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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

jueves, 10 de octubre de 2013

la ciudad editada

Nicolás Manzi (Venado Tuerto, 1978) y Gervasio Monchietti (Rosario, 1979) dirigen en Rosario las editoriales El Ombú Bonsai y Erizo, respectivamente. Los dos proyectos ganaron la Convocatoria 2012 del Programa Espacio Santafesino del ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe, lo que les dio un capital para lanzar sus publicaciones, a la vez que les exigió crear colecciones y repensar su tarea. Los dos ya trabajaban en el oficio del librero-editor produciendo libros facturados a mano, ediciones a veces artesanales de obras propias o de amigos.
Fotografía de Guillermo Borella para Boyitas.

Cómo es publicar hoy en la ciudad, cuáles son los criterios de formación de un catálogo y cuál es el papel que juega en este caso el estado provincial –a través de subsidios y estímulos– en el desarrollo de un proyecto de este tipo, son las cuestiones que plantean las preguntas que le hicimos a los dos editores, ellos mismos autores.
Manzi responde desde el discreto centro cultural que es su casa, sede de El Ombú Bonsai; mientras que Monchietti lo hace desde Mendoza, donde participa de una feria del libro a la que llevó libros de la editora que dirige junto con Lucas Collosa, además de otros de sellos locales como la editorial de Manzi, Iván Rosado, La Pulga Renga, Serapis o Baltazara.
—¿Cómo nació la idea de la editorial?
—Manzi: Surgió como un proyecto de aprendizaje de un oficio y de hacer posible la edición de libros con los mínimos recursos económicos. Ese fue el espíritu al inicio y en cierta medida lo sigue siendo, ya que seguimos trabajando en encuadernación de libros, que fue el gran trabajo desde el principio. Nos fuimos dando cuenta de que el oficio de editor tiene muchas aristas, y nos interesa aprender todo.
—Monchietti: Surgió de lo que ya hacíamos con el otro proyecto editorial, Tropofonía: los libros hechos a mano. Además, queríamos aprender a hacer libros. Lucas Collosa trabajó en Interzona, nos conocimos en una feria de editoriales libres e independientes y allí quisimos armar un proyecto donde aportamos lo que cada uno hizo en años anteriores. Empezamos a mediados del año pasado.
—Interzona es una editorial grande, ¿cómo resolvieron el problema que suele ser la distribución?
—Monchietti: Lo que hicimos fue no caer en una distribuidora. En Rosario y Buenos Aires hacemos la distribución nosotros, librero por librero; estamos en 10 librerías. Entrar en una librería, para una editorial chica, no es sencillo. La idea es que los libreros conozcan el proyecto y se puedan copar.
—Las editoriales pequeñas e independientes ¿vendrían a cumplir el papel que en su momento cumplían algunas revistas literarias?
—Monchietti: Orlando Van Bredam me decía que le tenía mucho cariño a las revistas porque eran los lugares donde los escritores empezaban a publicar, pero hoy es muy difícil sostener revista. Me parece que sí, que hoy una editorial es un lugar donde uno puede encontrar los primeros libros de un autor, que es lo que yo hice en Tropofonía. Y acá en Mendoza, en lugar de ver revistas veo primeros libros de todo tipo.
—Según sus experiencias como lectores, escritores y editores, ¿se ha modificado el campo de las editoriales en Rosario y Santa Fe en la última década?
—Manzi: Absolutamente sí. Esto tiene que ver con que el mundo cambió y la tecnología nos permite hacer cosas con mínimos recursos. Antes no era posible pensar en editar un libro para un autor novel. En los 90, el mito del escritor estaba atravesado por la imposible peregrinación por editoriales que al final de una serie de formalidades se negaban a publicar los libros de los escritores nuevos. Cómo era posible que tanta gente tuviera la ilusión de ser llamada escritora si no iban a poder publicar quizás en su vida. Todo cambió con internet. En el año 2003 surgieron los blogs, y eso fue un cambio paradigmático. De esta manera, uno podía ser leído instantáneamente, sin mediadores. Me parece que las editoriales que han ido surgiendo han tomado rasgos identitarios muy fuertes, cada editorial hace una elección de qué va a publicar y lo puede justificar. Y ya no hay excusas en el medio para que un autor no sea leído, porque siempre hay modos de hacer las cosas.
—¿Ha cambiado el concepto de edición y publicación?
—Manzi: Fuera de todos los formatos electrónicos que hoy son tan accesibles, estamos intentando recuperar el oficio y el valor que eso tiene. La historia ha hecho que el mercado se subordinara a las operaciones de marketing. Nosotros estamos a favor de la literatura, de la ficción, de los libros escritos por escritores y dirigidos a lectores de literatura. En el mundo de la edición y publicación esto es una parte cada vez menor, aunque no menos importante. Vemos que todos los días llegan cajas y cajas de libros a las librerías, de libros que quizás nadie vaya a leer, de libros que van a terminar en mesas de saldos en pocos meses, regalados a precios muy económicos. Y después están los otros libros, los que se hacen con esfuerzo, los que tienen una apuesta, los que son un poco más difíciles de comercializar.
Imagen tomada del Flickr de Erizo Editora.

—Monchietti: Sí, se modificó. Me acuerdo que hace 5 años no había editoriales que no le cobraran al autor, no había otras. Hay como una movida. Este año nos juntamos una vez por mes todas las editoriales en la feria que se hace en el bar Casandra (Sarmiento 1490), un espacio muy lindo. Ahora hay búsquedas de catálogo, ya sea vinculada a un gusto, como a la afectividad. La cosa es de acá al futuro, cómo se subsiste, porque no se vende una cantidad de libros como para subsistir. Pero las editoriales independientes entendieron que hay que trabajar en conjunto, por eso vine a Mendoza con libros de otras editoriales.
—¿Cuál es la idea de crear un fondo editorial?
—Manzi: Creemos, desde un principio, que los principales y mejores vendedores de libros son los mismos autores. Por eso tratamos de reconocer ese trabajo tanto como el de haberlo escrito. Pero hay diferentes intereses entre los escritores, en su acercamiento a los lectores. En ese sentido, como editorial tomamos el compromiso de estar con los libros en lugares donde sabemos que pueden circular, como ferias, algunas librerías. Con respecto al fondo editorial, nosotros no estamos parados sobre una idea tercamente, vamos mutando para el lado que nos parece la medida de lo posible. No tomamos este trabajo como un negocio sino como una apuesta, y creemos que vamos a tener la devolución que nos interesa en el largo plazo.
—Monchietti: Queremos tener narrativa, ensayo y poesía, y que el catálogo no se cierre a autores rosarinos, por eso publicamos la antología de poesía finlandesa. Tenemos ganas de hacer ediciones bilingües.
—¿Cómo ayudó y qué significó el premio de Espacio Santafesino para la publicación?
—Monchietti: Cuando estudiamos lo del subsidio había que presentar una colección de tres libros. Teníamos uno de Verónica Laurino, una novela sobre un viaje, después apareció el de Petula y más tarde el de Fernando Callero, manuscritos de un viaje, así armamos una colección, Diáspora, sobre el viaje y la escritura. Fue una construcción. El dinero nos facilitó hacer 500 ejemplares de cada uno.
—Manzi: El objetivo para nosotros era poder hacer más visible nuestro trabajo, y en ese sentido creo que estamos cubriendo las expectativas, hemos editado una colección de libros muy buena y estamos comenzando con la distribución local y regional. Esta etapa era la más compleja para nosotros, porque nos preguntamos por el valor del libro cada vez que necesitamos llevar adelante una de las etapas del trabajo de editorial. Entendemos cada vez más los modos de trabajar de otras editoriales. Encontramos los escollos que son obvios, me refiero al debate que venimos dando hace un par de años sobre cómo se valora a los escritores locales, más allá del reconocimiento en la capital del país. Seguimos observando una fuerte dependencia del mercado y de sus medios de difusión a lo que sucede o deja de suceder en Buenos Aires. Es una locura, pero es la realidad, pensar que los autores de nuestra ciudad serán leídos por sus coterráneos solamente cuando sean reconocidos en Buenos Aires. Y para que eso suceda, necesitamos cumplir un requisito que es estar en las librerías de Buenos Aires. Vamos a ensayar una distribución para comprobar si esto es así o es solamente una superstición nuestra.

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