por Laura Mier
La historia que trato de rememorar ocurrió en
Paysandú, ciudad del litoral uruguayo, entre los años 1864 y 1865, en el marco
de los conflictos que se sucedieron a partir de la Triple Alianza, guerra en la
que estaban comprometidos Argentina, Brasil y Uruguay, contra el Paraguay, donde
se había logrado un desarrollo económico-industrial que lo distinguía de los
demás países del Río de la Plata, por su autonomía, y su desarrollo industrial.
Paraguay era gobernado en esos años por Francisco Solano López.
El relato familiar se limitaba a narrar la epopeya
vivida por la familia; los verdaderos protagonistas de esta historia fueron el
abuelo de mi mamá, y sus tíos abuelos. En la casa de mi abuela Clara, que fue
donde yo viví mis primeros 7 años de vida, esta historia de la toma de Paysandú
y su Defensa, era un tema cotidiano entre mi abuela, mi madre y sus hermanos,
al punto tal que yo siempre creí que eran ellos los que habían participado de
esa guerra. Pero no, ellos eran los que habían heredado la “gloria” de sus
antepasados. Sus discursos tenían tanta vehemencia, tantos detalles, así como
tantos símbolos de esa defensa, que algunos de ellos pendían de las paredes de
sus escritorios (los de mis tíos) como trofeos de guerra. Recuerdo que Alfredo
conservaba con orgullo la espada lustrosa de uno de esos parientes. En la casa
de mi abuela había un baúl con trajes de soldados e insignias, con los cuales
mis primos y yo solíamos disfrazarnos y jugar. Mi madre me llevaba de paseo al
cementerio viejo (que por sus estatuas y mármoles de Carrara, se parece al de Buenos
Aires, el que está en Recoleta), allí me paraba frente a las tumbas y me
contaba las historias y padecimientos de los muertos, a mí me gustaba en parte,
pero me llenaba de terror, allí estaban sus parientes mártires también.
No obstante habían muchos signos que quedaron en mi
memoria, dando señales de que algo de eso podía haber ocurrido. Por ejemplo, en
esos años viajábamos mucho mi mamá y yo a visitar a una tía que vivía en Concepción
del Uruguay; en esos viajes en lancha, o paseando por esa ciudad, eran frecuentes
los encuentros con historiadores o amistades de la familia que vivían en
Argentina, y volvía a salir el tema de la Defensa; otro detalle que no se me
borraba, era que mi abuela Clara, la que vivía con nosotros –o, mejor, nosotros
vivíamos en su casa, que era una mansión que existe todavía–, no acostumbraba a
salir nunca, pero los 2 de enero, fecha en la que se conmemoraba la batalla
final de esa epopeya, se vestía muy elegante, toda de negro, y mi tío, el
escribano, la llevaba como símbolo viviente de esa contienda al cementerio
viejo, junto a la gente del Partido Blanco, que eran quienes convocaban.
En la Defensa de la plaza de Paysandú participó el
pueblo y quien condujo esa guerra era un blanco, el general Leandro Gómez. Quienes
tomaron Paysandú fueron, en primer lugar, un traidor colorado, Venancio Flores,
militar a cargo de un sector del Ejército uruguayo.
En Uruguay, cuando comenzaron las tratativas de la
Triple Alianza, no había consenso, los blancos no querían participar de esa
alianza, el presidente era Bernardo Prudencio Berro, pero los colorados sí.
Venancio Flores consideró oportuno ese momento para dar un golpe contra los
blancos y hacerse del poder, para lo cual le pidió ayuda a Bartolomé Mitre, en Argentina,
y éste se la brindó –los colorados apoyaban a los unitarios y los blancos a los
federales; como se ve, en esos momentos argentinos y uruguayos participaban
juntos de las intrigas políticas de ambos lados del río.
Lo cierto es que la ocupación de Paysandú se llevó a
cabo por los ejércitos de Brasil, de Argentina –patrocinado por Bartolomé Mitre–
y el militar traidor colorado y uruguayo Venancio Flores, apoyados desde el río
por un barco inglés y una escuadra brasileña al mando del Marqués de Tamandaré.
El abuelo de mi madre vivía frente a la jefatura de
Paysandú y ocupaba un cargo no recuerdo de qué. La anécdota que contaban de él era
que recibió una comunicación confidencial acerca de los barcos que se
aproximaban al puerto. Los de la jefatura, que eran colorados, vieron al que
portaba la misiva y cruzaron a buscar al abuelo, que en ese corto trayecto se
tuvo que tragar la carta para que los colorados no la vieran y no lo mataran.
Los otros hermanos del abuelo –vivían todos muy cerca, en la esquina, eran
dueños de grandes almacenes de ramos generales–, fueron defensores de Paysandú;
en el fondo de la casa de uno de ellos ajusticiaron al general Leandro Gómez y
a varios de la cúpula que dirigía la plaza. El tío de mi madre se salvó, auque
estaba en el paredón junto a los otros, pero otro de los tíos murió en la plaza
defendiendo el sitio. Otra mujer de la familia, fue la encargada de levantar la
bandera de parlamento, porque estaban diezmando al pueblo.
El general Leandro Gómez no era de Paysandú, era un
coronel que estaba a cargo del ejército uruguayo en Salto (Uruguay). Cuando el
gobierno blanco se vio venir el sitio de Paysandú, lo trasladó y fue quien
dirigió la defensa. Los aprontes y la ocupación duraron aproximadamente dos
meses, mediados de noviembre, diciembre y comienzo de enero. En los primeros
días de diciembre Leandro Gómez ordenó que la población más vulnerable,
ancianos, mujeres y niños, fuera trasladada a la isla Caridad frente a Paysandú.
Actualmente esa isla es de Argentina, no creo que en esos tiempos los límites
entre Uruguay y Argentina estuvieran definidos.
De esta historia, a los únicos que yo sentía hablar en
Paysandú era a mi familia, en la escuela, en el secundario nadie la mencionó.
Es bueno aclarar que en Uruguay los colorados gobernaron durante 99 años, y si
bien los colorados que más gobernaron no eran del palo de Venancio Flores, sino
colorados batllistas, que eran más democráticos y “progresistas”, sobre todo
por las leyes sociales que impulsó el Pepe Batlle y Ordoñez, igual se callaron
e invisibilizaron durante todos esos años esta historia, que de acuerdo a lo
que he leído, fue una auténtica defensa del patrimonio nacional y de las
garantías constitucionales del país.
Actualmente esto se ha reivindicado y ha cobrado la
dimensión que siempre tuvo, (aclaremos que ni los blancos de hoy, ni los
colorados, ni los batllistas tienen que ver con lo que fueron en el pasado).
Cuando vine a Argentina, en búsqueda de mi propia
identidad –todo exilio trae como correlato esa búsqueda de esos parámetros que
nos sostuvieron desde siempre–, comencé a leer, a buscar información sobre eso
que en mi niñez nunca entendí, pero que allí estaba. Aclaremos que esta falta
de entendimiento un poco se debió a que era muy chica cuando de esto se hablaba
en mi casa, pero sobre todo, que a nadie se le ocurrió contextualizarla
históricamente, lo que le hubiera dado otro sentido, aparecía como un hecho
heroico, una gesta plagada de gloria, valor y muertos por doquier.
Las lecturas de Conflictos
en la cuenca del Plata, de León Pomar, y la novela de la entrerriana María
Esther de Miguel (novela que no tiene rigor científico pero que contiene buena
información de los sucesos de Paysandú, y de las familias que participaron en
la defensa, de la vida que se vivía en esos tiempos en ambos márgenes del río,
hace que la misma cobre valor) fueron las lecturas que organizaron un poco mi
pensamiento acerca de esa historia, dándole sentido y haciendo que la valore de
otra manera.
A través del libro de Pomar logré entender que esa
historia estaba vinculada a los avatares de la Triple Alianza, que la guerra de
Paraguay, en la que, como dije anteriormente, intervinieron Argentina, Brasil y
Uruguay, fue impulsada por los intereses imperiales y económicos de Inglaterra,
que buscaba romper el ejemplo que significaba Paraguay por su autonomía
económica e industria, para los demás países americanos de la cuenca del Plata.
No obstante existe otra bibliografía más amplia sobre
ese hecho histórico.
Se que me quedan algunos recuerdos en el tintero, pero
ya irán saliendo con el tiempo.
Me acabo de acordar que quien hizo pingües negocios con la venta de caballos a brasileños y uruguayos fue Urquiza, y que también hizo promesas que no cumplió.
Imágenes tomadas en el Cementerio Viejo de Paysandú en julio de 2009:
La casa de los Rivero sobre la actual calle Leandro Gómez.
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