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jueves, 19 de julio de 2018

sharp objects

El artículo se publicó en el diario bostoniano The Atlantic, con el título: “Una podredumbre retorcida y hechizante”


Lo más inquietante de ver Sharp Objects sucede cuando comenzamos a advertir todas las cosas que no deberían estar allí. Puede ser una niña pequeña vestida de blanco, sentada en un sofá que estaba vacío hace unos segundos, o una araña que cuelga sobre la cama con un dosel de gasa en una habitación color púrpura brillante. Pero sobre todo son las palabras, talladas en grandes letras mayúsculas, como si emergieran a la superficie. DIRTY (sucio), escrito sobre el polvo del capó trasero del auto. BAD (malo), tallado en la superficie de un escritorio de madera. CURLS (rulos), en el tronco de un árbol añoso. HARMFUL (dañino), en el interior de la puerta de un Jeep que sólo vemos por un segundo. VANISH (desaparecer), en el blanco sarpullido de una cicatriz sobre la piel humana.

Como Big Little Lies (2017), los ocho episodios de Sharp Objects están dirigidos por el cineasta canadiense Jean-Marc Vallée y adaptados de la primera novela de Gillian Flynn, la autora de Gone Girl. Pero si Big Little Lies era un melodrama resbaladizo que cobraba vuelo por las excelentes actuaciones y la extraordinaria mirada de Vallée, Sharp Objects es gótico sureño del siglo XXI: explora el sombrío legado y la realidad a menudo escuálida de los pueblos pequeños de América. En las manos de su showrunner, Marti Noxon, y Flynn, quien escribió varios episodios, la serie se narra con una impronta literaria. Contiene tantos detalles grotescos y fascinantes –niños con pistolas, pisos con colmillos de elefante, un detective que carga una cabeza de cerdo en una bolsa de papel– que casi nos olvidamos del misterio central: alguien en la ciudad ficticia de Wind Gap, Missouri, está matando adolescentes y extrae con pinzas los dientes de sus cadáveres.


Camille, una periodista de St. Louis enviada a Wind Gap para informar sobre los asesinatos, es el primer papel en televisión de Amy Adams. Torturada, tóxica y autoaborrecida, Camille es la lente principal a través de la cual los espectadores vemos desplegarse los acontecimientos de Sharp Objects. Vallée utiliza fragmentos de recuerdos, secuencias oníricas y eventos que gatillan e insinúan su historia, como si parpadeara de un punto a otro a través del tiempo. Su técnica remeda el modo en que se desplegó la segunda temporada de Westworld, aunque Sharp Objects ofrece una gratificación más inmediata, resuelve sus acertijos rápidamente y con precisión. Aún así, el efecto general puede resultar extraño y perturbador. La mente lastimada de Camille no es un lugar fácil para estar, y la presencia callada y hosca de Adams de alguna manera transmite la inquietud frenética de Camille tanto en Wind Gap como en su propio cuerpo.
La reina de facto de Wind Gap es la madre de Camille, Adora (interpretada por Patricia Clarkson), la heredera de una fortuna hecha en un matadero de cerdos, y una bola de energía nerviosa y salvaje de las bellas del sur en el molde de un personaje de Tennessee Williams. Clarkson, como Adams, apenas levanta su voz por encima de un susurro, pero el poder de Adora vibra a través de la atmósfera como un sonar. La mitad de los hombres en Wind Gap, incluyendo al esposo de Adora, Alan (Henry Czerny), y el jefe de la policía, Vickery (Matt Craven), se rinden incuestionablemente a su autoridad; la otra mitad está en su nómina. Pero Sharp Objects se interesa más en la relación de Adora con sus hijas: Camille, que escapó de la ciudad; Marian (Lulu Wilson), que murió en la infancia y atormenta los recuerdos de Camille; y Amma (Eliza Scanlen), una niña de 15 años inquietantemente precoz que también ha aprendido cuán embriagador puede ser tener poder sobre los demás.

Vallée sintoniza con el detalle, el tacto y la sensación. En un flashback, una Camille adolescente (Sophia Lillis) raspa suavemente una de las pestañas de Adora en su mejilla. Más tarde, una Camille adulta hace lo mismo en su propia piel con una aguja de coser. A Adora le gusta pasar sus dedos suavemente sobre los rizos de Camille en un gesto tan pesado que se siente como una bofetada. Vallée deja que su cámara se demore en ciertos objetos afilados (un cuchillo de sierra, un tornillo de metal) en las cercanías de Camille para transmitirnos cuán obsesivamente está pensando en ellos. Pero otras cosas, argumenta la serie, pueden ser más nítidas y dañinas. Hay palabras que se relacionan con mujeres en Wind Gap que no encajan en ciertos arquetipos, como Camille le dice al detective de Kansas City (Chris Messina) que investiga los asesinatos. Existen las limitaciones embrutecedoras de la ciudad misma, que ofrece tres trayectorias profesionales: matanza de cerdos, trabajo doméstico o crianza de niños.

Sharp Objects* también se preocupa por lo perniciosa que puede resultar una herencia. De vuelta en Wind Gap, Camille encuentra disparadores constantes que le recuerdan cosas que ella se tomó el trabajo de olvidar. Cuando entra en el velatorio de una de las chicas asesinadas, el susurro repetido de su nombre flota en el aire. La agresión pasiva, venenosa y melosa de Adora azuza a Camille más agudamente que cualquier otra cosa; las palabras de su madre marcan su psique. El legado de Wind Gap también es cargado, como lo revela la serie en un episodio dedicado al Día de Calhoun, el festival que conmemora la fundación del pueblo. Mientras las banderas confederadas ensucian el césped, Amma protagoniza una representación teatral que describe la historia local y celebra cómo Wind Gap se construyó sobre el racismo y la violación. (Si el programa tiene una debilidad, es que aparecen de manera alarmante pocos personajes negros y en ninguno se explora cómo los afectó el legado del pueblo).

Imagen tras imagen, la oferta de Vallée enfatiza un tipo particular de corrupción del sueño americano. Camille siempre parece manejar por los alrededores de Wind Gap, lo que permite que la cámara se centre en la M dorada gigante, junto a la pintoresca tienda de dulces y la peluquería de la ciudad, o en la Dairy Queen adyacente a la licorería. El té dulce está lleno de vodka. Un niño pequeño que vive con su madre adicta a la metanfetamina le muestra a Camille su pistola para darle a entender que está a salvo. Una cabaña de caza está decorada con imágenes de pornografía y tiras de carne seca. Al mostrarle al detective Messina el lugar donde solía pasar el rato en la escuela secundaria, Camille lo describe como "lugar central de la fiesta, como un Señor de las Moscas del Medio Oeste".

La serie es gótico sureño al modo de Eugene O'Neill: procesa una cultura y sus mitos sin exotizarlos, de la misma manera que, por decir, True Detective. Pero también es un thriller estricto centrado en las mujeres, sobre el daño que pueden hacer si redirigen su trauma hacia otros o hacia adentro. Las mujeres alcohólicas pueden ser algo así como un cliché cultural, pero Adams hace que la bebida de Camille parezca más protectora que destructiva: enmudece sus propios impulsos tanto como los consiente. Sharp Objects también combina la bebida de Camille con la del detective Willis, lo que tal vez lleva a los espectadores a preguntarse por qué ella puede parecer patética, pero la de él es más natural, incluso machista.

El uso de la música que hace Vallée, exhibido ya en Big Little Lies, es aún más sugerente en Sharp Objects. Las canciones son casi siempre diegéticas en las escenas, lo que significa que terminan abruptamente cuando un personaje apaga el auto o saca un auricular. Muchas escenas son notablemente silenciosas, o se configuradas con el sonidos de las cigarras en el bosque o fragmentos de conversaciones cercanas. El efecto es un tipo de realismo espeluznante que equilibra las tendencias más extravagantes de Sharp Objects. Las imágenes espasmódicas, el doloroso daño en Camille, la delicada teatralidad de Adora, el encantador peligro de Wind Gap, todo se funde para formar una serie cuya oscuridad es tan alarmante como innegablemente tentadora.

Sharp Objects se emite los domingos por HBO. También hay otras formas de verla.

* Si bien la traducción del título de la serie, por su contexto, es “objetos afilados” –“Heridas abiertas”, que es una interpretación libre para nada desacertada, es la traducción en España–, también podría traducirse por objetos “nítidos”. Como si se aplicara la función “sharpen” en una cámara de fotos o en un programa de edición de imágenes.

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