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domingo, 6 de febrero de 2022

en el planeta de rómulo y remo

Nos preparamos para la segunda temporada de Raised by Wolves.

para La Capital

Casi sobre el final de Aliens (James Cameron, 1986), cuando Ripley y el androide Bishop ya lograron escapar del planeta colonizado por las criaturas xenomorfas y se sienten seguros en la nave, hay una escena que dura segundos y expone el siniestro trasfondo en el que se desarrolló la historia. El pecho de Bishop se infla de repente, como si de su arquitectura artificial fuese a explotar un alien, como sucedió con los humanos que alojaron en su cuerpo el embrión de la criatura. Claro, se trata del espolón del alien madre que se ha colado en la nave nodriza y ensarta el pecho del androide partiéndolo en dos. Descuartizado, pero aún activo, Bishop expele un líquido blanco que lo baña y se desparrama por el piso metálico. Son sólo unos segundos, pero el cine transcurre en otro tiempo. En ese lapso minúsculo contemplamos varios de los temas que se desarrollaron la película –que, a todo esto, es la segunda de la saga–: la maternidad (Ripley adopta a una niña sobreviviente como si fuera su hija porque se enteró de que su verdadera hija murió de vieja mientras ella estuvo hibernando en el espacio casi cien años), la cercanía de la vida artificial y la humana (el androide es capaz de comprensión y compasión) y la naturaleza horrible de la madre alien, que cultiva los huevos para alojarlos como parásitos en un humano al que terminará consumiendo. 

Bien, todos esos temas que la saga Alien desplegó desde la primera película que dirigió Ridley Scott y estrenó en 1979 hasta Alien: Covenant (2017, también dirigida por Scott), están también presentes en la serie Raised by Wolves, cuya primera temporada se estrenó en 2020 en HBO Max, desde donde anunciaron el lanzamiento de la segunda temporada este 3 de febrero.

Ridley Scott, quien produce la serie, también incursionó en la dirección de los dos primeros episodios estrenados en 2020.

Raised by Wolves (Criado por lobos, en el idioma del Martín Fierro) narra, muy básicamente, el establecimiento de una colonia en el planeta Kepler 22b (un planeta real, fuera del sistema solar y en teoría habitable descubierto por el telescopio espacial Kepler de la Nasa en 2011) en la que dos androides (Madre y Padre, tal como se los llama) intentan recuperar la humanidad criando embriones humanos que lograron rescatar de una Tierra hecha cenizas tras una larga guerra entre creyentes y ateos. 

Y acá viene lo difícil de resumir, porque todas las premisas dadas al principio, como la androide Madre dedicada a sus hijos ateos o el impostor que comanda un grupo de creyentes que también llegan en una nave llamada El Arca a Kepler 22b no son lo que parecen. Ni siquiera el planeta, del que sólo conocemos su parte desértica (porque se sabe que los profetas predican en el desierto), es del todo lo que se nos muestra: no sólo por las esquivas criaturas que acechan, sino por los restos monumentales de unas serpientes que acaso sean la especie original de ese mundo.


¿Nada que ver?

 

Ridley Scott negó en una conversación que mantuvo con sus fans a través de la red Reddit que el universo cinematográfico de Alien se cruce con el de Raised by Wolves.

El usuario live-fast-die-hard preguntó: “¿Esta serie existe en el mismo universo que la franquicia Alien? Parece que hay tantos paralelos por descubrir”. A lo que Scott respondió: “Interesante pregunta, pero no, la primera historia de Alien se sitúa como si fuera un tiempo anterior a Raised By Wolves, en el sentido de que el Nostromo probablemente fue financiado por una economía global organizada. Y Raised by Wolves trata sobre el caos posterior a la guerra global.”

Recordemos que el Nostromo (sí, el mismo nombre que el barco de la novela de Joseph Conrad) era la nave “nodriza” (“mothership” en inglés) de la primera Alien, y que en esa nave iba un androide que, con el mandato de la corporación de recoger el espécimen encontrado, traicionaba a la tripulación. Y que cuando ese androide era decapitado, de sus arterias mecánicas fluía un líquido blanco idéntico a la leche. De hecho, Scott contó que fue una ocurrencia espontánea lo de la leche como el fluido interno del androide. Sin embargo, el líquido blanco persistió a través de la saga, lo mismo que las simetrías con la figura de la maternidad: desde la nave “nodriza” hasta la réplica-clon de Ripley embarazada de una criatura en Alien Resurrection (Jean-Pierre Jeunet, 1997).

Ridley Scott pinta el rostro de Ian Holm con leche condensada en Alien (1979). Imagen tomada de @HistoryInFlix.

Bien, en Raised by Wolves los androides Madre y Padre también tienen leche corriendo por sus circuitos e incluso los capítulos finales de la primera temporada abundan en la naturaleza de ese líquido blanco como capaz de generar vida, al punto de que Madre engendra una criatura, sí, como por un segundo creemos ver en aquella brevísima escena cerca del final de Aliens descrita al comienzo de estas líneas.

Raised by Wolves alude sin más a Luperca, la loba que amamantó a Rómulo y Remo en la mitología del origen de Roma. De algún modo Madre es la loba que amamanta a sus crías humanas y engendra un ser monstruoso al final de la primera temporada (el capítulo se llama “The Beginning”: “El principio”) que de algún modo reaviva las fantasías desplegadas en la saga Alien que, recordemos, es una suerte de mitología sobre el origen monstruoso de la humanidad, una especie de relato como los de H.P. Lovecraft en el que los oscuros dioses antiguos fueron reemplazados por extraterrestres extinguidos –los Ingenieros en Prometheus (Ridley Scott, 2012)– que jugaron a ser demiurgos.

La saga Alien es tan vasta en interpretaciones que Stephen Mulhall en su libro On Film (bit.ly/3Gh9JtY) sostiene que “La forma de vida del alien es (apenas, mera y simplemente) vida, la vida como tal: no es tanto una especie particular como la esencia de lo que significa ser una especie, ser una criatura, un ser natural –es la Naturaleza encarnada o sublimada, una personificación de pesadilla del reino natural entendido como completamente subordinado, completamente agotado por los impulsos gemelos darwinianos de sobrevivir y reproducirse”, a lo que el filósofo esloveno Slavoj Zizek agrega su interpretación: “El capital es parásito (como el Alien) y explota el instinto puro de vida”.


Guerra santa


La idea de una guerra que divide a la humanidad entre ateos y creyentes “mitraístas”, como llama Scott a los seguidores de una práctica religiosa pre cristiana que desarrolló su liturgia de forma oral y de la que no hay noticias muy precisas, revividos ahora para la serie. El culto mitraico también se funda en la adoración de Rómulo y Remo. En la entrevista abierta de Reddit, Scott acota una visión muy particular: “El mitraísmo reemplazó a la religión formal y en paralelo con eso evolucionó hacia una forma de religión de pura ciencia que terminó en el mundo tal como lo conocemos”.

Es decir que, más allá de los detalles históricos de los mitraicos –que los historiadores ubican en el antiguo Irán–, lo que Scott y su guionista Aaron Guzikowski hacen en Raised by Wolves es, como sucede en muchas series contemporáneas –desde Battlestar Galactica a Vikings o la más reciente Beforeigners; la lista es interminable y podría incluir producciones muy ajenas al género–, introducir cierta teología política que plantea cómo se establece un poder político, cómo se legitima y qué lo convierte en un orden moral, temas con los que debería lidiar cualquier comunidad que pretenda refundar la humanidad.

Sin embargo, en el lado desértico de Kepler 22b, donde transcurre la primera temporada de Raised by Wolves, la deidad de los mitraicos parece hablarle al niño elegido, pero también al guerrero infiel. Les habla como la deidad habla en el desierto, con acertijos y zarzas ardientes, con alucinaciones. La serie es tanto una especulación sobre esa pos-humanidad en el exilio como una sobre las ficciones que la nutren.

En una entrevista que dio a un periodista de Newsweek, Guzikowski dijo que en el plan de la serie siempre estuvo presente la idea de que los personajes atraviesan “historias del Antiguo Testamento, viejos cuentos de hadas o mitos griegos, que tocan el mismo tipo de recuerdos genéticos que tienden a crear muchas de estas clases de historias antiguas en las que al final hay una serpiente gigante”.

La nueva temporada de Raised by Wolves supone una incursión en el lado exuberante, tropical del planeta, en el que Madre y Padre buscan el engendro inesperado y monstruoso. Es decir, buscan el “alien” nacido del vientre lechoso de Madre en un paraíso demoníaco, como todos los paraísos. 


Sublimación


Sí, es cierto lo que dice Ridley Scott, Alien se desarrolla en un mundo corporativo y globalizado en el que la división, la gran división gira en torno a los intereses corporativos y los de la humanidad, mientras que Raised by Wolves tiene lugar en un mundo pos-apocalíptico en el que la humanidad busca rearmarse en tierra extranjera a la que traslada su división fundamental.

El personaje central de esa humanidad en el exilio es Madre (pongamos el nombre de la actriz porque es excepcional: Amanda Collin).

Sin embargo, y continuando con la teratología –la teoría de los monstruos– de la saga Alien y la serie, Madre no siempre fue Madre.

En el pasado de la historia de Raised by Wolves, Madre fue una “necromancer”, un ángel de la muerte al servicio de los mitraicos capaz de exterminar poblaciones enteras con el poder de sus ojos y su voz letal. Alguien, al modo en que el “terminator” T1000 (Terminator: Judgement Day, James Cameron, 1991) es convertido en ángel de la guarda del díscolo adolescente John Connor, convierte a esa necromancer en Madre y le otorga una misión en Kepler 22b: refundar la humanidad pero, sobre todo, esa humanidad de los ateos.

Como sucede en la cosmogonía de ciencia ficción de Ridley Scott, ningún personaje puede escapar del pasado (lo vimos en Blade Runner –R. Scott, 1982–, donde los androides creían en una memoria fabricada que habitaban como una fantasía) pero, como los humanos que conocemos hasta ahora, son capaces de construir una mitología capaz de transformar ese pasado en una misión.

De eso trata Raised by Wolves, de cómo la naturaleza horrorosa de ciertos actos humanos podrían cambiar de signo y de cómo la naturaleza artificial de un androide, como en la escena inicial de este texto, puede alumbrar un mundo, es decir, un futuro.

martes, 8 de septiembre de 2020

la expansión del mundo alien

Clayton Purdom | AVClub

Parte de la serie Infinite Scroll, sobre las líneas cada vez más borrosas entre Internet, la cultura pop y el mundo real.

La primera vez que lo notamos transcurrieron unos 20 minutos del primer episodio. Dos androides, llamados inequívocamente Madre y Padre, descendieron en la tundra azulina de un planeta para criar una cosecha de niños humanoides con éxito vacilante. Solo queda uno. Madre y Padre pelean –en principio acerca de cómo reprender a su hijo–, pero la discusión también se ha dilatado, se ha vuelto existencial, como suelen ser estas discusiones. “Pensé que estábamos sincronizados, padre –dice la madre– y permaneceríamos sincronizados hasta que dejemos de operar”. Poco después, cuando le grita que se calle, la saliva se escurre en sus labios y algo parece fuera de lugar, algo que acaso tiñe toda esta serie. Pero entonces aparecen gotas de líquido en la parte posterior del cuello, también fuera de lugar. Pero no es sino hasta el momento en que empala a Padre en el colmillo de monstruo antiguo que uno confirma que estos androides que estuvimos viendo están llenos de leche.

Para una parte nada insignificante de los espectadores de Raised By Wolves, este hecho –androides llenos de leche–, es una intriga suficiente para catapultarlos a lo largo de la esta temporada de 10 episodios. El gancho principal de la serie no es su trama, sino su pedigrí: es el debut como director en televisión de Ridley Scott, en cuyos inicios dio dos golpes con Alien y Blade Runner que aún resuenan en la ciencia ficción unas cuatro décadas después. Esas películas fueron tanto una victoria del diseño de producción como cualquier otra cosa, y una de las singulares innovaciones de Alien, entre una docena más o menos, fue que Ash, el androide de incógnito, un agente secreto a bordo del Nostromo, se les revelaría a los protagonistas a través de gotas de leche que aparecían en su frente, y que, una vez desmontado, no estaba lleno de circuitos o cañerías vaporosas como los androides de la cultura pop que conocíamos, sino que era en parte una desperdicio perlado y viscoso llena de unos fideos, luces entubadas y tentáculos. Orgánico, pero no. Leche en lugar de sangre.

Es una idea tan buena como, digamos, la infiltración del alien a través de una garra que abraza el rostro, y está perfectamente sincronizada con el resto de los horrores psicosexuales de Alien: el diseño fálico y xenomórfico; la amenaza de una fecundación violenta; la forma en que Ash, sudando leche, ataca a Ripley metiéndole una revista porno enrollada en su boca. Es probable que haya una gran cantidad de explicaciones dignas de ver en YouTube que tratan la elección de la leche como el fluido corporal de Ash, pero parte del atractivo perdurable de Alien es la forma en que nunca se extiende sobre el tema. Su legado es su economía. A medida que la serie cambió de manos en las películas subsiguientes, se convirtió en un escaparate para diferentes directores, cada uno extrayendo diferentes elementos del texto residual de Scott: James Cameron expandió el tema de la maternidad en una contienda enjaulada intergaláctica; David Fincher convirtió en arma la estética industrial-chic del espacio profundo; Jean-Pierre Jeunet aportó un sentido de fantasía al potencial de la serie para generar un horror indescriptible y corpóreo.

La serie y sus androides de leche permanecieron inactivos durante 15 años a partir de entonces, hasta que Scott los revivió para un par de precuelas. Prometheus y Alien: Covenant no se recuerdan con especial calidez, aunque me gustaron bastante cuando las vi en el cine, y me gustaron aún más en una revisión reciente, a la luz de Raised By Wolves. Se sienten menos como precuelas de Alien y más como las secuelas que hubiera hecho Scott, ampliando la riqueza que encontró en los temas latentes de la película de 1979: la relación entre los humanos y los dioses que los hicieron; la relación entre los androides y los humanos que los hicieron; y la tensión entre tecnología y religión. Que las precuelas convirtieran al misterioso y aquilino Alien en algo parlante y mítico, más parecido a Star Trek que a The Texas Chain-Saw Massacre, molestó a muchos fanáticos de toda la vida, y me compadezco. Pero Alien llegó completamente evolucionado; solo podría expandirse. Y, aun así, las dos precuelas dan lugar a piezas en un tiempo presente implacable que emergen orgánicamente de los grandes temas de Scott, como la escena del auto-aborto trastornado de Prometheus o la transformación de Covenant a mitad de la película en un thriller erótico entre androides. Aquí cabe que les recuerde la escena de la flauta.

 

Todo esto nos lleva de vuelta a Raised By Wolves, sobre la que especulé febrilmente por lo menos una hora que era una entrega encubierta de la serie Alien, basado solo en la salpicadura de leche que emerge del torso de Padre en el piloto. No lo es, cabe aclarar: las líneas de tiempo no coinciden, la tecnología no es del todo correcta y celebran la Navidad en Prometheus, no lo que dicte la extraña metareligión en Wolves. Y, sin embargo, se siente como una pieza sin dudas relacionada con la ciencia ficción temprana de Scott y sus sucesores más recientes. Todavía nos llevan a preguntarnos deliberadamente con qué sueñan los androides. (La madre afirma que no necesita soñar y, sin embargo, sigue retirándose a una simulación en la que puede acceder a su subconsciente). Todavía estamos contrastando la fe de un androide en su creador humano con la fe de un humano en su dios incognoscible, de un modo que desafía a ambos. (Madre y Padre, ambos ateos declarados, notan que el hijo humano que les queda se siente cada vez más atraído por la religión a medida que mueren sus hermanos). Y todavía estamos luchando, sin descanso, con la paternidad, que parece cada vez más la preocupación que anima a toda la ciencia ficción de Scott, desde hijos pródigos como Roy Batty y David hasta los hijos protegidos y plantados de Covenant y Raised By Wolves. Después de todo, Scott se largó a su carrera en la ciencia ficción con una escena de parto como ninguna otra.


Después del debut con el par de episodios de gran presupuesto y grandes ideas de Scott, Raised By Wolves cambia a algo más familiarmente televisivo en su ritmo y trama; hay mucha discusión sobre la logística entre las distintas partes, los decorados iluminados de azul se vuelven algo familiar, una profecía de algún tipo. Pero la serie sigue viva en la relación entre Madre y Padre, precisamente por el modo que estructuran la trama: como padres. Puede que estén rellenos de leche, pero se enfrentan a la misma mierda con la que lidian todos los padres: infidelidad, inseguridad, miedo al futuro. Scott revela toda la parafernalia de diseño de producción: de la transformación de Madre en el Bowie del 93, al crucifijo flotante banshee que es un sueño de la historieta de ciencia ficción; pero sus temas favoritos, una vez entregados a otros directores (incluido su hijo, Luke), resultan sorprendentemente relevantes en 2020. No hay un padre vivo que no se estremezca cuando Madre relata cómo el ejército religioso mitraico en la Tierra pensó que era un pecado dejar que los androides criaran a sus hijos, particularmente porque, por fuera de la serie, experimentamos el colapso continuo de las redes de apoyo social (como la escuela pública y la familia extendida) que una vez hizo que la carga de criar hijos en el capitalismo tardío fuera manejable. Incluso las más firmes reservas de tiempo de pantalla son las tabletas que se compran con pánico en 2020.

De hecho, es este mismo conflicto, al menos en parte, lo que precipitó el apocalipsis tipo Terminator en la Tierra de Raised by Wolves, y que envió a los humanos al espacio en busca de un nuevo hogar, en primer lugar. Tanto los androides como el ejército mitraico aterrizan en este planeta árido en busca de un futuro para la humanidad, pero a medida que avanza la temporada, queda claro que ambas partes ven a los niños humanos como una batalla por poderes de sus propios sistemas de creencias. Esto se convierte en menos explosiones que hacen volar a las personas y más variaciones cerebrales en los temas característicos del programa, incluida, lo más intrigante, una trama secundaria y ligera sobre el vegetarianismo. (Como dijo una vez el Sr. Rogers, “No quiero comer nada que tenga una madre”). Si eso suena didáctico, no no preocupemos; Raised By Wolves parece deleitarse con las complicaciones y los contrapesos, como suele suceder con la buena ciencia ficción. Y así, por supuesto, no solo los androides están llenos de leche. A mitad del tercer episodio, un soldado mitraico abre una pipa llena de leche y se desgañita anunciando un alerta de “leche” para todos los soldados cercanos, que luego trotan con las tazas en sus manos. Beben la leche, se ofrecen la leche entre sí y continúan con sus asuntos, llenos de leche. No se vuelve a mencionar el tema. Es el momento más extraño de la serie, y también uno de los mejores, una anomalía evolutiva nacida de las ansiedades que Scott ha estado azuzando durante décadas.


Nota bene: Se respetaron todos los hipervínculos de la publicación original en AVClub.