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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

jueves, 20 de marzo de 2014

el mito del buen salvaje



1. Para terminar con BelieveLos niños con poderes, desplazados de familias disfuncionales, tuvieron un relativo auge en el cine y la televisión de los últimos años. Los mejores ejemplos en tevé han sido Dark Angel (2000-2002), sobre una adolescente modificada genéticamente y desertora de un programa para crear el soldado perfecto, producida por James Cameron, y Joan of Arcadia (2003-2005), alusión a Juana de Arco: una joven que habla con Dios. El caso más irritante y aburrido acaso es Touch (2012), la serie protagonizada por Kiefer Sutherland, que compone su personaje del mismo modo que el histérico Jack Bauer de 24, sólo que esta vez está a cargo de un niño autista que parece conectado con la humanidad entera. Todos vendrían a ser una suerte de derivados de X-Men, sin los uniformes y las danzas de moles de acero en el aire, se entiende: todos estos niños “especiales” vienen por un lado a desterrar la idea de que pueda haber algo revelador en la vida cotidiana, en las personas “regulares”; por otro, a afirmar que ya no hay padre, que eso que regía la ley y el orden se ha ausentado.

2. Otro de los temas recurrentes en la ficción del cine y la televisión actual es el de los muertos que no mueren, ya sea porque reviven como zombies o porque reaparecen tal como habían dejado el mundo hace un tiempito: unos zombies civilizados. El año pasado la televisión francesa estrenó una serie de doce episodios –prometedores por el clima que generaron sus primeros capítulos, cosa que no bastó para sostener el relato hasta los últimos– con este tema, Les revenants, los muertos de un pueblito alpino comenzaban a volver a casa sin saber que habían expirado. Brad Pitt, al frente de un equipo de gente más o menos conocida, formó la productora Plan B para producir Resurrection, que se estrenó el domingo 9 de marzo último. El argumento es más o menos el mismo, sólo que los muertos, en lugar de volver a Los Alpes regresan a Arcadia, Missouri. Y sí, además de los muertos tenemos al sheriff, a un agente de la Agencia Federal de Migraciones y a una médica joven, bella e inteligente.
En distintos medios y sitios de internet (la entrada de Wikipedia, entre otros), se insiste en que las dos series (la francesa y la flamante norteamericana) están basadas en novelas diferentes, cosa cierta en los detalles pero no en los grandes rasgos del argumento. Es probable que al no haberse demorado en tanta pincelada ambiental, Resurrection, la serie norteamericana, consiga un final más logrado para su primera temporada. Si no, nos perderemos incluso de las lindas postales.
El zombie es el monstruo de la biopolítica, metáfora de los caídos del sistema, el ser degradado, sin entidad civil; el refugiado, el apestado por la pobreza y la exclusión. Estos revividos, en cambio, son otra cosa: una laguna que el mundo contemporáneo no termina de llenar ni de vaciar. Son un vacío en espejo, radiación de la vida virtual que llevamos, en la que las cosas no terminan de irse, pero tampoco vuelven; nos conectamos con ellas a condición de que se mantengan en ese tiempo sin tiempo de la conexión.
Si alguien apreciado viniera a preguntarnos si vale la pena ver estas dos nuevas series, que reúnen a cabezas tan sobrevaluadas en su ejecución (Cuarón, Brad Pitt o Abrams), le diríamos que hay otras en curso mucho más valiosas. Pero si la pregunta fuese qué series resumen mejor las fantasías de la época, no dudaríamos en alentarlo a perder un par de horas semanales.

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