por Sophie Gilbert
Lo más inquietante de ver Sharp Objects sucede cuando comenzamos a advertir todas las cosas
que no deberían estar allí. Puede ser una niña pequeña vestida de blanco,
sentada en un sofá que estaba vacío hace unos segundos, o una araña que cuelga sobre
la cama con un dosel de gasa en una habitación color púrpura brillante. Pero
sobre todo son las palabras, talladas en grandes letras mayúsculas, como si
emergieran a la superficie. DIRTY (sucio), escrito sobre el polvo del capó
trasero del auto. BAD (malo), tallado en la superficie de un escritorio de
madera. CURLS (rulos), en el tronco de un árbol añoso. HARMFUL (dañino), en el
interior de la puerta de un Jeep que sólo vemos por un segundo. VANISH
(desaparecer), en el blanco sarpullido de una cicatriz sobre la piel humana.
Como Big Little Lies
(2017), los ocho episodios de Sharp
Objects están dirigidos por el cineasta canadiense Jean-Marc Vallée y
adaptados de la primera novela de Gillian Flynn, la autora de Gone Girl. Pero si Big Little Lies era un melodrama resbaladizo que cobraba vuelo por las
excelentes actuaciones y la extraordinaria mirada de Vallée, Sharp Objects es gótico sureño del siglo
XXI: explora el sombrío legado y la realidad a menudo escuálida de los pueblos
pequeños de América. En las manos de su
showrunner, Marti Noxon, y Flynn, quien escribió varios episodios, la serie
se narra con una impronta literaria. Contiene tantos detalles grotescos y
fascinantes –niños con pistolas, pisos con colmillos de elefante, un detective que
carga una cabeza de cerdo en una bolsa de papel– que casi nos olvidamos del
misterio central: alguien en la ciudad ficticia de Wind Gap, Missouri, está
matando adolescentes y extrae con pinzas los dientes de sus cadáveres.
Camille, una periodista de St. Louis enviada a Wind Gap para
informar sobre los asesinatos, es el primer papel en televisión de Amy Adams.
Torturada, tóxica y autoaborrecida, Camille es la lente principal a través de
la cual los espectadores vemos desplegarse los acontecimientos de Sharp Objects. Vallée utiliza fragmentos
de recuerdos, secuencias oníricas y eventos que gatillan e insinúan su
historia, como si parpadeara de un punto a otro a través del tiempo. Su técnica
remeda el modo en que se desplegó la segunda temporada de Westworld, aunque Sharp
Objects ofrece una gratificación más inmediata, resuelve sus acertijos
rápidamente y con precisión. Aún así, el efecto general puede resultar extraño y
perturbador. La mente lastimada de Camille no es un lugar fácil para estar, y
la presencia callada y hosca de Adams de alguna manera transmite la inquietud
frenética de Camille tanto en Wind Gap como en su propio cuerpo.
La reina de facto de Wind Gap es la madre de Camille, Adora
(interpretada por Patricia Clarkson), la heredera de una fortuna hecha en un
matadero de cerdos, y una bola de energía nerviosa y salvaje de las bellas del
sur en el molde de un personaje de Tennessee Williams. Clarkson, como Adams,
apenas levanta su voz por encima de un susurro, pero el poder de Adora vibra a
través de la atmósfera como un sonar. La mitad de los hombres en Wind Gap,
incluyendo al esposo de Adora, Alan (Henry Czerny), y el jefe de la policía,
Vickery (Matt Craven), se rinden incuestionablemente a su autoridad; la otra
mitad está en su nómina. Pero Sharp
Objects se interesa más en la relación de Adora con sus hijas: Camille, que
escapó de la ciudad; Marian (Lulu Wilson), que murió en la infancia y atormenta
los recuerdos de Camille; y Amma (Eliza Scanlen), una niña de 15 años
inquietantemente precoz que también ha aprendido cuán embriagador puede ser
tener poder sobre los demás.
Vallée sintoniza con el detalle, el tacto y la sensación. En
un flashback, una Camille adolescente (Sophia Lillis) raspa suavemente una de
las pestañas de Adora en su mejilla. Más tarde, una Camille adulta hace lo
mismo en su propia piel con una aguja de coser. A Adora le gusta pasar sus
dedos suavemente sobre los rizos de Camille en un gesto tan pesado que se
siente como una bofetada. Vallée deja que su cámara se demore en ciertos
objetos afilados (un cuchillo de sierra, un tornillo de metal) en las cercanías
de Camille para transmitirnos cuán obsesivamente está pensando en ellos. Pero
otras cosas, argumenta la serie, pueden ser más nítidas y dañinas. Hay palabras
que se relacionan con mujeres en Wind Gap que no encajan en ciertos arquetipos,
como Camille le dice al detective de Kansas City (Chris Messina) que investiga
los asesinatos. Existen las limitaciones embrutecedoras de la ciudad misma, que
ofrece tres trayectorias profesionales: matanza de cerdos, trabajo doméstico o
crianza de niños.
Sharp Objects*
también se preocupa por lo perniciosa que puede resultar una herencia. De
vuelta en Wind Gap, Camille encuentra disparadores constantes que le recuerdan
cosas que ella se tomó el trabajo de olvidar. Cuando entra en el velatorio de una
de las chicas asesinadas, el susurro repetido de su nombre flota en el aire. La
agresión pasiva, venenosa y melosa de Adora azuza a Camille más agudamente que
cualquier otra cosa; las palabras de su madre marcan su psique. El legado de
Wind Gap también es cargado, como lo revela la serie en un episodio dedicado al
Día de Calhoun, el festival que conmemora la fundación del pueblo. Mientras las
banderas confederadas ensucian el césped, Amma protagoniza una representación
teatral que describe la historia local y celebra cómo Wind Gap se construyó
sobre el racismo y la violación. (Si el programa tiene una debilidad, es que
aparecen de manera alarmante pocos personajes negros y en ninguno se explora
cómo los afectó el legado del pueblo).
Imagen tras imagen, la oferta de Vallée enfatiza un tipo particular
de corrupción del sueño americano. Camille siempre parece manejar por los alrededores
de Wind Gap, lo que permite que la cámara se centre en la M dorada gigante,
junto a la pintoresca tienda de dulces y la peluquería de la ciudad, o en la
Dairy Queen adyacente a la licorería. El té dulce está lleno de vodka. Un niño
pequeño que vive con su madre adicta a la metanfetamina le muestra a Camille su
pistola para darle a entender que está a salvo. Una cabaña de caza está
decorada con imágenes de pornografía y tiras de carne seca. Al mostrarle al
detective Messina el lugar donde solía pasar el rato en la escuela secundaria,
Camille lo describe como "lugar central de la fiesta, como un Señor de las Moscas del Medio Oeste".
La serie es gótico sureño al modo
de Eugene O'Neill: procesa una cultura y sus mitos sin exotizarlos, de la misma
manera que, por decir, True Detective.
Pero también es un thriller estricto centrado en las mujeres, sobre el daño que
pueden hacer si redirigen su trauma hacia otros o hacia adentro. Las mujeres
alcohólicas pueden ser algo así como un cliché cultural, pero Adams hace que la
bebida de Camille parezca más protectora que destructiva: enmudece sus propios impulsos
tanto como los consiente. Sharp Objects
también combina la bebida de Camille con la del detective Willis, lo que tal
vez lleva a los espectadores a preguntarse por qué ella puede parecer patética,
pero la de él es más natural, incluso machista.
El uso de la música que hace Vallée, exhibido
ya en Big Little Lies, es aún más
sugerente en Sharp Objects. Las
canciones son casi siempre diegéticas en las escenas, lo que significa que
terminan abruptamente cuando un personaje apaga el auto o saca un auricular.
Muchas escenas son notablemente silenciosas, o se configuradas con el sonidos
de las cigarras en el bosque o fragmentos de conversaciones cercanas. El efecto
es un tipo de realismo espeluznante que equilibra las tendencias más
extravagantes de Sharp Objects. Las imágenes
espasmódicas, el doloroso daño en Camille, la delicada teatralidad de Adora, el
encantador peligro de Wind Gap, todo se funde para formar una serie cuya
oscuridad es tan alarmante como innegablemente tentadora.
* Si bien la traducción del título de la serie, por su
contexto, es “objetos afilados” –“Heridas abiertas”, que es una interpretación
libre para nada desacertada, es la traducción en España–, también podría
traducirse por objetos “nítidos”. Como si se aplicara la función “sharpen” en
una cámara de fotos o en un programa de edición de imágenes.
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