Los muertos
vivientes retornaron este domingo (y en Argentina, según se anunció, el lunes
por Fox). Luego de una pausa que duró dos meses, The
Walking Dead, la serie creada por el director y productor Frank Darabont en base al cómic de Robert Kirkman, retomó su
segunda temporada con el octavo de sus trece episodios, “Nebraska”.
Como sabemos,
The Walking Dead narra el derrotero de un grupo de sobrevivientes de un
apocalipsis zombi por la costa Este de Estados Unidos. El centro narrativo de
la segunda temporada es el campamento en la granja de Hershell Greene,
fervoroso creyente, quien aloja zombis en el granero, entre ellos su esposa y
madre de su hija mayor, a la espera de una cura que pueda devolvérselas.
Mientras tanto, el grupo cuyo liderazgo se disputan solapadamente Rick Grimes (Andrew Lincoln) y Shane
Walsh (Jon Bernthal),
están varados en el lugar en busca de Sofía, la niña que se perdió en el bosque
y a quien encuentran en el séptimo episodio entre los muertos vivientes
encerrados en el granero. Tras una matanza a la que Hersehell se resistió, Rick
Grimes debe hacerse cargo de exterminar a la Sofía convertida en zombi.
Planteado así
parece una estupidez. Pero la serie, que reúne una de las mayores audiencias en
todas partes, no está planteada como una batalla interminable entre muertos
vivos y sobrevivientes, sino que sigue el periplo del grupo en esa
desertificación del mundo civilizado.
Como ya hemos
escrito en este espacio sobre The Walking Dead, lo que nos interesa
ahora no es tanto el relato o el análisis como subrayar una característica
que emparenta la serie con el antiguo cuento maravilloso o de hadas.
A principios
del siglo XIX, tras la revolución francesa y la industrial, cuando ya los
saberes se habían dividido y la ciencia comenzó a elaborar un lenguaje propio,
inaccesible para los no entendidos, nació el cuento fantástico, que vino a
reemplazar el cuento de hadas. Es decir, nació un tipo de narración en el que
lo maravilloso aparecía en el relato como una excepción. El cuento fantástico
se convierte así en un relato realista en el que irrumpe algo de otro orden. A
diferencia del cuento de hadas, en el que los seres maravillosos convivían con
lo cotidiano. Pero, sobre todo, el cuento fantástico viene también a señalar
que han aparecido diferencias en el mundo, que se convive con distintas
visiones y versiones sobre la realidad (es un género realista en el que irrumpe
lo sobrenatural): ya no es más un uni-verso, sino un multiverso, en él conviven
el eterno presente del “érase una vez” y el tiempo histórico en el que los
muertos se resisten a morir, como sucede en el cuento de fantasmas más
frecuente.
The Walking Dead recuerda al cuento de hadas en
la convivencia entre vivos y zombis: el zombi ya no es un monstruo (que siempre
es único y excepcional), sino un elemento más de este nuevo universo. El zombi
viene a ser así la plaga del mundo reducido a la ideología única porque, ya lo leímos: “Es
más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios se moderan, pero serán siempre publicados mientras incluyan una firma real.