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jueves, 22 de mayo de 2014

encarnados



Le llaman un drama sobrenatural, de modo que In the Flesh, que el próximo domingo emite el cuarto capítulo de su segunda temporada (tuvo una primera, el año pasado, con tres episodios y este año contará con seis), como otras series de zombies, es un cuento de hadas –tal como ya lo expusimos acá–, es decir, un relato en el que lo sobrenatural convive con lo cotidiano, sólo que en este caso las hadas y los gnomos fueron reemplazados por muertos resucitados. Sin embargo, esta serie británica (la produce la BBC Three, un canal digital cuya programación busca insertarse en un público de entre 14 y 34 años), ganadora de un premio Bafta, tiene mucho menos que ver con The Walking Dead que con Les Revenants, la serie francesa sobre muertos que regresan a un pueblito alpino sin saber que han muerto y que tiene este año una versión algo cambiada en la televisión estadounidense.


In the Flesh es, en algún punto, una serie “autoconsciente”: por ejemplo, su protagonista (interpretado por Luke Newberry) se llama Kieren Walker, un guiño a los “walkers” de The Walking Dead y en esta segunda temporada quiere mudarse a Francia (guiño a Les Revenants), abandonar el pueblo de Roarton donde vive, etcétera.
En la serie, tras un “Amanecer” zombie (“The Rising”: el levantamiento en el original), los científicos encuentran una droga que devuelve a los muertos la memoria y los hace sociales. Así, queda en manos de la sociedad aceptar de nuevo a sus muertos y en manos de los muertos, “maquillarse” para la sociedad, disimular con cosméticos la piel grisácea y con lentes de contacto los ojos casi vacíos.
Los premios y el aplauso que recibió la serie en 2013 se deben, claro está, al hallazgo de la crítica social: los zombies son los nuevos inmigrantes, los nuevos excluidos y, además, el programa científico de reinserción extiende un manto de corrección política que, antes que despertar valores solidarios, crea una corriente subterránea de odios y una lenguaje clandestino para referirse a los revividos (“podrido”, “zombie”, etcétera).
A su vez, en Roarton, donde la mitad más uno de los personajes estuvo involucrado en las milicias que salieron a cazar zombies durante el Amanecer –incluída la hermana de Kieran, quien se había suicidado antes de revivir), en la segunda temporada se instala una base de Victus, un partido radical que defiende los derechos de los vivos al tiempo que los muertos –a los que con corrección se les llama Partially Deceased Syndrome (PDS: Síndrome del Occiso Parcial)– también se radicalizan en las grandes ciudades y consumen una droga azul que los vuelve “rabiosos”, es decir, los devuelve a su primer estadio: deformes, monstruosos y sedientos de cerebros humanos.
Pero el gran antecedente de In the Flesh es menos Les Revenants que Homecoming, una película para televisión que dirigió en 2005 Joe Dante para el ciclo Masters of Horror. El film transcurre durante una elección presidencial en Estados Unidos que el espectador sigue a través de dos asesores políticos especializados en medios masivos. En una audición de tevé, una madre que tiene a su hijo en la guerra de Irak pide ante las cámaras que su vástago y todos los jóvenes que están muriendo lejos de casa regresen, como sea, que regresen. Y, como en el clásico cuento “La pata de mono”, su deseo se cumple: los soldados comienzan a volver a la patria, después de muertos, un vasto ejército de zombies deambula por las calles del país decididos a depositar su voto en las urnas para impedir que el presidente que los mandó a la muerte vuelva a ganar las elecciones. “Esta es una película de terror porque la mayoría de sus personajes son republicanos”, declaró Dante con humor. A diferencia de otras películas de zombies y muertos vivos, Homecoming –que es también una comedia oscura– no apuesta a la sorpresa, sino a la rutina: en el andar desgarbado de los muertos reverbera la imagen de los parias.
Ni mejor ni peor que otras series sobre el tema, In the Flesh tiene varios hallazgos notables, ninguno como el del segundo episodio de esta segunda temporada. Maxine Martin, legisladora de Victus en Roarton, impulsa el programa “Give Back” (Devolución), en el que los muertos vivientes deben hacer trabajos voluntarios –es decir, gratis– para “devolver” a la sociedad lo que hizo por ellos y reparar, de algún modo, el daño que provocaron al levantarse. Una filosa recreación de lo que la gran máquina del capital construyó en los campos de exterminio durante la Segunda Guerra.
El sitio oficial acá.

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