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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

domingo, 28 de febrero de 2021

el fin del anonimato

 Ya no tengo ni querencia/ Y las leguas no me espantan,/ Porque no hay pa’ los que cantan/ Más pago que el de la ausencia

Osiris Rodríguez Castillos, Décimas a Jacinto Luna”.

El 19 de diciembre de 2015 mi hija me mostró el que sería su discurso de despedida en el acto de colación de la primera promoción del Instituto Politécnico Superior que recuperaba la formación industrial que le arrebatara el menemismo. Y que iba a renacer con el régimen macrista instalado en las elecciones de ese año.

Como fui también educado en una escuela industrial, lo mismo que los abuelos de mi hija –en especial, su abuelo materno fue alumno del Politécnico y, mientras ella cursaba los primeros años, él era aún docente en la Facultad de Ingeniería–, la despedida y el hecho de que le tocara leer ese discurso nos tenía inquietos, exigidos por una espada que agitaba la emoción y contra una pared que sostenía el estandarte de la lucidez.

Después de ensayar varios borradores, mi hija decidió que lo mejor sería sintetizar y acotar su discurso a eso que cabe, si se quiere, en la expresión de recital “una que sepamos todas”, es decir, un discurso que de algún modo rescataba ese espíritu de comunidad que comenzaba a disolverse y, a la vez, borraba su firma o, mejor, la unía a una firma común, a un rastro comunitario que se fusionaba en la letra de un poema anónimo, escrito en el baño de mujeres por no se sabía quién, que estaba allí antes de que ella arribara a la escuela y allí permanecería cuando ella se hubiese ido.

“Por llenar mi vida de tantos amigos/ de toda esa gente que creció conmigo/ porque este espejo empañado del baño/ nos vio hacernos grandes año tras año/ porque en cada mesa y en estos asientos/ quedaron sentados los más lindos momentos/ porque en estas paredes bajo los colores/ escribimos los nombres de aquellos amores./ Por aquellas tardes frías de taller/ compartiendo cosas que no van a volver/ porque desde estas tarimas me hicieron sufrir,/ me vieron copiar, me oyeron reír./ Porque seis años te entregué enteros/ y si los tuviera te los daría de nuevo…” Y así.




Claro, en su primera estocada el poema esquivó la coraza de mi formación lírica y buscó el costado sin huesos de mi carne adolescente. Aunque me sorprendió la imagen del “espejo del baño”, a cuyo costado mismo estaba escrito el poema, y aquello de que si la narradora “tuviera” los años que se anticipaba a extrañar en el escrito, se “los daría de nuevo”: había allí una pérdida ya vivida, el augurio residual de la misma pérdida que cristalizaba en los objetos de los que se despedía: la mesa, los asientos, las tarimas, el espejo. Se necesita cierta osadía para dejar por escrito eso: tratar de atrapar aquello que está a punto de perderse con la promesa de algo que no encontraremos. En fin, para estas cosas existe la escritura.

Un lustro más tarde, el jueves pasado, mi hija nos comunicó con emoción que sabía al fin quién había escrito aquel poema, que ella misma había leído desde el primer día que ingresó al Poli en el baño de mujeres, y con el que también anticipó durante seis años su conmovida despedida de la escuela. Nos envió un enlace a una red social en la que vimos a Paula Marull posando contra la pared donde estaba el poema, escrito a fines de 1991, cuando la autora estaba a punto de egresar.


“El último día del último año de clases –escribió Paula Marull en la entrada de la red social–, fui al baño de mujeres, me trepé a uno de los taburetes que hacíamos en carpintería y lo escribí en la pared justo al lado del espejo donde ya nos delineábamos, con la misma letra que terminábamos teniendo todos en el industrial. No lo firmé. Me limité a dejarlo ahí para que se lo lleven los años. Quería que las paredes lo absorban como el filtro solar que le pongo a mis hijas. Fui cobarde. Muchas veces me impulsó a escribir la cobardía. Sé que si hubiera hablado más, enfrentado más, confrontado más, hubiera escrito menos.


“Hace unos días me contactaron x Ig: “soy una egresada del Politécnico de Rosario y necesitamos por pedido del actual director dar con la autora del poema que aún hoy está escrito en la pared del baño de chicas, y todo lo que pudimos conseguir es saber que fue escrito por la promoción 91... Si tenés algún dato para aportar te lo agradeceríamos”.


“Para mi sorpresa al poema también le habían pasado muchas cosas en estos años. Lejos de quedar huérfano, fue adoptado por 30 generaciones de mujeres que, como nosotras, se refugiaban en el baño y le reforzaban el fibrón cuando se borroneaba, lo reescribían cuando el baño se pintaba y lo recitaban en las tarimas cuando egresaban.


“El Poli dejó de ser un colegio con 5 mujeres por división y este año deberán hacer una reforma en el baño que va a afectar la pared donde se aferró el poema como una hiedra y quisieron homenajearlo.


“Este fin de semana viaje a Rosario para entrar al baño de mi escuela después de 30 años pensando lo mismo que el día que lo escribí, ‘no tengo que llorar’. Volvió a ser imposible.”


Paula Marull: no puedo dejar de leer en ese apellido lo que escribió Ernesto Inouye sobre otro Marull, Facundo, un rosarino errante que es parte del panteón poético de la ciudad y hoy puede leerse gracias al trabajo de la Editorial Municipal de Rosario (EMR).


Según me dice Paula en un mensaje de wasap, no tiene claro si hay o no un parentesco con Facundo. Según Inouye, que interrogó sus fuentes dentro de la familia del poeta investigado para el volumen de su obra completa, el vínculo familiar es muy distante: “Resuelto el tema genealógico –me escribe también por wasap–. El bisabuelo de Facundo Marull era hermano del tatarabuelo de las mellizas [Paula y María]. Un parentesco bastaaante lejano.”


Pero, me digo, a fin de cuentas no estoy buscando parentescos más allá de unas palabras y un apellido sino, como dijo el poeta, “lo que se cifra en el nombre”. 

 

Errancia

 

En 2019 la EMR publicó la Poesía reunida de Facundo Marull en su colección Mayor, donde agrupa a esos poetas que, en la historia reciente, de algún modo registraron los modos de nombrar y aludir al Rosario de su época (están desde Felipe Aldana a Francisco Gandolfo). Ernesto Inouye fue no sólo el prologuista, sino el encargado de la investigación que llevó a reunir los versos, la biografía y la obra del poeta, que se reduce a dos libros publicados al promediar los 40, en Rosario, y los 60, en Montevideo.


A principios del año pasado, Inouye escribió en El Cocodrilo –la revista de Letras que incorpora tecnología e hipervínculos a la literatura vernácula– una crónica de su periplo en pos de datos biográficos y parte de la obra periodística de Facundo Marull.


La conclusión sobre Marull (muerto en 1994, en Buenos Aires, a los 79 años, aunque en una entrada de su Diccionario de Rosario, el historiador y coleccionista Wladimir Mikielevich lo da por muerto a mediados de los 80, según recoge el mismo Inouye) es que acaso era un hombre, un poeta, una biografía que no quería ser descubierta: “Desprovisto de bibliografía, tuve que basar la investigación en entrevistas a gente que lo había conocido o al menos había escuchado hablar de él, y en tratar de derivar datos nuevos de los pocos que tenía: por ejemplo leer comentarios en blogs discontinuados y stalkear a los usuarios que lo nombraban (en viajes al pasado a planetas abandonados como ‘Taringa!’ o la ‘blogosfera’) o no investigar a Marull sino ir hacia esos lugares donde había olor a Marull, algún personaje, movimiento artístico o político cercano como para, de alguna manera, ir cercándolo. La falta de información y estudios previos me obligó a abandonar el mundo de las ideas, e introducirme en el asistemático, múltiple y polivalente mundo real, la materia prima de los detectives y los comerciantes, y a partir de los rastros del Marull de carne y hueso intentar reconstruir su vida y después intentar descifrar su poesía singular”, escribe Inouye.


Nacido en Rosario, de una familia “aristocrática”, donde las comillas pueden leerse como: una familia vasta y con historia –hay una calle Mariano Marull en Alberdi, en Rosario– que no necesariamente significa rica, Facundo Marull eligió la errancia, nunca tuvo una casa e invirtió sus ingresos en motos que lo alejaban de las propiedades y la historia que podrían legarle un apellido y una pertenencia.


Beatriz Vignoli, en una nota publicada en un diario local, traza una genealogía de Marull y la vanguardia, que también se dibuja en la semblanza de Inouye: el autor que escapa de sí mismo y construye con su ausencia una obra que habla de él en silencio.


Paula Marull, actriz y dramaturga excepcional, quien hace treinta años dejó el Politécnico y no volvió a ingresar hasta el fin de semana pasado (lo dice en ese fragmento tomado de una red social y vuelve a decirlo en un audio de wasap), también narra en este conmovedor texto publicado en un diario porteño que su padre, cuando se separó de su madre y dejó la casa de Fisherton, era un nómade que la llevaba a ella y a su hermana por los patios y las casas de sus amigos en un recorrido afectivo que parecía sortear cualquier ambición de propiedad. Allí están Paula y su hermana deambulando y jugando con juguetes ajenos por las propiedades de rosarinos célebres como Roberto Fontanarrosa y otros cuya celebridad conocimos en los 80-90 a través de sus marcas, como la tradicional disquería Tal Cual.



Pero esa errancia, ese nomadismo emocional, esa cualidad de ausentarse y seguir “hablando”, contándole cosas a un tiempo que es nuestro a costa de perderlo, es también lo que está en el poema de Paula Marull que permaneció anónimo durante treinta años.


Hay algo “fantástico” –por el modo en que cierto orden parece subvertirse– en esta operación temporal que practican los Marull –el padre de Paula, según ella lo recuerda, el lejano Facundo y ella misma–: despliegan una rara operación que descoloca los estándares sucesivos de la temporalidad. Con su ausencia, Facundo Marull hace de su obra una contemporaneidad suspendida; con su anonimato, el poema del Politécnico se anticipa a las voces de aquellas que leen allí lo que Facundo Marull no tuvo, una pertenencia.


Leí una vez este tipo de “operación” en El fin de la aventura, de Graham Greene, donde Sarah Miles, esposa adúltera, ya muerta, se aparece en el sueño febril del hijo del señor Parkis, el detective que contrató el amante de Sarah para seguirla. El niño Parkis vuela de fiebre. “Apendicitis”, ha dicho el médico. Su padre le teme a la operación de su hijo y lo mantiene en cama. El joven lee un libro que perteneció a la infancia de Sarah. En su sueño, Sarah se le aparece y le palpa el lado derecho del vientre. Luego, anota algo en el libro que está en la mesita de luz. Al despertar, el niño observa en la primera página del libro que había estado leyendo una anotación que no había descubierto. Allí Sarah, de niña, había anotado: “Una vez que estuve enferma me dio este libro mamá/ Si alguien me lo robara Dios lo castigará/ Pero si enfermo te encuentras/ Consérvalo y léelo mientras”.



El tema del sueño, como anticipación o, como en el caso de El fin de la aventura, como visión, lleva al tema del tiempo. Claro que el mismo Greene señala el asunto en su ficción y pone en boca de un sacerdote la siguiente reflexión: “San Agustín se preguntaba de dónde venía el tiempo. Decía que venía del futuro, que aún no existía el presente, que no tenía duración e iba al pasado que había dejado de existir. No me parece que estemos en condiciones de comprender el tiempo mejor que un niño”. 


Pero, además, El fin de la aventura es quizás el más explícito homenaje de Greene a Léon Bloy. No sólo una cita de El alma de Napoleón inaugura la novela, en la trama del episodio narrado puede leerse también aquella otra observación de los diarios de Bloy sobre el tiempo: “Los acontecimientos no son sucesivos sino contemporáneos, de manera absoluta; contemporáneos y simultáneos, y es por esta razón por la que puede haber profetas. Los acontecimientos se despliegan bajo nuestros ojos como una tela inmensa. Sólo es nuestra visión la que es sucesiva”.


Esa metamorfosis temporal, estimo, es ni más ni menos la que opera en el poema de Marull en el baño del Politécnico y en el nomadismo del poeta rosarino, la contemporaneidad de una visión que vuelve al tiempo una dimensión particular, propia, capaz de ser habitada por todos aquellos que en un momento descubren que sólo la sucesión es ilusoria, que la errancia y el despojo es también un territorio solidario que permite a otros apropiarse de eso que siempre parece escaparse.

 
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Si no reparaste en los enlaces que están en el texto, acá está el listado de notas y escritos aludidos sobre los que se construyó este texto:
En FB Paula Marull cuenta su reencuentro con el poema que escribió en el baño del Politécnico treinta años después: https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=10158141585953277&id=597848276 (de aquí también fueron tomadas las tres fotos de ella y su hermana María que ilustran esta entrada).
En El Cocodrilo, Ernesto Inouye cuenta su periplo en pos de la obra y los datos biográficos de Facundo Marull: https://revistaelcocodrilo.com/ensayos/marull-en-mikielievich-conservar-o-dejar-ir-por-ernesto-inouye/
En Página 12 Paula Marull escribe sobre "Pedro Navaja" y recuerda a su padre: https://www.pagina12.com.ar/292221-pedro-navaja-de-ruben-blades

sábado, 6 de febrero de 2021

la primera presidenta de la historia cumple 90 años

Ésta es una transcripción del Storybord “Isabelita”, emitido el 22 de octubre de 2020 del programa “Caricias Reperfiladas”, en El Destape Radio. Se rescata, sobre todo, la voz de Tomás Rebord, autor de la columna, pero se dejan de lado las intervenciones de Cristian Ciminelli y, salvo al final, de Elisa Sánchez, que hacen a este texto no sólo un análisis de la figura de Isabel Martínez de Perón, sino una intervención crítica e irónica sobre la historia y el presente político argentino. Al momento de emitirse este programa, ya otros dos episodios lo vinculaban, el dedicado a Augusto Vandor y el dedicado a Guillermo Patricio Kelly. Se agregaron al texto transcrito hipervínculos para ayudar a entender el contexto.
 

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por Tomás Rebord

Creo que hay una gran injusticia con la historia de Isabelita en la historia argentina. Históricamente es recordada como víctima y monstruo en simultáneo, que en sí mismo parece un oxímoron. Infantilizada, menospreciada, pero insisto, hay una suerte de paradoja en esta lectura, porque es víctima y al mismo tiempo victimaria. Políticamente parece que se exculpa en ella a todos los males de un momento político específico. Y puede que sea todo eso, salvo que no se dice que fue una política argentina. Y fue bastante relevante en realidad, fue la primera mujer presidenta de la historia del mundo, de la humanidad. La primera mujer presidenta de un sistema republicano de gobierno en el mundo.


Hablemos un poco de los orígenes: María Estela Martínez Cartas nació en La Rioja. Cuando muere su padre, a los siete años, la mandan con una familia adoptiva a Buenos Aires. Acá hay un nudo dramático, porque ella tiene una ruptura con su familia biológica. No se sabe tanto, pero intuyo que los odia, hay algo así como una traición originaria a partir de la cual ella construye su identidad, tanto que tiempo después cuando ella viaja a Argentina en representación de Perón, la madre la quiere ir a ver –¡claro, la quiere ir a ver ahora, después de que cuando murió el padre se la encajó a alguien en Buenos Aires!– e Isabelita no la recibió.

Ahí hay un primer dato, ella niega su familia biológica. De hecho, el antiperonismo de la época también construyó de ella un relato maquiavélico: “Mirá, niega ver a su madre”. De su familia no recibe a ninguno. También hay después un hermano al que mandan en cana y lo relacionan políticamente. Aparentemente los detesta. Ella estudia en Buenos Aires, se forma en danza, francés y piano, comienza su carrera como bailarina y adopta el nombre artístico de Isabel o Isabelita, ¿saben por qué? Es una referencia a Isabel de Portugal, esposa de Carlos I, que fue emperatriz del sacro imperio Romano-Germánico y reina de España, o sea que Carlos en viaje, era regente Isabel de Portugal, estamos hablando de una Isabel de 20 años y ella ya elige el nombre de una emperatriz del Sacro Imperio Romano. Ojo con la construcción de sus ambiciones y de su historia. A los 20 inicia una gira con la compañía de danza por América Latina y en ese viaje, en Panamá, conoce a un Perón exiliado, probablemente en el peor momento de su vida, con una notable diferencia de edad, también explotada por medios y oposición para hablar de impureza y otras cosas. De todos modos era heavy la diferencia de edad, hablamos de 60 y 25 años. Y cuando ella lo conoce comienza a funcionar como su secretaria, su mano derecha. De hecho, todo lo que vive a partir de allí con Perón, el exilio en la embajada de Venezuela, ella estaba ahí, bancando los trapos, los tiros (la estadía en Caracas de la pareja fue perturbada por la sublevación militar que derrocó a Marcos Pérez Jiménez, por lo que debieron refugiarse en la embajada de República Dominicana, país gobernado entonces por Rafael Trujillo y al que se trasladaron por separado en 1958. Recién en 1960 partirían hacia España); le tocaron las peores con respecto al compromiso con el proyecto político.

Entramos ya a otra etapa cuando se asientan en España, en Puerta de Hierro. Esto lo hablamos cuando nos referimos a Vandor, así que no voy a ir en profundidad. Pero recuerdan que Perón la manda como delegada personal a la Argentina. Existía un contexto de tal enfrentamiento entre los propios sectores del peronismo, que ella era igual a él respecto de su equidistancia; en tanto figura representativa no era como mandar a nadie, no es que Perón decía “Te mando a Patricio Kelly”. Mandaba a Isabel y esto históricamente es re loco, porque es un legado fundacional de la figura mítica en gran parte de Eva Perón. Esta idea de que la pareja, el vínculo romántico del líder estuviese cargado de poder político real. Me interesa esto: no es que Isabel llegaba y era “testimonial”. Ella llegó, con todo lo pendeja e inexperta que se puede ser cuando uno es pendejo e inexperto objetivamente, y tuvo más de 600 reuniones en todo el territorio nacional. Ella venía a Ezeiza y se agarraban a tiros, la seguían los atentados, era un quilombo albergarla porque se agarraban a tiros las facciones donde sea que ella apareciese. Ese era el poder de representación que cargaba del movimiento nacional justicialista.

Vamos a ver ahora la correspondencia de Isabelita ya en territorio nacional, porque ella, aparte, tenía una misión. No es que Perón le dice “Andá a poner la cara”. Le dice Perón: “Andá a destruir el vandorismo”. Entonces, carta de Isabelita a Perón: “Vandor y etcétera han mostrado la hilacha y no hay que darles tregua porque son una basura”. Fijate Isabelita, ¡sin saber qué hacer! Después le dice sobre las elecciones en Mendoza (donde el peronismo fue dividido y perdieron por ir en dos listas separadas): “Hubiera querido brindarte el gobierno de Mendoza, pero pienso que es mejor así. Lo importante en realidad no era el contubernio sino defenestrar para siempre el cáncer del peronismo”. En la historia del peronismo hay un cáncer. Acá hay una paradoja que a mí me interesa señalar: para mí siempre es muy complejo entender para la gente que jamás militó nada en su vida –que es una cagada que sucede–, pero es mucho más común enfrentarse y tener broncas a título personal con tus propias internas, con las que tenés fricción permanentemente, que incluso con el contrario. Con el contrario en general se da la disputa en marcos en los que tenés como si fuese fair play deportivo. No digo que en todos los casos, pero suelen ser más encarnizadas las internas políticas que los enfrentamientos entre signos ideológicos diferentes. La interna te come la cabeza de una manera que no te lo come el enfrentamiento político con el opositor. Cuando conocés a alguien que nunca se metió en política te dice: “Eh, por qué no se juntan todos”. Y es lo más difícil.

En este viaje conoce a López Rega, que también está en un momento particular de su vida. Era un oficial retirado que estaba flashando un mambo espiritista total, era una cosa full retiro espiritual telar de la abundancia, ese mambo, el chabón había sacado un libro de astrología esotérica, se había metido en una logia masónica que era Anael. Esta logia era la que tenía mayor densidad teórica. ¿Saben de dónde sale Triple A? Era una tesis de la logia Anael respecto de la liberación del tercer mundo, postulaba que cuando se unan los tres vértices cósmicos de las tres A del planeta iba a estar liberado el movimiento nacional. Los tres ejes cósmicos de las A eran Asia, África y América. También al interior de la logia Anael era la tesis de que Perón era un conductor cósmico, intergaláctico, estiraba los brazos así porque se conectaba, eran como antenas. López Rega compra eso y convirtió esa AAA en Alianza Anticomunista Argentina.

Y ahí conoce a Isabel, porque Anael se iba a entrevistar con Isabel. López Rega va, de colado, y mete unas intervenciones medio crazies y conecta con Isabel, que le cae bien. Y a partir de ahí se manda y se transforma en su secretario personal y arranca toda la construcción de poder de López Rega en Puerta de Hierro. Mega turbio el vínculo, porque López Rega es quizás la primera persona que apuesta a Isabel como proyecto político en sí mismo, flashea mucho menos con Perón que con Isabel. El tipo estaba muy obsesionado con Eva Perón, tal es así que cuando el cadáver de Evita llega a Puerta de Hierro, López Rega intenta transmitir el espíritu del cadáver de Evita a Isabel. Y esto lo hicieron en una habitación. Si vos eras servicio en Puerta de Hierro capaz que un día abrías una puerta y veías a López Rega pasando el spirit del cadáver de Evita a Isabel Perón. La apuesta de López Rega era esa, transmutar el spirit que viva y empodere a Isabel.

Para que se hagan una idea, Isabel tiene un segundo viaje a Argentina y Perón intentó que cayera en un jueves laborable para que no se junte tanta gente a recibirla y, sin embargo, fueron unas diez lucas de personas a Ezeiza y casi se agarran a tiros también.

¿Por qué quiero hacer énfasis en estas cosas? Porque si ya con el primer viaje no bastó, con el segundo la figura de Isabel no sólo era poderosa en el movimiento, era incuestionable. Isabel Perón no es inocua, da discursos, habla, baja línea; o sea, hay toda una figura de poder real.

Después, obviamente, gana la fórmula del Frejuli, gana Cámpora. Para que se den una idea, hay una audio, que es real, de cuando Cámpora gana las elecciones y llama a Perón para contarle y compartir la alegría con el general (éste es un audio que usó Felipe Pigna pero porque nos lo robó, porque cuando vio que Caricias garpa dijo “lo voy a usar antes”, así que, nada, es lo que hay):

“–(Isabel) Muchas gracias doctor, estamos muy contentos. Yo se lo voy a transmitir al general.

“–(Cámpora) Si fuera posible, señora, que yo le pudiera decir unas palabras al general se lo agradecería mucho.

“–(Isabel) A ver un momentito, doctor.

“–(Cámpora) Gracias, señora.

“El momentito se fue transformando en eterno hasta que finalmente del otro lado del teléfono se escuchó aquella voz inconfundible que lamentablemente se nos tornaría tan ‘familiar’.

“–Doctor Cámpora, López Rega le habla…”

(A partir del minuto 4:08:)


Eso es un ejemplo del poder doméstico… Cámpora, electo presidente llama a Perón para decirle “¡Eh, ganamos!” y lo atiende Isabel. Y si rompés los huevos te atiende López Rega. Eso es Puerta de Hierro, fíjate qué foto del poder doméstico. Cuando gana Cámpora López Rega asume ya como ministro de Bienestar Social. Tenemos una imagen: Isabel también tuvo una misión diplomática, viajó a la República Popular China y a Corea del Norte donde morfó con Kim Il-Sung.

Obviamente Perón vuelve a la Argentina, no vamos a ahondar en su tercera presidencia y las condiciones estructurales: un gobierno impacificable, básicamente. Una Argentina dividida entre bandas, cargada de violencia política que, uno discutiría, sólo Perón podía resolver y hasta ahí, porque no le estaba resultando sencillo, la violencia estaba totalmente desatada y había asesinatos entre bandas todos los días. Fue el contexto político que le tocaba. Para colmo se muere y le tocó a Isabel Perón.

Entonces, vamos de vuelta con este contexto: una Argentina ingobernable le cae en las manos a Isabelita y, contexto aparte, Guerra Fría y Argentina era el único estado del Cono Sur que mantenía un gobierno constitucional democrático, todo el resto estaba en dictaduras. Insisto con la cuestión de la injusticia: Isabel Martínez de Perón asume un gobierno en un contexto de dictadura total en todo el Cono Sur y un estado de ebullición total ingobernable. Me interesa discutir esto: por qué lo hace. Aunque hay muchas formas de discutir esto, lo hace con legitimidad popular, porque es electa con el 60 por ciento de los votos y, así y todo asume, se hace cargo del país, y me interesa esta parte de la “no renuncia” porque va a ser central. Fíjense algunos datos de gestión con el incremento de la violencia, Montoneros pasando a la clandestinidad, todo esto pasa antes, Monte Chingolo pasa antes, mirabas para un costado y se te subleva medio país, a un gobierno peronista. Entonces, se produce el fin del pacto social producto de la crisis emergente, también la reapertura de paritarias, se sanciona la ley de Contrato de Trabajo (Isabelita sanciona la LCT), estatizaciones masivas de canales de televisión, fue una especie de línea dura para poner orden y unificar; ce congelaron cuotas de viviendas para garantizar la vivienda social, Argentina renueva su estructura sanitaria ingresando a la Organización Mundial de la Salud, monopoliza la comercialización combustibles –algo que la dictadura derogó inmediatamente–, tiene una de las tasas de desocupación más bajas de la historia argentina –en el período de gobierno de Isabelita–, a costa de una gran inflación que es el problema que conocemos nosotros; escuchá ésta: realizó una reunión de gabinete en la Antártida, aclarando que era territorio argentino, y esto que también me interesa: intercepta armamento destinado a la guerrilla desde Gran Bretaña –los ingleses metiendo armas, qué raro, ¿no? Hablando también de los ingleses: Isabelita tiene una política para con Malvinas que no tuvo casi nadie, para empezar, bombardeó a un buque de investigación británico, el Shackleton, porque estaba invadiendo las aguas argentinas, ¡lo bombardeó! Esto escaló en un conflicto e Isabelita expulsó a la embajada británica de la Argentina, expulsó al embajador: ¡soberanía nacional al palo! El corte nacional era incuestionable en el gobierno de la débil Isabelita que no podía hacer nada.

López Rega renuncia el 11 de junio de 1975 después de que la enorme presión sindical por el Rodrigazo (si comparamos las condiciones de vida del Rodrigazo con este momento, ahora estamos reventados). Según dice el historiador (Marcelo) Larraquy, se produce un hecho, el primer paro de la CGT en un gobierno peronista que exige la renuncia de López Rega y parece que él, en un momento estaba violentándola a Isabel diciéndole que salga al balcón a defenderlo, Isabel se niega y dice que le pega un cachetazo. A partir de ahí se pudre todo mal y lo rajan a López Rega.

Y acá está el punto que más me interesa destacar del gobierno de Isabel Perón: su negativa a renunciar cuando todo esto iba escalando, con el contexto del Cono Sur en dictaduras los sectores militares ¿qué dicen? “Renunciá”. Isabel se niega a renunciar. Hay una lectura, con el diario del lunes, por la que no se entiende muy bien qué pasó. Porque hay quienes dicen: estaba Perón y se murió y vino la dictadura. Y hay años en el medio. Y hubo un derrocamiento militar, no hubo una suerte de transición que devino en una dictadura, esos es falso. Los sectores militares instaron a Isabel a renunciar y hay una frase de Isabel: “Renunciar sería convalidar lo que va a venir después”, es una frase de Isabel Perón, ¿se entiende? Ella dice “no pienso renunciar”. Hay un intento de golpe anterior, en 1975, y escuchá esta anécdota de Ruckauf, que creo que tiene el récord de menos palabras en el Senado de la historia Argentina. Ruckauf, el entonces joven ministro de Trabajo recuerda: “Esa tarde estábamos con la presidente varios ministros, Antonio Cafiero, Federico Robledo, Tomás Botero, creo que Lorenzo Miguel y algunos más. Cerca el edecán militar con el teléfono diciendo que hablaba con Capellini, golpe de estado del 75, intento de golpe de estado. Isabel me miró y dijo ‘Atiéndalo usted, dígale que esta presidenta no acepta amenazas ni presiones, y que si quieren bombardear que lo hagan nomás, de acá me van a sacar muerta’”. Isabel Perón.

¿Qué le empiezan a hacer? Avanzada judicial: inventan un causa con la Cruzada de la Solidaridad para decir que era corrupta, ¿suena conocido? Bueno, todo lo mismo hasta llegar al golpe de estado de 1976. Y no renuncia un carajo, esto me interesa dejarlo claro: “renunciar es convalidar lo que viene”. A Isabel Perón la interceptan en un helicóptero, le ponen un cañón en la frente y le dicen “Estás presa”. Ella pregunta si la iban a fusilar. Y no, le dicen, el gobierno militar va a decidir. Pero esa es la postura del último gobierno democrático argentino: un arma frente a Isabel Perón y ella preguntando si pensaban fusilarla. Entonces, eso es muy distonto a decir “Murió Perón y entonces la joven inexperta, etcétera”. Ahora, para bien o para mal gobernó, y lo que digo es: tengamos la decencia de dotarla de entidad que merece la primera presidenta mujer en la historia del mundo para estar en desacuerdo con ella. Isabel Perón fue la primera presa de la dictadura militar de 1976. Estuvo cinco años presa, con el aditivo de que sigue viva. Es alguien que s tan neurálgica para la historia nacional que si quisiera hablar tiene de todo para decir. Y no habló más.

Había un proyecto de El Altar de la Patria donde descansarían los restos de Eva Perón, Juan Domingo Perón, todos los próceres nacionales, Joé de San Martín, Juan Manuel de Rosas, Hipólito Yrigoyen, Facundo Quiroga, el monumento al altar de la patria, algo que, entre otros, quería reflotar López Rega, ¿eh? Iba a estar ahí en Recoleta, iba a ser un monumento gigantesco que se iba a ver de todas partes.

[Intervención de Elisa Sánchez]–Quiero decir algo con respecto a esto y es algo también para repensar las figuras históricas: no juzgarla respecto de nuestros ideales sino de lo que estuvo antes y lo que vino después, lo que había cerca en Latinoamérica, no compararlas con nuestro ideal de democracia y república, sino en su contexto.

Esta foto de Isabelita en la CGT fue el 10 de marzo de 1976 [catorce días antes del golpe]: fíjate si se la ve con ánimos de claudicar, en ese contexto Lorenzo Miguel le dijo: “La CGT te va a bancar”.


viernes, 5 de febrero de 2021

pacto

Con poco entusiasmo comencé a ver la miniserie Your Honor, en la que Bryan Cranston vuelve desarrollar el papel del protagonista que se transforma en el antagonista, como en Breaking Bad. Me intrigaba qué haría el británico Peter Moffat en una historia ambientada en Nueva Orleans, y terminé atrapado por dos cosas, la primera, esa zona gris que describe, en la que la comunidad afrodescendiente ostenta víctimas y victimarios, una bruma gris que también se extiende en el lado blanco. Cranston es un juez muy progresista cuyo hijo atropella y mata con el auto a otro adolescente que conducía una moto nueva, y huye. Su padre lo lleva a entregarse pero descubre que la víctima es el hijo de un mafioso. De ahí en más todo el periplo por el cual la tapadera del crimen descubre a otro ser en el honorable juez del título de la miniserie.

La otra cosa que me atrapó fue el tema "Treaty", de Leonard Cohen, en cuya letra no había reparado la primera vez que lo escuché.

 

La traduje como "Pacto" (acá la original en inglés):

He visto cómo convertías el agua en vino

Y también he visto cómo lo volvías agua de nuevo

Me siento a tu mesa cada noche

Lo intento, pero no me llevo bien con vos

Ojalá haya un pacto que pudiéramos firmar

No me importa quien tome esta colina sangrienta

Estoy enojado y cansado todo el tiempo

Ojalá hubiera un pacto

Ojalá hubiera un pacto

Entre tu amor y el mio

Ah, están bailando en la calle, es el aniversario

Nos vendimos por amor pero ahora somos libres

Lo siento mucho por ese espíritu en el que te convertí

Solo uno de nosotros era real y ese era yo

Desde que te fuiste no he pronunciado esas palabras 

Que cualquier mentiroso podría decir tan bien

No puedo creer la estática que sobreviene

Eras mi suelo, mi sano y salvo

Eras mi Ariel

Ah, los campos gritan que es el aniversario

(...)

Escuché que la serpiente estaba desconcertada por su pecado

Se quitó las escamas para encontrar la serpiente interior

Pero nacer de nuevo es nacer sin piel

El veneno entra en todas partes

Y desearía que hubiera un pacto que pudiéramos firmar

No me importa quién tome esta colina sangrienta

Estoy enojado y cansado todo el tiempo

Ojalá hubiera un pacto

Ojalá hubiera un pacto

Entre tu amor y el mio

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Lo que me conmueve de "Treaty" es cómo recrea, en esa ruptura amorosa, las figuras de la eucaristía. Como en Graham Greene, ser un espíritu (Cohen escribe "I'm sorry for the ghost I made you be") no puede ser simplemente un "vapor", que es la operación de la que se lamenta el narrador de la canción de Cohen, quien volvió irreal a su amada, que es la imagen que se repite en la serpiente que se quita las escamas para buscar una serpiente interior que no existe.

Si la miniserie de Moffat lograra esa operación que halla Cohen en su letra, es decir, si el personaje de Cranston logra, como en Breaking Bad, disolverse en ese interior engañoso para convertirse en un veneno que lo inunda todo, Your Honor acaso se convierta en una gran serie en los dos episodios que le quedan hasta su final.