socio

"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

viernes, 26 de enero de 2018

espectro

Giorgio Agamben vive en Venecia. No lo sabía y me entero a través de esta generosa entrevista traducida en Artillería Inmanente de la que extraigo esta maravillosa respuesta:
“Para mí el espectro no es una categoría negativa ni, como usted dice, un ectoplasma. El espectro —basta pensar en ciertos relatos de Henry James— es una forma de vida más verdadera que la vida falsa con la que se pretende animar a nuestras ciudades. Ciertamente más verdadera que las masas de turistas o las muchedumbres de jóvenes frecuentemente desesperados que se emborrachan de noche en Campo Santa Margherita en Venecia o en plaza Trilussa en Roma, con la benévola complicidad de las autoridades. E incluso más verdadera que las vacuas Bienales, éstas sí ectoplasmas en el sentido etimológico del término, sustancias informes que aparecen de la nada. En el texto al que usted se refiere, yo hacía una distinción entre las larvas, que son cadáveres que simulan estar vivos o son mantenidos artificialmente con vida (y ésta es la condición de casi todas nuestras instituciones) y el espectro verdadero, que se nos puede aparecer y sorprendernos porque conserva en sí algo vivo y a veces jubiloso. Quizá, en la bancarrota de la cultura occidental, las ciudades y las lenguas de Europa sobreviven únicamente como fantasmas, que, sin embargo, hablan todavía a quien sabe escuchar su voz. Y es sólo prestando escucha a esta voz como nuestro tiempo, que ha extraviado toda consciencia de su situación histórica, podrá encontrar una relación vital con su pasado y con su presente.”

domingo, 21 de enero de 2018

teología política, una lista de lecturas

Adam Kotsko nos tira acá una lista de lectura de teología política. (Todos los enlaces fueron agregados en esta entrada.) Dice:

“Algunos amigos de Facebook me preguntaron cuál era mi 'canon' personal sobre teología política y creí que sería un buen tema para postear en el blog. Esta lista, como cualquier intento de canon, no sólo refleja el estado de un campo sino que apunta a cambiarlo. No sólo aborda lo que es la teología política, también lo que podría y debería ser. Mientras que algunas de mis elecciones son presumiblemente obvias, otras expresan mi convicción de que la teología política debe apañárselas con interrogantes económicos, de raza, género y sexualidad; de que nuestro orden neoliberal contemporáneo es un orden de teología política, de que la teología política es una disciplina genealógica, y de que la raíz de la teología política no homologa política y teología, sino el problema que motiva a ambos, en términos políticos, al problema de la legitimidad y, en términos teológicos, al problema del mal. En otras palabras, esta podría ser una lista de lectura para entender el estilo de teología política que practico en The Prince of this World y Neoliberalism’s Demons (traducción al español acá). Pero, más allá de eso, es el intento de reagrupar el cuerpo de obras que pueden tener una productiva lectura una en contra de la otra.
Imagen tomada de Itself.
He aquí la lista en algo así como un orden cronológico:
1.       Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral: Muchas de las preguntas clave de la teología política –el complejo cruce entre moral, religión, economía y poder, tanto como las diferencias étnicas y raciales– forman parte del frente y el centro en este texto, que también ofrece las bases del método genealógico.
2.       Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo: Las anteojeras convencionales de la teología política, que define lo político excluyendo lo económico, es lo único que evita que este texto sea un clásico obvio en la materia. Todo lo que esperamos de un estudio teológico político está presente en este texto, y la exclusión es aún más atroz cuando reconocemos cuán profundamente weberiano resulta Schmitt (precisamente porque también es profundamente anti-weberiano).
3.       Carl Schmitt, Teología polítca: se me reirían en la sala si no incluía esta, y con razón. Viví durante años aquí en la tensión de la promesa del proyecto de investigación de Schmitt y las luces de giro que lo llevarían a un destructivo callejón sin salida.

domingo, 14 de enero de 2018

amar lo que la muerte ha tocado

Desde Iruya, mi hija nos hace un breve relato de su viaje. Entre otras cosas cuenta el encuentro con un almacenero que perdió a su hermano, una oración por el muerto, les pide.
Reviso los libros y ni las oraciones de Stevenson ni los poemas de nuestra amiga María Auxiliadora Álvarez me parecen una cita adecuada. Entonces reveo los dos últimos episodios de Godless –que miré con fascinación y gula cuando se estrenó a fines de 2017. Al final me encuentro con un poema de Yehudah Halevi que no encuentro hasta ahora en su versión española del hebreo. En el último episodio, cuando ya sucedió todo, el sacerdote llega al fin al pueblo, se disculpa por su tardanza y se aproxima al hoyo donde yace uno de los muertos, el más joven de todos. Desea que no sea aún demasiado tarde y recita este poema de Halevi ("Judá Levi" nació en Toledo a fines del siglo XI y murió muchos años más tarde en Jerusalén):
«Es una cosa temerosa
amar lo que puede tocar la muerte
Es algo temeroso amar, tener esperanza,
soñar, permanecer.
Estar ahí y, ¡oh, perder!
Es algo para tontos. Y es
algo sagrado
Es algo sagrado amar, porque tu vida vivió en mí.
Tu risa me erigió una vez
Hubo un tiempo en que tu palabra
fue un regalo para mí.
Recordarlo me trae
una alegría dolorosa
Amar es algo humano,
Algo sagrado. Amar
lo que la muerte ha tocado.»
Imagen tomada de Wikipedia.

En el original que hallé sólo en inglés: «‘Tis a fearful thing/ to love what death can touch./ A fearful thing/ to love, to hope, to dream, to be –/ to be, / And oh, to lose. / A thing for fools, this, / And a holy thing, / a holy thing / to love. / For your life has lived in me, / your laugh once lifted me, / your word was gift to me. / To remember this brings painful joy. / ‘Tis a human thing, love, / a holy thing, to love / what death has touched.»

la estrella de la amargura

Hace poco Netflix estrenó Wormwood (término inglés para "ajenjo", que en los textos bíblicos es metáfora de amargura), una serie de seis episodios dirigida y creada por el gran documentalista Errol Morris. Wormwood, además de ser uno de los mejores documentales acerca de cómo se crean mentiras para proteger secretos de estado, es también una serie (o un extenso docudrama, como se dice en inglés) sobre una persona, Eric Olson, el hijo de una de las primeras víctimas de los proyectos secretos de la CIA, cuando la central de inteligencia estadounidense desarrollaba proyectos de interrogación y control mental al tiempo que impulsaban una guerra bacteriológica en Corea. La voz de Olson hijo se corresponde aquí con la de otro hijo, George Burchett, cuyo padre fue un distinguido periodista australiano que tuvo el mal tino de narrar los experimentos de armas bacteriológicas estadounidenses sobre Corea desde el lado chino, a principios de los 50, lo que le valió el mote de traidor, la desacreditación y el retiro de su ciudadanía australiana. Burchett descubre fugazmente una foto de su padre en el documental y se pone a hilar recuerdos y conjeturas en esta nota publicada en CounterPunch, una de esas encantadores publicaciones de la izquierda estadounidense, que traducimos acá: "Wormwood and a Shocking Secret of War: How Errol Morris Vindicated My Father, Wilfred Burchett" (Wormwood y un impactante secreto de guerra: cómo Errol Morris reivindicó a mi padre, Wilfred Burchett", por George Burchett)

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Vemos una pared forrada en un turbio papel tapiz con flores marrones y una puerta con una mirilla, y el número 1018A. Un hombre está hablando por teléfono. Dice: “Nos vemos mañana. Te amo, Alice”. La cámara se aleja y revela a otro hombre, sentado en la cama doble al lado del primero. Fumando un cigarrillo y ve una pelea de boxeo en un viejo televisor blanco y negro. El primer hombre se levanta y apaga el televisor. Regresa a su cama y comienza a leer un pasaje de la Santa Biblia que sostiene en sus manos:
“Y el tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una grande estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó en la tercera parte de los ríos, y en la fuente de las aguas.
“Y el nombre de la estrella se dice Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas fue vuelta en ajenjo: y muchos hombres murieron por las aguas, porque fueron hechas amargas.” (Apocalipsis; 8, 10 y 11; versión de C. de Reina, C. de Varela. N. del T.)
Alguien intenta abrir la puerta de la habitación del hotel. El primer hombre se acerca a la puerta y echa un vistazo por la mirilla. Sale al pasillo. Nadie. Regresa a la habitación.
Estalla una ventana. El primer hombre la atraviesa de cabeza y comienza a caer en cámara lenta, mientras Perry Como canta “Otro amor no tengo, solo este amor por ti”, y empiezan los créditos iniciales.
Es decir, estamos atrapados en Wormwood (“wormwood” es el término inglés para “ajenjo”, planta a la que metafóricamente se alude en la Biblia para referirse a la amargura; n. del t.), el fascinante documental dramático en seis episodios de Errol Morris.
Leemos 1953 en la pantalla y una voz pregunta: “¿Qué le dijeron en el momento de la muerte de su padre?”
Un anciano de ojos azules responde: “Me dijeron ‘Tu padre tuvo un accidente. Cayó, o saltó por la ventana. Y murió’.”
La voz que hace la pregunta es la de Errol Morris. El hombre que le contesta es Eric Olson, el hijo mayor de Frank Olson, el hombre que se cayó o saltó desde la ventana del piso 13 del Statler Hotel en Nueva York, a las 2.33 a.m. del 28 de noviembre de 1953.
Frank Olson era un científico que trabajaba en el programa secreto de armas biológicas en Fort Detrick, Maryland, una instalación de investigación militar de los EE. UU. También estuvo muy involucrado en dos programas secretos de la CIA. Uno, llamado en código Artichoke, desarrollaba técnicas especiales de interrogación. El otro, llamado MKUltra, trataba de experimentar con métodos de control mental, incluido el uso de LSD.
Wormwood cuenta la historia de la investigación que hizo toda su vida Eric Olson sobre la muerte de su padre. ¿Se cayó? ¿Saltó? ¿Lo empujaron? ¿Fue un accidente? ¿Un experimento de control mental salió mal? ¿Fue un asesinato? ¿Fue una ejecución?
Para llegar a la verdad, Wormwood también recrea los últimos diez días de la vida de Frank Olson. Por lo tanto, a los 18 minutos del primer episodio Frank Olson será conducido a un albergue junto al lago para una reunión con sus colegas de Fort Detrick y la CIA. Enciende la radio del automóvil y la voz del locutor de las noticias dice:
“Las películas que recién se conocen desnudan la impactante verdad detrás de las acusaciones comunistas de guerra bacteriológica en Corea y las llamadas confesiones de aviadores estadounidenses capturados. Las películas confiscadas muestran las conferencias de la prensa roja en las que los aviadores capturados admitieron que arrojaron bombas bacteriológicas en territorio civil, declaraciones transmitidas por la máquina de propaganda comunista en todo el mundo e incluso llevadas a los pasillos de las Naciones Unidas. Estas confesiones son la base de una flagrante sinfonía del odio...”
A medida que la voz habla, aparece brevemente en la pantalla ese metraje. Lo reconozco. Rebobino y pongo en pausa el episodio. El hombre de la extrema derecha con la camisa blanca es mi padre, el periodista australiano Wilfred Burchett.
He visto este metraje antes. Es de un rodaje chino de 1952 en el que se registra: “Los aviadores estadounidenses capturados Kenneth L. Enoch y John S. Quinn, interrogados por la Junta interrogadora de especialistas coreanos y chinos y corresponsales de prensa” en el que los dos aviadores repiten lo que ya habían dicho en sus “confesiones voluntarias”: que EEUU estaba librando una guerra bacteriológica en Corea y que personalmente habían arrojado bombas de bacterias. De hecho, el “interrogatorio” se parece más a una conferencia de prensa y, como dice la voz en off, “Wilfred Burchett, corresponsal del Ce Soir de París, también se unió al trabajo del grupo por invitación”.
Otras imágenes, usadas más tarde en Wormwood, muestran a la Comisión Científica Internacional, dirigida por uno de los científicos más distinguidos de Gran Bretaña, Joseph Needham, un miembro de la Academia Británica, que viajó a China y Corea para investigar las acusaciones y asistió al “interrogatorio” de los pilotos estadounidenses capturados.
Captura de pantalla, en Counterpunch.