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lunes, 16 de marzo de 2020

¿qué puede enseñarnos el covid-19?



Muchos ven el mundo como un número inabarcable de batallas por un premio, cada uno con su ganador y su perdedor. Para ellos, la vida es una serie interminable de estos juegos de suma cero. Por desgracia, una de estas personas es el presidente de los Estados Unidos.

Un ejemplo de algo que no es un juego de suma cero es una pandemia global. La enfermedad de otra persona no es para mí una ganancia sino una amenaza. Ninguna nación gana de la mortalidad en otra nación. Para pelear contra el contagio, el arma principal es la cooperación, en todos los niveles, desde el interpersonal hasta el internacional. A nivel internacional, compartir recursos e información es esencial, porque cualquier vulnerabilidad de cualquier nación amenaza a las personas de todas las demás naciones.

Las naciones que peleaban entre sí en la Primera Guerra Mundial pensaron lo contrario. Así que cada uno, incluido Estados Unidos, trató la creciente epidemia de 1918 como un secreto militar. La existencia del virus asesino se hizo pública solo porque España, que no era una de las naciones en guerra, se negó a censurar las noticias sobre la enfermedad. Las estimaciones de muerte por la pandemia de 1918 varían de unos 17 millones a unos 100 millones. La guerra mató directamente a 53.000 estadounidenses. El virus mató entre 500.000 y 675.000 estadounidenses. Una mirada más profunda revelaría que los estragos de la guerra, junto con la cultura pervertida de la guerra, fueron los mayores facilitadores de la pandemia, si no sus causas.

Hoy ya no libramos guerras a grandes escalas como las Guerras Mundiales I y II, la Guerra de Corea, la Guerra de Vietnam y la Guerra de Irak, al menos durante un par de décadas. Luchamos sobre todo contra las llamadas guerras de baja intensidad y guerras comerciales –que es un eufemismo. Estados Unidos, en particular, ha demostrado repetidamente su capacidad para destruir la economía y la infraestructura de naciones enteras, incluso naciones desarrolladas como Venezuela e Irán, apelando sencillamente a la subversión, el soborno, los boicots, el sabotaje, la desinformación y los aranceles.

Esto plantea algunas preguntas demasiado grandes para ser respondidas bien en un breve ensayo. Pregunta 1: ¿La preferencia por esta estrategia de guerra, no destruyó de hecho la Unión Soviética, convirtiendo a Estados Unidos en el ganador de la Guerra Fría? Hubo tres intentos de usar ejércitos convencionales para destruir a la Unión Soviética. Primero fue la invasión coordinada, lanzada en 1918 por Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Japón, Australia, Canadá, Checoslovaquia, Serbia, Italia, Polonia, Grecia y Rumania. La segunda fue la serie de invasiones de Japón, que comenzó en 1931 y terminó cuando los soviéticos destruyeron el 6º Ejército de Japón en la histórica Batalla de Khalkin Gol, en agosto de 1939. Finalmente llegó la invasión del gigante nazi que había conquistado fácilmente a todos sus adversarios europeos. La URSS derrotó incluso a este coloso militar en una batalla decisiva de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, cuarenta y cinco años de Guerra Fría hicieron de la URSS un cadáver gigante y desmembrado. De ahí la segunda pregunta: ¿podría la estrategia de la Guerra Fría destruir a China, el último contendiente por ser la nación más grande y tecnológicamente más avanzada del mundo? Incluso antes de la llegada de Covid-19, la guerra económica y política de Trump contra China estaba dañando gravemente la economía china e infligiendo un daño significativo por sí solo. Esto lleva a la pregunta más importante.

Por supuesto que hubo un perdedor en la Guerra Fría. ¿Pero fue Estados Unidos el ganador? Si miramos nuestras desastrosas estadísticas de salud (incluida la esperanza de vida, mortalidad infantil, obesidad, drogadicción y suicidio), nuestra infraestructura colapsada, nuestra vergonzosa educación pública y nuestra ignorancia pública –la grotesca desigualdad entre el uno por ciento y todos los demás– y nuestro disfuncional sistema político, uno podría preguntarse: ¿qué ganamos? ¿Y cómo sería nuestra nación hoy si, en lugar de la Guerra Fría, hubiéramos extendido la cooperación en tiempos de guerra con la URSS? El único resultado seguro de la Guerra Fría es que tanto Rusia como Estados Unidos todavía poseen un arma del fin del mundo que continuamente amenaza con destruir la civilización humana y tal vez nuestra especie.

Lo que nos lleva de vuelta a la sombría escena actual de la caída de los mercados bursátiles, las tragicómicas elecciones en Estados Unidos y una enfermedad que amenaza nuestra libertad personal, nuestros placeres sociales y nuestras vidas. China, seriamente debilitada por las guerras comerciales y políticas de Estados Unidos, cometió el mismo error que las naciones beligerantes de la Primera Guerra Mundial: tratar de mantener en secreto a Covid-19. La administración Trump, entre muchos otros disparates y metidas de pata, ahora está cometiendo un error peor y verdaderamente incomprensible: mantiene los aranceles y el dispositivo de la guerra comercial.

Está cometiendo el mismo error en la relación con Irán. Antes del golpe de Covid-19, Estados Unidos había logrado destruir gran parte de la economía e infraestructura de Irán, dejando a esa nación incapaz de contener la enfermedad. El juego de suma cero que está detrás de esta política estadounidense apenas nos ayuda a ganar el juego de la muerte que el virus está jugando contra nosotros.

La decisión de Trump de continuar su guerra comercial con China también está dañando directamente a la economía global y de EEUU, lo que exacerba significativamente la caída de los mercados bursátiles en el país y en todo el mundo. Esto debería ser obvio para los responsables políticos de Washington, pero quizás no para alguien que heredó 412 millones de dólares y que se declaró en bancarrota varias veces.

Trump ahora culpa a los medios de comunicación y a los demócratas por exagerar supuestamente los peligros del virus y llevar a la caída del mercado de valores. El Covid-19 es por cierto el evento que disparó el desplome y empeorará la recesión que ahora nos amenaza. Pero recordemos que antes de que atacara el virus, ya había numerosas advertencias de que los mercados estaban sobrevalorados y asomaba una posible recesión en los próximos meses. Los índices de manufactura de EEUU ya se estaban contrayendo. La administración Trump estaba entregando decenas de miles de millones de dólares para rescatar a los agricultores estadounidenses, para compensar su pérdida de mercados debido a las represalias chinas. La curva de rendimiento ya se había invertido dos veces, que generalmente es un indicador confiable de la próxima recesión. Las tasas de interés a largo plazo eran tan bajas que sostenían con una mentira la euforia salvaje del mercado de valores (lo que a menudo precede a una gran liquidación o caída). Trump buscó desesperadamente mantener los mercados gordos y felices y posponer cualquier recesión hasta después de su reelección. Es por eso que estaba intimidando furiosamente a la Fed para reducir drásticamente las tasas de interés. Incluso instó a la Fed a desplazarse hacia un territorio de rendimiento negativo.

Ahora pensemos en finales de 2007 y en el 2008, cuando ocho años de imprudencia republicana en la guerra y las finanzas estuvieron peligrosamente cerca de destruir el sistema bancario global y lograron colapsar los mercados y hundir a la nación y la economía global en lo que ahora se llama la Gran Recesión, la peor recesión desde la Depresión de 1929 y la década de 1930. La única nación importante que evitó la recesión fue China. Mientras la demanda se derrumbaba en todo el mundo, fue China, que actuó como un súper motor, la que sacó a la economía global del atolladero. Continuar librando una guerra económica contra China es hoy, por lo tanto, una locura suicida.

Ni el Covid-19 ni una gran recesión representan una amenaza para nuestra supervivencia como especie. Sin embargo, enfrentamos dos amenazas existenciales, ambas creadas por nuestra especie, y cada una presenta a nuestra nación en el papel principal. En el mismo momento en que solo la unidad y la cooperación global pueden salvarnos de las amenazas de holocausto nuclear y devastación ambiental, el nacionalismo letal está destrozando a nuestra especie. ¿Puede el Covid-19 enseñarnos que esas dos grandes amenazas a nuestra existencia tampoco son juegos de suma cero? ¿Que nuestra especie gana o nosotros, como muchas otras especies, perdemos todos?

* Franklin es un historiador cultural y académico estadounidense de 86 años. Un veterano militante antibélico que pasó por distintas organizaciones de la izquierda de su país. En sus numerosos libros estudió, entre otros temas, los efectos de la guerra como la de Vietnam en la vida y la cultura de los estadounidenses, así como el sistema carcelario y su percepción cultural y social.

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