socio

"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

lunes, 30 de diciembre de 2013

una de acá

Me incomoda decir que me enteré a través de una nota de La Nación de la existencia de la miniserie Jorge (puede verse online en el enlace anterior), que escribió Malena Pichot. El guión y la puesta en escena tiene un aire fílmico que no tiene casi ningún otro producto televisivo: Jorge es de algún modo un estereotipo, como lo son la mayoría de los personajes de la ficción, pero es un estereotipo que permite dar lugar a otros personajes. Los actores hablan lo justo y necesario y no hay personajes al santo y divino botón. El tal Jorge es un cabrón solitario y de algún modo fracasado que lidia con la cosa positiva de la contemporaneidad: su novia que tiene un contestador automático enérgico y alegre como ella no parece ser, su madre que nunca termina de hablar con él y siempre pretende superar situaciones que a duras penas son planteadas, y así. Jorge es abogado pero trabaja en un call center. Acaba de morir su padre y se va a vivir a la casa que le dejó. Pero Jorge nunca conoció casi a su padre. Ese enigma en torno a su pasado: los años que la madre y el padre vivieron con Jorge en la casa parecen apuntalar el misterio de su vida misma, a lo que hay que agregar el dato de la pintada en el muro de la casa: "Acá vive un viejo hijo de puta".
Bueno, eso por ahora. Mis disculpas por no advertir antes esta serie, que terminño de emitirse a fines de julio de este año y tuvo sólo 8 episodios.

Acá todos los datos técnicos.

viernes, 27 de diciembre de 2013

cinco para el año que viene

Bueno, 2014 comienza (el miércoles 1 de enero) con la emisión del primer episodio de la tercera temporada de Sherlock (en la BBC, en Estados Unidos el lanzamiento es el 19 de ese mes). La cosa ya empezó con una serie de tuiteos con el hashtag #SherlockLives.

El 2 de enero está anunciado el estreno, en ABC, de una serie de 8 episodios iniciales sobre el espía Aldrich Ames, quien a mediados de los 90 fue descubierto como traidor (era un doble agente que trabajaba para los rusos y comprometió la identidad de no recuerdo cuántos colegas en el exterior). Por lo poco que se pude intuir, The Assets (así se llama nuestra serie) vendría a cruzar los cables sueltos de nuestras queridas The Americans y Homeland (que este año parece que midió poco).

La otra buena noticia es que el 7 de enero vuelve Justified.

Este año incluso Michael Bay tendrá una serie en TNT, aunque aún no se sabe cuándo se estrenará (o a mi no me dieron muchas ganas de indagar cuándo será). Se llama The Last Ship y se parece a la española El Barco (una nave que estuvo aislada y cuando vuelve a conectarse con el mundo se entera de que todo cambió sobre la superficie de la Tierra: su misión ahora es salvar a la humanidad de un virus letal y global. ¡Uf! Parece que no entendieron aún la lección de Lost: sólo se puede ser global en una isla.

La otra gran novedad es que se estrena este año Resurrection, versión americana de Les revenants, aunque en ningún lugar dice que la serie se basa en la tira francesa y aparece un Jason Mott autor de la novela original. La produce la compañía Plan B Entertainment, que lidera Brad Pitt. Y la desarrolla Aaron Zelman, quien estuvo a cargo de The Killing y otras grandes series últimas. Comenzará a emitirse el 9 de marzo próximo. Quienes sospechan que la versión americana podría bastardear la francesa deberían recordar que la francesa se fue en amagues y terminó dándole un aire inquieto a la vida de un pueblo.

Y hay más, claro, como la tediosa The Following, that I ain't gonna follow anymore.
El Hollywood Reporter ya publicó un completo panorama de estrenos y "resurrecciones".

sábado, 21 de diciembre de 2013

choque esas cinco

La premisa de este año es que la distopía, que antes era social, ahora es familiar. Es decir, todas aquellas pesadillas sociales que vemos en películas como El precio del mañana, El vengador del futuro o, para ir a un clásico, Un mundo feliz; ahora suceden de alguna manera en la perversión de lo que conocemos como familia. En ese sentido, las series que mejor entendieron esta premisa y se estrenaron en 2013 son las siguientes cinco:

Ray Donovan (Showtime, 12 episodios), la historia de un fixer que arregla los conflictos criminales de las estrellas de Hollywood pero no ha podido reconstruir los puentes con su familia: desde su padre que es un ex convicto hasta sus hijos que comienzan a asumir solapadamente el legado del padre. Actúan Jon Voight, Liev Schreiber y Elliott Gould.


The Americans (FX, 13 episodios), el asunto acá es el matrimonio: Los Jennings (Keri Russell y Mathew Rhys) actúan como matrimonio, con sus dos adorables hijos americanos que viven en Washington, pero son espías de la KGB y tienen de vecino a un agente del FBI. Es el año 1981 y el FBI persigue comunistas. Todo lo irreal del mundo de los espías –sus lealtades, traiciones y trampas– son más reales en el universo del matrimonio.


Rectify (Sundance Channel, 6 episodios), en los 90 una familia de un pequeño pueblo de Georgia despide a su hijo adolescente, quien se va al pabellón de la muerte acusado de un crimen que no sabemos si cometió o no. Con apelaciones la sentencia a muerte se posterga como 30 años y el hijo sale, vuelve a la casa y al pueblo hecho casi un zombie: un ser suspendido en el tiempo, ni vivo ni muerto. La familia también va contaminándose de esa no-vida. La escribe, dirige y produce el escritor, director y actor Ray McKinnon. Actúa Abigail Spencer, que no es un dato menor.


Top of the Lake (BBC2 + Sundance Channel, 7 episodios) Es el paraíso “indie” bien entendido, la hicieron productoras de cine australianas en locaciones de Neo Zelanda. Actúan Holly Hunter y Elisabeth Moss, y la escribió y dirigió Jane Campion. O sea, es una película de Campion de poco más de seis horas.


The Fall (BBC, 5 episodios)
Como para que quede claro que no es la angelical Dan Scully de X-Files, la primera imagen que vemos de Gillian Anderson en The Fall nos la muestra con una máscara facial verde (verde: como los marcianitos), en el baño, poco antes de quitársela con una toalla. La puesta en escena de esa aparición es un dato para el espectador atento: “Pibe, sacate de la cabeza a aquella agente inmaculada del FBI, esto es Irlanda del Norte”, parece decirnos. Anderson persigue a un asesino serial al que vemos cometer sus crímenes y desarrollar su vida cotidiana (es un psicólogo social). Transcurre en Belfast. El título está tomado de una línea del poema de T.S. Eliot “The Hollow Men” (forma parte de la educación básica de cualquier estudiante avanzado del Reino Unido e incluso Estados Unidos). El relato se apoya en la investigación porque es la investigación la que pone un relato a la pornografía (en todo sentido) de los crímenes).

la ciudad leída

Desde hace mucho más de una década ciertos escritores, críticos, profesores, artistas o periodistas construyen Rosario, la refundan –para volver a usar la metáfora paulina– “en espejo” a través de sus letras, su música, su cine, su pintura. Pero acaso en los últimos diez años esa Rosario ilustrada –según el título de un maravilloso libro que recopila imágenes de la ciudad en textos e ilustraciones de creadores de todo el mundo que vivieron, viven o pasaron por acá, y publicó la Editorial Municipal de Rosario– cobró mayor visibilidad no sólo a través del trabajo pionero de la EMR, también a partir de la tarea inquieta e incesante de editoriales independientes, ciclos de lecturas y exposiciones e incluso de ciertas instituciones que incluyen a algún sector de la academia. Querer leer lo que se escribe en la ciudad, escuchar su música, ver su cine o apreciar a sus artistas plásticos es a esta altura una tarea al alcance de cualquiera. Para no hacerlo sólo hay que no quererlo.
A modo de evaluación del año le hicimos a escritores, editores, críticos y periodistas culturales tres preguntas de lo que se produjo en el 2013 en la ciudad: 1) ¿Cuál te pareció el mejor libro escrito o publicado en Rosario? 2) ¿Cuál te pareció la mejor de las actividades –festivales, recitales, encuentros– culturales? 3) ¿Qué disco, película, cómic, obra de teatro, muestra de plástica destacarías del año?

Ezequiel Gatto. Escritor, historiador.
1) Al momento de contestar esta encuesta, tengo que decir que todavía no leí libros escritos o publicados acá pero estoy a punto de comenzar “Los ochenta reciénvivos”, de Irina Garbatzky.
2) Caeré en el sano lugar común de no poder quedarme con una sola actividad; elijo tres: el festival El Cruce (porque ahí aquello de que “no sabemos lo que puede un cuerpo” es materia de exploración y de expresiones maravillosas), el ciclo Notas Negras sobre música brasilera (por ofrecer espacio e ideas para pensar la música como lugar de resonancia y objeto capaz de incidir en la cultura y la política) y la grabación en vivo del disco número 100 de Planeta X (porque es el mejor homenaje que un grupo que apuesta a la creación colectiva pudo haberse hecho a sí mismo).
3) Me gusta muchísimo “La paz ciencia”, de Juani Favre, editado por Planeta X discos. Me gusta mucho el amplio abanico de géneros a los que echan mano, siempre produciendo algún desvío, alguna novedad sonora. Temáticamente, las letras tienen algo que Juani explota muy bien, desde siempre: no hay amor sin dolor y no hay dolor que no sea la posibilidiad de inventar nuevos amores. Para mí, es casi un manual de supervivencia. Entre las películas, destaco el documental “Rosario: ciudad del boom, ciudad del bang”, trabajo conjunto entre la Revista Crisis y el Club de Investigaciones Urbanas. Allí se propone una mirada de la ciudad pocas veces presentada y, sobre todo, preguntas: ¿En qué ciudad queremos vivir? ¿Qué estamos dispuestos a hacer para cambiarla? “Amarás a tu padre por sobre todas las cosas”, de Carla Sacccani, me pareció una gran obra de teatro. Una suerte de microfísica del poder y las relaciones familiares que, a través de tres mujeres diversamente vinculadas entre sí y con un hombre, dialoga tangencial pero eficazmente con la Argentina neoliberal de finales de los 90.

viernes, 20 de diciembre de 2013

la ley de la calle

Los policías suelen ser buenos en las películas y series que vienen del norte porque la policía es concebida como un instrumento de la democracia. Y en Estados Unidos el gran poeta nacional, Walt Whitman, le cantó a la democracia. Claro que esto tiene sus matices. Un policía, un sheriff, es un héroe siempre que se haya confrontado con el lado oscuro y emerja de esa lucha iluminado por la estrella de la ley. Así, las últimas versiones del western que conocimos en las series, como Sons of Anarchy o Justified (que transcurren en la época actual pero con los paradigmas de las películas de cowboys), nos muestran a policías dispuestos a pactar con criminales para evitar un mal mayor. No es la corrupción –como sucede en otras series del tipo The Shield o en la versión de Werner Herzog de Maldito policía de 2009, ambientada en la inundada New Orleans– lo que se les achaca a estos agentes de la ley involucrados con hampones, sino un sentido de la justicia de acuerdo a los límites de la democracia y la justicia del capital. Porque el otro gran parámetro con el que se mide la acción policial es el de la libertad y, como sentenció Benjamin Franklin: “Quienes son capaces de ceder la libertad para obtener una seguridad temporaria no merecen ni la libertad ni la seguridad”.

Entonces, para esta suerte de configuración originaria del universo policial norteamericano, hay un sólo pecado capital: que la policía abandone su trabajo. Y el trabajo de la policía es, claro está, proteger y servir a la comunidad. Si bien la estrella de Belén que trae la buena nueva de la ley a la comunidad pionera, asolada por los forajidos, los indios y los poderosos, es la estrella sheriff, hay que decir que ese molde del policía abnegado, cuya entrega a su tarea es capaz de redimir su pasado oscuro, tuvo un momento de refundación a partir del cine de los años 30-40, cuando los coletazos de la feroz crisis del 29, el Crack-up, habían devastado las instituciones y se impuso la literatura policial dura, donde más importante que develar intrigas criminales era enseñar en detalle los mecanismos de la corrupción y el modo en que los ricos y los gángsters mafiosos compraban policías como quien compra caramelos en el kiosco. Elliot Ness y sus intocables fueron al policial urbano de entreguerras lo que Wyatt Earp al western.
Huelga decirlo, se trata de una realidad simbólica, ficticia, aunque no falsa.

Trabajo policial
Así el “trabajo policial” casi nunca es cuestionado de modo orgánico: la corrupción policial es siempre, en las películas y las series, el desvío de un agente en particular, nunca la falla de un sistema. Porque nuestra metáfora de la estrella del sheriff opera más bien como un símbolo: la realidad y el horizonte que acerca son en alguna medida reales.
Sólo en dos o tres momentos del cine del norte la policía se “detiene”, para su trabajo: en Robocop (1987) y de algún modo en The Purge (2013).
En el célebre film de Paul Verhoeven sobre el agente mitad máquina mitad humano, del que se conocerá una remake en 2014, 26 años después de su estreno, la policía está a punto de lanzar una huelga en reclamo de seguridad y mejores condiciones de trabajo: “No quiero escucharlos hablar de huelgas. No somos plomeros, somos agentes de policía. Y los agentes no hacen huelgas”, les espeta un jefa a los agentes reunidos en la puerta de lo que sería una jefatura de la fuerza en un futuro cercano, en una ciudad súperpoblada, colonizada por la publicidad y en la que una empresa monopólica tiene a su cargo la administración de la policía.
“Hace falta un agente que trabaje las 24 horas. Un policía que no requiera comer ni dormir. Un agente con poderío superior y los reflejos para aprovecharlo”, declara uno de los CEO que dirige la Corporación OCC, que a la vez comanda a la policía. Los encontronazos de las corporaciones, la “libre empresa”, con los intereses de la comunidad –como lo ensayaron muchos films de esa década, empezando por Alien – constituyen el núcleo temático de Robocop –al menos de la primera, luego vendrían una segunda y tercera partes intragables. Así, mientras el diálogo anterior se daba en las oficinas de un edificio corporativo, con ejecutivos cómodamente encapsulados, en otro lugar los villanos –quienes distribuyen una droga altamente adictiva– mantienen esta otra conversación: “Robamos bancos, pero nunca nos quedamos con el dinero”. A lo que le responden: “Robamos dinero para comprar droga, y la vendemos para hacer más dinero. Inversión de capital”. Pero el villano 1 insiste: “¿Tanta molestia? ¿No podríamos robarlo y listo?”. Y le enseñan: “No, no hay mejor manera de robar que la libre empresa”.
En Robocop los criminales proceden bajo el mismo modelo de negocios que la corporación –también la ahora inevitable serie Breaking Bad desarrollaría esa ecuación: lo que permite a la droga circular es, justamente, lo que hace circular al capital. Pero la policía, en ambos casos, sale indemne, no es parte del negocio o lo es en casos particulares y aislables. Al menos en la ficción, claro. Los policías de Robocop quieren ir al paro por mejores condiciones de trabajo pero también porque ya no hay “trascendencia” en la función policial administrada por una corporación que ha reemplazado la estrella de Belén, digo: del sheriff, por la plusvalía.
El colmo de este razonamiento lo vemos en la última serie creada por J.J. Abrams –creador de Lost–, Almost Human, también ambientada unas pocas décadas adelante, en el futuro y muy deudora de Robocop, en la que los policías son la única barrera contra el crimen. A tal punto que los villanos se toman el trabajo de intentar eliminar a los agentes de la ley en la misma estación central, para lo que montan un despilfarro de armas y tecnología que resulta muchísimo más costoso que lo que aconseja cualquier manual de libre empresa: comprarlos.

Distopías
Para hallar una distopía aún más perturbadora que la del futuro que vemos en Robocop debemos explorar el off-the-record de lo que sucedió en la Argentina y, en particular en Santa Fe, entre el sábado 7 y el lunes 9 pasados: policías que no sólo abandonan su trabajo, sino que instiganal saqueo y generan inseguridad.

Algo así viene a plantear el film The Purge (“La purga”, estrenado este año en España como “La noche de la bestia” y dirigido por James DeMonaco), cuyo argumento también transcurre como treinta o cuarenta años a partir del presente. Entonces, los Estados Unidos o como sea que se llame la potencia en la que sucede la acción, han sido refundados. Esta refundación requiere nuevos credos –liberales, claro está–, nuevas formas de trascendencia o gatopardismo –“Que todo cambie para que todo siga igual”–, de modo que se instaura un día al año en el que se suspende la ley: los ciudadanos están habilitados durante doce horas para cometer todo tipo de delitos, desde el asesinato hasta cualquier forma de pillaje. La policía no trabaja, tampoco las guardias de hospitales ni cualquier otro tipo de servicio.
The Purge propone un carnaval siniestro: la ley se ausenta para que renazca la barbarie, se expanda y estalle en un lapso acotado, medido, y la comunidad purgue, precisamente, sus deseos más oscuros, aquellos que, de otra forma, amenazarían con despertar en cualquier momento.
Si fuera una buena película acaso podríamos extendernos también en el comentario, pero al proponer sólo esa “anécdota”, nos queda sólo celebrar la actuación de Lena Headey y Ethan Hawke y subrayar esa intriga en torno a la trascendencia que, como dijimos, estaba presente en la estrella del agente de la ley y en la catarsis de la tragedia clásica, primera forma de purga de los deseos de justicia, sacrificio y redención.
Para reflexionar junto con el cine sobre lo que sucedió en Santa Fe hace poco más de una semana acaso sea necesario revisar buenas películas, con referencias menos directas, como aquellas de pandilleros que filmó Walter Hill a principios de los 80 –Hill es un filósofo cínico que descree de la justicia civil: “Siempre habrá alguien más poderoso con mejor llegada a los mecanismos de la justicia”, declaró cuando estrenó su último film, “Bullet to the Head”–: allí no había policías, sólo la intemperie de los barrios pobres en la que un puñado de jóvenes tratan de fundar una mitología a partir de la bravura y la violencia. 

miércoles, 18 de diciembre de 2013

la edad del jazz

Llega fin de año y vuelvo a pegarme a la NPR, es decir, a la lista de "lo mejor del año" de Bob Boilen. Y, de todas las recomendaciones, la de Bryan Ferry: The Jazz Age. Sí, parece que dice "La era del jazz", pero vamos, se refiere a "La edad del jazz". La edad en la que uno ve con cierta distancia las ambiciones de la juventud y las pone en escena en esa juventud eterna que creó el jazz.

Siempre admiré a Ferry –si Roxy Music no fue la banda de sonido de mi primera juventud es porque estaba demasiado distraído siendo joven en San Nicolás, provincia de Buenos Aires, en 1978. Ferry tiene la rara virtud de ser un crooner fuera de tiempo: demasiado pop para ser una cantautor, demasiado glam. Boilen dice que este disco "reimagina el glam rock de Roxy Music y la música de su compositor y cantante, Bryan Ferry, al estilo de una banda de hot jazz de los años 20". Luego celebra que esos himnos de los 70 y 80 sean reversionados bajo la supervisión de Ferry para este disco grabado en mono y alude a su cosa sensual y fuera de tiempo.

Sí, otra vez nuestra querida anacronía. A Ferry sólo le hacía falta envejecer para espetarnos las canciones que hizo en su juventud, como "Avalon", o "Love is the Drug", pero hechas ahora como piezas de un museo personal, efímero como la duración de cada canción; efímero porque hay algo que desaparece del glam Ferry y vuelve con el jazz Ferry.
¿Cómo haría un crooner canciones instrumentales? Claro, apelando a lo que todos conocemos de las canciones, porque las canciones son algo por todos conocidas.Las canciones se cantan a sí mismas, celebran su larga melodía, su cuerpo frankensteniano: un cuerpo con retazos de otros cuerpos.
"Funciona si conocés las canciones como si no", agrega Boilen.
Ah, podrían separarse mundos a partir de estas canciones: los que están habitados por eso que trae The Jazz Age y los que no.
Acá se puede escuchar el disco:
the jazz age by Napoleón Zoilo on Grooveshark
Y acá armé una lista de reproducción para escuchar primero la versión jazzeada y luego su original: Bryan Ferry: from Roxy Music to The Jazz Age by Napoleón Zoilo on Grooveshark

jueves, 12 de diciembre de 2013

dardo ceballos



En un tuit Dardo Ceballos se refiere a dos sindicatos afines al funcionamiento de la Universidad Nacional de Rosario y crea el hashtag #ladecadamonotributada que, al leerlo con conocimiento de causa, interpreto: “la academia monotributada”. Es decir, los profesionales que cobran sus servicios (su saber, su formación y su derrotero por los pasillos y las cátedras de la academia) a través de facturas que sostienen con pies de papel el trabajo y la carrera. “La década monotributada”, claro, dice lo mismo, pero extiende la modalidad a todos los ámbitos.

Fotografía de Mela Castagna.

Ceballos (@eldardo) se licenció en Comunicación Social en la UNR. Es consultor en Comunicación Digital. Actualmente coordina la implementación de un Programa de Gobierno Abierto en el Gobierno de la Provincia de Santa Fe. Es co-fundador de HacksHackers Rosario. Dirigió un equipo de investigación para la UNR sobre el impacto del Programa Conectar Igualdad en el Litoral. Fue Coordinador de Contenidos Digitales de la UNR, docente Universitario. En sus “ratos libres”, escribe, hace periodismo cultural multimedia en ClubdeFun y Los Anillos de Saturno
—¿Cómo te interesaste en el periodismo digital?
—Creo que como consecuencia de cierta actitud DIY (“hacelo vos mismo” por sus siglas en inglés: do it yourself) que me es intrínseca y que allá por 2005 me hizo ver en los blogs y en MySpace los primeros brotes de la revolución digital que se avecinaba. Durante 2005 y 2006 fui heavy user de ambas herramientas y curiosamente nunca fui lo que se entiende como un bloguer, a pesar que alguna vez tuve un blog personal siempre aposté más por proyectos colectivos como el blog de Más Tarde Que Nunca y luego la revista cultural multimedia ClubdeFun que me hizo meter en 2006 en el maravilloso mundo de los CMS (gestores dinámicos de contenido) que para mi significaron el apasionante sueño de la autopublicación hecho realidad. Un camino de ida.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

giocattolo

Altamente recomendable el blog que descubrió Fernandito, Inspector de Juguetes. Donde podemos acceder a distintas colecciones de juguetes, algunos muy instructivos, como los robots al estilo victoriano, cuya iconografía tiene la irónica virtud de ubicarnos en una época precisa:
O los peluches aplastados en la carretera, muy pedagógicos para explicar a los niños los riesgos del tránsito:
Pero también hay otros, llenos de ingenio, como este Tetris analógico:

Por último, una selección de videos en base a muñecos, como este de operaciones encubiertas con legos tomado del canal de Keshen, que también vale la pena visitar.

lunes, 9 de diciembre de 2013

el soplamocos

Mientras miraba la miniserie australiana de ocho episodios The Slap (El soplamocos, podría ser una traducción deseable) no podía dejar de pensar en aquella crítica que Ángel Faretta escribió en 1984 cuando se estrenó en Argentina la película australiana Razorback: un cine posible, es decir, un cine que nos interpela.
Imagen tomada de HeyUGuys.

Basada en la novela –un best seller– de Christos Tsiolkas de 2008, la serie está ambientada en Melbourne. Según nos lo hacen saber todos –y es fácil intuir que así es– la versión filmada es mejor que la escrita. John Crace lo afirma en el primer párrafo de su reseña y, al comentar el libro, el crítico de The Guardian señala sobre todo las falencias de la novela. Incluso sin intención de ser crítica, una nota el Sidney Morning Herlad lo destaca.
La trama es más o menos así: un profesional “liberal” –progresista, en español, término que siempre debería llevar comillas–, de padres griegos, cumple 40 años (Jonathan LaPaglia). Su esposa (Sophie Okonedo), descendiente de aborígenes australianos, le organiza una fiesta en el jardín de la casa, una barbacoa. Entre los invitados están Rosie, su esposo y su hijo Hugo, de 4 años, un monstruito sin límites que aún toma la teta como sedante. Rosie (Melissa George) es amiga de la esposa del cumpleañero. En un momento Hugo, que ya hartó a todos con sus desplantes, recibe una bofetada de parte del primo del dueño de casa. Un macho a la vieja usanza, emprendedor, adinerado, etcétera. A partir de allí comienza una carrera en pos de enjuiciar al pegador que irá horadando las relaciones de todos los protagonistas.
En ocho episodios, cada uno dedicado a uno de los personajes, la serie avanzará sobre los alcances de ese soplamocos.
Sí, como dice un crítico, es una novela sobre “el derrumbe de la clase media” y acerca de la fragilidad de los valores liberales en una sociedad multicultural. Hay acá dos o tres sistemas de valores que se cruzan: el tradicional –representado por la familia griega del personaje que encarna LaPaglia–, cuyas creencias son, como se los muestra a los personajes– “sordas”; el más liberal –entendido como se entiende tradicionalmente el liberalismo y su red de contratos civiles–, que encarna el cuarentón, su esposa y sus amigos, todos de algún modo profesionales; la re-ligazón de lo tradicional, sutil y brevemente en juego en la trama a través del hermano de la esposa de LaPglia, un músico convertido al Islam que dejó el alcohol y la mala vida gracias a su “nueva” religión (su valores están firmes, es devoto y su credo es, en ese sentido, efectivo: funciona) y, acaso por último, la caricatura que hacen Rosie, su esposo y su consentido hijo de una pareja altamente ideologizada.
La serie tiene momentos brillantes, comienza como una comedia y se despliega como un drama con momentos siniestros. La denostación del racismo y el sexismo, que en la novela deben ser una catarata textual, en la serie está matizado con elegancia y hasta con humor.
Es pro último una serie sobre lo extraño que resulta, para el universo liberal, un niño.
Debo coincidir con Crace en que las escenas de sexo casi explícito son no sólo estúpidamente innecesarias, su principal razón de ser es no permitirnos disfrutar de estos episodios junto con nuestros hijos adolescentes.
Volviendo al cine posible de la cita inicial, conversé hace un tiempo en MTQN con Patricio Vega sobre sus series Los simuladores y Hermanos y detectives, le pregunté si esas producciones, que intentaban llevar el cine a la televisión no habían sembrado nada en la tevé vernácula. “Es que encima le sembraron soja”, me respondió. Aun así, creo que The Slap cabe en la definición “una televisión (argentina) posible”.

sábado, 7 de diciembre de 2013

todas las voces, todas

Esta tarde fui a la despedida de año del Museo Histórico Provincial, una hermosa excusa para encontrarme con mi amigo el director, con Lucía Seisas y Abi German, entre otras damas y caballeros. Escuchamos a los coros de la Biblioteca Asociación de Mujeres y Voces de la Ingeniería –según expresó su deseo la señorita Seisas, de mayor será coreuta–, dirigidos por Patricia Mastrángelo, que comenzaron con un repertorio "folclórico" (las comillas señalan dos temas del repertorio: el archiconocido tema de Jorge Fandermole sobre el Remanso Valerio y el de Víctor Heredia, "Ojos de cielo"), continuaron con un par de clásicos y culminaron con villancicos. Con emoción recordé mis años de coreuta en Villa Constitución, bajo la batuta de José María Ulla, que incluso paró un par de veces en mi casa de San Nicolás mientras dirigía el coro.

Mientras el coro calentaba voces y yo me bajaba de mi bicicleta, un correo electrónico de la secretaría de medios provincial me informaba de las declaraciones del gobernador Antonio Bonfatti: "La policía cumple sus funciones con normalidad". Aclaración que, de ser por entero cierta, no merecería difundirse.
Al final, cuando ya había pasado el brindis express que despacharon las chicas, nos quedamos charlando con Raúl D'Amelio, sentados en uno de los bancos del Parque de la Independencia, sobre Oroño, como corresponde a dos señores mayores. Fue entonces, cuando escuchamos la fanfarria de las patrullas de la Gendarmería que ingresaban a la ciudad, por una de sus arterias emblemáticas, con las sirenas al palo y los aplausos de la ciudadanía en suspenso.

lunes, 2 de diciembre de 2013

un mapa de la imaginación de rosario



Cuando se conocieron los resultados del segundo concurso infantil de cuentos organizado por la Editorial Municipal de Rosario (EMR), el martes de la semana pasada, muchos dimos por sentado que los participantes (1.100 niños de Rosario de entre 5 y 13 años que enviaron 1.220 cuentos) eran en su inmensa mayoría los hijos de ese sector que podría definirse por los lugares a los que concurre: la Isla de los Inventos, los recitales de Luis Pescetti, la escuela pública pero con cierto plus. Pues no. Oscar Taborda, director de la EMR tiene estadísticas: un 30 por ciento de los participantes provenían del centro de la ciudad; un 20, del noroeste; del sur, un 14, lo mismo que del norte; un 5 del suroeste y otro 5 que no envió datos.
La EMR premió a diez chicos (Fiamma Liza Farchi por “Al infinito y más allá”, Marco Andrés Revoledo por “El árbol galleta”, Inés Caussi Marcuzzi por “El diente cantante”, Naomí Yael Acosta por “El esqueleto bailarín”, Uma Taylor por “El lío de paraguas”, Vittorio Cittá Giordano por “Fuego y agua”, Lara Grezzana por “Historia de terror”, Damaris Vallejos por “La vaca Victoria”, Thiago Labriola por “Marvolet y el hombre araña” y Agustín Bonilla Sabbag por “Relámpago”) y otorgó sesenta menciones de honor.
 Juan Manuel Alonso y Oscar Taborda en la siempre concurrida EMR.

En la primera convocatoria, realizada en 2010, se presentaron 500 niños que podían enviar –como en este año– hasta tres cuentos breves. Quienes se presentaron –dice Taborda–, conformaban un grupo más homogéneo: clase media, hijos de profesionales o comerciantes. Hace tres años no había sido tan intenso el trabajo con las escuelas públicas, que en 2013 tomaron la posta y difundieron el concurso, al punto de que muchos de los cuentos de los participantes llegaron en lotes enviados por la misma escuela u otras organizaciones intermedias, como el Centro de Acción Familiar (CAF) de avenida De los Trabajadores 961, en el parque Alem, que recibe a niños de la comunidad qom del asentamiento de Empalme Graneros, así como a otros chicos de ese barrio.
El grupo de siete chicos alentado por las docentes del CAF (del que surgió uno de los ganadores) visitó la editorial (en la estación Rosario Norte, donde funciona la secretaría de Cultura municipal): “Hicieron algo así como una excursión –cuenta Juan Manuel Alonso, de la EMR– y llegaron hasta acá para entregar sus cuentos”. Alguno de los datos de esos niños que entraron al concurso y llegaron a las instancias finales, ni siquiera tenían una dirección: viven en pasillos donde no hay numeración.
También desde la Escuela República del Perú, en Alem al 3000, llegaron cuentos de niños de Tablada y zona sur. Los envíos, por correo electrónico o por carta, llegaban en lotes.
Los 10 cuentos ganadores y las 60 menciones, aclara DanielGarcía, de la EMR, no son necesariamente los mejores, sino los que mejor encajaron en los criterios del jurado, que integraron el mismo García, Paula Elissamburu y Nicolás Doffo.
Sin embargo, el equipo de la editorial observó que algunos de los cuentos, sobre todo aquellos que enviaron niños ya púberes, de entre 12 y 13 años, presentaban otras características, “más literarios”, también más extensos que la mayoría, donde se nota una intención más propia de personas que quieren escribir. Para esos participantes, cuyos nombres y datos quedaron registrados en la editorial, García y Taborda imaginan una suerte de taller que podrían dar los mismos jurados, aunque no sabrían precisar por ahora ni dónde ni cuándo podría hacerse.
Entre las estadísticas que Taborda despliega en un documento de Excel, también están las de género y edades: un 65 por ciento de los participantes eran niñas. Del total, un 10 por ciento tenía 8 años; un 15, 9; un 16, 10; otro 16, 11; un 17, 12 y un 8%, 13. Asimismo, se presentaron pequeños de hasta 4 años, pero sólo dos o tres casos.
Como siempre, una de las preocupaciones de la editorial ha sido la de, dicho metafóricamente, “mapear” la escritura y la imaginación de la ciudad. Por eso sus concursos de narrativa, poesía y ensayo de alcance metropolitano –a diferencia del concurso infantil de cuentos, del que sólo pueden participar residentes de la ciudad de Rosario– descubren y ponen en circulación escritores y poetas nuevos al tiempo que su serie Mayor –que recupera la obra completa de escritores rosarinos “clásicos”, por ponerle un mote– reconfigura la historia y la tradición literaria de la urbe.
Tanto Tabroda, como García y Alonso tienen hoy, después de leer los 1.220 cuentos y cotejarlos con los anteriores un punteo de los temas que atraviesan la imaginación de los niños rosarinos: muchos que finalizaban descubriendo que se trataba de un sueño, otros sobre casas abandonadas, los más esquemáticos sobre príncipes y princesas y algunos con contenido social. Entre esos relatos, dos o tres mencionaban la explosión del edificio de calle Saltaal 2100, otros se presentaron como una historieta, con ilustraciones, algunos en hojas manuscritas que son en sí como un dibujo y maravillaron a los jurados. Incluso en algunos cuentos hay menciones a estrellas del fútbol local o a celebridades del deporte como “Gabriela la campeona de tenis”. Algunos de los relatos llegaron a través del correo electrónico pero eran imágenes escaneadas de un original manuscrito.
"Hay mucho limerick", dice García. Alude al género breve, humorístico o sin sentido (nonsense) creado o nominado por Edward Lear a fines del siglo XIX: pequeños relato con un final eléctrico. 
Con todo ese material, desde la editorial planean ahora realizar un libro para el año próximo que lo reúna, una apuesta a lo que puede leerse y también a lo visual, con cuentos que estuvieron entre las menciones de honor y otros que quedaron entre los preseleccionados. Las carpetas forman aún tres grandes pilas en uno de los escritorios de las dos oficinas que ocupa la EMR en la estación Rosario Norte.
Las carpetas de los niños que concursaron.

Ilustradores

El concurso infantil de cuentos de la EMR incluyó un llamado a concurso de ilustradores –ya no infantes– para ilustrar los relatos de los libros que se presentarán el año próximo.
El jurado integrado por Carlos Aguirre, Laura Ruggeri y Juan Manuel Alonso seleccionó de entre las 102 carpetas presentadas para ilustrar los nuevos diez títulos de la colección Infantil de Cuento a Carla Patricia Colombo, Laura Echenique, Nuria Constanza García, María Josefina Luque, María Florencia Martini, Jorge José Matar, María del Pilar Moreno, María Victoria Rodríguez García, Josefina María Rossi y Clara Spinassi.

 
Mapa de la ubicación de los cuentos en Rosario confeccionado por la EMR.

El jueves 5 de diciembre a las 18.30, en la Isla de los Inventos (Wheelwright y Corrientes) se entregan los premios y diplomas.