Hasta entrado el año 2009, cuando las redes
sociales como Twitter o Facebook no habían estallado aún, con el consiguiente
aplanamiento de la experiencia en la red y la suma de pajarones que de un día
para otro se reconciliaron con todo su pasado y nos convirtieron en íntimos de
sus miserias, la red social más prolífica era el blog. Los blogs, con sus
autores muchas veces anónimos desplegaron o acentuaron una forma de escritura
cuyo misterio y erotismo –porque lo que circula en la web es también libido–
terminó de configurar una especie de ficción arraigada en el yo y la identidad
de ese yo.
Primero como blog, luego como libro y, por
último como programa de televisión, Carolina
Aguirre fue la creadora de Ciega a citas, que mientras duró en
la web –como blog– muchos leyeron como una historia real: la de una muchacha,
acaso perdedora, que debía conseguir un novio antes del casamiento de su
hermana menor. Lo que resultaba de algún modo inquietante en la lectura del
blog, en 2008, es que el lector no sabía a ciencia cierta si lo que leía era
una novela, un diario personal abierto al público.
Carolina Aguirre me aclara por correo
electrónico que no tuvo nada que ver con el libreto del programa que hasta el
año pasado se
emitía por canal 7. Me dice sin empacho: “No tengo tele hace 10 años, bajo lo que quiero ver de internet. Del
2011 las series que me gustaron mucho (veo casi todas) fueron Mad
Men, Homeland,
The
Killing, Episodes”.
También responde estas preguntas:
—¿Cómo encaraste ese relato en primera persona del blog,
que era una ficción? ¿Cómo intervino tu propia experiencia?
—En realidad yo solo pienso en ficción. Se
me ocurre una historia que me gustaría contar y elijo la forma más eficaz para
narrarla. En ese caso, en el de Ciega a
citas, la primera persona le daba verosimilitud, identificación,
complementaba el formato. Si la historia hubiese sido más eficaz en tercera,
narrada por un hombre, o por una flaca, lo hubiera hecho también. Si después se
desprende otra cosa (es inevitable que afloren obsesiones, ciertos temas
afines, una visión moral del mundo), es un efecto colateral deseable, pero no
su misión. Acá a los escritores se les exige ser intelectuales sí o sí:
filósofos, teóricos, políticos, periodistas, qué se yo. Casi no existe la
figura del escritor de ficción, el que solo está interesado en contar bien una
historia sin que esa historia sea voluntariamente una cifra de otra cosa, un
misil político o social. Esa falencia o ese vicio le hace muy mal a la ficción
porque está obligada siempre a ser un medium, un soporte para otras cosas,
cuando debería (al menos cada tanto) ser un fin en sí mismo. Una historia
genial, nada más y nada menos.
—¿Y cuando se llevó eso a la pantalla, qué te parece
que era incompatible con el blog?
—No lo llevé yo, pero era un folletín y
estaba escrito por mí, que soy guionista, y pienso todo como un guión, así que
ya tenía mucho de tira. De hecho los diálogos estaban estructurados como en una
película. Ciega a citas no nació como
un hijo bastardo de los libros, sino de los guiones audiovisuales, porque yo
entiendo el mundo de esa manera.
—¿Qué es lo que te atrae de la ficción que se ve en
televisión? ¿Qué relación percibís con lo que podríamos llamar los dispositivos
ficcionales de internet?
—No sé a qué te referís estrictamente con
los dispositivos ficcionales de internet. El único que conozco es el anonimato
y si querés, la mentira.
—¿Te parece que hay una especificidad de la ficción
televisiva, o una tradición, por ejemplo el melodrama como el de Ciega a citas?
—Ciega
a citas nunca fue un melodrama y ese fue uno de los errores graves de la
adaptación. Era una comedia romántica. En el melodrama, los protagonistas se
conocen, se enamoran perdidamente y el entorno los separa (la clase social, la
guerra, un casamiento por interés). Ellos saben que se aman pero no pueden
unirse por circunstancias externas. En la comedia, los personajes se conocen
pero no saben que se están enamorando o no lo aceptan. El entorno los favorece
y ellos no pueden. Se dan cuenta al final, cuando se unen. Ciega a citas siempre tuvo estructura de comedia (vos tampoco
sabías quién era el galán porque estaba narrada en estricta primera persona, es
decir, desde el punto de vista de ella que tampoco sabía) pero cuando lo
adaptaron a tele hicieron una mezcla rara, con una estructura de melodrama con
elementos de comedia, que le quitó muchísima intriga y coherencia. Ella
reconocía que amaba al galán en el capítulo 8 y tardaba 120 capítulos en
concretar porque al guionista se le cantaba e inventaba obstáculos.
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