Nota
del traductor (Adam Kotsko)*:
Giorgio Agamben me pidió que tradujera este breve ensayo, que sirve como
respuesta indirecta a la controversia en torno a su artículo sobre la respuesta
al coronavirus en Italia (aquí
está la pieza original en italiano y aquí
una traducción al inglés). [Nota bene al final]
El
miedo es un mal consejero, pero hace que aparezcan muchas cosas que
pretendíamos no ver. El problema no es dar opiniones sobre la gravedad de la
enfermedad, sino preguntar sobre las consecuencias éticas y políticas de la
epidemia. Lo primero que la ola de pánico que paralizó al país muestra es que
nuestra sociedad ya no cree en otra cosa que la vida desnuda. Es obvio que los
italianos están dispuestos a sacrificar prácticamente todo: las condiciones
normales de vida, las relaciones sociales, el trabajo, incluso las amistades,
los afectos y las convicciones religiosas y políticas, por el peligro de
enfermarse. La vida desnuda –y el peligro de perderla– no es algo que une a las
personas, sino algo que las ciega y las separa. Los otros seres humanos, como
en la plaga descrita en la novela de Alessandro Manzoni, ahora sólo son vistos
como posibles propagadores de la plaga a los que uno debe evitar a toda costa y
de los que uno necesita mantenerse a una distancia de al menos un metro. Los
muertos, nuestros muertos, no tienen derecho a un funeral y no está claro qué
sucederá con los cuerpos de nuestros seres queridos. Nuestro vecino ha sido
suprimido y es curioso que las iglesias guarden silencio sobre el tema. ¿En qué
se convierten las relaciones humanas en un país que se habitúa a vivir de esta
manera por quién sabe cuánto tiempo? ¿Y qué es una sociedad que no tiene otro
valor que la supervivencia?
La otra cosa, no menos inquietante que la primera, que la epidemia ha
hecho aparecer con claridad es que el estado de excepción, al que los gobiernos
nos han habituado durante algún tiempo, se ha convertido realmente en la
condición normal. Ha habido epidemias más graves en el pasado, pero nadie pensó
por ese motivo declarar un estado de emergencia como el actual, lo que nos
impide incluso movernos. La gente ha estado tan habituada a vivir en
condiciones de crisis perpetua y emergencia perpetua que no parecen darse
cuenta de que su vida se ha reducido a una condición puramente biológica y no
solo no tiene toda la dimensión social y política, tampoco humanas y afectivas.
Una sociedad que vive en un estado de emergencia perpetua no puede ser una
sociedad libre. De hecho, vivimos en una sociedad que ha sacrificado la
libertad por las llamadas "razones de seguridad" y, por lo tanto, se
ha condenado a vivir en un estado perpetuo de miedo e inseguridad.
No es sorprendente que a propósito del virus hablemos de guerra. Las
medidas de emergencia de hecho nos obligan a vivir en condiciones de toque de
queda. Pero una guerra contra un enemigo invisible que acecha en cualquier otra
persona es la guerra más absurda. Es, en realidad, una guerra civil. El enemigo
no está afuera, está entre nosotros.
Lo preocupante no es tanto o no solo el presente, sino lo que viene
después. Así como las guerras han dejado como legado a la paz una batería de
tecnología poco auspiciosa –desde el alambre de púas hasta las centrales
nucleares–, también es probable que incluso después se busque continuar con los
experimentos de emergencia de salud que los gobiernos no lograron llevar a la
realidad antes: cerrar universidades y escuelas y hacer lecciones solo en
línea, poner fin de una vez por todas a reunirse y hablar por razones políticas
o culturales e intercambiar solo mensajes digitales, siempre que sea posible,
sustituyendo máquinas por cada contacto –cada contagio– entre seres humanos.
* Traducción del inglés: Pablo Makovsky. La publicación original en An und für sich.
Nota bene: Artillería Inmanente, acaso unos de los mejores sitios para leer traducciones recientes de los mayores filósofos contemporáneos, ya había publicado una traducción del italiano de este artículo (clic en el link).
Traducción del italiano https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=1364
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