socio

"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

miércoles, 31 de agosto de 2011

candela

Reproduzco una entrada en el blog de Diego Bentivegna. Acá hay un comentario de Nación Apache que es acaso lo más lúcido que he leído sobre el tema.

"Matan a una chica


"El domingo 20 de noviembre de 1938, los diarios de Córdoba, negligiendo la guerra civil de España y las andanzas de Deladier, vociferaban encabezamientos: "El rapto de una niña de 9 años moviliza toda la policía. Una niña despareció misteriosamente". Debajo, está el retrato a media página de Marta Ofelia, esa carita redonda con una sonrisa breve que durante un mes obsesionaría al país, esa sonrisa grave que muestra dos incisivos grandes, carita de conejo blanco, de durazno maduro, llena de candor, sobre un tórax y un cuello macizos y desarrollados. Nueve años! Esa imagen debía fluctuar tiernamente durante un mes delante nuestros ojos, para disolverse después en la nada, dejándonos abierta una congoja sorda, que a veces parece remordimiento, a todos los que hemos elegido conscientemente la gloria y el dolor de seguir perteneciendo a este país enfermo".

Jerónimo del Rey, Martita ofelia..., Bs. As., Penca, 1944, pp. 32-33.

tom tom club

Lo que más me gusta de Tomás Abraham son las medias Tom, sobre todo las rayadas, que cada vez entran menos en catálogo. Algunas de las que tengo ya tienen más de diez años. Cuando voy a comprarlas a Jorge Alberto me ofrecen unas lisas u otras, con una fantasía discreta, pacata o, peor, me ofrecen las Sayer, que tienen una cantidad de poliéster inaceptable y, de yapa, me dicen que no se les hacen tantas pelotitas: el estilo rayado que me gusta disimula cualquier pelotita y, además, es mucho más sano.





lunes, 29 de agosto de 2011

el capital es parásito

En su ensayo “Odradek como una categoría política” (en La suspensión política de la ética) Slavoj Zizek retoma el análisis que hace Stephen Mulhall en On Film sobre la saga Alien. Más allá de que no me cierra la idea de que Aliens, la secuela que dirigiera Cameron, sea un sucedáneo infantil o naif entre la primera y la tercera (que dirigió David Fincher), hay una observación de Zizek que me parece excepcional no sólo para despejar la idea de lo vampírico, sino para precisar la diferencia entre metáfora y metonimia. Escribe el esloveno: «La cuestión aquí es no dejarse tentar por el “sentido metafórico” superficial y simplista (los vampíricos monstruos alien “realmente significan” el capital), sino trasladarnos al nivel metonímico: que el capital es parásito y explota el instinto puro de vida [“The alien´s form of life is (just, merely, simple) life —escribe Mulhall—, life as such: it is not so much a particular species as the essence of what it means to be a species, to be a creature, a natural being –it is Nature incarnate or sublimed, a nightmare embodiment of the natural realm understood as utterly subordinate to, utterly exhausted by, the twinned Darwinian drives to survive and reproduce”]. La vida pura es una categoría del capitalismo

sunrise

Cruce Alberdi, el parque Scalabrini Ortiz y Puerto Norte hasta la barranca, donde el sol me espera cada día más alto.








welcome to the human race

En 1996, cuando ya estaba prohibido fumar en las universidades europeas y los estudiantes no fumadores comenzaban a hacer demandas judiciales contra los docentes que se reunían a fumar extra muros con los alumnos, con el argumento de que la camaradería entre personas que compartían el vicio podía redundar en beneficios a la hora de los exámenes, en 1996, decíamos, John Carpenter estrenó Escape de Los Ángeles, en la que vuelve su personaje Snake Plissken (Kurt Russell), quien debe meterse en la ciudad de Los Ángeles, convertida en una prisión-lager cósmica a la que se deportan no sólo a los criminales, sino a los disidentes del régimen (un anticipo de los que sería la era Bush Jr.). Plissken desobedece, se hace de un arma poderosa y apaga toda la energía del mundo (lo que lleva a la civilización a empezar de cero). Al final enciende un cigarrillo (sobre el que pesa la mayor de las prohibiciones) y con la brasa aún crepitando en la pantalla oscura dice: “Bienvenidos a la raza humana”.
Fumar es malo y cualquiera lo sabe, sin embargo ha habido algo muy humano en esa elección de algo que hace mal y de eso (que visualmente tiene tantas alusiones) se ha nutrido el cine: la consumación de la espera, del acto amoroso y de las cosas que se han ido tras el humo del cigarro. Los ejemplos son inagotables. Pero nos interesa, en estos tiempos antitabaco, señalar una nueva metáfora que trae el cigarrillo.



 Tres escenas de Beneath the dark.
El film Beneath the dark (“Bajo la oscuridad”, de difícil estreno en el país y de circulación en festivales), según su director, Chad Feehan, es un homenaje a Psicosis y a El resplandor: un motel en una ruta desierta y las elecciones que debe tomar el protagonista para reparar un daño hecho en su pasado. Y, claro, hombres que fuman. Es más, fuman una marca que es una declaración: Overlook (disculpar, pasar por alto).
La serie Mad Men (2009) vino a mostrar a las nuevas generaciones lo extendido que estaba el cigarrillo en los 60 (médicos que fumaban en el consultorio, reuniones cubiertas de humo), pero más allá de estas señales casi antropológicas, es notable cómo aparece el cigarrillo, de modo lateral, en series como Breaking Bad: la esposa que debe decidir si deja a su esposo y enciende un cigarrillo en el auto, junto a su bebé, bajo la mirada condenatoria de otra automovilista; o en la serie “The Killing”: la detective que busca a su hijo adolescente y vuelve a fumar mientras hunde en el silencio sus fallas como madre y esposa.
Fumar, en las series y películas que vemos hoy día, en un mundo destabaquizado e hiperdeportivizado (que tuvo su primer hito en los festivales olímpicos de 1936, no hay que olvidarlo) es una alusión a la otra vida, no sólo a la que no fue, sino a la que aún irradia el presente con una carga tardía, no mejor ni deseable, pero sin la condena de un mandato siempre positivo, en la que los seres se rigen, antes que por una misión vital, trágica o ética, por una sanitaria.

domingo, 28 de agosto de 2011

de breaking bad como relato de horror americano

Publicada este domingo en el Suplemento Cultura de Tiempo. Todas las temporadas fueron vistas gracias a DarkVille, el sitio que con mayor celeridad ofrece cada episodio.
a Juan Pablo Dabove

 En el centro: Aaron Paul, Vince Gilligan y Bryan Cranston. Foto tomada de Wikimedia Commons.

Breaking Bad, creada por Vince Gilligan (escritor y productor de muchos episodios de The X-Files) para la cadena AMC, cuenta la historia de Walter White (Bryan Cranston), un profesor de química que monta un alambique para fabricar cristales de metanfetamina cuando se entera de que va a morirse de un cáncer de pulmón y que todo lo que puede dejarle a su familia son las deudas de su hipoteca. En realidad, ese simple detalle –alguien que fabrica droga para acumular dinero con cierta celeridad–, que podría servir de línea argumental para una comedia negra, se desarrolla con una precisión pedagógica en la primera temporada: nuestro profesor White intenta juntar dinero con trabajos extra, hasta que comprende, como lo comprendió hace rato gran parte de la clase dirigente argentina –y la de cualquier lugar, para ser justos–, que nadie gana dinero trabajando.
Para esta pequeña empresa que consiste en fabricar droga, nuestro Walter White puede arreglárselas más o menos bien, pero un alambique (y usamos el término en un sentido metafórico, porque en verdad se trata de un laboratorio; es que el alambique fue, en la historia del oeste medio y el sur norteamericano, el centro gravitacional de su cultura: con él se fabricaba el elíxir con el que mitigar las penurias de la conquista del Oeste y la búsqueda del oro, y con él se restituía el tráfico de alcohol que la ley seca prohibió a partir de 1920); un alambique, o un laboratorio, entonces, necesita ocultarse. Además, la droga necesita distribuirse y, sobre todo, alguien debe recaudar los beneficios de esa distribución. Para todo eso (esconder el alambique, distribuir y obtener ganancias de la circulación de la droga en la calle), nuestro profesor se asocia con Jesse Pinkman (Aaron Paul), un ex alumno de su curso cuyas habilidades en estos asuntos son dudosas: las fantasías iniciales que ayudan a Walter White para ver a Pinkman como traficante se reforzarán luego con las presiones reales de un White cada vez más despótico que ha reducido –acuciado por la cercanía de la hora final– todas sus relaciones con el mundo a la más elemental del capitalismo, costo-beneficio.
Así, Breaking Bad, que el domingo 17 de julio pasado inició su cuarta temporada en Estados Unidos (es decir, en todo el mundo, gracias a internet), narra también la transformación de un pequeño emprendimiento económico, casi artesanal, en una pyme primero y, luego, con la intervención de Gus Fring (Giancarlo Esposito), un narcotraficante que también se toma el negocio muy en serio, en una gran firma, como quien dice.

Géneros
“Quisimos ver qué pasaba si tomábamos al protagonista y lo poníamos en una historia en la que se transformara en el antagonista”, dice Vince Gilligan en una larga nota publicada el domingo anterior al estreno en la revista del New York Times. Y es que podríamos hablar de los géneros cruzados en la serie, desde la comedia negra al drama de personajes, la parodia o el mismo western (transcurre en Albuquerque, Nuevo México, donde según aquella nota, tiene sus picos de audiencia), pero nos interesa uno –si es que en esta materia puede hablarse de géneros– que es el del horror, tal y como Joseph Conrad viene a señalárnoslo en su archicitado El corazón de las tinieblas.
En el segundo capítulo de El corazón de las tinieblas, nuestro narrador, Marlowe, observa que en las oficinas navieras de donde lo contratan para capitanear su barco hay dos mujeres que atienden a los marinos, una teje una bufanda de lana negra, la otra se dirige a los empleados con suficiencia. Más adelante, cuando Marlowe ya está en el Congo ­ –el relato, recordemos, trata sobre traficantes de marfil en el África–  y se acerca a Kurtz, cuyos métodos no tienen sentido (“unsound”, es el término en inglés), mira atónito el espectáculo de unos hombres bailando en la costa. Lo que le provoca repulsión y, a la vez, atracción –fascinación, en definitiva– en esas figuras “salvajes” no es tanto el hecho de que parezcan bestias, de que sean “inhumanos”(esa es la palabra que usa Marlowe), sino humanos. Lo que provoca el horror de Marlowe es, precisamente, la familiaridad de esas figuras.
Y, ya sobre el final de El corazón, cuando Kurtz muere balbuceando sin poder decir la verdad que encontró allí en el corazón de la oscuridad, despojado de toda la luz de la civilización: “El horror, el horror” (dos palabras que inauguran la ficción contemporánea), Marlowe vuelve a recordar aquellas dos mujeres, al otro lado de ese viaje, en una oficina europea, la que teje su lana negra, la que parece saber más de lo que dice; dos criaturas que están en el principio de la negra epopeya a la hemos llegado y vuelven aún más irreal la percepción de ese final.
Esta operación narrativa, por la cual algo de lo indecible cristaliza en el relato en el mismo momento en que se ausenta de la palabra, es de algún modo la que Breaking Bad viene a plantearnos a grandes rasgos y a través de una mirada retrospectiva.

Padre de familia
A ver, hasta entrada la tercera temporada (la del 2010), Walter White alterna su faena de fabricante de droga con la de docente en un secundario y, sobre todo, con la de padre de familia (espera un bebé, tiene un hijo adolescente con una discapacidad motriz). En el cuarto episodio de la primera temporada (2008), el señor White mata a un traficante que intentó matarlo. Pero antes, como ese traficante estaba atado con cadenas a una columna en la casa de Pinkman, mantienen una conversación, hablan de quién es cada uno, de cómo han llegado hasta allí. El traficante le dice que creció en la mueblería de su padre, un negocio tradicional de la ciudad donde la mayoría ha comprado la cuna para sus bebés. Después del desenlace, Walter Wihte llega a su casa, carga en el cuerpo la muerte de ese hombre, y observa en un rincón de la cuna que compraron para la bebé en camino el nombre de la mueblería de la que estuvo hablando con su víctima.
Bien, pero no es sólo este modo de contrastar lo sórdido con lo más luminoso de la vida en sociedad lo que viene a poner sobre el tapete Breaking Bad, es decir, no son sólo estas bruscas irrupciones de lo oscuro y lo maligno en lo cotidiano las que podrían hacer encajar a la serie en esa dimensión del horror que nos enseña Conrad.
A diferencia del relato terrorífico, en el que el héroe lucha contra algo monstruoso y siempre ajeno a sí, el horror es revelador: Marlowe se espanta de que aquellas figuras en la orilla sean humanas, como él; se espanta de que al principio de ese viaje haya dos señoras que tejen una bufanda. Entonces, Breaking Bad es la revelación de que toda empresa destinada a la acumulación de capital, aún cuando ese capital es el futuro de la familia, es de alguna manera un acto criminal. Y lo es no sólo porque se fabrica droga (“el producto”, lo llama Walter, del mismo modo que podría llamarlo un fabricante de bufandas o tornillos), sino porque esa “empresa” exige que su dueño evalúe todas sus relaciones en términos de costo-beneficio. Así, cuando Walter White y Jesse Pinkman están enfrentados y el primero irrumpe en la casa de su socio, donde éste yace con su novia luego de un pico de heroína, el profesor White deja morir a la chica, que vomita dormida, boca arriba: White evalúa que está sacándose un problema de encima. Esta escena, al final de la segunda temporada, no sólo es inquietante y terrible porque nos revela en qué se ha convertido nuestro héroe, sino porque señala un razonamiento natural –no hace falta que nadie explique nada, la puesta en escena es magistral– y, a la vez, la naturaleza de esa lógica del costo-beneficio.
El slogan de la serie es “En julio todo se vuelve cristalino” (“It all becomes crystal clear”), creemos que esa metáfora alude no sólo a los cristales de metanfetamina azul que enriquecen a Walter White, sino a que la serie vuelve cristalinos, transparentes, los mecanismos de la acumulación de capital, de la riqueza, incluso en aquellos casos que conforman las aspiraciones sociales más altas y tienen en la familia y la educación (Walter quiere asegurarle una carrera universitaria a su hijo) sus valores más acabados.

sábado, 27 de agosto de 2011

texas in my mind

La página de Fanático ofrecía Beneath the Dark, que descargué luego de explorar el tráiler en YouTube. El film es una suerte de thriller psicológico y su director, Chad Feehan, al que seguiré, dice en una entrevista que se inspiró en cierta idea acerca de la semilla que genera  una cadena de maldades. También, que trató de unir dos películas de las que es devoto: Psycho y The Shining (Psicosis y El resplandor). Disfruté la película, que tiene unos diálogos maravillosos entre Afemo Omilami y Josh Stewart (el protagonista). 

Lo que también fue una sorpresa es la banda sonora, en la que descubrí a Robert Earl Keen, un texano apenas unos años mayor que yo que lanzó su disco más celebrado, A bigger piece of sky a principios de los 90. A ese álbum pertenece la canción "Corpus Christi Bay"y a Gringo Honeymoon (de 1994 y posterior), la magnífica “Dreadful Selfish Crime”, que escucho desde entonces con asombro y placer.
Es inmejorable el modo en que retoma la antigua línea de Dante Gabriel Rosetti (“I have been here before”: “Seems like yesterday that I was here”, dice Keen) para hablar de ese pasado banal que abisma aún más no sé qué liviano sinsentido de la vida.
Se puede escuchar a míster Keen en MySpace (donde está, además de “Dreadful…”, “Corpus Christi Bay”, una joya inalterable).
 Robert Earl Keen (foto tomada de su perfil en MySpace).



 

randy newman

Escucho a Randy Newman desde el año 1983, cuando descubrí que en una de las escenas de  Manhattan (que ya había visto en el estreno, se entiende) Woody Allen extrae de una de las bateas de una disquería un disco de Newman, acaso Sail Away (1972), el mismo que estoy escuchando ahora. 
Randy Newman "busca el fantasma de Schubert" (así dice el pie de foto en la página de R.N.) en una sala de Viena, en 2006.

La entrada de Wikipedia sobre el disco dice que Brian Wilson declaró que Sail Away lo afectó muchísimo y que incluso llegó a salvarlo de caer en una depresión profunda. Escucho estas canciones increíbles en la voz de Newman y encuentro que la genialidad de las composiciones, las letras llenas de ironía y sarcasmo, también tienen que ver con esa voz: hay algo niño, risueño en su timbre. Pienso enseguida que no por nada hizo los instant classics de Toy Story (“You’ve got a friend in me”, que Newman compuso en un día) y Bug’s Life: ahí se encuentra la soberana lucidez del adulto con el placer de la sorpresa infantil.
Pienso también (y esto ya sin chequear las reseñas en la web) que Newman, que comenzó su carrera a principios de los 60, fue siempre muy consciente no sólo de los tiempos que le tocaron, sino de lo tardío de su arribo al mundo de la música y las canciones. Por eso en sus temas hay algo siempre extemporáneo, pero cercano; de nuevo: la voz que parece cantar con despreocupación, como si se tratara de un ensayo de lo que será la canción o, mejor, como si fuese un ensayo de lo que esa canción fue.
En “Simon Smith and the amazing dancing bear” dice: “Who needs money when you’re funny” y, más allá de las alusiones políticas que flotan en todas las canciones (sobre todo en “Sail away”, “Burn on” o “Political science”), creo que la línea es casi una declaración de eso a lo que Newman nos asoma: el asunto es que necesitamos dinero y también necesitamos diversión, sobre todo este modo tan delicado y sublime de la diversión que Newman nos trae, el recuerdo de un mundo casi desvanecido que asoma en su voz como una caricatura.
 La tapa de Sail Away (1972).




miércoles, 24 de agosto de 2011

32 pies

Este martes 23 de agosto estuvimos en la residencia del emabjador de Brasil (el Palacio Pereda), en Buenos Aires, donde presentamos la revista 32 pies, que dirige Reynaldo Sietecase y hacemos Osvaldo Aguirre, Diego Giordano, Héctor Rio, Toto Paniagua y el equipo de la Fundación Puerto de la Música, con María Julia Reyna, Fernando Avilés, Varinia y Paula. En la foto también Ivana Romero y Diego Paruelo.
La residencia es un lugar impresionante, con un patio que es un pasaje al siglo XIX y unos cielorrasos pintados que narcotizan la percepción.

La foto, tomada con la cámara de Héctor, es de una de las chicas de la Embajada, la que tenía el mejor vestido. De izquierda a derecha, parados: Paniagua, Romero, Paruelo, Reyna, Makovsky, Sietecase, Paula; abajo: Avilés, Rio, Varinia.

viernes, 19 de agosto de 2011

anticipo


Un escritor rosarino nos honra con una crónica en el género ficción anticipatoria sobre lo que será el XIX Festival Internacional de Poesía. El relato es una nueva prueba de la insaciable sed creativa del autor, y de su generosidad: nadie, hasta donde saben nuestras fuentes, sabe de pago alguno por este material, ni en efectivo ni en especies. El modelo es el “Boletín de cursos de primavera” de Woody Allen. El texto nos llega luego de diversos reenvíos, pero pudimos ver, una vez abierto el archivo de Word, que su autor es, en efecto, “Eduardo”, como nos lo señalan las propiedades del documento.
Gabriela Bejerman (Gaby Bex) en el XVIII FIPR. Foto de Giselle Marino.
Dice:
Fuentes generalmente bien informadas cuya identidad no nos es permitido revelar, nos han hecho conocer cuáles serían las características del próximo Festival Internacional de Poesía de Rosario, que pueden desprenderse del Programa respectivo, cuyo contenido, de ser exactas nuestras fuentes, sería el siguiente:

Festival Internacional de Poesía de Rosario

Curadores: Osvaldo Aguirre (integrante del Consejo de Redacción de la revista porteña ‘Diario de Poesía’), Daniel García Herder (ex-integrante del Consejo de Redacción de la revista ‘Diario de Poesía’) y Pablo Makovsky (no es ni fue integrante del Consejo de Redacción de la revista ‘Diario de Poesía’, pero ha prometido regularizar su situación).

Martes: Pre-Festival: Recital de Lady Gaga en las escalinatas del parque España. Con la afluencia de un público masivo, es legítimo contabilizar su asistencia al Festival, que de este modo, ya larga con 100.000 asistentes.

Mièrcoles: Acto de Apertura. Habla la Ministra de Innovaciones Culturales. Se refiere a la infancia, lactancia, rompecabezas, plastimasa, semáforos, tránsito en Rosario, su niñez en el Saladillo y a algunos otras cuestiones, totalizando unos 3.000 rubros, pero omite, por prudencia y decoro, referirse una sola vez a la poesía de Rosario.

Se retira el público, compuesto en su totalidad por políticos oficialistas, pero es legítimo incluirlos entre los asistentes al Festival. Son 28; de este modo el festival ya cuenta con 100.028 asistentes. Se incorpora como curadora Mirta Rosenberg, de la revista porteña ‘Diario de Poesía’.

Primera Mesa. 19 horas. Lugar: Centro Cultural ‘B.Rivadavia’.
Poetas, procedencia y tiempo de lectura: Mario Marini (San Marino, 5 minutos). Adam Friuck (Liechtenstein, 5 minutos). Francesc Vidal (Andorra, 5 minutos). Pepito Trenzone (Buenos Aires (una hora). Asisten 25 personas. El Festival ya tiene 100.053 asistentes.

Segunda mesa: 20.15 horas. Lugar: Auditorio ‘Príncipe de Asturias’, Parque España.:
Poetas, procedencia y tiempo de lectura: Boyana Mutengoro (Sudán Meridional, 4 minutos). Carlos Gomina (Fernando Poo, 3 minutos). Bikeniben Tulaga (Tuvalú, un minuto). Juanita Trenzetti (Buenos Aires, 1 hora 2 minutos). De las 25 personas anteriores, sólo puede llegar una, campeón de velocidad. Pero el festival ya tiene 100.054 asistentes.

Tercera mesa: 21.25 horas. Lugar: Vecinal Villa Raviol, límite del Municipio
Poetas, procedencia y tiempo de lectura: Alofa Vaea (Tonga, sin alusiones personales, 59 segundos). René Clodirimen (Naurú, 27 segundos). Tulaepa Tanufalimi (Samoa, 10 segundos). Marito Rosqueño (Buenos Aires, 2 horas 30 minutos). No va nadie, por lo que los poetas terminan leyendo sus poemas a la ropa tendida en la terraza de la casa enfrente de la Vecinal, pero hay que destacar que dos personas llegaron tarde, cuando el encargado ya había apagado las luces y cerrado todo; con lo que es legítimo computarlas como público, por lo que el Festival ya cuenta con 100.056 asistentes.

Jueves. 8 horas. Dan comienzo las sesiones del Taller Literario ‘Como lograr que la pobre gente del Interior escriba poemas correctos’, a cargo de Juanita del Grupo. Se inscriben 600 poetas rosarinos inseguros.

Primera mesa. 13 horas. Lugar: Iglesia San Casimiro. Leen poetas de los barrios La Florida, Alberdi, Sorrento, Cerámica y Empalme Graneros. Como el lugar de lectura les queda muy lejos, llegan tarde, pero no importa, porque no va nadie igual porque es la hora del almuerzo. El número de asistentes al Festival, con todo, se mantiene estable.

Segunda mesa. 13.30 horas. Lugar: Autódromo Municipal. Parque Constituyentes. Leen poetas de los barrios Saladillo, Las Delicias, La Guardia, Hume y Triángulo. No ponemos los nombres porque, como en el caso anterior, son insignificantes. Encima también llegan tarde. Claro, tampoco la gente va, si son rosarinos. Pero de todos modos es una lástima, porque el lugar es re-grande. No afloja el número de asistentes.

18 horas. Centro Cultural ‘Bernardino Rivadavia’. Proyección del documental ‘Pepe Piquete Recreo, poeta santafesino muy superior a cualquier poeta rosarino’, del realizador José Alberto Conceiçao Ninguneante. Van 4 santafesinos.

19 horas. Recital de Miley Cyrus. La masiva concurrencia de 150.000 personas puede computarse legítimamente como parte del Festival (se realiza en la cancha de Central), por lo que nuestro evento ya cuenta con 250.660 asistentes.

Tercera mesa. 19 horas. Lugar: Puerto de Rosario, Giro 24, Zona Primaria Aduanera; entrada por Bv. 27 de Febrero y Av. Belgrano.
Mesa de Poetas Tibetanos. (No se leerán versiones al español de los poemas que recitarán en original porque en el Consejo de Redacción de la revista ‘Diario de Poesía’ no hay ningún traductor de tibetano, pero no importa, porque ellos hacen gestos). De cualquier manera, no va nadie, así que los poetas terminan recitándole los poemas a un container. Se incorpora como curador Ricardo Ibarlucía, de ‘Diario de Poesía’.

Viernes. 8 horas. Continua el Taller Literario, incorporándose una persona más, por lo que el número de asistentes llega a 250.661 asistentes.

16 horas. Recital masivo de Quique Llopis en un cajero Banelco. Van seis personas, por lo que el número de asistentes alcanza ya los 250.667 asistentes. Se incorpora como curador Daniel Samoilovich, de ‘Diario de Poesía’, para controlar que todo se haga como se debe.

Primera mesa. 18 horas. Lugar. Centro Cultural ‘Bernardino Rivadavia’.
Poetas, procedencia y tiempo de lectura: Rato Rabuka (Fidji, 9 décimas de segundo). Michael Somere (Papuasia, 5 décimas de segundo). Ghillerme Paulino (SanTomé y Príncipe, directamente que no lea, no tiene tiempo). Kevin Dellenostre (Buenos Aires, 6 horas 59 minutos). A esta altura no van ni los ordenanzas.

Segunda mesa. 23.15 horas. Pucará de Tilcara (Jujuy).
Poetas, procedencia y tiempo de lectura: Derek O’Neal (Turks y Caicos, un minuto). Arnhim Mitchell (San Vicente y las Granadinas, dos minutos porque es simpático). Perlette Castries (Santa Lucía, 20 segundos). Silvita Nospalanquea (País vasco, 13 horas 40 minutos). Tampoco va nadie. Los poetas leen sus composiciones a un cactus.

Tercera mesa. 23 horas 59 minutos. Lugar: Base Almte. Marambio, Antártida Argentina.
Poetas, procedencia y tiempo de lectura: Salvador Loconocemos (Buenos Aires). Jeffries Tehagonotas (Buenos Aires). Pedro Canjeador (Buenos Aires).
Nahuel Tecito (Córdoba, pero es amigo). Críticos destructivos sostienen que los 14 integrantes de la Base asistieron porque no les quedó más remedio, ya que no tenían otro lugar adónde ir. Viles infundios, ellos no saben el trabajo que da esto. Y el festival ya tiene 250.675 asistentes.

Sábado. 8 horas. Continúa el Taller, que se le fueron 594 integrantes, pero las deserciones no se computan.

10 horas. Lugar: Isla del Diablo, Guayana Francesa. Leen los convictos del Taller Literario Papillon, presentados por Susana Valenti. Nuevas acusaciones de contar con público cautivo por parte de los derrotistas de siempre. Son 214 presos, así que el Festival ya tiene 250.889 asistentes.

12 horas. Centro Cultural ‘Bernardino Rivadavia’ (para que no digan). Conferencia ‘Cómo pude escribir bien recién cuando me fui de Rosario’, por Lelio Ataúlfo, aspirante a ser miembro del Consejo de Redacción de ‘Diario de Poesía’. Se incorpora como curador Edgardo Dobry, de la misma revista. No queremos ni saber si vino gente.

13 horas. Los poetas invitados son trasladados al barrio Las Flores para realizar una maratón poética a cielo abierto. A poco de comenzar, el vecindario, arrebatado por éxtasis dionisíaco, se abalanza sobre los vates para apoderarse de algún recuerdo de ellos, como ser billeteras, relojes, celulares, etc.. Tras lograr su objetivo, se hunden en el dédalo de las callejuelas, salvo algunos muchachones que, llenos de curiosidad, arrastran a ciertas poetisas a baldíos de las inmediaciones para discutir la pertinencia de algún tropo lírico. Dirá más tarde la periodista y poeta Beatriz Vignoili en Rosario 12: ‘La maratón poética prueba la vocación popular del Festival y desmiente los infundios acerca de que no vino gente y, además, el morocho con el tatuaje del águila bicéfala en el bíceps estaba rebueno.’ Dadas las características del evento, no se puede calcular con exactitud la cantidad de personas asistentes, pero, teniendo en cuenta la población de Rosario, podemos ponerle 1.000.000 más.
 
Única mesa: 19 horas. Lugar: Auditorio ‘Príncipe de Asturias’, Parque España.
Poetas, procedencia y tiempo de lectura: Irakli Kipanidze (Georgia, no sabemos bien, pero fue muy rápido). Murad Muradov (Turkmenistán, al final no vino). Sebhat Tiugré (Eritrea, saludó y se fue a comer, está haciendo régimen y tiene horarios). Matías Solórzano (Buenos Aires, Ecuador, dos minutos y a la lona). Concurren dos cirujas de la plaza Montenegro. Uno de ellos expresó con franqueza y cordialidad lo siguiente: ‘A mí lo que me gusta son los sandwichitos, ¿va a haber? Y si tiene algo que me dea, que Dios lo bendiga’. El Festival, próximo a culminar, ya tiene 1.250.891 asistentes.

19.05 Gran Final con recitado de poemas a cargo de los poetas de la revista ‘Diario de Poesía’. Se incorporan como curadores el Senador provincial electo Miguel Liftchitz, el Gobernador electo Antonio Bonfatti y la Presidenta de la República Cristina Fernández de Kishner, pero se descubre que no pertenecen al Consejo de Redacción de ‘Diario de Poesía’, por lo que se los expulsa. De todas maneras, no viene nadie. Al rato, sin embargo, caen 19 alumnos de la carrera de Letras que deben rendir Literatura Argentina II en el próximo turno. Esta aparición misteriosa eleva el número de asistentes a 1.250.910, lo que no es moco de pavo.

21 horas. ¡GRAN ORGÍA DE DESPEDIDA!
Los organizadores proveen a los poetas invitados de un vaso de yogurt y un agua mineral chica a cada uno, y les dan nueve minutos para que se despidan, intercambien libros y correos electrónicos, etc.

Truchada de fotos para que parezca que hubo gente.

¡Hasta el año que viene!
 Lectura en la explanada del CCBR. Foto de Giselle Marino.

jueves, 18 de agosto de 2011

atlas

El director me obsequió el Atlas Walter Benjamin (dos preciosos tomos en tapa dura llegados del Círculo de Bellas Artes español) que incluyen un cedé interactivo en el que podemos explorar los conceptos desparramados en la obra de Benjamin y puede verse también en la web (en el enlace que puse antes) y una película, Constelaciones, con imágenes de época y fragmentos audiovisuales de los años del filósofo que no me interesa tanto por ahora (para ver imágenes que se mueven siempre preferiré el cine o las series o los libros de ilustraciones y fotografías). Atlas y Constelaciones son parte de las jornadas que se realizan en el CCPE durante este mes y, pasadas las actividades (charlas, proyecciones, debates: el enlace tiene todos los detalles), los materiales pueden consultarse en la Videoteca del CCPE.




 
Bien. La exploración del Atlas no va a reemplazar, por lo que veo, la lectura de Trauerspiel y tragedia y algunas otras cositas que me falta leer de WB. Una pena, porque la idea era sencillamente acopiar algunas citas como para lucirme en el blog. En fin. Otra cosa para agregar, entre las pocas cosas en contra que encontré hasta ahora es que el disco interactivo se abre con el peor de los navegadores, el Explorer.
Mi esposa estuvo explorando el Atlas con mirada especializada y notó que lo que hay acopiado bajo el título “juguete” es no sólo escaso, sino que desdeña el inmenso interés de Banjamin sobre los juguetes.   
Sin embargo, la selección que hicieron César Rendueles y Ana Useros para este Atlas parece responder por momentos a la urgencia política, social y económica que atraviesa España, lo que está inmejorablemente bien, porque Benjamin sigue haciéndonos guiños y señas sobre un presente que sus mismas predicciones modifican. Así, por ejemplo, en la entrada “Bolsa” leemos: “Pregón de los vendedores callejeros del boletín de la Bolsa: con alza, «Subida de la Bolsa». Con baja, «Variaciones de la Bolsa». El término ‘baja’ estaba prohibido por la policía”. Y algo que deberíamos tener a esta altura más claro, más presente: “La relación real de la información con la vida social resulta plenamente decidida con la dependencia de la acción informativa respecto a los estrictos intereses bursátiles y en su concreta alineación con ellos. Con el hoy creciente desarrollo del aparato informativo en su conjunto, ahora el trabajo intelectual va convirtiéndose en parasitario respecto a todo trabajo material, de igual manera que ahora el capital hace depender de él crecientemente lo que es todo trabajo material”.

lunes, 15 de agosto de 2011

sábado egipcio

Mi esposa lee "Historia de la docta Simpatía", en el tomo II de Las mil y una noches y me señala este párrafo, tras fijarse en el calendario que este año comenzo un sábado:
"El sábado es, por último, el día de Zohal [un planeta]. ¡Maldito el año que comienza en ese día! ¡Maldito ese año! ¡Habrá una gran avaricia en el cielo y la tierra, el hambre sucederá a la guerra, las enfermedades al hambre y los habitantes de Egipto y de Siria se lamentarán bajo la opresión que han de sufrir y bajo la tiranía de los gobernantes! ¡Pero Alá es mucho más sabio!"
Foto de Misam Saleh | AFP: Miles de manifestantes egipcios se reúnen en la plaza Tahir, en El Cairo, el 8 de abril de 2011, dos meses después de que el presidente Hosni Mubarak fuera removido del cargo para demandar que se purgue y se enjuicie a los funcionarios y hombres fuertes del antiguo régimen.

domingo, 14 de agosto de 2011

don't paz me by

Me desasné sobre los programas sociales cuando leí, alrededor de 1981, este párrafo en uno de los textos de Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, en el que Woody Allen se mofa de un posible curso dentro de los estudios de humanidades de entonces: “Introducción a la asistencia social: un curso programado para el asistente social que quiera trabajar en «la práctica». Los temas cubiertos incluyen: cómo organizar equipos de baloncesto con gangs callejeros, y viceversa; parques recreativos como medio para prevenir la delincuencia juvenil; cómo lograr que homicidas en potencia se dediquen al patinaje sobre hielo; la discriminación racial; los hogares destruidos; ¿qué hacer en caso de ser golpeado con una cadena de bicicleta?”
 
Allen publicó ese libro en 1974 (en español se conoció cinco años después), cuando el trabajo social (la asistencia, entonces, como asunto del Estado; desvinculada de la caridad religiosa y la beneficencia de las damas bien con mucho tiempo al pedo) tenía unos 20 años, poco más, y había sido incorporado al folclore urbano, a la opinión pública, cuando había sobre él una memoria, un relato, una ficción (relatos fílmicos, literarios, historietas). Bien, lo que quería decir es que el chiste en ese párrafo de Allen es el sobreentendido: se trata de la paz social, del estudio de una de sus herramientas, y de los enormes abismos que cubre todo eso. Porque así como la alfabetización universal fue necesaria en el siglo XIX para que todos pudieran leer el contrato social, así la asistencia o el trabajo social devino a mediados del XX uno de los tantos espacios recreativos de una sociedad que a fin de cuentas había reducido el horizonte revolucionario a una “utopía” y necesitaba prevalecer llamando a sosiego a aquellos que excluía.
Es notable cómo la imagen de la marginalidad, sólo en el cine, mutó desde los años en que se publicaba ese libro hasta ahora: si The Warriors (Walter Hill, 1979), por citar un film emblema, además de ser la Odisea en clave fierita, enseñaba un bajomundo organizado, acaso concentracionario, pero organizado y gigantesco; hoy Limitless (Neil Burger, 2011), por ejemplo, enseña la deriva de una marginalidad que nutre y de la que se nutren las altas esferas sociales, un modo de integración en el que la paz está salvaguardada de manera casi “corporativa”, porque no se trata sólo de economía: un joven escritor se hace adicto a una droga que lo vuelve un ejecutivo y, más tarde, senador de los Estados Unidos. Y así.
O las series. La paz social en las series no está pensada de acuerdo a los tiempos que se viven, sino que retrospectivamente la visión es otra. Las grandes diferencias no aparecen cuando se compara Miami Vice con Breaking Bad —ambientadas a 25 años de distancia—, sino cuando se compara Boardwalk Empire —ambientada en la Atlantic City de los 20, cuando la mafia hallaba esbirros en los soldados que volvían de la Primera Guerra y cuya escena principal es el despacho de un político republicano— con Miami Vice, en la que los capitostes de la droga, como en las películas japonesas de monstruos, llegan siempre por el mar, desde el más allá.
Volviendo al chiste de Allen del principio, si la idea era organizar picaditos de básquet para rescatar pandilleros, es posible que, de acuerdo a la imagen más persistente en las nuevas narraciones del cine y las series, para resguardar la paz sea necesario ir por las grandes ligas. Cosa que, desde luego, ya sucede.