones? Cuántas iluminaciones?
Me gusta el tiempo.

miércoles, 19 de abril de 2017

bicicletas chinas

Mi amigo Ng está de nuevo en Beijing, desde donde envía fotos y breves comentarios a través de un grupo de WhatsApp. Como hoy es el Día Mundial de la Bicicleta nos pareció apropiado difundir estas fotos que Ng tomó allá en China sobre sus bicicletas.
Según postea Ng el 13 de abril pasado: "En los 70 Beijing era una constelación superpoblada de bicicletas. El crecimiento como una bomba llevó a todo el mundo a la motocicleta y luego al auto. Ahora es el regreso a la bicicleta. Fíjense la timidez con que los chinos se montan a la tendencia: Esto es en el exterior de la estación de subte de Babaoshan. Casi todas las bicicletas se alquilan por WeChat. Cuesta 2 pesos."



Y esto anotaba el lunes pasado: "Los otros días les hablaba de la rehabilitación de las bicicletas. Esta es una terminal del subte, en un territorio que podría asemejarse a los campos que están más allá de José León Suárez."
"La mayoría se usan con el sistema de alquiler que les comenté, usando la red social WeChat, pagando 1 yuan = 2,2 pesos cada vez que la usás. Hay tres compañías que compiten por el mercado (ven la amarilla y la naranja, también hay una azul). Por ahora trabajan a pérdidas –de millones de yuanes."



Este miércoles al mediodía (nuestro mediodía), Ng halló estos bicicarros y anotó: “Ahora está lleno de carritos onda supersónicos, de manera que éstos son reminiscencias del pasado, pero bueno, cuando los tiempos se aceleran demasiado se produce este revoltijo de épocas. Estos carricletas los encontré en un hutong, uno de esos barrios muy viejos, que se convirtieron en una especie de antigüedad eterna.”
 Y agrega: "No podrías creer las cosas que transportan. Transportan cosas de mundos  a los que el hombre jamás ha llegado."
Las que siguen son fotos de un "hutong" en Beijing.





La escenografía y locación del film Kung Fu Hustle (que se rodó en Shangai) esuvo inspirada en estos hutongs.

sábado, 7 de marzo de 2015

sorpasso


Las Sorpasso con suela de goma, único calzado capaz de reemplazar a las alpargatas en el verano. Sin embargo, según me comunicaron en Zapatillería Uno –donde compro las Rueda cada año, en Mendoza casi Lavalle–, no se fabrican más.
La clientela que consume Sorpasso considera muy elevado el precio de un calzado con suela de goma (único material que se amolda al pie y no absorbe el calor del piso), de modo que los fabricantes cancelaron la producción y el modelo, reemplazándolo definitivamente por una suerte de zapatilla-mocasín con suela plástica y reborde alto, de modo que el pie sufra de manera doble: por no poder expandirse debido al reborde y por no poder amoldarse debido al plástico.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

alpargatas

Había leído que el origen de la alpargata (el calzado que uso durante el verano desde hace poco más de 40 años) era árabe, pero ahora sólo encuentro esta referencia en el sitio de la empresa (árabe es el origen del nombre: albargat).
Sin embargo, las entradas de Wikipedia en inglés (espadrille) y español (alpargata) dicen cosas distintas. Distintas entre sí y con respecto a mi presunción original, de la que no encuentro mejores referencias.
Según la entrada en español (y acá coinciden las dos), la alpargata tiene su origen en la sandalia egipcia. Pero señala que el registro más antiguo de una alpargata no es europeo, sino americano: un calzado de yute hallado en Chaco, Argentina, en el siglo XII.
En la entrada en inglés, en cambio, no aparece esta referencia. Pero lo que me sorprende es enterarme de que las alpargatas con una cinta en el tobillo se pusieron de moda en Estados Unidos en 1948 cuando Laureen Bacall las usó en el film Cayo Largo. Y volvieron a estar de moda en los 80 luego de que las usara Sonny Crocket (el personaje de Don Johnson) en la serie Miami Vice, entonces llegaron a costar 500 dólares en los comercios de Nueva York.
La alpargata, como el mocasín (que también nació en América) es un calzado tan sofisticado y sencillo a la evz que no le hizo falta cambiar a lo largo de su historia. La suela de yute, que cualquier persona con alguna destreza y un telar podría fabricar, aísla del calor del suelo, deja respirar al pie permite acomodar el paso al suelo con una amortiguación mínima y suficiente. Eso las hace un calzado delicado y hermoso.

Bacall usando espadrilles. Imagen tomada del blog de estilo de Stephanie.
Mis Rueda para el verano 2014-2015.

martes, 29 de julio de 2014

poema de los drones



Si se lo piensa un poco, encaja muy bien con la época que el lugar de Rosario donde se desarrollan los “drones” –es decir, vehículos aéreos no tripulados y manejados mediante control remoto– que ya permiten seguir autos a pedido de la policía o ingresar a edificios siniestrados como el de Salta 2141 hace un año, no sea una mole palaciega al estilo de los viejos cuarteles de inteligencia, sino un modesto local de aeromodelismo a menos de cien metros de la Terminal de ómnibus Mariano Moreno al que Miguel Araya, su dueño, transporta los aparatos en un Fiat 147 cuya mayor sofisticación es una alarma.
Las nuevas tecnologías permiten que lo que antes requería el personal de un cuartel, concentrado en la clasificación de información y los desplazamientos en el campo, ahora funcione en la dispersión, de forma privada, individual, convirtiendo cualquier especialista en un agente oculto que opera en la intimidad de su casa, frente a la pantalla del celular, la computadora o la tablet.

lunes, 10 de febrero de 2014

interpretar la imagen



“Aprendí a trabajar dependiendo de las palabras –escribe Cecilia Lenardón en las palabras iniciales de su libro de fotografías–. Al comenzar con la fotografía, inmediatamente me sentí atraída por los objetos. Los objetos no hablan, y eso hizo que se vuelvan un imán para mí”. Los segundos, junto con Los abrazos, de Gabriela Muzzio, son dos nuevos libros de fotografía de la colección de fotografía de la EditorialMunicipal de Rosario –que en 2012 sacó El centro (Paulina Scheitlin) y La noche (Luis Vignoli). Antes que “documentar” la ciudad (como en el caso del libro de Joaquín Chiavazza y Blas Persia) o cómo se cierta “sensibilidad” contemporánea percibe la urbe (es el caso de Rosario, estaciudad), los tomos de Lenardón y Muzzio nos muestran, por decirlo así, la mirada de las dos fotógrafas sobre una porción de su mundo íntimo. Así, estos volúmenes vienen a ser a la fotografía lo que la colección Naranja (crónicas encargados a distintos escritores de la ciudad sobre lugares familiares) es a la narrativa.

En Los segundos, Lenardón –docente también y psicoanalista– se acerca a algo así como naturalezas muertas con una cámara analógica –las que van con rollo– o, mejor, como lo expresan los editores en el prólogo: hay una tradición allí –la de los pintores flamencos del siglo XVII que migró del caballete a la fotografía.

 Cecilia Lenardón
La mudez de los objetos que refiere la artista, es un truco, claro. No es que los objetos “hablen”, sino que la forma particular en la que la cámara de Lenardón los fragmenta, los vuelve una suerte de signo: de qué, es algo que involucra nuestra mirada, que de inmediato nos arrastra a una intimidad que no es estridente, aunque exige andar a tientas: reconocer unos hielos que se derriten en un plato, una chalina, unas verduras u objetos envueltos en bolsas de nylon. Un signo que, como esos objetos envueltos, exige siempre ser interpretado, desdoblado.

También Gabriela Muzzio interpela esa “mudez” de las fotos: recuerda la imagen de una foto de su padre en la que una pareja se abarazaba, entre otras de un álbum, y dice que esperó mucho tiempo que esas imágenes le “dijeran” algo. Tomadas con una cámara de plástico Holga –de fabricación china, informan los editores–, los abrazos retratados –Muzzio pidió a varias parejas conocidas o no que repitieran una pose en una fotografía de sus padres (los de la fotógrafa)–, las distorsiones del objetivo de la máquina desestabiliza el marco de la imagen y, a la vez que le dan precariedad, como se observa en el libro, aportan un halo de anacronismo que vuelve a esos retratos extemporáneos, como si se asistiera a una especie de “testimonio” afectivo de algo que recién conocemos: percibimos estas imágenes como un recuerdo, acaso como uno nuestro.
Los abrazos suma cerca de cuarenta retratos que Muzzio realizó entre 1999 y 2011. Como el otro tomo que la EMR publicó en los últimos días de diciembre de 2013, también acá hay interpretaciones, aunque esta vez están en el objeto de la foto, en cómo la pareja retratada “interpreta” el abrazo de Irma y Ángel tomada en Marcos Juárez en 1967.
Gabriela Muzzio.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

ganga

A mí los 90 me parecen ayer nomás.
Fue un 2 de noviembre de 1990 cuando compré 
el tercer tomo de En el aura del sauce
en la librería que tenía Raúl Frutos
en Corrientes 645.
La librería se llamaba La Biblioteca
y el tercer tomo me costó
veinticinco mil australes*,
una ganga.

* Al intentar ubicarme en la moneda de la época, leo en Wikipedia que el 1 de noviembre de 1990 de ese año se emitió el billete de 500 mil australes.

sábado, 31 de agosto de 2013

museos personales

En los años de facultad había creado un personaje, un escocés que había quedado varado en una pequeña ciudad cerca de Rosario y había fracasado varias veces en el intento de forjarse una reputación como músico. De todos esos intentos fallidos había construido algo así como una historia, que exhibía –y de alguna manera escribía– en un museo personal que funcionaba en la misma casa en la que vivía, una choza más o menos arreglada de una gran chacra que le habían prestado para vivir. Desde entonces guardo cosas pequeñas que usé con intensidad en algún momento (el cubo amarillo con el que jugó mi hija en su primera infancia, el primer cepillo Buttler-Gum 411 comprado a principios de los 90 o las tazas inglesas que me legó mi madre): la idea no es que esos objetos me recuerden el que fui, sino el futuro cifrado en su uso, el futuro que quedó en suspenso cuando esos objetos cayeron en desuso, aquello que, al no suceder, permenece en ese horizonte sin tiempo: ni pasado ni futuro, una efervescencia sobre la línea del tiempo.
Pero fue recién cuando mi hijo comenzó a construir sus "muestras" –lo que él llama "museos"– cuando caí en la cuenta de mi progresivo trabajo en un museo. A la vez, me alarmó de algún modo esa propensión suya a museificar sus juguetes. Do modo que decidí preguntarle.


Última muestra: personajes de ficción y dispositivos de reproducción. Vicente, Rosario, principios de agosto de 2013.

jueves, 29 de agosto de 2013

404 visitante

Este miércoles estuvimos en la inauguración del Festival 404, que Gina Valenti lleva adelante hace ya diez años. Esta vez en el Espacio Cultural universitario de San Martín casi Córdoba, en el ex Banco Nación.
Acá un breve repaso de esa visita inicial con lo poco que pudo hacer la camarita del XPeria-Neo.
A leap ino the dark, de Haylee Bolinger y Muharrem Ylidirim, que promete ser el espacio para chicos de la muestra:


Rosario, bailamos?, de Hsin-Chien Huang:


Los robots histéricos de Bill Vorn:


La sednsación, por lo menos de la inauguración, "las gotitas de aceite que suben", en la descripción de los visitantes. Me decía su autor, Matt Kenyon, que se trata de un efecto de la percepción, y que las latas de aceite usadas, de las principales petroleras del mundo, tienen un sentido crítico. Supermajor:



Multicore, según pude charlar con Lee,Chia-Hsiang, mezcla de algún modo la X-Box con el origami, ya que las cajas interactivas para recoger las monedas que caen en la pantalla están hechas de un papel especial que él selecciona y permite que sólo se ve el dibujo de esa caja, hecha a la vez con la técnica del origami.


Insect Swarm II, de Tsai, Bing-Hua, despliega un fantástico y virtual enjambre de insectos (como dice su título) cuando hablamos al micrófono que hay frente a la pantalla:

jueves, 25 de julio de 2013

memoria electrónica

Como se ha incrementado el espacio virtual pero ha disminuido el físico, no quisiera que mis hijos ignoren los primeros soportes de memoria electrónica de su padre.
 Disquetes de 1.33 megabites de capacidad.

 Etiquetas autoadhesivas para VHS y súper VHS.

 Cajas plásticas para casetes de súper VHS.




lunes, 20 de mayo de 2013

zapatos

Casi tres años después de comprarlos, cuando ya eran un rezago de los años 80, Vicente pudo calzarse los zapatos vintage que le compró su padre en calle Cafferata.





lunes, 14 de enero de 2013

next episode


El siguiente paso es "novelar" las estampas de remeras, como en el primer caso, aprovechando las ficciones de las series. La Dharma y la candidatura de Héctor Cámpora coinciden y. a la vez, siguiendo las deducciones de Pablo Capanna para Philip K. Dick, bien podría imaginarse una Dharma Initiative fascinada con el peronismo de izquierdas, ya que el peronimso mismo fue, en su estadío más temprano, una fuente de fabulaciones en torno a la ciencia y la técnica de la ultra modernidad.
En fin, el problema es hallar buenas imágenes en internet o en libros, de Cámpora por ejemplo (que no sean pequeñas o demasiado cargadas), y encontrar una resolución gráfica que lejos está de de ser satisfactroria en nuestro caso.