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lunes, 31 de mayo de 2021

qué es la teología política

Bajo el título: “…which begs the question: ‘What is political theology’”, Adam Kotsko escribió este resumen sobre su objeto de estudio, que podría ser también el nuestro:  

por Adam Kotsko | An und für sich

 

A veces siento que estoy del lado equivocado de una disputa terminológica. El término en cuestión es uno que se ha vuelto totalmente central en mi investigación académica: teología política. Hay que admitir que es un terreno embarrado y, por eso, su definición está embarrada. La yuxtaposición de los dos términos y la conexión entre el sustantivo y el adjetivo hace pensar inicialmente en una teología comprometida políticamente (es decir, “política” es la clase de diferencia que distingue a la “teología política” como especie dentro del género “teología”). Si tuviéramos que aventurar una conjetura adicional, podríamos dar con la idea de que se refiere a tratar la política como si fuera teológica: la teología política opuesta a la política teológica. Aunque seguramente ningún lector ingenuo de la frase acertaría con la definición que prefiero: o sea, el estudio de la relación misma entre política y teología, centrado en homologías estructurales e intercambios conceptuales entre los dos campos. En cambio, mientras nos mantenemos en el espacio de “mi” versión, el campo parece converger en significado más obvio, el primero, como hilo conductor.

¿Por qué insisto en la definición menos intuitiva? No es porque refleje mejor los orígenes del campo, aunque lo hace. La Teología Política de Schmitt mezcla hasta cierto punto las tres versiones, pero la tercera versión, contraria a la intuición, es la verdadera innovación y contribución. Sin embargo, y obviamente, Schmitt no se gana nuestra lealtad. Tampoco es simplemente porque he escrito libros usando ese paradigma y no quiero tener que desechar todo ese trabajo, cosa que no tengo que hacer, ya que “mi” enfoque, por cierto, todavía se ve como parte válida de la gran cobertura de la teología política.

Mi insistencia proviene, en cambio, de la creencia de que la tercera definición, contraria a la intuición, brinda la mayor posibilidad de aportar algo distintivo. Esta convicción proviene de dos observaciones. La primera es que la “teología política” no es una especie distintiva del género teológico. Toda la teología es intrínsecamente política. Toda la teología tiene que ver con nuestra vida en común: establece normas de conducta, define a las comunidades en términos de internos y externos, y presenta ciertos reclamos de legitimidad y autoridad. Son solo las idiosincrasias culturales del secularismo europeo post-Westfalia las que nos impiden ver eso al establecer la “religión” como algo separado que debe mantenerse lo más lejos posible de la “política”. Esto no quiere decir que defienda o apoye cualquier forma de política declarada “teológica” en particular; la gran mayoría me parece enormemente destructiva. Pero me opongo a ellos no por la razón formalista de que son “teológicos” y, por lo tanto, no pertenecen a la política, sino por la razón de que son destructivos.

Al final, no existe una posible distinción consistente entre formas religiosas y no religiosas de comunidad y vida política. Dadas las normas culturales que oscurecen este hecho obvio, ciertamente hay un beneficio pedagógico en resaltar el elemento político de la teología. Pero sustancialmente, toda la teología es política y siempre lo ha sido. La “teología política” en ese sentido está aportando solo un nuevo énfasis o un nuevo nivel de transparencia, sin que establezca un campo nuevo o distintivo.

Por el contrario, “mi” versión, que explora los paralelos sincrónicos entre los sistemas políticos y teológicos y el proceso diacrónico por el cual los conceptos “migran” entre los dos, fue una innovación genuina en el momento de su formulación. No surgió de la nada, ya que Schmitt se basó en el enfoque de Weber, pero fue un paso adelante genuino. Y en este rincón del campo los académicos continúan haciendo avances metodológicos y arrojando nueva luz sobre los fenómenos históricos de formas que probablemente proporcionen mojones intelectuales más duraderos que cualquier intento dado de, por ejemplo, imaginar cómo entre los Padres de la Iglesia habrían respondido a un debate político contemporáneo.

Pero ese mismo ejemplo muestra uno de los inconvenientes percibidos de “mi” versión: su calidad puramente crítica o diagnóstica, que no parece tener ningún beneficio político real. Admito que esta crítica, en la medida en que insistimos en tomarla como una crítica, se aplica a mi propio trabajo en teología política, que ha sido casi enteramente de carácter crítico hasta ahora. Sin embargo, creo que haríamos bien en mantener cierta distancia de su aplicación o de las soluciones hasta que comprendamos el alcance total del problema, y ​​eso es algo para lo que se nos plantean muchos problemas si insistimos en encontrar soluciones “teológicas” a los problemas “políticas”. La razón de esto es que tales actividades –ya sea que las lleven a cabo tradicionalistas o liberacionistas– están destinadas a buscar la “buena versión” del cristianismo (o cualquier tradición religiosa en la que estén trabajando, aunque el cristianismo sigue predominando). De hecho, existe una persistente tentación de ver las “malas versiones” del cristianismo como algo diferente al cristianismo “real” y, por lo tanto, irrelevantes.

Al contrario, insisto en que las “malas versiones” del cristianismo son realmente versiones del cristianismo. Que realmente responden a temas y tensiones dentro de la tradición. A veces, muy a menudo, lo hacen de manera oportunista y de mala fe, pero no están simplemente inventando cosas. Son parte de la tradición cristiana y los teólogos cristianos deben responsabilizarse por ello. Pero en su mayoría se niegan a hacerlo, por lo que necesitamos teólogos políticos como yo para tomar el relevo.

El hecho abrumador de la era moderna es que la Europa cristiana conquistó y explotó sin piedad casi todos los rincones del mundo, cometiendo crímenes históricos sin precedentes y casi inimaginables en el camino. Los cristianos establecieron la trata transantlántica de esclavos, secuestrando seres humanos, enviándolos a grandes distancias y trabajándolos hasta la muerte a escala industrial durante siglos. No solo creían que esta actividad era compatible con su fe cristiana, sino que a menudo desarrollaban justificaciones teológicas explícitas para ello. Se podrían presentar historias similares en ámbitos como el colonialismo, el establecimiento del capitalismo industrial, la devastación del medio ambiente y, para ser franco, casi todos los demás problemas sociales, políticos y económicos graves que enfrentamos.

Esto no puede ser simplemente un error o un malentendido. No dudo que hay elementos redentores, subversivos e incluso revolucionarios en el cristianismo, ni creo que podamos simplemente deshacernos de una parte tan importante de nuestra tradición cultural y “empezar de cero”. Sin embargo, hasta que no tomemos cabal medida de la contribución cristiana al desastre rodante que llamamos con ironía el mundo moderno, los intentos de reapropiación de la herencia cristiana serán increíblemente arriesgados. Ese riesgo es sin dudas mucho menor entre las comunidades cristianas no blancas y no occidentales –y destacar tales enfoques de la teología es el mayor beneficio particular de la hegemonía del modelo de una “teología comprometida políticamente” dentro del campo–, pero incluso en tales casos sigue siendo real.

Al final, tal vez nos decidamos de una vez por todas por la versión “buena” del cristianismo, así como podríamos descubrir cómo desechar todo el “bagaje teológico” para llegar a un mundo verdaderamente secular. Pero me parece más probable que encontremos que el gesto de separar la buena versión del cristianismo de la mala es parte integral de la supremacía cristiana que suscribió el colonialismo y la esclavitud o que el deseo de purificar la secularidad de la escoria teológica es algo profundamente religioso. En otras palabras, asumo que, si somos verdaderamente honestos acerca de nuestros sistemas políticos y teológicos, nuestro alboroto será erradicado, así la teología política, en el sentido puramente diagnóstico y crítico, está en su mejor momento cuando se apronta para matar a todos los alborotos sin piedad.

 

Nota bene:  se respetaron todas las itálicas del original.

martes, 17 de marzo de 2020

aclaraciones


Nota del traductor (Adam Kotsko)*: Giorgio Agamben me pidió que tradujera este breve ensayo, que sirve como respuesta indirecta a la controversia en torno a su artículo sobre la respuesta al coronavirus en Italia (aquí está la pieza original en italiano y aquí una traducción al inglés). [Nota bene al final] 


El miedo es un mal consejero, pero hace que aparezcan muchas cosas que pretendíamos no ver. El problema no es dar opiniones sobre la gravedad de la enfermedad, sino preguntar sobre las consecuencias éticas y políticas de la epidemia. Lo primero que la ola de pánico que paralizó al país muestra es que nuestra sociedad ya no cree en otra cosa que la vida desnuda. Es obvio que los italianos están dispuestos a sacrificar prácticamente todo: las condiciones normales de vida, las relaciones sociales, el trabajo, incluso las amistades, los afectos y las convicciones religiosas y políticas, por el peligro de enfermarse. La vida desnuda –y el peligro de perderla– no es algo que une a las personas, sino algo que las ciega y las separa. Los otros seres humanos, como en la plaga descrita en la novela de Alessandro Manzoni, ahora sólo son vistos como posibles propagadores de la plaga a los que uno debe evitar a toda costa y de los que uno necesita mantenerse a una distancia de al menos un metro. Los muertos, nuestros muertos, no tienen derecho a un funeral y no está claro qué sucederá con los cuerpos de nuestros seres queridos. Nuestro vecino ha sido suprimido y es curioso que las iglesias guarden silencio sobre el tema. ¿En qué se convierten las relaciones humanas en un país que se habitúa a vivir de esta manera por quién sabe cuánto tiempo? ¿Y qué es una sociedad que no tiene otro valor que la supervivencia?

domingo, 7 de octubre de 2018

mentira, neoliberalismo y política

Ya dijimos acá que la meta de la teología política es inquirir por la genealogía y legitimidad del poder. En su última entrada en su blog, Adam Kotsko puntualiza algunas de estas cosas. Bajo el título "Mentiras y neoliberalismo" escribe:

"Bajo el neoliberalismo, la mentira se convierte en uno de los rasgos aceptados de la conducción política. La única meta no es otra que instrumentalizar la legitimidad democrática, con el fin de acceder al poder para tomar las decisiones que hagan falta y que las personas comunes nunca pueden entender o de las que nunca pueden ser persuadidas.


"El hecho de que Obama fuera asombrosamente honesto en comparación con todos los presidentes en la memoria reciente contribuyó a su debilidad, porque estaba rodeado de los mentirosos y los tramposos habituales. Pensó que podía hacer que el consenso neoliberal fuera legítimo una vez más, en lugar de una opción sólo por defecto que se sostenía en un repentino “vuelco” y su demonización. Aunque encaja el hecho de que las mentiras que impulsaron a Trump a la presidencia se refiriesen en particular a Obama, así como su impulso hacia la presidencia se realizó de una manera que democráticamente es ilegítima.

"Como otras veces, Trump es la parodia del consenso neoliberal, que nos muestra la verdad de su insolvencia intelectual y política. Y la respuesta de los demócratas neoliberales no es movilizar a la población en protesta, no tomar medidas directas contra una estructura política a todas luces  ilegítima, sino duplicar el elitismo y la tecnocracia al imaginar que de alguna manera el FBI va a salvarnos." 

viernes, 13 de abril de 2018

libertad


Bajo el título “La libertad no es gratis” (“Freedom isn’t free”), Adam Kotsko publicó este jueves en su blog:

“Una recomendación: cada vez que alguien use el término «libertad» de un modo que parezca hipócrita, intentemos sustituirla por «privilegios tradicionales» (y, cuando use «libre», por «tradicionalmente privilegiado»). El verdadero significado aparecerá a menudo en su lugar.

“Un gran ejemplo es el debate sobre la «libertad de expresión», cuando nos sorprendemos al descubrir que los reaccionarios usan el término de modo oportuno a favor suyo, sin que les importe los derechos de libertad de expresión de los activistas pro-palestinos, comunistas, etc., simplemente hagamos el cambio designándolo como «expresión de privilegios tradicionales» y voilà, ¡todo se vuelve transparente!”

domingo, 21 de enero de 2018

teología política, una lista de lecturas

Adam Kotsko nos tira acá una lista de lectura de teología política. (Todos los enlaces fueron agregados en esta entrada.) Dice:

“Algunos amigos de Facebook me preguntaron cuál era mi 'canon' personal sobre teología política y creí que sería un buen tema para postear en el blog. Esta lista, como cualquier intento de canon, no sólo refleja el estado de un campo sino que apunta a cambiarlo. No sólo aborda lo que es la teología política, también lo que podría y debería ser. Mientras que algunas de mis elecciones son presumiblemente obvias, otras expresan mi convicción de que la teología política debe apañárselas con interrogantes económicos, de raza, género y sexualidad; de que nuestro orden neoliberal contemporáneo es un orden de teología política, de que la teología política es una disciplina genealógica, y de que la raíz de la teología política no homologa política y teología, sino el problema que motiva a ambos, en términos políticos, al problema de la legitimidad y, en términos teológicos, al problema del mal. En otras palabras, esta podría ser una lista de lectura para entender el estilo de teología política que practico en The Prince of this World y Neoliberalism’s Demons (traducción al español acá). Pero, más allá de eso, es el intento de reagrupar el cuerpo de obras que pueden tener una productiva lectura una en contra de la otra.
Imagen tomada de Itself.
He aquí la lista en algo así como un orden cronológico:
1.       Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral: Muchas de las preguntas clave de la teología política –el complejo cruce entre moral, religión, economía y poder, tanto como las diferencias étnicas y raciales– forman parte del frente y el centro en este texto, que también ofrece las bases del método genealógico.
2.       Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo: Las anteojeras convencionales de la teología política, que define lo político excluyendo lo económico, es lo único que evita que este texto sea un clásico obvio en la materia. Todo lo que esperamos de un estudio teológico político está presente en este texto, y la exclusión es aún más atroz cuando reconocemos cuán profundamente weberiano resulta Schmitt (precisamente porque también es profundamente anti-weberiano).
3.       Carl Schmitt, Teología polítca: se me reirían en la sala si no incluía esta, y con razón. Viví durante años aquí en la tensión de la promesa del proyecto de investigación de Schmitt y las luces de giro que lo llevarían a un destructivo callejón sin salida.

miércoles, 11 de octubre de 2017

todo Dios quiere morir

Traduzco de Itself la entrada “Every God wants to die: belated reflections on Westworld” ("Todo Dios quiere morir, reflexiones tardías sobre Westworld")


En el momento en que Westworld se puso al aire, no me interesaba. Acaso culpa de la publicidad que se le dio, que presentó la serie como una sucesión del estilo anclado en la magnitud de Game of Thrones –también la premisa la hizo sonar como si resultara de la misma explotación nihilística de Game of Thrones. La cosa entera sonaba agotadora, todo ese asunto que suponía que el espectáculo seguro iba a atraer un alto nivel de atención de la cultura crítica en línea.

Marquen este día en el calendario, porque podría muy bien ser la primera vez que alguien en Internet admita abiertamente que estaba equivocado. Westworld es absolutamente excelente. Creo que hubiera sido divertido participar en especulaciones acerca de dónde la trama viró hacia eso que sucedió, y mientras tanto, probablemente podría haber ignorado la mayoría de los artículos preocupándose acerca de si a cada personaje se le dio el nivel correcto según el protagonismo de cada escena, etc.

martes, 7 de marzo de 2017

los demonios del neoliberalismo

[Junto con Fernanda Frola y Victoria Alma Salinas tradujimos esta conferencia sobre el demonio y el neoliberalismo que Adam Kotsko dio en la Universidad de Tennessee, en la ciudad de Knoxville, y en varias universidades de Australia y Nueva Zelanda incluida la Escuela Continental de Filosofía de Melbourne. El original en inglés fue publicado en su blog el 27 de septiembre de 2016. El mismo Kotsko nos dio permiso para publicarla.]
Esta conferencia representa el desarrollo de un proyecto en el cual he estado trabajando por muchos años: la reinterpretación del demonio desde la perspectiva de la teología política. El año pasado completé la primera fase del proyecto, una genealogía histórica del demonio, desde el desarrollo de la figura, con sus raíces en la tradición bíblica hebrea hasta su rol decisivo en el cristianismo medieval en occidente.
Mi tesis es que el demonio es al mismo tiempo una figura teológica y política, de la misma manera que el Dios en la biblia hebrea (y por lo tanto el del cristianismo) es también una figura teológica y política. Dios es concebido como el gobernante directo de los israelíes –Él garantiza supervivencia, los libera de la esclavitud, les provee el código legal y les asegura un territorio para ellos. Todo lo que hace un gobernante en la tierra, él también lo hace. Pero con el tiempo, los autores bíblicos se mostraron cada vez más convencidos de que Dios nos es meramente el gobernante de Israel, sino que, de alguna manera, es el de todo el mundo. Y esto significa que sus verdaderos rivales no son los dioses paganos –quienes generalmente son descartados por ser ridículamente inadecuados, estatuas hechas de piedra y madera–, sino los otros que pretenden gobernar el mundo.
En el libro sostengo que todavía estamos viviendo, de alguna manera, en una versión de la “minoría monoteísta” que surgió en Israel y que si queremos entender la relación entre el cristianismo medieval y la modernidad secular, la perspectiva más productiva es la de los problemas políticos-teológicos que surgieron alrededor de la figura del demonio. Y ahora que mi libro ha establecido la genealogía histórica en términos generales, quisiera ajustar el foco y mostrarles cómo mi tesis puede ayudarnos a entender la dinámica del neoliberalismo como una manifestación extrema y autodestructiva del paradigma moderno secular político-teológico.
Una de las ilustraciones de William Blake del Libro de Job. Imagen tomada de WikipediaEl resto de las imágenes fueron tomadas de la misma fuente. 

sábado, 7 de enero de 2017

el juicio express

La entrada se titula Crítica del juicio. La firma Adam Kotsko y dice:

Acaso todos vimos Red Social, o al menos escuchamos hablar de cómo se desarrolla la escena original de Facebook. Una noche, un aburrido Mark Zuckerberg utiliza su habilidad para tipear muy rápido y crea un sitio web para juzgar la calidez de las mujeres de Harvard. Resulta tan popular que amenaza con derribar toda la red informática de Harvard. Aquí estaba el núcleo de Facebook, con un anticipo de su éxito mundial.

Si bien se convirtió en algo mucho más complejo que sus raíces en “fuerte o no”, Facebook sigue siendo una tecnología para el juicio. El gesto de cero compromiso en Facebook es hacer clic en “Me gusta”, un juicio positivo que se diversificó hace poco para permitir expresar una serie de juicios que corresponden a la gama de emociones que aprendemos a nombrar en el jardín de infantes. La gente le encontró muchos otros usos –después de todo es un medio discursivo flexible– pero meollo del asunto sigue siendo ejercer el juicio. Es la cosa más fácil de hacer en Facebook, casi sin esfuerzo.
Imagen tomada del blog de Nick Irving.

Intentar que Facebook haga cualquier otra cosa puede ser difícil. Por ejemplo, algunas personas tratan de convertirlo en una tecnología para compartir enlaces interesantes. Pero, de hecho, esto se convierte en la actividad de juzgar esos vínculos, compartiéndolos sin leer, por ejemplo, para expresar la aprobación del mensaje anticipado (o para incitar a la desaprobación entre los compañeros). Algunas personas tratan de convertirlo en un foro de discusión abierta, pero también allí la inercia del juicio es fuerte. Una verdadera discusión requiere un cierto grado de distancia crítica, una voluntad de contemplar opiniones desconocidas e incluso opuestas en aras de la discusión –pero la inscripción en la caja misma del comentario ya es una pequeña imagen de uno mismo. De hecho, a medida que uno se desplaza hacia abajo en la página, verá su propia imagen una y otra vez, haciendo de cada cuadro de comentarios un espacio para que uno se afirme a sí mismo y sus opiniones y sus preciosos, preciosos juicios. Y si los juicios de otras personas aparecen en ese espacio, eso le brinda la oportunidad de juzgarlos.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

series y novelas

Ya decíamos que las series son las novelas contemporáneas. También lo dice Adam Kotsko, nuestro teólogo de cabecera, en una entrada de su blog, "La obra literaria en la era de Netflix":
«La novia y yo estamos en mojones distintos de las Novelas napolitanas de (Elena) Ferrante. Los dos terminamos el cuarto volumen de My Struggle (Min Kamp), de Knausgaard. Estoy seguro de que muy difícilmente seamos la única pareja que se haga camino a través de semejantes sucesos internacionales de la literatura, que incluso a menudo aparecen asociados. De algún modo, este fenómeno es enigmático, porque el lazo entre los dos –el detalle de la memoria– no es algo único de cualquiera de ellos; en todo caso, el foco que hace Ferrante en su amiga Lila es radicalmente diferente del foco obsesivo de Karl Ove (Knausgaard ) sobre Karl Ove.  

«¿Por qué Knausgaard y Ferrante resultan precisamente una suerte de amantes literarios? Se me ocurre que la razón es precisamente el hecho de que ambos se produjeron series, y la tropo serie es la forma en que firma nuestra época. No pienso sólo en el modo en que la ficción para adultos jóvenes, de manera notable Harry Potter, moldeó las hábitos de lectura de los que ahora son adultos (además de los adultos que los leen siendo ya adultos –aunque esto es obviamente importante, en la medida en que se desplegó la forma serie una vez empollada en cierto reducto de la ciencia ficción y la fantasía–). No, incluso más que eso, estoy pensando en los dramas de alta calidad de la tevé por cable que están reemplazando de hecho a la novela para muchos trabajadores del conocimiento contemporáneos (y aquí, hasta cierto punto, debo incluirme a mí mismo no sin vergüenza).
«Estamos acostumbrados a invertir tiempo en la emisión de programas de televisión, pero sólo si de vez en cuando "se vuelven buenos" y por lo tanto pueden prometernos una recompensa cada vez mayor a nuestros esfuerzos mientras nos sumergimos en ellos. La ficción literaria se ajusta mal a esta perspectiva, porque tan pronto como uno logra sentirse inmerso ya terminó y hay que empezar de cero. Incluso en las películas taquilleras el formato unitario se vuelve insoportable, y a medida que las "franquicias" dominan la escena, ¿cómo se espera que deberíamos soportar el retorno de una inversión tan pobre en mano de obra?
«Lo que se da es que la gente habla de estos dos eventos canónicos de la literatura del mismo modo que habla de las series.
«“Hay que ser paciente con la primera parte [del libro / la temporada], se pone buena en el último tercio” –¿estamos hablando de Ferrante o de Boardwalk Empire? Lo mismo sucede con la lealtad: no sé si conocí a algún lector de Knausgaard que no se halla metido en su lectura a largo plazo, a pesar de que es ampliamente reconocido que la calidad decrece en los volúmenes 3 y 4.
«En una época en la que la televisión se siente como literatura, queremos que nuestra literatura se sienta como la televisión.»



viernes, 9 de septiembre de 2016

¡es el neoliberalismo, estúpido!

Leo y traduzco a Adam Kotsko, "¡El verdadero problema con la Fundación Clinton: es el neoliberalismo, estúpido!", en su blog:
Imagen tomada de la Clinton Foundation.
Me estoy cansando de los gestos vagos acerca de cómo la Fundación Clinton “plantea cuestiones acerca de” Hillary Clinton y sobre las influencias a que está sujeta. No es que se trate de preocupaciones infundadas, pese a que muchas veces parecen exageradas –¿quién de nosotros parecería tener razón si un observador hostil tuviera acceso a nuestros archivos de correo electrónico? El problema es que los árboles tapan el bosque. Lo que en apariencia muestra a la Fundación Clinton potencialmente corrupta –la combinación de intereses estatales y financieros en proyectos de caridad– no puede resolverse con la refutación de cualquier acusación individual de tráfico de influencias. El problema es el modelo de gobierno neoliberal que encarna la Fundación Clinton.Los Clinton están “contactando” a varios “accionistas” para resolver problemas, pero no son demasiado exigentes en lo que concierne a la línea entre los sectores públicos y privados u otras divisiones tradicionales del poder. La secretaria Clinton podría priorizar los donantes en el Departamento de Estado porque esos donantes son las personas que están contribuyendo a causas que iba a perseguir ya sea dentro o fuera de la administración. No importa cuál sea su papel oficial, ella está tomando un enfoque neoliberal clásico, ostensiblemente postideológica, una aproximación de “resolución de problemas” que “aprovecha” todos los recursos disponibles. 

Debemos recordar que los demócratas de Clinton son sobre todo meritocráticos, lo que significa que confían en que tanto las instituciones de autoridad tradicionales y los mercados favorecen a las personas “más inteligentes”. Y en el modelo neoliberal, la “lucidez” es transferible, por lo que alguien que hizo una fortuna por fuera de los modelos de licencia estándar y dentro de un sistema que opera en territorios desleales, encaja naturalmente en cierto esquema educativo, por ejemplo. ¿Por qué no “le tenderías una mano” a los multimillonarios de la tecnología, o los financistas que ya están hechos? ¿Quién más te gustaría que se siente a la mesa?

Desde afuera parece corrupción, pero desde adentro se trata de las mejores prácticas. A quienes de verdad les preocupa la Fundación Clinton, lo que les preocupa es el neoliberalismo, lo contrario sería mala fe

miércoles, 27 de abril de 2016

medioevo y modernidad en teología política

En su última entrada, Adam Kotsko lo pone de este modo:
Una de las preocupaciones de la teología política es la relación entre el cristianismo medieval y la modernidad secular.
La primera pregunta a hacerse es si una continúa a la otra. Para algunos teóricos, no hay continuidad: el ingreso a la modernidad es una ruptura cualitativa. La modernidad tiene su cosa propia y no debería juzgarse en los términos de la herencia cristiana que la precedió. Según lo entiendo, Blumenberg es acaso el defensor más destacado de este punto de vista.
Si asumimos seriamente que el cristianismo medieval y la modernidad secular tienen continuidad, entonces la pregunta sería si la modernidad es algo bueno. Si la respuesta es sí, surgen dos opciones acerca de cómo ver el cristianismo. La primera es decir que el cristianismo era malo y nos alegra que la modernidad lo haya superado. En la medida en que la modernidad conserve elementos cristianos, éstos deben purgarse tanto como sea posible. Esta es la tendencia sin duda hegemónica hoy en día. La segunda es argüir que ya que la modernidad es buena, el cristianismo, que en cierto sentido llevó a ella, debe haber sido bueno también. Aquí podemos pensar en Hegel o en la "era heroica" del protestantismo liberal (Harnack, Ritschl, etc.).
Si respondemos que no, que la modernidad no es algo bueno, entonces también tenemos dos opciones. La primera es afirmar que el cristianismo era bueno y resultó una mala idea desviarse de él. Podríamos asociar a este punto de vista a la ortodoxia radical y, no sin discusión, con Schmitt. La segunda es apuntar que el cristianismo también era malo, y por lo tanto era natural que condujera a algo tan malo como la modernidad. Esta es la posición de Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, así como de Nietzsche, Foucault y, probablemente Heidegger y Agamben.
¿Alguna conjetura acerca de qué tendencia describe mejor mi trabajo?

miércoles, 30 de marzo de 2016

la grieta trump

En su blog Itself, el teólogo, filósofo y traductor Adam Kotsko (hay varias entradas con sus traducciones de Giorgio Agamben o Michel Foucault entre muchos otros), reflexiona sobre lo que se ve venir en Estados Unidos como la gran confrontación entre el candidato republicano, Donald Trump, y acaso la impopular Hillary Clinton por los demócratas.
En una entrada que lleva las etiquetas: “valores familiares” y “políticas del absurdo”, Kotsako da cuenta de una suerte de brecha o grieta que comienza a abrirse en la sociedad estadounidense en torno a las candidaturas de las próximas elecciones presidenciales, el 8 de noviembre de este año.

Escribe Kotsko: “Si Trump es un fascista, si es un potencial Hitler americano, ¿cómo respondemos cuando los miembros de la familia lo apoyan? Por ejemplo, supe que un pariente mío, que era muy próximo cuando yo era niño, es partidario de Trump. También me enteré de otro, uno con el que nos mantuvimos cerca a lo largo de los años, no le gusta Trump, pero lo votaría antes que a Hillary Clinton.
“¿Sería apropiado decirle a estos familiares míos que su juicio moral se está deteriorando de un modo tan siniestro que preferiría no tener más contacto con ellos? Si no es ahora, ¿qué pasa cuando llegue a la nominación? ¿Estoy obligado a amenazar que si votan afirmativamente por Trump, y no tienen la suficiente vergüenza para mentirme sobre ello, nunca más volveré a hablar con ellos?
“¿Es este el momento en que la tolerancia al tío conservador se pasa a ser un vivo rechazo a reunirse con él en el Día de Acción de Gracias, ahora que se manifestó un votante de Trump?
“¿Y si tuviera hijos? ¿Estaría en mi derecho de decir que los partidarios de Trump en mi familia nunca verán a mis hijos de nuevo, porque no quiero que mis hijos estén alrededor de tales personas, no quiero que los influencien personas que pueden ser seducidas por semejante espanto?
“Estas medidas parecen duras, pero si realmente Trump es un mal “sui generis”, lo que sigue son medidas difíciles y sin precedentes. Si no estamos dispuestos a realizar y llevar a cabo este tipo de amenazas, ¿significa que en realidad no lo vemos como un mal sui generis? ¿Que esto es sólo la última cosa que estamos dispuestos a contemplar por el bien de la paz familiar y evitar la estupidez social?”

lunes, 18 de enero de 2016

la música de "the leftovers"

Mi amigo Gustavo Ng tradujo una de las entradas de Adam Kotsko sobre una de las series que más nos gustan. Dice:
"Para mí una de las cosas más impactantes de The Leftovers es la música. La firma gestual de la banda sonora es el despliegue de una versión "culta" de una canción pop –por ejemplo, el arreglo para piano de “Where is My Mind” o el cover lento y melodramático que hace Lo-Fang de “You’re the One That I Want” de Grease. Este último sólo se produce una vez, en un momento en que el espectador empieza a preguntarse si el amor entre dos personajes principales es meramente circunstancial (básicamente una versión más dramática y plena de la aventura de verano de un adolescente).
El primero es un estribillo más constante, que a veces suena como el comienzo de la propia "música de piano dramática" de la serie y, a veces las transiciones en grabación original de Pixies. Aquí creo que se supone que debemos escuchar una referencia El Club de la Pelea, dado que el personaje de Justin Theroux está viviendo una doble vida (aunque casi nunca vemos inmediatamente la versión disociada, y mucho menos las dos versiones interactuando como sucedía entre Ed Norton y Brad Pitt ). Dado que tantos de los problemas de los personajes se centran en una tensa relación con el Remanente Culpable, también podríamos ver ese culto como una evocación de la más militante Club de la Pelea de la segunda mitad de la película. Al igual que con la evocación de Grease, sin embargo, en ambos casos, los riesgos son mucho mayores, ya que se trata de un evento apocalíptico antes que de un hastío sin nombre.
Más que cualquier referencia intertextual específica, sin embargo, creo que este gesto clasificatorio de la música pop o películas de culto refleja lo que el espectáculo en su conjunto está haciendo. Después de todo, ¿qué idea podría ser más grasa o de clase baja desde la perspectiva del drama culto por cable que el tropo cristiano fundamentalista del Rapto? ¿Qué podría estar más lejos de las aspiraciones culturales de la audiencia de HBO que las novelas y películas de The Left Behind?"

viernes, 28 de agosto de 2015

capitalismo y esclavitud

Copio y traduzco un texto de Adam Kotsko en su blog ("Deseo de esclavitud") para comentar la serie Humans, que vimos hasta hace dos semanas y ahora AMC anuncia que emitirá a nivel global en octubre.
Humans transcurre (como es ya una marca en muchas series) en un presente alternativo en el que la humanidad desarrolló a la perfección los robots al punto de volverlos casi humanos. En ese mundo (igual al nuestro en el uso de los aparatos tecnológicos y el consumo) los robots, que lucen en casi todo igual a los humanos, son los que desarrollan las tareas más automatizadas del hogar, desde limpiar la casa, atender en oficinas públicas o brindar satisfacción sexual.
Imagen tomada de Vulture.

Pero un grupo de robots, creados por el creador de la nueva tecnología robótica, ya muerto, intenta abrirse un lugar en el mundo más allá de las tareas a las que los programaron los humanos. Poseen inteligencia artificial y su primera batalla es por el libre albedrío.

Escribe Kotsko:
La ciencia ficción está llena de fábulas que advierten acerca de la automatización total: Skynet (Terminator), la matrix, los cylons (Battlestar Gallactica), etcétera. También abundan los experimentos mentales acerca de la inteligencia artificial, como el personaje Data, de la serie Star Trek: The Next Generation. Creo que estos temas cobran más sentido si se los observa en conjunto porque dejan en claro que las historias sobre la automatización total son relatos acerca de la esclavitud y, sobre todo, son historias acerca de las revueltas de esclavos. El deseo de la automatización total es un deseo de esclavitud. Lo que las narraciones sobre personajes como Data nos enseñan es que si la máquina puede hacer un trabajo humano sin la intervención humana, entonces esa máquina es funcionalmente humana. Desde esa perspectiva la reversión de Battlestar Galactica de 2004 no trata simplemente sobre la Guerra contra el Terrorismo (War on Terror), sino de la Guerra contra el Terrorismo como una revuelta de esclavos.
Desde los albores de la historia el hombre intentó crear un subhumano que pudiese ser justamente esclavizado. El hombre creó la idea de la mujer como un humano inferior destinada a la sumisión, creó al negro como una criatura hecha para la servidumbre. El problema con esas creaciones anteriores es que se apoyaban sobre la base de un ser humano real, pero ahora el hombre blanco desea crear un verdadero esclavo desde cero, una máquina creada por el hombre que debería su existencia al hombre blanco y viviría para servirle.
Pero algo dentro nuestro parece entender mejor: no podemos imaginarnos la creación de un esclavo sin la revuelta de esclavos.
Cuando leemos relatos sobre la inteligencia artificial, nos reímos de que el guionista no haya visto en apariencia Terminator, pero creo que hay un problema más profundo: es erróneo crear una raza de esclavos. Y hay algo dentro nuestro que se da cuenta de eso, que es lo que lleva a que los Cylons se vuelvan de modo gradual cada vez más humanos que los mismos humanos. Una raza capaz de crear los cylons merece ser borrada, porque es de veras peligrosa.
La solución a los problemas de la humanidad no es permitir que todos se vuelvan amos, como tampoco es permitir que todos se vuelvan capitalistas que viven del trabajo de otros (como en una combinación de la automatización completa y los ingresos económicos garantizados). El problema no es que no todos sean un amo, o un capitalista. El problema es el amo y el capitalista. O, para decirlo de manera más radical (y creo que es esto a lo que nos conduce Agamben con su investigación sobre la esclavitud en The Use of Bodies -El uso de los cuerpos-): el problema no es el subhumano, sino el humano. El problema no es la deshumanización como la misma humanización.

Hasta ahí Kotsko.
Agrego: si el zombie es el monstruo de la biopolítica, el robot es su ideal.