socio

"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

jueves, 31 de octubre de 2013

un bebé

Nos pareció que este enternecedor título de Télam merecía que nos hiciéramos eco de la noticia: "Gioja ya come puré y gelatina y cada vez respira más tiempo solo". La agencia oficial nos informa que el gobernador sanjuanino, quien se vino abajo en el helicóptero de gobernación el 11 de octubre pasado, "empezó a consumir alimentos blandos y líquidos por boca, mientras aumentan cada día más los períodos en que está sin asistencia mecánica respiratoria, según el último parte médico".
Fotografía de Télam.

domingo, 27 de octubre de 2013

satélite

La noticia llegó por correo pasadas las 16: Lou Reed murió este domingo a los 71 años. Las circunstancias (un transplante de hígado cuando comenzó el 2013, etcétera) me interesan poco. Recuerdo que en 1995, cuando viajaba a Cruz Alta, escuchaba casi con devoción Magic and Loss, cuyas canciones referidas a amigos muertos o enfermos, deben haber vuelto a la cabeza de todos sus seguidores este domingo. No lo escuché demasiado desde entonces. Me causó alguna cosa indefinida su casamiento con Laurie Anderson en 2008. Como si fuera el colmo de algo. De sus canciones más viejas, las que se siguen versionando, desde "Walk on the Wild Side" a "Satellite of love", recuerdo, sobre todo, una gramática que no existía en las letras y la música de, por ejemplo, The Who o cualquiera de las bandas que uno podría poner más cerca: hecha de fragmentos que celebraban algo inmediato, cercano y volátil. De él aprendí cierto desencanto con el que escribo todavía. Si vivo, en los último tiempos, era un cometa apagado, muerto es uno de los "satélites del amor" que orbitan mi discreto planeta. Hasta la vista, Lou.

bonavena

Si comiera hamburguesas, éste sería el único lugar al que iría, en Vélez Sarsfield y Monteagudo.

sábado, 26 de octubre de 2013

sombras nada más

La cuarta temporada de The Walking Dead (lleva hasta hoy dos episodios) es por ahora un embole. Es que muerto Shane Walsh y Merle, desaparecido el Gobernador, la serie se quedó sin villanos o, peor, los villanos son la sombra misma de los zombies que cada personaje acarrea en su cuerpo.

domingo, 20 de octubre de 2013

la torre de david

Como dijimos ya, el tercero y más intenso episodio de la tercera temporada de Homeland transcurre en "La Torre de David", en Caracas, Venezuela, donde el Sistema Bolivariano de Comunicación e Información (Sibci), "difundió un artículo de opinión a través del cual critica la emisión" del capítulo. Es que el edificio a medio construir, convertido en la villa miseria más alta del mundo, según reza el documental que puede verse en esta entrada, donde en realidad se filmó el episodio, no está en Caracas sino en Puerto Rico, como le refiere Damian Lewis a un periodista del Hollywood Reporter
En uno de los textos que pueden leerse en latorrededavid.blogspot.com, un texto firmado por Emily Avendaño anota a propósito de un trabajo documental realizado durante unos tres años: «Una ciudad que presume de ser moderna, cuenta entre sus espacios con múltiples invasiones y edificios inconclusos.
«En un punto de Caracas ambas condiciones se unen de manera monumental, tal y como pretendía ser la obra original: el Centro Financiero Confinanzas, tercer edificio más alto de Venezuela por detrás de las torres de Parque Central­, proyectado para ser la sede de importantes grupos financieros y, actualmente, inconcluso.
«En opinión de Ángela Bonadies, artista que desde hace tres años documenta junto con Juan José Olavarría el devenir del edificio, "la torre representa una yuxtaposición de ruinas, una empinada construcción que podría verse como el amontonamiento de todos los cheques sin fondo de la política venezolana".
«La documentación de la Torre Confinanzas comenzó con un tanteo: primero desde fuera, luego entraron con un periodista y después solos. Cuidadosos de no ser invasivos, tomaron muchas fotos, pero sólo a quienes lo permitían y con quienes habían conversado.
«Finalmente, decidieron no ir más para evitar convertirse en turistas del concreto y asumir una postura más reflexiva.
«La torre terminó siendo para ellos una metáfora del país. "En ella podemos ver las promesas incumplidas, el populismo que nos asfixia, la convivencia de estructuras, el caudillismo que impera en las organizaciones venezolanas, la necesidad".»

sábado, 19 de octubre de 2013

homeland: teología política

Podría decirse que la tercera temporada de Homeland empezó con el tercer episodio, "La torre de David" (el lugar existe, tal como lo presenta el episodio) en la que escuchamos o desde la que escuchamos el llamado teológico político de la serie. Es que desde el final de la segunda temporada, cuando vuelan el edificio de la CIA, cambia el paradigma ficcional de la serie: ya no es más esa cosa inminente del ataque, manejado desde las sombras y la intimidad de una política que hizo centro, hizo foco, se concentró en la vida privada y familiar de los americanos (la vida privada, secreta –por íntima y por religiosa–, es una cuestión de Estado), sino la cosa inmensa, abisal e ingobernable desde la diégesis de la serie, del gran atentado, del hueco que quedó luego de que atentaran contra el cuartel de la central de inteligencia. Pero "La torre de David" vuelve sobre el secreto. De nuevo Damian Lewis es un "prisionero de guerra", de nuevo está en la deriva existencial y ontológica, de nuevo eso que es políticamente se "confunde", muta en lo que es espiritualmente.
Veremos.



miércoles, 16 de octubre de 2013

la post miseria

Fue Florencia Coll quien me señaló la entrevista y me pasó el enlace. Allí, el capo mafioso paulista Marcos Williams Herbas Camacho, alias Marcola, responde a la pregunta ¿tiene miedo de morir?: "Ustedes son los que tienen miedo de morir, yo no. Mejor dicho, aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y matarme, pero yo puedo mandar matarlos a ustedes allí afuera. Nosotros somos hombres-bombas. En las villas miseria hay cien mil hombres-bombas. Estamos en el centro de lo insoluble mismo. Ustedes en el bien y el mal y, en medio, la frontera de la muerte, la única frontera. Ya somos una nueva “especie”, ya somos otros bichos, diferentes a ustedes. La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama, por un ataque al corazón. La muerte para nosotros es la comida diaria, tirados en una fosa común. ¿Ustedes intelectuales no hablan de lucha de clases, de ser marginal, ser héroe? Entonces ¡llegamos nosotros! ¡Ja, ja, ja…! Yo leo mucho; leí 3.000 libros y leo a Dante, pero mis soldados son extrañas anomalías del desarrollo torcido de este país. No hay más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Es eso. Es otra lengua. Está delante de una especie de post miseria. La post miseria genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes."
La entrada de Wikipedia señalada da por falsas varias de las entrevistas a Marcola que circulan por la web, aunque lo que dice ese párrafo, que también puede leerse en YouTube, es terriblemente cierto. El periódico O Globo, por otra parte, no la tiene entre las entrevistas de junio de 2006 (fecha que se lee en el post de YouTube). En el mejor de los casos, la "filosofía" de Marcola, deudora de Giorgio Agamben, de los postulados de J.G. Ballard, bien puede leerse como el estilo de Borges en aquella difundida falsificación de un poema suyo, "Instantes".

Imagen tomada de scielo.br.

A fines de la década del 80, una vez muerto Borges, pósters, señaladores y antologías reproducían como las moscas el poema “Instantes” firmado por un tal Jorge Luis Borges en 1985. Empieza: “Si pudiera vivir nuevamente mi vida./ En la próxima trataría de cometer más errores”. Por cierto, el primer error sería escribir ese poema, que el Borges muerto en Ginebra en 1986 jamás escribió. Si bien la confusión –según un exhaustivo texto de Iván Almeida– podría tener su origen en una prestigiosa revista de poesía mexicana, la masiva aceptación de esa lista de deseos para una otra vida como obra del más prestigioso escritor argentino señala su condición de clásico. Por supuesto que el poema es vulgar y pueril, pero tiene el vago tono de remordimiento grave y distante que insufla la razón y un lector promedio, ansioso por llevarse algún rédito espiritual del texto en el que se metió, está dispuesto a “comprar”. Este detalle –la atribución y aceptación de “Instantes” como un poema de Borges– convierte al autor de El Aleph en un clásico.
Si “Instantes” enseña, aunque de modo bastardo, el procedimiento Borges, sus temas y su tono, la “flasa” entrevista a Marcola enseña el modo en que hemos comenzado a concebir la criminalidad en un mundo en el que el capital se reproduce a costa de exclusión y muerte.
En el mejor de los casos, quien la escribió usó a Marcola como personaje para poner tras guiones de diálogo los conceptos que Giorgio Agamben y, antes, Michel Foucault, desarrollaron bajo el título de “biopolítica”: la determinación de lo humano a partir de los imperativos de la guerra y la política
También escuchamos en esas declaraciones que supuestamente se falsificaron el eco de los postulados del gran escritor británico J.G. Ballard –cuyas novelas son uno de los retratos más crueles y precisos del presente. Había dicho Ballard en una entrevista de 2005, poco antes de su muerte: “La crisis que enfrenta la clase media es la más seria de la actualidad, en todo el mundo, y tendrá efectos sobre el futuro de nuestro planeta. A diferencia de la clase trabajadora en los siglos anteriores, la clase media aún posee algún poder perturbador sobre la sociedad. La forma en que ella reaccione a la crisis será determinante para el futuro. Mi gran temor es que se hagan a un lado de la sociedad, como ya están haciendo con las comunidades cerradas, las instituciones privadas de salud y la educación. La única manera de traer a las clases medias de regreso a la sociedad será con espectáculos psicopáticos, de la misma manera que el Circo Romano mantenía a la población satisfecha”.

Mutantes

Hasta hace algunos años, y es probable que aún siga siendo así, desde la oficina de prensa de la Unidad Regional II, cuando había alguna confianza y buen tino de parte de los agentes que desde el otro lado del teléfono pasaban información, solían referirse a los rateros y matones que circulaban por las villas miserias más sufridas de la ciudad con el adjetivo “mutante”. Por ejemplo: “La patrulla vio al «mutante» que corría por los pasillos”. Con el término no designaban a un tipo específico de criminal –no era el mismo calificativo el que se usaba, por ejemplo, para un peso pesado que delinquía en el centro o en los bancos– sino a alguien que, inmerso en la pobreza y la falta de recursos propia del sector postergado del que provenía, usaba la violencia contra sus pares, de modo indiscriminado. Era, con una exactitud que opera de una manera misteriosa en el lenguaje, un mutante, un ser en el que se habían trastocado los valores de la comunidad de la que emergió.
Nuevamente, para el caso de nuestro capo criminal brasileño y el más modesto “mutante” vernáculo, es la ficción, el hallazgo de un término, la invención de una entrevista, la literatura, en definitiva, la que viene en socorro de eso que el “contrato” periodístico no puede resolver: las mutaciones fundamentales de la biología que no encontraron aún su discurso.

jueves, 10 de octubre de 2013

una épica batalla de estos días

Lo vi en WTF? Microsiervos (donde a su vez lo tomaron de The Next Web). Los que han sufrido migrañas tratando de develar la diferencia entre nerds y geeks acaso encuentren alguna pista en este video.

la ciudad editada

Nicolás Manzi (Venado Tuerto, 1978) y Gervasio Monchietti (Rosario, 1979) dirigen en Rosario las editoriales El Ombú Bonsai y Erizo, respectivamente. Los dos proyectos ganaron la Convocatoria 2012 del Programa Espacio Santafesino del ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe, lo que les dio un capital para lanzar sus publicaciones, a la vez que les exigió crear colecciones y repensar su tarea. Los dos ya trabajaban en el oficio del librero-editor produciendo libros facturados a mano, ediciones a veces artesanales de obras propias o de amigos.
Fotografía de Guillermo Borella para Boyitas.

Cómo es publicar hoy en la ciudad, cuáles son los criterios de formación de un catálogo y cuál es el papel que juega en este caso el estado provincial –a través de subsidios y estímulos– en el desarrollo de un proyecto de este tipo, son las cuestiones que plantean las preguntas que le hicimos a los dos editores, ellos mismos autores.
Manzi responde desde el discreto centro cultural que es su casa, sede de El Ombú Bonsai; mientras que Monchietti lo hace desde Mendoza, donde participa de una feria del libro a la que llevó libros de la editora que dirige junto con Lucas Collosa, además de otros de sellos locales como la editorial de Manzi, Iván Rosado, La Pulga Renga, Serapis o Baltazara.
—¿Cómo nació la idea de la editorial?
—Manzi: Surgió como un proyecto de aprendizaje de un oficio y de hacer posible la edición de libros con los mínimos recursos económicos. Ese fue el espíritu al inicio y en cierta medida lo sigue siendo, ya que seguimos trabajando en encuadernación de libros, que fue el gran trabajo desde el principio. Nos fuimos dando cuenta de que el oficio de editor tiene muchas aristas, y nos interesa aprender todo.
—Monchietti: Surgió de lo que ya hacíamos con el otro proyecto editorial, Tropofonía: los libros hechos a mano. Además, queríamos aprender a hacer libros. Lucas Collosa trabajó en Interzona, nos conocimos en una feria de editoriales libres e independientes y allí quisimos armar un proyecto donde aportamos lo que cada uno hizo en años anteriores. Empezamos a mediados del año pasado.
—Interzona es una editorial grande, ¿cómo resolvieron el problema que suele ser la distribución?
—Monchietti: Lo que hicimos fue no caer en una distribuidora. En Rosario y Buenos Aires hacemos la distribución nosotros, librero por librero; estamos en 10 librerías. Entrar en una librería, para una editorial chica, no es sencillo. La idea es que los libreros conozcan el proyecto y se puedan copar.
—Las editoriales pequeñas e independientes ¿vendrían a cumplir el papel que en su momento cumplían algunas revistas literarias?
—Monchietti: Orlando Van Bredam me decía que le tenía mucho cariño a las revistas porque eran los lugares donde los escritores empezaban a publicar, pero hoy es muy difícil sostener revista. Me parece que sí, que hoy una editorial es un lugar donde uno puede encontrar los primeros libros de un autor, que es lo que yo hice en Tropofonía. Y acá en Mendoza, en lugar de ver revistas veo primeros libros de todo tipo.
—Según sus experiencias como lectores, escritores y editores, ¿se ha modificado el campo de las editoriales en Rosario y Santa Fe en la última década?
—Manzi: Absolutamente sí. Esto tiene que ver con que el mundo cambió y la tecnología nos permite hacer cosas con mínimos recursos. Antes no era posible pensar en editar un libro para un autor novel. En los 90, el mito del escritor estaba atravesado por la imposible peregrinación por editoriales que al final de una serie de formalidades se negaban a publicar los libros de los escritores nuevos. Cómo era posible que tanta gente tuviera la ilusión de ser llamada escritora si no iban a poder publicar quizás en su vida. Todo cambió con internet. En el año 2003 surgieron los blogs, y eso fue un cambio paradigmático. De esta manera, uno podía ser leído instantáneamente, sin mediadores. Me parece que las editoriales que han ido surgiendo han tomado rasgos identitarios muy fuertes, cada editorial hace una elección de qué va a publicar y lo puede justificar. Y ya no hay excusas en el medio para que un autor no sea leído, porque siempre hay modos de hacer las cosas.
—¿Ha cambiado el concepto de edición y publicación?
—Manzi: Fuera de todos los formatos electrónicos que hoy son tan accesibles, estamos intentando recuperar el oficio y el valor que eso tiene. La historia ha hecho que el mercado se subordinara a las operaciones de marketing. Nosotros estamos a favor de la literatura, de la ficción, de los libros escritos por escritores y dirigidos a lectores de literatura. En el mundo de la edición y publicación esto es una parte cada vez menor, aunque no menos importante. Vemos que todos los días llegan cajas y cajas de libros a las librerías, de libros que quizás nadie vaya a leer, de libros que van a terminar en mesas de saldos en pocos meses, regalados a precios muy económicos. Y después están los otros libros, los que se hacen con esfuerzo, los que tienen una apuesta, los que son un poco más difíciles de comercializar.
Imagen tomada del Flickr de Erizo Editora.

—Monchietti: Sí, se modificó. Me acuerdo que hace 5 años no había editoriales que no le cobraran al autor, no había otras. Hay como una movida. Este año nos juntamos una vez por mes todas las editoriales en la feria que se hace en el bar Casandra (Sarmiento 1490), un espacio muy lindo. Ahora hay búsquedas de catálogo, ya sea vinculada a un gusto, como a la afectividad. La cosa es de acá al futuro, cómo se subsiste, porque no se vende una cantidad de libros como para subsistir. Pero las editoriales independientes entendieron que hay que trabajar en conjunto, por eso vine a Mendoza con libros de otras editoriales.
—¿Cuál es la idea de crear un fondo editorial?
—Manzi: Creemos, desde un principio, que los principales y mejores vendedores de libros son los mismos autores. Por eso tratamos de reconocer ese trabajo tanto como el de haberlo escrito. Pero hay diferentes intereses entre los escritores, en su acercamiento a los lectores. En ese sentido, como editorial tomamos el compromiso de estar con los libros en lugares donde sabemos que pueden circular, como ferias, algunas librerías. Con respecto al fondo editorial, nosotros no estamos parados sobre una idea tercamente, vamos mutando para el lado que nos parece la medida de lo posible. No tomamos este trabajo como un negocio sino como una apuesta, y creemos que vamos a tener la devolución que nos interesa en el largo plazo.
—Monchietti: Queremos tener narrativa, ensayo y poesía, y que el catálogo no se cierre a autores rosarinos, por eso publicamos la antología de poesía finlandesa. Tenemos ganas de hacer ediciones bilingües.
—¿Cómo ayudó y qué significó el premio de Espacio Santafesino para la publicación?
—Monchietti: Cuando estudiamos lo del subsidio había que presentar una colección de tres libros. Teníamos uno de Verónica Laurino, una novela sobre un viaje, después apareció el de Petula y más tarde el de Fernando Callero, manuscritos de un viaje, así armamos una colección, Diáspora, sobre el viaje y la escritura. Fue una construcción. El dinero nos facilitó hacer 500 ejemplares de cada uno.
—Manzi: El objetivo para nosotros era poder hacer más visible nuestro trabajo, y en ese sentido creo que estamos cubriendo las expectativas, hemos editado una colección de libros muy buena y estamos comenzando con la distribución local y regional. Esta etapa era la más compleja para nosotros, porque nos preguntamos por el valor del libro cada vez que necesitamos llevar adelante una de las etapas del trabajo de editorial. Entendemos cada vez más los modos de trabajar de otras editoriales. Encontramos los escollos que son obvios, me refiero al debate que venimos dando hace un par de años sobre cómo se valora a los escritores locales, más allá del reconocimiento en la capital del país. Seguimos observando una fuerte dependencia del mercado y de sus medios de difusión a lo que sucede o deja de suceder en Buenos Aires. Es una locura, pero es la realidad, pensar que los autores de nuestra ciudad serán leídos por sus coterráneos solamente cuando sean reconocidos en Buenos Aires. Y para que eso suceda, necesitamos cumplir un requisito que es estar en las librerías de Buenos Aires. Vamos a ensayar una distribución para comprobar si esto es así o es solamente una superstición nuestra.

yapa

Sí, y también está la cuarta temporada de The Walking Dead (que comienza este domingo en AMC), en la que aparentemente aún quedan actores vivos. Y está Hostages, que produce el veterano dinosaurio de la tevé Jerry Bruckheimer (tiene bodrios de tamaño jurásico como Terra Nova) y protagonizan Dylan McDermott (lo vimos en la primera temporada de American Horror Story, cuya tercera temporada empieza este miércoles 9 de octubre) y la actriz australiana Toni Collette. En este caso se trata de asesinar al presidente de Estados Unidos (¡vamos, muchachos, al fin un complot clásico!), pero para eso un agente del FBI que tiene a su esposa internada y deja a su hija de 8 años con su suegro, secuestra a la cirujana encargada de practicarle una cirugía al mandatario y toma de rehén a toda su familia. Hasta ahora, en tres episodios de convivencia entre secuestradores y secuestrados, los malos, que prometían el mismo nivel de saña que los asesinos de la trilogía de Bourne, demuestran haber aprendido las lecciones de Heidi y el presidente, que tiene como esposa, ¡ay!, a la gigantesca Mary Elizabeth Mastrantonio, oscila entre dos personalidades, la de Leslie Nielsen en La pistola desnuda y la de Peter Sellers como el inspector Clouseau. Cualquier cosa buena que pase de ahora en adelante es pura yapa.
Ah, y me olvidaba: comenzó una nueva temporada de Revolution (va por el segundo episodio): aquella en el que el mundo se apagaba. Agotado el gran bluff del final de temporada pasado (una lluvia de misiles nucleares), los guionistas decidieron desnudar a Tracy Spiridakos. Como se trata de una serie infantil, en el peor sentido en el que puede usarse ese término, no se ve nada, pero creíamos conveniente avisar, sobre todo para aquellos que ven este tipo de series con la mano. 
La señora Collette, el presidente de los Estados unidos y Mary Elizabeth Mastrantonio.


Miss Spiridakos dice que no quiere hablar de la energía; que no quiere hablar.

martes, 8 de octubre de 2013

domingo, 6 de octubre de 2013

sleepy hollow

Los creadores de Lost, Alex Kurtzman y Roberto Orci, son también los creadores de Sleepy Hollow, una serie que mezcla el terror, la historia y las leyendas americanas: está basada en el relato breve de Washington Irving de 1820, ambientado durante la Guerra de la Independencia estadounidense, en la que un soldado inglés convertido en agente de inteligencia americano despierta en el siglo XXI y es perseguido por el Jinete sin Cabeza que, a diferencia del relato de Irving, no es ya el fantasma decapitado de un soldado, sino uno de los Jinetes del Apocalipsis. Pero el detalle, acá, es que George Washington, jefe directo de nuestro agente, interpretado por Tom Mison (Ichabold Crane es el nombre del personaje, en la serie como en el relato de Irving), sabe que la batalla por la Independencia es una batalla por el porvenir del mundo, es decir, una conflagración universal y salvadora. De ahí en más hay que pensar a Sleepy Hollow como una serie de terror de la realpolitik: una serie en la que la historia cabe en el pasado de una nación y, sobre todo, en la que la política es siempre un acto de trascendencia universal. Protagonizada por policías, hay que creer que la salvación, a partir de acá, es una cuestión de cabotaje.
Bien, y una de las mejores novedades de Sleepy Hollow es el reencuentro con nuestro agente suicida de FlashForward, John Cho, quien interpreta acá a un particular secuaz del Mal.
Hay series con las que nos informamos del mundo, otras con las que sabemos del mundo; lamentablemente esta parece ser de las primeras.

sábado, 5 de octubre de 2013

lista negra

En algún punto The Blacklist (ya lleva dos episodios emitidos en simultáneo o casi con Estados Unidos: como no la vemos por tevé no lo sabemos con exactitud) recoge las expectativas que sembraron series como 24 o la ya olvidada e inconclusa Rubicon (cuya morosidad e intimidad retomaría luego Homeland): el complot, los secretos de estado y los simulacros con los que se mantiene el poder (es decir, las ficciones del poder).

En The Blacklist James Spader interpreta a Raymond Red Reddington, un ex agente federal que se convirtió en el más buscado de la top ten list del FBI luego de pactar con terroristas, pasarse al otro bando, etcétera. Pero lo primero que conocemos de Reddington en la serie –y lo sabíamos desde mucho antes, de cuando veíamos el teaser en YouTube– es su entrega voluntaria en los cuarteles centrales de la agencia. De ahí en más comienza una escalada de corrimientos de velos –¿cómo llamarlo si no?–: Reddington sólo hablará con Elizabeth Keen (Megan Boone), quien retoza en la cama con su novio antes de iniciar su primer día de trabajo en el FBI como profiler (los agentes encargados de trazar un perfil de los criminales) y no tiene, en principio, relación alguna con Reddington. Por su parte, el personaje de Spader le entrega a la agencia a uno de sus más buscados terroristas, dado por muerto, pero luego dice, más o menos, que la lista de los más buscados está llena de perejiles y que habría otra lista, que es la suya. En otras palabras: que una lista no es más que una pantalla para esconder otra, y otra, y así.
La señorita Keen lo descubrirá al final del primer episodio, cuando vuelve del sanatorio en el que terminó Tom, su novio, atacado en su casa. Entonces encuentra una caja con documentos falsificados, una pistola y dinero debajo del piso: ¿quién su novio, con quién ha estado viviendo, a quién le ha confiado su sueño?



La puesta en escena de la serie (creada por Jon Bokenkamp, de quien conocimos su guión de The Call en el cine: un film que no estaba mal, pero tan intrascendente que no nos detuvimos a observar si los méritos eran del guión o la puesta en escena), o del primer episodio, abusa de esas escenas que recrean poses de una magnitud enorme: cientos de agentes del FBI que se amontonan y apuntan al recién entregado Reddington en el hall del cuartel, un descomunal helicóptero que parece a punto de aterrizar en la vereda del departamento de la agnte Keen cuando ella sale para su primer día de trabajo, unos almacenes abandonados en los muelles neoyorkinos que sirven de prisión para Reddington, quien a su vez es tratado como si se tratase de uno de los X-Men. Es decir, todo lo contrario de lo que nos enseñaron ya series como Homeland, la misma Rubicon, entre otras: la idea de que el Mal, si es que de eso trata la lucha, repudia la espectacularidad.
Una sola cosa, hasta ahora, nos parece interesante de la serie, algo que declaró Spader al NY Times y que queda claro al final del primer episodio: "Cualquiera puede estar en la lista negra. ¡Ja, ja, ja! ¡Cualquiera!" Lo que hace de esta tira una nueva ficción sobre la biopolítica.

martes, 1 de octubre de 2013

goodbye breaking bad

La última temporada de Breaking Bad, que Vince Gilligan –un guionista y director muy comprometido en los 90 con los guiones de X-Files–, desarrolló por momentos como si se tratara de un western, tuvo siempre un especial cuidado en la puesta en escena, es decir en el diseño y duración de los planos. En estos últimos seis episodios, sin embargo, confirmó la tendencia según la cual el cine es hoy el que vemos en este tipo de producciones para televisión: no sólo tuvo detalles impecables, también los episodios fueron dirigidos, entre otros, por Rian Johnson, acaso uno de los directores más prometedores de los últimos tiempos de quien vimos en Argentina Looper, estrenada el año pasado.
En los ocho episodios finales Walter White transporta sus millones en barriles como si se tratara de un cadáver, de hecho, son los mismos barriles en los que disolvió cadáveres en ácido en temporadas anteriores. Ese muerto que el ex profesor de secundario lleva a rastras es, como dirá varias veces y lo remarcará en el episodio final frente a sus ex compañeros de universidad –hoy dos millonarios dedicados a la industria química que quieren deshacerse de su pasado junto a White donando 28 millones de dólares para ayudar a adictos a la metanfetamina–, el fruto de su “trabajo”.
Como ya lo expusimos aquí, Breaking Bad es, con todos sus matices, una serie sobre qué es el dinero y el trabajo en un mundo narcocriminalizado. En otras palabras, una serie que se pregunta cuál es la diferencia entre el dinero habido por la industria farmacéutica, el de la droga o el de las armas. Entre otras cosas acaso más importantes, como la forma en que se construyen los relatos.
"I did it for me. I liked it. I was good at it. And I was really... I was alive."