Este artículo se
publicó originalmente en Skeptic y llegamos a él a
través de la traducción de Marta Estévez Pequeño para SinPermiso.
Para quienes lean en inglés, agregué hipervínculos del artículo original y
otros de referencia.
El engaño
El supuesto científico y metacientífico androcéntrico de que el
pene es el órgano reproductor masculino es apabullante y, en gran parte,
indiscutible.
Así es como empezamos, usamos esta oración absurda para presentar
un «artículo» de 3.000 palabras que no es sino un completo sinsentido
disfrazado de erudición académica y que, posteriormente, una revista académica
del ámbito de las ciencias sociales con revisión por pares aceptó y publicó.
Este artículo nunca debería haberse publicado. Con el título «El
pene conceptual como un constructo social», nuestro trabajo «argumenta» que «El
pene con respecto a la masculinidad es una construcción incoherente. Se defiende
así que el pene conceptual se comprende mejor no como un órgano anatómico, sino
más bien como una construcción social performativa y un constructo difundido a
nivel social». Todo ello con el objetivo de demostrar la afirmación del
filósofo David Hume de que existe una profunda brecha entre lo que es y lo que
debería ser. Nuestro artículo, ese
que nunca debería haberse publicado, se publicó con acceso abierto, lo que
significa que está disponible para todos los lectores y no está sujeto a pago,
en la revista con revisión por pares Cogent Social Sciences.
En caso de que se elimine el PDF, lo
tenemos guardado.
Estas características irrecusables de nuestro engaño restan
importancia a la falta de aptitud de nuestro artículo para ser incluido como
publicación académica. No intentamos hacer un artículo coherente, simplemente
lo llenamos de vocablos de la jerga («discursivo» e «isomorfismo»), tonterías
(como argumentar que los hombres hipermasculinos están dentro y fuera de
ciertos discursos al mismo tiempo), frases clave (sociedad prepospatriarcal),
referencias lascivas a los términos relativos al pene, insultos hacia los
hombres (incluido el de hacer referencia a algunos hombres que eligen no tener
hijos como «incapaces de forzar a una compañera») y alusiones a la violación
del espacio o despatarre –quejarse
de que los hombres se sienten con las piernas abiertas– es «similar» a violar
el espacio a su alrededor». Después de redactar el artículo, lo leímos con
atención para asegurarnos de que no decía nada significativo y, como ninguno de
nosotros pudo determinar de qué trataba realmente, lo consideramos un éxito.
A continuación proporcionamos algunos ejemplos, como un párrafo de
la conclusión, el cual ambos revisores consideraron como muy positivo.
Concluimos así que la mejor forma de comprender
el concepto de pene no es como un órgano sexual masculino, o como un órgano
reproductor masculino, sino como una construcción social promulgada que es, a
la vez, perjudicial y problemática para la sociedad y las futuras generaciones.
El pene conceptual presenta problemas significativos para la identidad de
género y la identidad reproductiva dentro de la dinámica social y familiar,
tiene un carácter excluyente en las comunidades marginadas basadas en el género
o la identidad reproductiva, es una fuente inagotable de abuso hacia las
mujeres, así como hacia otros grupos y personas marginadas por motivos de
género, es el origen performativo de la violación, y es el motor conceptual que
está detrás de gran parte del cambio climático.
Sí, lo ha leído bien, afirmamos que el cambio climático lo
causan «conceptualmente» los penes. ¿Cómo defendimos esa afirmación? De la
siguiente forma:
Los enfoques hegemónicamente masculinos
destructivos e insostenibles de las políticas y acciones ambientales más
urgentes son el resultado predecible de una violación de la naturaleza por una
mentalidad dominada por los hombres. Esta mentalidad se refleja mejor si
reconocemos el papel del pene conceptual en la psicología masculina. Cuando se
aplica a nuestro entorno natural, especialmente a ambientes vírgenes que se
pueden expoliar fácilmente por sus recursos materiales, y los cuales quedan
dilapidados y reducidos después de que los enfoques patriarcales con base en el
beneficio económico hayan robado su valor esencial, la extrapolación de la
cultura de la violación inherente al pene conceptual se hace evidente.
Y así, lo que argumentamos se deduce de lo anterior por medio
de una cita sin sentido generada algorítmicamente a partir de un artículo
ficticio, al que nos referimos y citamos explícitamente en el artículo:
La significancia de la hipermasculinidad tóxica deriva
directamente del pene conceptual y se basa en sí misma para apoyar el
materialismo neocapitalista, motor fundamental del cambio climático,
especialmente en lo que se refiere al uso desenfrenado de las tecnologías
basadas en combustibles fósiles que emiten carbono y en la dominación de los
entornos naturales vírgenes. No consideramos necesario profundizar en las
críticas del objetivismo dialéctico ni en sus relaciones con tropos masculinos,
como el pene conceptual, para hacer una crítica efectiva del objetivismo
dialéctico (excluyente). Todas las perspectivas importan.
Si tiene problemas para entender lo que significa, hay dos
puntos importantes que se deben considerar. En primer lugar, nosotros tampoco
lo entendemos. Nadie lo hace. Esto debería haber bastado para que cualquier
revista con revisión por pares decidiese no publicarlo. En segundo lugar, estos
ejemplos son los más lúcidos en comparación con el resto del documento. Por
ejemplo, considere este ejemplo final:
En la medida en que la masculinidad es
esencialmente performativa, también lo es el pene conceptual. El pene, según
Judith Butler, «solo puede entenderse por referencia a lo que se excluye del
significante dentro del dominio de la legibilidad corporal» (Butler, 1993). El
pene no debe entenderse como una expresión honesta de la intención del
intérprete si se presenta en una actuación de masculinidad o hipermasculinidad.
Así, el isomorfismo entre el pene conceptual y lo que se denomina en la
literatura feminista discursiva como «hipermasculinidad tóxica» se define con
base en un vector del machismo cultural masculino braggadocio con el pene
conceptual en el papel de sujeto, objeto y verbo de acción. El resultado de
esta tricotomía de papeles es posicionar a los hombres hipermasculinos tanto
dentro como fuera de discursos competidores cuya dinámica, como se observa en
el análisis posestructuralista del discurso, promueve una interacción
sistemática de poder en la que los hombres hipermasculinos usan el pene
conceptual para pasar de sujetos impotentes a sujetos poderosos (consultar a
Foucault, 1972).
Nadie sabe qué significa esto porque es un completo disparate.
Quien diga que lo entiende, miente. Punto final.
Pero aún va a peor. No solo el texto es ridículo, sino también las
referencias. La mayoría de ellas son citas a artículos y cifras de este ámbito
que apenas tienen sentido en el marco del texto. Otras se obtuvieron mediante
la búsqueda de palabras clave y artículos que, aparentemente, estaban
relacionados con las palabras que citamos. De todas estas fuentes no leímos
absolutamente ninguna, adrede, pues formaba parte del engaño. Y todavía va a
peor...
Algunas referencias citan el Postmodern Generator, un sitio web
codificado en la década de 1990 por Andrew Bulhak que presenta un algoritmo
basado en el método de Alan
Sokal (NYU) para engañar a una revista de estudios culturales llamada Social Text y que genera un «artículo»
posmoderno cada vez que la página se carga. Gran parte de nuestras citas y
referencias proceden del Postmodern Generator. Entre ellas se incluyen citas
sin sentido incorporadas en el cuerpo del documento que remiten a cinco
«artículos» diferentes generados en tan solo unos minutos.
Cinco referencias a artículos falsos en revistas que no existen es
algo increíble por sí mismo pero lo que es aún más asombroso es que el artículo
original que presentamos solo tenía dieciséis referencias en total (ahora tiene
veinte, después de que un revisor pidió más ejemplos). Casi un tercio de
nuestras referencias remite a fuentes falsas de un sitio web. Todo ello nos da
pie a mofarnos de que este tipo de sinsentidos tienen cabida, sobre todo, en
los campos «académicos» corrompidos por el posmodernismo. Hablaremos de ello
más adelante.
Dos de las revistas falsas citadas son Deconstructions from Elsewhere y And/Or Press, que
se obtuvieron directamente a partir de citas ficticias generadas
algorítmicamente en el Postmodern Generator. Otra de las citas se remite al
investigador ficticio «S. Q. Scameron», cuyo nombre, completamente inventado,
aparece en el cuerpo del artículo varias veces. En respuesta a esto, los
revisores consideraron que nuestras referencias eran «sólidas», incluso después
de un control de referencias cruzadas aparentemente meticuloso llevado a cabo
en la fase final de aprobación editorial. No importa el esfuerzo que se haga,
parece que uno simplemente no puede superar al genio de Cogent Social Sciences.
Sin embargo, en un principio no pretendíamos engañar a Cogent Social Sciences.
Si lo hubiéramos hecho, esta historia no sería tan interesante ni tan
fulminante. Otra revista NORMA:
International Journal for Masculinity Studies, una revista del
grupo editorial Taylor & Francis, nos recomendó Cogent Social Sciences. NORMA rechazó «El pene
conceptual como un constructo social», pero pensó que encajaría bien en
la Serie Cogent, que
trabaja de forma independiente dentro del grupo Taylor & Francis. En su
carta de rechazo, los editores de NORMA escribieron:
Consideramos que su artículo sería muy adecuado para nuestra Serie
Cogent, una plataforma multidisciplinaria y abierta para
difundir de forma rápida investigaciones revisadas por pares en todas las
disciplinas.
Si reenvía su artículo:
• Ahorrará tiempo, ya que no es necesario volver a
formatearlo ni reenviar su trabajo manualmente.
• Conseguirá que su artículo se publique más rápido, puesto que,
junto con él, se reenviarán también las revisiones anteriores.
En el caso de que se acepte su artículo, y para garantizar que
todos los lectores podrán acceder a él de forma abierta, la Serie Cogent le
invita a realizar una contribución «pague lo que considere» para cubrir los
costes de la publicación en acceso abierto. Tanto usted, como autor, como la
institución o entidad que haya financiado la investigación puede realizar este
pago. Actualmente muchas instituciones y entidades de financiación proporcionan
apoyo económico para publicar en acceso abierto.
Entonces, decidimos hacerles caso y Cogent Social Sciences aceptó
«El pene conceptual como un constructo social». Los revisores nos animaron
muchísimo y nos evaluaron de forma muy positiva en casi todas las categorías.
Por ejemplo, un revisor calificó nuestra propuesta de tesis como «sólida» y la
elogió de la siguiente forma: «Capta [sic] la cuestión de la hipermasculinidad
a través de un proceso multidimensional y no lineal», lo que nosotros
interpretamos como que vaga sin rumbo a través de muchas capas de jerga y
tonterías. El otro revisor calificó la tesis, junto con el artículo completo,
como «destacable» en
cada una de las categorías.
Sin embargo, no aceptaron el artículo del todo. El segundo revisor
de Cogent Social Sciences nos sugirió
algunas soluciones relativamente fáciles para hacer que nuestro trabajo fuera
«mejor». Las aceptamos y modificamos el artículo en aproximadamente dos horas,
añadiendo simplemente algunas tonterías más sobre el despatarre, la supuesta
causa del cambio climático, y los concursos de quién la tiene más larga.
El problema de las revistas de acceso abierto en las que se paga
por publicar
Cogent
Social Sciences es una revista multidisciplinaria de acceso abierto que
ofrece una revisión por pares de excelente calidad en todos los campos de las
ciencias sociales, desde el Derecho, la Sociología, la Política, la Geografía y
el Deporte a la Comunicación. Si consigue que su investigación conecte con el
público general, obtendrá el máximo número de lectores e impacto.
Una de las cuestiones más importantes a las que se enfrenta la
publicación con revisión por pares es la siguiente: «¿Son las revistas de
acceso abierto en las que se paga por publicar el futuro de la publicación
académica?». Al parecer hemos respondido a esa pregunta con un gran ¡NO! en
rojo.
Sin embargo ese ¡NO! tiene un asterisco. Es decir, el proceso
llevado a cabo en las revistas de acceso abierto en las que se paga por
publicar no puede garantizar una calidad si no cuenta con unas medidas de
protección muy estrictas, algo que no sorprenderá a aquellos que ya estén
familiarizados con este debate. No hay nada necesariamente o intrínsecamente
malo en las revistas de acceso abierto o en las que se paga por publicar; es
más, en última instancia, pueden resultar de gran valor. Sin embargo, a corto
plazo, pagar por publicar puede ser un problema importante debido a las
tendencias inherentes a los conflictos de intereses, ya que los beneficios
están por encima de la calidad académica, es decir, el ánimo de lucro es
peligroso porque las cuestiones éticas son caras.
El mecanismo de pago por publicar no debe afectar a las normas de
control de la calidad del proceso de revisión por pares. Cogent Open Access afirma
que consigue resolver este problema mediante un proceso de revisión ciega.
¿Funciona? Tal vez no siempre, si este caso sirve como indicio. Algunas
revistas en las que se paga por publicar explotan felizmente a académicos
preocupados por su carrera profesional y publican cualquier cosa (véase el
famoso engaño del artículo de Seinfeld)[1].
¿Es el nuestro el mismo caso? Los académicos dedicados a los estudios de género
comprometidos con la integridad de su disciplina académica deberían esperarlo,
y tienen razones para sospecharlo. Por un módico precio de mínimo 625
dólares, Cogent Social
Sciences estuvo dispuesta a publicar «El pene conceptual como
un constructo social»[2].
Sin embargo, al parecer, existe un problema aún más profundo aquí. Suponiendo
que se trata de un medio predador de pago por publicar, nos sorprendió que una
revista aparentemente respetable del grupo Taylor & Francis nos propusiera
contribuir en la Serie
Cogent (Nota de los autores: dejamos a criterio del lector
considerar NORMA:
International Journal for Masculinity Studies como una revista
válida, aunque, aparentemente, la dirigen todos unos expertos académicos en el
campo y no es una máquina depredadora de hacer dinero). El problema, entonces,
quizás tenga que ver no solo con las revistas de pago por publicar, sino
también con la infraestructura que las soporta.
En suma, es difícil posicionar a Cogent Social Sciences en un rango que
va desde una revista académica rigurosa en estudios de género a una fábrica
predadora de dinero por publicar. En primer lugar, Cogent Social Sciences funciona
con el visto bueno del grupo Taylor & Francis, con el cual, sin ningún
duda, está estrechamente asociada. En segundo lugar, se presenta como una
revista de acceso abierto de excelente calidad en el Directorio de Revistas de
Acceso Abierto (DOAJ), que pretende ser una lista fiable que recoge este tipo
de publicaciones. De hecho, se encuentra registrada en otras organizaciones de
acreditación similares.
Estos hechos arrojan dudas suficientes en torno a la sencilla
afirmación de que Cogent
Social Sciences es una farsa de revista que aceptó «El pene
conceptual como un constructo social» solo para ganar dinero. Como resultado,
independientemente de que Cogent
Social Sciences se sitúe en el espectro que acabamos de
mencionar, existen razones sólidas para considerar que gran parte del problema
radica en el propio concepto de que cualquier revista es una «revista académica
rigurosa en estudios de género».
Posmodernismo, Estudios de Género y Canon del Conocimiento
En 1996, Alan Sokal, profesor de Física de la Universidad de Nueva
York, publicó un artículo falso titulado «Transgressing
the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity»
en la revista de estudios culturales Social
Text, publicada a su vez por Duke University Press. La publicación
de este artículo sin sentido en una prestigiosa revista con una fuerte
orientación posmodernista supuso un golpe devastador a la legitimidad
intelectual del Posmodernismo.
A continuación, Sokal y el físico belga Jean Bricmont escribieron
en su libro de 1997, Fashionable Nonsense, que ciertos tipos de ideas
pueden llegar a ponerse tan de moda que incluso pueden poner en peligro la
competencia crítica requerida en el proceso de revisión por pares. Esto da pie
a que se publiquen completos absurdos, siempre que parezcan o suenen de cierta
manera o promuevan ciertos valores. Con base en el engaño de Sokal, continuamos
con nuestra broma, aunque sabíamos que era necesario darle otra forma.
El objetivo de Sokal era demostrar que los abusos lingüísticos de
moda, sobre todo aquellos que se basan en juegos de palabras y dobles sentidos
relacionados con términos científicos, la aparente autoridad científica, la
conformidad con ciertas normas políticas izquierdistas y los cumplidos de los
preconceptos académicos de un consejo editorial bastarían para asegurar que un
artículo se publicase y, por lo tanto, mostrase un rigor académico de mala
calidad por parte de la erudición posmodernista y el comentario social.
Uno de los principales objetivos del engaño de Sokal fue la
apropiación de la terminología matemática y científica que los «estudiosos»
posmodernistas no terminaban de entender ni usar correctamente. En nuestro
artículo incluimos los términos «isomorfismo» y «vector» a modo de sutil
homenaje a Sokal. Los sinsentidos de moda se centran sobre todo en los abusos
posmodernistas de la terminología matemática y científica. Es decir, Sokal
señaló el abuso académico por parte de posmodernistas y encontró además su punto
muerto. Su trabajo solo podía publicarse si los posmodernistas que lo aprobaron
tenían una motivación política incontenible y una asombrosa falta de
comprensión de la matemática básica y la terminología de la física.
La comunidad científica se puso eufórica cuando Sokal hizo
estallar la burbuja posmoderna porque estaban hartos de que los posmodernistas
usasen mal los términos científicos y matemáticos para redactar auténticas
chorradas cargadas de jerga y comentarios sociales extraños que, solo superficialmente,
mostraban cierta seriedad en la terminología científica. Parece que Social Text aceptó el
artículo de Sokal, sencillamente porque Sokal era un científico reconocido que
parecía haber visto la luz.
Nuestro engaño era similar, por supuesto, pero tenía como objetivo
exponer un sesgo algo más alarmante. La más potente de las susceptibilidades
humanas en relación a la corrupción por el absurdo de la moda es la tentación
de aprobar sin crítica alguna los sinsentidos que moralmente están de moda.
Esto es, supusimos que podíamos publicar un artículo completamente absurdo y
sin sentido siempre que este mostrase a simple vista una actitud moralizante
que concordaba con las convicciones éticas de los editores. Como cualquier
impostor, nuestro artículo tenía que disfrazarse, y el nuestro fue el disfraz
más ridículo y caricaturesco posible. No nos limitamos a ponerle un bigote
obviamente falso para enmascarar su verdadera identidad, sino a ponerle dos de
ellos como cejas.
Sokal expuso la obsesión en torno a la burbuja académica que
caracteriza todo el proyecto del posmodernismo académico. Nuestro objetivo era
más pequeño pero más intencionado. Lo que pretendíamos era poner a prueba la
hipótesis de que los cumplidos de la arquitectura moral de la izquierda académica
en general y la ortodoxia moral de los estudios de género en particular es el
irresistible determinante de publicar en una revista académica en el campo. Es
decir, nuestro objetivo fue demostrar que el deseo de que se reconozca una
determinada visión moral del mundo puede superar la evaluación crítica
requerida para la erudición. En particular, sospechamos que los estudios de
género están lisiados a nivel académico debido a una creencia predominante y
casi religiosa de que la masculinidad es la raíz de todo mal. Nuestra sospecha
queda justificada con base en los hechos observados.[3]
Una cuestión aún más preocupante es que, desgraciadamente, creemos
que nuestro engaño no romperá este hechizo. En primer lugar, el engaño de Alan
Sokal, del que hace ahora más de 20 años, no impidió la continuación de la
extraña «erudición» posmodernista. En primer lugar, no llevó a que se
endureciesen los estándares que habrían bloqueado nuestro propio engaño. En
segundo lugar, la gente no suele renunciar a sus apegos morales y a sus
compromisos ideológicos solo porque no estén alineados con la realidad.
En la década de 1950, el psicólogo Leon Festinger reveló la
operación del conocido fenómeno de la disonancia cognitiva cuando infiltró un
pequeño culto a un OVNI conocido como los «buscadores». Cuando las creencias
apocalípticas de los Buscadores no consiguieron materializarse como se pensó,
Festinger documentó que muchos miembros de la secta se negaron a permitir que
los hechos cambiaran por completo sus creencias básicas, así que las
racionalizaron. Posteriormente, muchos buscadores adoptaron la creencia de que
el papel que desempeñaban era el de salvar al mundo con su fidelidad. Es decir,
¡creían que los extraterrestres que traían el día del juicio final estaban tan
impresionados por su fe que decidieron no destruir el mundo después de todo!
Por lo tanto, es plausible que algunos académicos de los estudios
de género afirmen que el «pene conceptual» tiene sentido tal y como lo
describimos, que los hombres a menudo sufren de machismo braggadocio y
que existe un isomorfismo entre estos conceptos a través de cierta concepción
hipermasculina tóxica personal de su propio pene.
Esperamos sinceramente que no.
Conclusión: un problema con dos frentes para la academia
Existen, al menos, dos dolencias profundamente problemáticas que
dañan la credibilidad del sistema de revisión por pares en campos tales como
los estudios de género:
1.
El eco de las absurdas tendencias moralmente impulsadas que provienen de
las «ciencias sociales» posmodernas en general y de los departamentos de
estudios de género en particular.
2.
Y el complejo problema de las revistas en las que se paga por publicar
con estándares laxos que rivalizan en el ultracompetitivo ambiente académico de
«publicar o perecer». Al menos una de estas dolencias llevó a que «El pene
conceptual como un constructo social» se publicase como un trabajo legítimo en
el ámbito académico. Además esperamos que cada uno eche la culpa al otro.
«El pene conceptual como un constructo social» se sometió a un
proceso de revisión ciega por pares y, sin embargo, fue aceptado para su
publicación. Esto requiere una explicación seria. Parte de la culpa puede
recaer en el modelo de acceso abierto, de pago por publicar, pero el resto
recae en todo el entramado empresarial académico denominado «estudios de
género». Como vemos, los estudios de género, en su formato actual, necesitan
una limpieza a fondo.
Un punto crítico es que este artículo se publicó en una revista de
ciencias sociales que una fuente académica, supuestamente fiable, nos
recomendó. Al parecer, Cogent
Social Sciences es una revista válida con revisión por pares.
Es obvio que la publicación de este artículo en una revista de este tipo revela
que existe algún problema en el estado actual de la publicación académica. Los
problemas se reducen, al parecer, a dos: la mala conducta académica derivada de
la toma de decisiones financieras de las revistas de pago por publicar en
acceso abierto, y la consanguinidad pseudoacadémica que contamina, o define,
las ciencias sociales basadas en la teoría posmodernista.
Por otro lado, nadie argumenta, ni tiene razones para hacerlo, que
distinguidas revistas como Nature y
otras tantas hayan adoptado un proceso de revisión por pares repleto de
defectos y acciones corruptas significativas. Gran parte del sistema de
revisión por pares sigue siendo el modelo estrella para el avance del
conocimiento humano. El problema reside dentro de una nebulosa de revistas
marginales y predadoras que se dedican a ganar dinero por publicar. En varios
casos se trata de revistas de acceso abierto, aunque es posible que, en gran
medida, se trate de un problema específico de la disciplina, como, en un
principio, esperamos. Después de todo, esta no es la primera vez que se engaña
al campo académico del posmodernismo.
Este engaño, sin embargo, se encontraba arraigado a sesgos morales
y políticos disfrazados de una teoría académica rigurosa. En un contexto de
trabajo sesgado, endulzamos el más absoluto absurdo con una serie de
sentimientos morales de moda y de una jerga impenetrable. Cogent Social Sciences se
tragó felizmente la broma. Tras ello dejó un absurdo absoluto fácil de
disfrazar.
El ambiente académico de «publicar o perecer» es en sí un veneno
que necesita un remedio. Todo esto da lugar a revistas predadoras orientadas a
obtener beneficios respetando pocas o ninguna norma académica y que presionan a
los académicos para que publiquen su trabajo a toda costa, aunque este sea
marginal o dudoso. Muchos de estos académicos son víctimas de un sistema que
les obliga a publicar más artículos y con mayor frecuencia, en detrimento de la
calidad de la investigación, y de estas revistas predadoras que les ofrecen la
ilusión del prestigio académico. Por supuesto, tenemos todo el derecho de
sospechar que la mayoría de los académicos que han publicado en Cogent Social Sciences y
otras revistas de la Serie
Cogent sean realmente auténticos eruditos engañados por lo que
puede ser un proceso de revisión por pares de baja calidad con un lenguaje bien
pulido. La pregunta que lanzamos sobre la integridad fundamental de campos como
los estudios de género parece, sin embargo, mucho más urgente.
«El pene conceptual como un constructo social» no debería haberse
publicado por sus méritos, ya que fue un trabajo que persiguió no tener
absolutamente ningún mérito. La pregunta que se nos plantea ahora es: «¿Cómo
podemos restaurar la fiabilidad del proceso de revisión por pares?».
Peter Boghossian es
miembro del cuerpo docente en el Departamento de Filosofía de la Universidad de
Portland. Es autor de A
Manual for Creating Atheists y creador de la atheos app. Boghossian en Twitter.
1.
[1] Para más información, lea el famoso artículo
de engaño del Dr. Martin Van Nostrand.
1.
[2] La Universidad Estatal de Portland tiene un fondo dedicado a pagar por
revistas de acceso abierto, y esta revista en particular fue calificada para
tal. Por razones éticas, sin embargo, no solicitamos financiación, aunque en
este caso estaba virtualmente garantizada. En cambio, el artículo fue
financiado externamente por un partido independiente. Nunca recibimos una
factura de la revista. No pagamos para que se publicara.
1.
[3] Nuestra sospecha surgió de innumerables ejemplos documentados en el
Twitter de @RealPeerReview gestionado por un anónimo.
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