socio

"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

martes, 26 de julio de 2016

unitarios y mulatos

Leo en Amalia (1851) este párrafo y me cuesta no asociarlo al régimen actual: 
«Oye, Amalia: tus criados deben quererte mucho, porque eres buena, rica y generosa. Pero en el estado en que se encuentra nuestro pueblo, de una orden, de un grito, de un momento de mal humor se hace de un criado un enemigo poderoso y mortal. Se les ha abierto la puerta a las delaciones, y bajo la sola autoridad de un miserable, la fortuna y la vida de una familia reciben el anatema de la Mazorca. Venecia, en tiempo del consejo de los Diez, se hubiese condolido de la situación actual de nuestro país. Sólo hay en la clase baja una excepción, y son los mulatos; los negros están ensoberbecidos, los blancos prostituidos, pero los mulatos, por esa propensión que hay en cada raza mezclada a elevarse y dignificarse, son casi todos enemigos de Rosas, porque saben que los unitarios son la gente ilustrada y culta, a que siempre toman ellos por modelo.»

lunes, 25 de julio de 2016

porno republicano

Traduzco un artículo de Ernesto Londoño en el NYT.
La plataforma del Partido Republicano advierte que la pornografía se ha vuelto “una crisis de salud pública”. Pero los republicanos de base no parce que estén en situación de derribar esa gigantesca industria en breve.
Según xHamster, uno de los principales medidores de pornografía online, el tráfico de usuarios en Cleveland se disparó significativamente la semana pasada al tiempo que la Convención Nacional Republicana se puso en marcha. El público de pornografía en la ciudad creció un 184 por ciento comparado con su promedio anterior a la convención, superando así el tráfico que el sitio recibe de la gente de las grandes ciudades como Nueva York, Miami y Los Ángeles.
Imagen tomada de Fortune.

“Este incremento no tiene precedentes”, según dijo Mike Kulich, portavoz del sitio en internet. “Están haciendo al porno grande de nuevo”. (Una clara referencia al eslogan de Donald Trump: “Make America great again”; “hagamos a EEUU grande de nuevo”.)
No es la primera vez que xHamster se involucra en la política de los republicanos. Después de que en Carolina del Norte se aprobara una ley discriminatoria que prohibía a las personas trans usar los baños públicos de acuerdo con su identidad de género, el sitio web prohibió a los usuarios de ese estado el acceso al sitio por un día. Una vez que el acceso fuese restaurado, se exigía a los usuarios de Carolina del Norte que declararan en una ventana emergente que se oponían a esa ley como condición para acceder a los videos porno.
A principios de Julio, el sitio publicó un mapa con los principales términos de búsqueda en los estados que tradicionalmente votan por los republicanos. El que más prevalecía entre todos era “cornudo” (“cuckold”; nota del traductor: búsquese esa palabra en el buscador de imágenes de Google y se verá que no sólo significa “cornudo”, sino que sintetiza las fantasías de muchos hombres blancos de ver a sus esposas sodomizadas por un afroamericano).
El señor Kulich dijo que la compañía está analizando la publicación de los datos de los estados republicanos en un esfuerzo por “mostrar la hipocresía sobre lo que está pasando en este país”. Dijo también que la gente de la industria del porno no estaba preocupada por un derrumbre gubernamental, pero que si eso llegara a ocurrir, “un montón de gente quedaría sin trabajo y esos puestos deberían ser enviados al extranjero”.
En su comunicado de prensa acerca del tráfico generado en Cleveland durante la convención reublicana, desde xHamster subrayaron que Donald Trump se convirtió en uno de los términos de búsqueda más importantes porque las parodias porno de Trump se volvieron las más placenteras para la multitud. Otros términos populares en la búsqueda de pornografía en Cleveland durante la convención republicana de la semana pasada fueron “adolescente, cornudo y abuelita”.

jueves, 21 de julio de 2016

capitalismo vigilante

Oliver Stone presentó este jueves su film “Snowden” –protagonizada por Joseph Gordon-Levitt y a estrenarse en septiembre próximo– en la Comic Con que se realiza hasta el domingo próximo en San Diego, California. Allí calificó al juego virtual “Pokémon Go” como un “nuevo nivel de invasión” de lo que denomina “capitalismo vigilante”.
La Comic Con es una convención anual de actores y rarezas de la cultura popular que hasta hace poco reunía a representantes de los grandes estudios de Hollywood, interesados en estudiar tendencias y asimilar las nuevas ideas que no parecen prender con facilidad entre los más encumbrados directivos de la meca del cine. Sin embargo, en esta edición, los grandes estudios no mostraron mayor entusiasmo y, de hecho, casi no estuvieron presentes.
La presentación de “Snowden” estuvo a compañada de un panel en el que se discutieron las libertades civiles, la privacidad y el rol del gobierno en las vidas de los estadounidenses, según lo relevó un periodista de Deadline Hollywood. Es la primera vez que Stone se presenta en la convención y estuvo acompañado de varios de los protagonistas del film: Gordon-Levitt, Shailene Woodley y Zachary Quinto.
Uno de los momentos más álgidos del panel fue la discusión en torno a la creciente popularidad del juego para celulares “Pokémon Go”. Siempre con “franqueza” –según lo describe el periodista–, Stone manifestó los más intensas preocupaciones al reaccionar críticamente ante los excesos gubernamentales y de las corporaciones. “Es un nuevo nivel de invasión”, dijo y lamentó el “capitalismo vigilante” y la gigantesca busca de ganancias de las corporaciones que abusan de la tecnología desarrollada para espiar a los ciudadanos. “Honestamente –concluyó–, es lo que suele llamarse totalitarismo”.
Stone también presentó un nuevo tráiler sobre el film del hombre que filtró los secretos de espionaje del gobierno estadounidense y se asiló en Rusia. Edward Snowden, ex miembro de la NSA (National Security Agency: Agencia Nacional de Seguridad), fue calificado por Stone como “un héroe”.

miércoles, 20 de julio de 2016

niño comentarista

Con el niño estuvimos en Hoja de Ruta, en la Si98.9, para hacer nuestra columna Descarga selectiva. Allí hablamos de Stranger Things y el niño tuvo una participación especial de la que aún se siente orgulloso y puede escucharse aquí:



libros hasta el techo

La imagen de un lugar con libros hasta el techo siempre me fascinó. Recuerdo, a principios de los 90, haber entrado a la casa de Armando Vites, cuando aún vivía sobre Sargento Cabral, y deslumbrarme frente a las estanterías atestadas. Si los libros llegan hasta el techo requieren, además de la fascinación, cierta destreza física, el artilugio de la escalera, el método para su acumulación, porque nadie se sube a una escalera para tantear a ciegas la ubicación de un ejemplar.
Todo eso se me vino a la mente cuando entré al nuevo local de Oliva Libros, que mantiene su dirección en Rosario (Entre Ríos 579), pero debió trasladarse a un local contiguo y más pequeño y, por lo tanto, Natalio Rangone debió ingeniárselas para cargar las estanterías de libros hasta el techo.


martes, 19 de julio de 2016

los extraños 80

Esta es la trama de la serie de tevé: estamos a mediados de los 80. Hay un grupo de niños que se mueven en bicicleta en un pequeño pueblo del interior de Estados Unidos. Hay un ser con poderes que puede hacer volar autos. Hay un grupo del gobierno que lo persigue. Hay un secreto terrible que puede cambiarlo todo y agentes sin identificación que buscan a cualquier precio que se conozca. Hasta el lector más distraído se apura y exclama: “ET”. Bueno, sí y no. Sí, es un sentido homenaje al cine de Steven Spielberg –que ya tuvo sus homenajes de manos de uno de sus más fieles discípulos, J.J. Abrams, cuando rodó “Súper 8” en 2011–, pero también a todo un cine que cuenta entre sus cimas a “Cuenta conmigo” (Rob Reiner, 1986): las películas en las que un grupo de niños o jóvenes despertaban a la vida al tiempo que se terminaba el sueño americano.
Imagen tomada de Slate.

La serie se llama “Stranger things” –“Las más extrañas cosas”– y los ocho episodios de la primera temporada pueden verse en Netflix desde el viernes último. En ningún lado pudimos leer que vaya a haber una segunda parte, pero la escena final, en el octavo episodio, siembra una intriga que podría resolverse en una nueva temporada.
El primer episodio de la serie nos muestra a cuatro amigos de 11 años en el sótano de una casa de Hawkings, Indiana (un pueblo ficticio), en 1986. Juegan a “Dungeons & Dragons” (“Dragones y mazmorras”) el antecedente más directo de lo que luego fueron los juegos de rol, hasta que los tres invitados se despiden y encaran el camino a casa en bicicletas. Uno de ellos, Bill Byers, desaparece esa misma noche. Si bien tenemos una vaga idea de las circunstancias terribles de su desaparición, no es sino hasta el quinto episodio en que comprendemos lo que sucedió.
Influencia

Los hermanos Matt y Ross Duffer, encargados del desarrollo y la dirección de al menos seis de los episodios de la primera temporada de la serie, se encargan de dejar en claro, a través de diálogos que nunca se apartan de la trama, las influencias del relato: desde Stephen King (las conspiraciones y secretos del gobiernos que en 1986 aún libraba la Guerra Fría y desarrollaba armas secretas –por lo general biológicas o de destrucción masiva, aunque aún subsistía la leyenda del proyecto MK Ultra, con el que la CIA, a través de drogas como el LSD, pretendía desarrollar agentes con súper poderes mentales–) al J.R.R. Tolkien de “El señor de los Anillos” y “El hobbit”, que los niños invocan al pensar estrategias defensivas en la escuela a la que van, donde son acosados por un par de patoteros.

lunes, 18 de julio de 2016

la foto de los lunes


La foto de los lunes, que fue una página de Facebook y por suerte ahora es un libro de la fotógrafa Paulina Scheitlin (Rosario, 1979), nació del cruce de una libreta con frases de películas, libros, canciones, conversaciones, y fotografías descartadas de paisajes urbanos. Es decir, su lógica es la del reciclaje; su operatoria, la de la edición.
A Scheitlin no le parecían “serias”, por eso las descartaba. Pero una vez publicadas en la red social, observó que la gente se reía.
En 2012 la Editorial Municipal de Rosario lanzó una nueva colección de libros de fotografía (que venían a unirse y completar a los libros mayores del género: las imágenes de la Rosario decimonónica y las de mediados del siglo XX de Joaquín Chiavazza y Blas Persia). Editados por Lila Siegrist, los libros eran La noche, de Luis Vignoli, y El centro, de Scheitlin.
En “El centro” la fotógrafa recorría los rincones anacrónicos y menos glamorosos del centro rosarino. Aunque acaso no convenga devaluar el adjetivo “glamoroso”: una peluca exhibida en una vidriera, el mostrador de un hotel sin estrellas o un escaparate de un negocio de peluches muestran también cierto glamur, uno pretérito que llama a la risa, que es lo que sobreviene a la angustia por el paso del tiempo: descubrir en un recorte cotidiano una novedad envejecida, un objeto que fue bello y ya no lo es, perdió su lugar o convirtió al lugar en el que persiste en un lugar perdido.
De ese largo recorrido que hizo la fotógrafa tomando imágenes de el centro (no sólo el rosarino) surgieron las imágenes de La foto de los lunes: fotos que Scheitlin descartó en un primer momento, hasta rescatarlas de una carpeta en una computadora para exorcizar la monotonía del inicio de semana.
Este guiño, entre la angustia y el humor, se repite en La foto de los lunes.
De una trescientas fotos publicadas entre el lunes 25 de octubre y el próximo lunes 18 de julio a las 19, cuando se presente el libro en Mal de Archivo (Moreno 477), Scheitlin escogió alrededor de 150 para la publicación en papel.
Cada una, como en el post de la red social, va acompañada de una frase que suma sentido a la foto, la convierte a veces, en lugar de un retrato o una imagen aislada de un paisaje, casi en el fotograma de una película cuyo relato intuimos. Por ejemplo, la que inicia el libro, la primera –porque el orden es cronológico–, lleva una frase escuchada el sábado 23 de octubre de 2010 en un recital de Massacre. Allí, antes de comenzar con el recital, Walas, el cantante, lanzó: “Los hijos de padres separados le decimos sí a la inseguridad”. La foto que la acompaña es la de una ranita subida a un skate en un jardín de fantasía.
También, la frase de Oscar Wilde: “El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible”, que titula unos pechos de mujer de plástico enmarcados en un corset pintado; el conjunto está envuelto en celofán y un pedazo de cartulina amarilla dice, en letras pintadas a mano con fibrón rojo: “Pechitos $ 7.00”.
Las letras, incluso las tipografías –como dice la misma Paulina Scheitlin– tienen su protagonismo en estas fotos. Como si en su vistosidad y rareza declararan, a propósito de la frase de Wilde: hay un misterioso silencio en lo que está escrito. 

lunes, 4 de julio de 2016

saer en su año

En el invierno de 2006, junto con Lucio Guberman, creamos y editamos la revista Lenta Prisa para la entonces Secretaría de Cultura del Gobierno santafesino. Allí pensábamos introducir cierto debate en torno a las políticas culturales y, también, señalar a través de lo que groseramente llamábamos dossiers, algunos temas que nos parecían destacables. Por ejemplo, en el primer número, el tema fue Juan José Saer, muerto un año antes y sobre quien el Ministerio de Innovación y Cultura lanzó hace muy poco un Año Saer que desde ya celebro.
Recupero acá dos de las notas que publicamos en ese dossier del primer número de Lenta Prisa. La entrevista que en 1993 hicieron a Saer D.G. Helder, Alejandro Rubio y Martín Gambarotta, con un texto ad hoc escrito por Helder como prólogo; y el fragmento de la entrevista que realizara en casa del autor, en París, en abril de 2005, Cecilia Vallina, quien tuvo la gentileza de entregarme el audio de esa conversación, que también se reproduce acá.
Ese dossier también incluyó un magnífico ensayo de Osvaldo Aguirre, quien acaso lo haga público pronto.


Imagen tomada de LaIzquierdaDiario.com.

Buenos Aires, marzo de 1993

Durante sus visitas periódicas al país, Saer paraba, en Buenos Aires, en casa de Juan Pablo Renzi y María Teresa Gramuglio, en el barrio de Caballito. Tras la muerte de Renzi, en mayo del 92, empezó a hacerlo en lo de otro santafesino, el cineasta Nicolás Sarquis, que vivía en un quinto piso de la calle Boulogne sur Mer, en el límite de Balvanera con Recoleta o, más popularmente, del Abasto con Barrio Norte. A vuelo de pájaro, un censo de las especies de árboles que pueblan esa última cuadra de Boulogne sur Mer indicaría, en porcentaje decreciente, la presencia del fresno, el ficus, el tilo y ese invento del Inta de los años sesenta: el sauce eléctrico.
Pero el talismán botánico de la cuadra, sin ninguna duda, es el último ejemplar de la vereda de los impares, antes de llegar a la avenida Córdoba. Se trata de un sauce (no eléctrico) crecido espontáneamente a partir de una vara que clavó el intendente De la Rúa junto al tallo de un fresno, de esto hace diez años (datos confirmados por la portera de un edificio). El fresno, por lo visto, no prosperó según lo planeado, pero subsiste como un tronquito lampiño al lado del robusto y majestuoso sauce que supera ya los ocho o nueve metros y cuyas ramas flexibles cuelgan sobre la vereda y los autos estacionados, así como las del sauce emblemático de Juanele se curvaban sobre el río “en busca del secreto sensible del paisaje”. Este no parece sauce criollo ni llorón, sino uno de esos híbridos naturales que se dan a orillas del Paraná, como si por delegación expresa del Litoral se irguiera en esa vereda porteña para rendirle homenaje al autor y al director de Palo y hueso.

sábado, 2 de julio de 2016

the westeros wing

Mi amigo Pablo Zini me envía, a propósito de las conversaciones que hemos tenido acerca de lo político en Game of Thrones, este artículo de The New Yorker que leo encantado y acá traducimos (recomendables también otros artículos de Nussbaum, sobre todo el que analiza a Vinyl y Billions en función de las grandes aseveraciones que lanzan las dos series).


En esta temporada de Game of Thrones, Tyrion Lannister –un enano picante con el ingenio de Oscar Wilde– cierra un acuerdo con algunos de los poderosos traficantes de esclavos en nombre de su jefa, la abolicionista y resistente a las llamas Daenerys, reina del desierto. Si están de acuerdo en cortar la financiación del golpe de estado tendrán siete años para eliminar la esclavitud. Los ayudantes de Tyrion, antiguos esclavos, lo objetan. "La esclavitud es un horror a la que hay que poner fin de una vez," le espetan. A lo que Tyrion devuelve: "La guerra es un horror al que hay que poner fin de una vez. No puedo hacer las dos cosas este día".
En ese fenómeno colosal, sangriento, deforme, agotador, de vez en cuando intoxicante que es Game of Thrones, algunas de las mejores partes suelen ser momentos como ese: seductoras y pequeñas meditaciones sobre la política que no estarían fuera de lugar en Wolf Hall (miniserie de la BBC sobre el ascenso al poder de Thomas Cromwell en la corte de Enrique VIII), si Wolf Hall tuviese zombis de hielo, o Veep, si Veep ofreciera bebés devorados por mastines. La temporada 6, que terminó el domingo pasado, con la celebración y la furia de costumbre, con los memes virales habituales, y con cuerpos mutilados, se sintió perversamente relevante en este año electoral. Fue dominada por los debates sobre la pureza versus el pragmatismo; las luchas de las candidatas femeninas en un mundo manejado por hombres; dinastías familiares con historias espantosas; y surtidos pactos con varios demonios. Seguro que George RR Martin no tenía intención de que su exitosa saga de libros fantásticos, ambientados en el Poniente (Westeros) feudal (que no he leído y, seamos sinceros, probablemente ya no lea), resultara un texto alegórico para los votantes de Estados Unidos en 2016. Pero eso es lo que se consigue con los modernos dramas de pasillo, que tan a menudo funcionan como un Esperanto estético que nos permite hablar de política sin pelear en torno a las noticias.
Por cierto, la televisión gastó muchos años ayudando a los espectadores a imaginar cómo podría resultar elegir a Barack Obama presidente: en programas tan distintos como el ultra-liberal The West Wing y el neoconservador 24, vimos presidentes masculinos negros o latinos, a menudo heroicos y con autoridad. (En The West Wing, el muy piola y advenedizo Santos está explícitamente basado en el joven Obama.) Hillary Clinton no tuvo precisamente la misma fanfarria ficcional. Con unas pocas excepciones, como Madame Secretary, en la CBS, los personajes inspirados en Hillary en los dramas contemporáneos, desde Mellie Grant a Alicia Florrick y a Claire Underwood, bien pueden haber sido financiados por el RNC (Comité Nacional Republicano por sus siglas en inglés): en sus mejores versiones dibujan princesas de hielo; en las peores, reinas de hielo corruptas. Esta temporada de Game of Thrones –la primera en salirse por completo de los libros– expande el paladar y provee una gama extrañamente fascinante de conquistadoras femeninas, suficientes como para encajar en todas las actitudes e ideologías.