Juan Gelman había estado en Rosario por última vez en 1996, en el Festival Internacional de Poesía, que desbordó su sede de entonces, el centro cultural Bernardino Rivadavia. Catorce años más tarde volvió a la ciudad para presentar el espectáculo “Del amor”, junto con el Rodolfo Mederos Trío y para anunciar una nueva edición del Festival, la número diecinueve, que se llevará a cabo en el Centro Cultural Parque de España, donde estuvo el jueves pasado el poeta, y en el Bernardino.
Además este nuevo encuentro de poetas (entre el 21 y el 26 de septiembre) estará dedicado a un autor caro a Gelman, Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 1905-1974), de quien el CCPE, la editorial Beatriz Viterbo y el Festival publicaron tres de sus crónicas de la Guerra Civil Española (“La muerte en Madrid”, “Las puertas del fuego” y 8 documentos de hoy”), libro que Gelman recibió con discreta emoción.
Fotografía de Giselle Marino.
Parco, con 81 años y el premio Cervantes (2007) a cuesta, Gelman carga con el saludo de Jorge Enrique Adoum, quien lo llamó el “mayor poeta vivo de habla hispana”. También goza de una popularidad casi irrepetible entre los bardos que le siguen o le son contemporáneos. En la sala del teatro Príncipe de Asturias, que se llenó el jueves para escucharlo junto a Mederos, había desde adolescentes hasta gente de su edad. Los gritos que se escuchaban entre el público, los “Grande, Juan”, “Gracias, Juan” y otras palabras jubilosas le estaban todas dedicadas.
Al final, cuando el intendente de Rosario, Miguel Lifschitz, lo declaró (decreto 1871) en el escenario “Visitante distinguido” (cosa que Gelman agradeció y señaló, a la vez, que era una suerte ser “distinguido” y no “i-lustre”, mientras se señalaba los zapatos y hacía con la diestra el ademán de pasarles una franela), su público lo ovacionó de pie, mientras reía porque el intendente no podía extraer del sobre el ejemplar del “Martín Fierro” ilustrado por Fontanarrosa que sellaba la distinción.
Gelman, que desarrolló su carrera como poeta a la par de su trabajo como periodista, a la par de su militancia en el Partido Comunista, a la par de su militancia en Montoneros, que se exilió en Europa, que vive en México, que reclamó los restos de su nuera en Uruguay, que se reencontró con su nieta (nacida en cautiverio durante la última dictadura) en 1998; Gelman, decíamos, es una figura con una trayectoria enorme y autor de una poesía influyente desde hace más de cuatro décadas. Todo eso debe “leerse”, percibirse, cuando el poeta se desprende de unas respuestas delicadas, mucho más pequeñas que las preguntas, que dejan flotando su voz de tabaco y lejanía.
La charla –generoso término para unas miradas amables y unas palabras que caían solitarias en el hall del teatro Príncipe de Asturias todavía vacío–, se desarrolló mientras caminábamos y el poeta descubría, aquí y allá, motivos para su distracción y su silencio.
Fotografía de Willy Donzelli.
—Usted no se exilió en México durante la dictadura, sino en Europa, pero cuando vuelve la democracia en Argentina y cuando se levanta la proscripción sobre su persona, decide quedarse en México. ¿Tuvo alguna razón?
—Sí, motivos personales…
—Ajá. ¿Y es un rincón de Buenos Aires, que está tan presente en su poesía, su casa de México?
—No, es sólo un departamento.
—¿Y pesó en algo la gran tradición mexicana de albergar exiliados, de León Trotsky a los argentinos que fueron allá durante la dictadura?
—No, yo me exilié en Europa, luego decidí ir a México.
—Sí, eso nos lo había contado, ¿pero pesó esa tradición mexicana?
—¿Cuál?
—La de acoger exiliados.
—No.
—¿Conoció la casa de Trotsky en Coyoacán. Funciona allí el museo del exiliado?
—No.
—¿Y qué extraña de Buenos Aires?
—Vengo todos los años.
—¿Se deterioró su relación con las autoridades uruguayas luego de aquél litigio por el hallazgo de los restos de su nuera (secuestrada y asesinada en el marco del Plan Cóndor) y la recuperación de su nieta?
—Y… Ahora qué cosa, estos “tupas” (por el grupo guerrillero Tupamaros, al que pertenecía el actual presidente uruguayo José Mugica), es como si hubieran hecho las paces con los militares de la dictadura (uruguaya), dando por sentado que hubo una guerra y que en ambos bandos había militares al frente.
—Usted le había escrito una carta al general Martín Balza cuando era jefe del Ejército argentino pidiéndole la investigación de la muerte de su hijo Marcelo en la dictadura, allí le aportó el nombre del responsable, el general Eduardo Cabanillas, que fue jefe del Segundo Cuerpo en Rosario hasta fines de los 90 (hoy sentenciado). ¿Tuvo trato con Balza?
—No, le escribí una carta.
—Sí, ¿pero se vio alguna vez con Balza?
—No, me llamó por teléfono.
—Dijo en la conferencia de prensa que venía a Rosario en épocas de la presidencia de (José María) Guido, es decir en 1962, a hacer una revista clandestina. ¿No se trataba aún de una publicación de corte peronista?
—No, era una revista del Partido Comunista. Venía a Rosario cada dos semanas. Ahí conocí el “calito caliente”.
—¿El “carlitos”?
—Sí, pero como los dueños del bar al que íbamos eran japoneses le quedó “calito caliente”
—En uno de sus poemas de amor de Cólera Buey dice: “ha pasado un día más, mi amor, y no hicimos la revolución”. ¿Qué ha cambiado en estos tiempos entre aquella inminencia de la revolución y esta época en la que el amor aparece muchas veces como un objeto de consumo?
—Nada, no ha cambiado nada porque siguen pasando los días y aún no hicimos la revolución. Fotografías de Giselle Marino.
Publicado en Cruz del Sur
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