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viernes, 18 de marzo de 2011

chernobyl > "un concepto agujereado"


Ramiro Escobar vio la entrada acá y me avisó a través de un mensaje en Facebook que Natalia Litvinova, una poeta y traductora bielorrusa de 25 24 años que vive en Buenos Aires desde hace 15 años, nació en Gomel, muy cerca de Chernobyl. Como Litvinova está en mi lista de amistades revisé su información y busqué en la red hasta que la encontré en una entrevista de la revista Ping Pong, que edita nuestro común amigo Frank Baez (República Dominicana).
Mi intriga original era acerca de Chernobyl, acerca de mi enorme ignorancia sobre todo eso. Viendo en FB las fotos de su familia en la ex URSS, recordé las fotos familiares de mi padre pero, sobre todo, reconocí una familiaridad, más allá de la descendencia, en las poses y la textura de las imágenes que son contemporáneas de mi juventud.
En fin. Quería saber de aquél episodio, saber si el exilio de su familia estaba relacionado con el accidente de Chernobyl, cómo lo vivió, etcétera. Pero al leer el reportaje, me asaltó la intriga mayor de la extranjería. Las distancias de nuestras extranjerías son muy distintas en todo sentido (geográfico, lingüístico, cultural), y si bien hay escalas y rangos para lo que se pierde, al cabo del tiempo nos parecemos en la experiencia, como dice uno de los poemas de Litvinova, de buscar en los rostros de los ausentes cosas que recordamos.
Eso más o menos le escribí y ella contestó con este mensaje.

«Hola, Pablo,
«Creo que nunca hablé demasiado de Chernobil (pero qué es Chernobil sino un lugar fantasma), no vi el accidente (no sé si debería llamarlo así) con mis propios ojos. Pero sí siento una gran impotencia. Sería muy poético decir: me dan ganas de patear el aire, quizás es lo que sintió mi madre cuando sucedió todo eso, quizás quiso patear no solo el aire.
Pienso en lo que sucedió en Japón, siento lo que sucedió en Japón. Es ingenuo decir esto pero al menos hubo un comportamiento adecuado a la circunstancia, dentro de sus posibilidades, escucho que en los colegios tratan de proteger, explicar las precauciones a los niños, pastillas de yodo, “salgan lo menos posible a la calle, los vientos se dirigirán hacia…”, etc. En Bielorrusia y Ucrania no pasó así. La liberación de la radiación fue mucho mayor, la gente caminaba por la calle como si nada, los campesinos continuaron recogiendo sus frutos después de esas lluvias contaminadas…
«Para apagar los reactores, o el fuego, desesperados comenzaron a tirar desde los helicópteros electrodomésticos, máquinas, cosas de cualquier tipo, provocando las peores combinaciones radiactivas. Los robots a los que enviaban para realizar la limpieza de la zona dejaban de andar, por eso enviaban a los hombres, que obviamente murieron todos, o casi todos. Y muy rápido.
«Mi generación lo sigue padeciendo. Muchos de mis amigos (me enteré) tienen alguna enfermedad, algunos murieron; otros, simplemente, un día no despertaron.
«Recuerdo el extraño olor metálico de las fotos en blanco y negro que trajo mi madre de Chernobil cuando hizo un corto viaje para visitar la tumba de sus padres unos años después del accidente. ¿Será ese el olor de todas las cosas abandonadas allá? No lo sé.
«¿Cuál es mi sensación? Que no hay ayuda real en Chernobil. La ayuda que hay es una máscara muy fina. Hay familias que no pueden moverse de la zona porque si se van les retirarán los subsidios. Quizás la modernidad también sea no más que una máscara, un concepto agujereado, un rostro feo pero bien maquillado. No sé cómo se organizarán en Japón, pero intuyo que las donaciones, la eficiencia, las precauciones tempranas, las observaciones externas, etc, jugarán a favor en este caso.
«El silencio injusto deforma a la gente.
«Que mi madre haya hecho sus valijas y vendido absolutamente todo para ir hacia la nada, porque nada es lo que conocía de la Argentina, para mí fue y es un importante golpe de valor.»
 Azotea en la ciudad abandonada de Pripyat. Al fondo, la planta de Chernobyl. Foto de Wikimedia Commons [clic en la imagen para ampliar].

3 comentarios:

  1. Pablo, hiciste lo que yo no me animé a hacer. Conozco a Natalia y he leido algo de su bella poesía. No tuve el valor de preguntarle por Chernobyl. Pero pensé hacerlo. Muy bella respuesta. Gracias.

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  2. soy Alejandra Correa, no anónima, pero no sale el id

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  3. hola, ale, ahí también leí en fb que pensabas llevarte el post. lleve nomás, lo que usted se lleva a mí me llena. un beso

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