Todavía intrigado con las sugerencias de Adam Kotsko en su entrada sobre el viaje en el tiempo en la cosmogonía griega y la hebrea, recurrí una vez más a mi tomo de Gerardus Van Der Leeuw para indagar en torno a griegos y judíos. En su Fenomenología de la religión (1933) leo: "Ni el judío del Antiguo Testamento ni el griego homérico reconocen la magia. Desde luego, ésta ha aparecido tanto aquí como allá. Pero está fundamentalmente superada. En Grecia, la causa fue que no se quería nada de dios y dios no quería nada del hombre; en Israel, el motivo fue que se quería todo de dios y dios quería todo del hombre. 'Frente a un dios tan inmenso, que reunía todo el poder divino y demoníaco, desapareció la magia; frente a tal dios, no sirve el encantamiento'. Israel vive con su dios, en lucha y controversias, en cólera y contrición, en el arrepentimiento y la testarudez, en el amor y la fe."
Es decir, el viaje en el tiempo no puede ser una ilusión, no puede ser mágico para ninguna de las dos cosmovisiones, sino una verdad --la palabra divina-- revelada: profetizar es hacerse eco de la voz divina, no hay otro futuro que el destino y el destino --como en 12 monos-- es siempre un modo de recordar el pasado, de asumirlo y convertirlo en un signo (la expresión es del todo agustiniana) del futuro.
Cito el diálogo del film 12 monos (en la escena en la que ella lo cura a él en una sala de cine donde proyectan Vértigo, de Hitchcock): "Y avi esta película, pero no me acuerdo de esta parte. Es curioso, es como lo que nos está pasando, como el pasado. La película nunca cambia --nunca podría cambiar--, pero cada vez que uno la mira parece distinta porque uno cambió y nota cosas distintas."
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miércoles, 31 de diciembre de 2014
martes, 30 de diciembre de 2014
subir y quedarse
El año termina con Ascension, una miniserie de seis
episodios emitidos entre el 15 y el 17 de diciembre en el canal de ciencia
ficción SyFy –bastante diferente de la mayoría de los programas de la
productora, donde suelen juntarse cacharros estelares y máscaras de monstruos
en desuso. Sin ser descollante, una mezcla de El show de
Truman y las fantasías
paranoicas sobre el primer alunizaje (aquellas que aseguraban que las
imágenes de la
primera misión a la luna habían sido fraguadas, según pedido del gobierno,
por Stanley Kubrick en el Cañón de Colorado), Ascension trae un tema caro a las series actuales, la del “presente
alternativo”.
Ascension narra el
derrotero de una misión ultrasecreta enviada al espacio durante el gobierno de
John F. Kennedy, en 1963: unas 600 personas fueron embarcadas en una nava más
alta que el Empire State para garantizar la supervivencia de la humanidad si
algún incidente de la Guerra Fría terminaba con la vida en la Tierra. Una
misión sin retorno, en la que los nietos de los primeros viajeros serían los
encargados de establecer una colonia humana en una galaxia muy, muy lejana.
Al final del primer episodio vemos que esto no es del todo
así y que nuestros viajeros estelares son “un salvavidas para la humanidad” en
un sentido muy distinto al que ellos mismos imaginan.
Sin embargo, esta idea o, más bien, esta figura que ya tiene
la dimensión de un mito sobre una realidad o presente paralelo, nos resulta
familiar de series como Fringe, Lost y, este mismo año, The Leftovers.
Series en las que el carácter inabordable del presente es pensado desde los
caminos no tomados. Lo que nos devuelve una vez más a la célebre frase de Mark
Fisher: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.
Más allá de su calidad, Ascension
confirma que el mundo de las series es aún el de la obsesión por reflexionar el
tiempo que nos toca vivir.
epecuén
Desde que lo viera en su inspirada bicicleta, Danny MacAskill se convirtió en el héroe de la acrobacia ciclística. Y desde que conocí la obra del fotógrafo Esteban Pastorino en un centro cultural barrial cuyos gestores terminarían creando luego el Club Editorial Río Paraná, quedé fascinado con la arquitectura de Francisco Salamone.
MacAskill y Salamone se encuentran ahora en Epecuén.
MacAskill y Salamone se encuentran ahora en Epecuén.
lunes, 29 de diciembre de 2014
12 monos revisitados
Tomo nota de que el 16 de enero próximo comienza en SyFy la serie 12 monos, que, según uno de sus creadores, recrea y reimagina el universo del tedioso film de Terry Gilliam de 1995 y se inspira, en el asunto del viaje en el tiempo, en la maravillosa película Looper.
Parece que las series, de manera declarada, necesitan reimaginar el cine.
Si no lo recuerdan, 12 monos, el film, trataba sobre alguien que viajaba en el tiempo para corregir, en el pasado, la liberación de un virus que, en su línea de tiempo, arrasaría con más del 93 por ciento de la humanidad. Quién es ese viajero del tiempo es, claro, la intriga y paradoja de la trama o, mejor, del drama.
Con sorpresa y fascinación descubro que el post de Adam Kotsko de este lunes en su blog trata, justamente, sobre el viaje en el tiempo según la concepción griega y la hebrea.
Escribe Kotsko:
"Se habló mucho del contraste entre Atenas y Jerusalén, pero rara vez se observó que estas dos visiones del mundo representan enfoques significativamente diferentes del viaje en el tiempo. Obvio que no incluyen viajes en el tiempo en el sentido que que le otorga la ciencia ficción, pero ambas visiones incluyen mensajes desde el futuro en forma de profecías, y estos mensajes del futuro no afectan las acciones de las personas en la actualidad. (La analogía más próxima es la de la serie Star Trek Enterprise, el infame "Future Guy", que puede transmitir mensajes sin intervenir personalmente en el pasado.)
Desde esta perspectiva, Edipo es sobre todo una historia de viajes en el tiempo, y el resultado es una predestinación paradojal, en la medida en que su propio intento de "cambiar la línea de tiempo" al evitar la horrible profecía resulta directamente en el cumplimiento de la profecía. En la Biblia hebrea, por el contrario, podríamos mirar a la historia de Jonás, en el que el mensaje profético del futuro realmente causa un cambio en la línea de tiempo en tanto Nínive se arrepiente.
Mientras la profecía no siempre resulta en una línea temporal alternativa, uno tiene la sensación de que dentro del modelo Hebreo de viaje en el tiempo, la posibilidad de cambiar el futuro está siempre "en discusión" de un modo que no está dentro de la mecánica temporal griega . Eso podría ayudar a entender por qué Jonás huye de su tarea profética --le gusta la actual trayectoria que conduce a la destrucción de Nínive y no quiere desviarla. Y cuando está abatido, al final, puede ser porque le resulta censurable que Dios trajera un final feliz usando un dispositivo para un esquema difícil de manejar como viajar en el tiempo."
Veremos qué nos depara 12 monos.
Parece que las series, de manera declarada, necesitan reimaginar el cine.
Si no lo recuerdan, 12 monos, el film, trataba sobre alguien que viajaba en el tiempo para corregir, en el pasado, la liberación de un virus que, en su línea de tiempo, arrasaría con más del 93 por ciento de la humanidad. Quién es ese viajero del tiempo es, claro, la intriga y paradoja de la trama o, mejor, del drama.
Con sorpresa y fascinación descubro que el post de Adam Kotsko de este lunes en su blog trata, justamente, sobre el viaje en el tiempo según la concepción griega y la hebrea.
Escribe Kotsko:
"Se habló mucho del contraste entre Atenas y Jerusalén, pero rara vez se observó que estas dos visiones del mundo representan enfoques significativamente diferentes del viaje en el tiempo. Obvio que no incluyen viajes en el tiempo en el sentido que que le otorga la ciencia ficción, pero ambas visiones incluyen mensajes desde el futuro en forma de profecías, y estos mensajes del futuro no afectan las acciones de las personas en la actualidad. (La analogía más próxima es la de la serie Star Trek Enterprise, el infame "Future Guy", que puede transmitir mensajes sin intervenir personalmente en el pasado.)
Desde esta perspectiva, Edipo es sobre todo una historia de viajes en el tiempo, y el resultado es una predestinación paradojal, en la medida en que su propio intento de "cambiar la línea de tiempo" al evitar la horrible profecía resulta directamente en el cumplimiento de la profecía. En la Biblia hebrea, por el contrario, podríamos mirar a la historia de Jonás, en el que el mensaje profético del futuro realmente causa un cambio en la línea de tiempo en tanto Nínive se arrepiente.
Mientras la profecía no siempre resulta en una línea temporal alternativa, uno tiene la sensación de que dentro del modelo Hebreo de viaje en el tiempo, la posibilidad de cambiar el futuro está siempre "en discusión" de un modo que no está dentro de la mecánica temporal griega . Eso podría ayudar a entender por qué Jonás huye de su tarea profética --le gusta la actual trayectoria que conduce a la destrucción de Nínive y no quiere desviarla. Y cuando está abatido, al final, puede ser porque le resulta censurable que Dios trajera un final feliz usando un dispositivo para un esquema difícil de manejar como viajar en el tiempo."
Veremos qué nos depara 12 monos.
miércoles, 17 de diciembre de 2014
encuesta musical 2014
El año pasado hicimos una encuesta sobre lo que se leyó y editó en Rosario en 2013. Este año, en la redacción de Cruz del Sur un periodista de Deportes lo
planteó en estos términos: ¿sigue siendo Rosario la ciudad de la Trova?
¿Continúan los músicos actuales el camino abierto a principios de los 80? ¿O su
escena ya es otra?
Esto es lo que dicen Pablo Ayala, Juani Favre, Federico Fritschi, Diego Giordano, Perry Maison, Nicolás Manzi, Edgardo Pérez Castillo, Valentín Prieto, Carlo Seminara, Ber Stinco, Carolina Taffoni, Julián Venegas y Pablo Zini. (Attenti: cada disco mencionado incluye el enlace para escucharlo en bandcamp o soundcloud.)
Quienes están en mejores condiciones de dar una respuesta al
interrogante no son otros que los mismos músicos, periodistas y editores que
este año tuvieron una activa participación en la escena musical de la ciudad.
Así, repartimos cuatro preguntas: 1, ¿Cuál te parece que ha
sido el mayor cambio en la escena musical rosarina en los últimos cinco años,
tanto a nivel de producción como de formación e influencias en los músicos? 2,
¿cuál fue el mejor concierto que viste este año en la ciudad? 3, ¿cuál te
pareció el músico o la banda más “promisoria” de las que conociste este año? 4,
¿qué disco publicado y grabado en la ciudad destacarías?
Los mensajes que recibimos hacen pensar en una escena nueva,
conectada en cierto punto con el pasado musical y cierta tradición “trovadora” de
Rosario, pero que cambió y es –para usar el nombre de un sello surgido en la
ciudad– mutante. Ya no se mira a Buenos Aires para legitimar o potenciar lo que
se hace, se publica acá y se lo sube a la web a través de Bandcamp u otros
sitios. En este panorama tuvieron mucho que ver las políticas estatales –del
municipio, la provincia e incluso la nación– de concursos, promoción de
producciones discográficas y ofertas de escenarios.
Esto es lo que dicen Pablo Ayala, Juani Favre, Federico Fritschi, Diego Giordano, Perry Maison, Nicolás Manzi, Edgardo Pérez Castillo, Valentín Prieto, Carlo Seminara, Ber Stinco, Carolina Taffoni, Julián Venegas y Pablo Zini. (Attenti: cada disco mencionado incluye el enlace para escucharlo en bandcamp o soundcloud.)
martes, 16 de diciembre de 2014
the end of the affair
La secuencia de los títulos, con el tema "Container", compuesto especialmente por Fiona Apple.
El año termina con una gran serie como creí que ya no vería, The Affair, que desarrollan Sarah Treem –responsable de House of Cards– y Hagai Levi –responsable de la versión americana de In Treatment.
Actúan Dominic West (el detective Jimmy McNulty de The Wire) y Ruth Wilson. Los acompañana, entre otros, Joshua Jackson, nuestro Peter Bishop en Fringe. Como Peter era el muchacho del universo paralelo a quien su padre de este universo secuestra para salvarle la vida, Jackson siempre será de algún modo, "de otro mundo", el parecido entre West y John Noble (Walter Bishop en Fringe), vuelve a ubicar a nuestro joven actor en esa duermevela de universos a punto de colisionar.
The Affair comienza como eso, como un affair entre un profesor de literatura de Brooklyn con una sola novela publicada y una camarera de un bar de Montauk (al norte de Long Island). West, nuestro docente y escritor, está a la vez casado –podría decirse "felizmente"– con la hija de un escritor bestseller y millonario que vive en una mansión de Montauk, paga la educación privada de sus nietos y pone a prueba la paciencia de profesor de literatura diciéndole que casi todos escriben una primera novela pero nunca llegan a escribir la segunda. El padre rico, el yerno pobre, la vida prestada en los meses de vacaciones, etcétera.
Por su parte nuestra camarera no es sólo la chica del bar, pronto nos enteramos de que hubo un hijo que murió ahogado, que su matrimonio con el personaje que encarna Joshua Jackson es casi fantasmagórico, la prolongación de un vínculo montada sobre el recuerdo y el dolor de esa criatura muerta. Ella quiere irse de Montauk, donde todos la conocen y todos le recuerdan ese dolor que la consume.
Sin embargo, no sólo se trata del affair. Su relato nos llega a través de las voces de Noah (West) y Alison (Wilson) en las entrevistas con un detective que investiga una muerte, luego de una fiesta –a medida que avanzan los diez primeros episodios nos enteraremos de quién es el muerto, cuándo fue la fiesta. Así, el punto de vista de Noah y Alison no siempre coincide. La mirada algo edulcorada pero dominante de él contarsta con la que ella describe con mayor dureza o, mejor, tristeza. Los dos mienten, en algún punto, pero preferimos las de ella, porque parten de un lecho de pena y desgarramiento que mejor cuaja con nuestra concepción de la verdad.
A mí The Affair me hizo pensar mucho en Graham Greene. En principio por lo apegados que aparecen sus personajes a cierta idea de pecado –todos los demás personajes pusieron en los amantes, por fuera de su figura de infieles y, justamente, por ignorarla, las más altas demandas morales. Noah, y sobre todo Alison, están a su modo desesperados. "La desesperación –escribió Greene– es el peor de los pecados, pero es un pecado que sólo los hombres buenos cometen, porque son loos únicos que tienen semejante capacidad de condenarse".
Me recuerda a Greene porque hay un universo Greene en su atmósfera de americanos impasibles y estúpidos, jugando al macho cabrío (Noah y el padre de su esposa) y mujeres devastadas (como el personaje de Sarah de, precisamente, The end of the affair). Hay, por supuesto, un trío: por momentos el que forman Alison, su esposo (el personaje de Jackson) y Noah y, más precisamente, un triángulo –me atrevería a decir "una trinidad"–: el de Alison, su hijo muerto y ese lugar en el lecho marital que ella ve como un cerco –en uno de los episodios ella repara un cerco, una branda que ya está desvencijada y podrida– y una vía de escape.
Releo las páginas de Charles Moeller sobre Greene en "El silencio de Dios" (en Literatura del siglo XX y cristianismo), dice: "Este aspecto de niño herido proyecta una luz cristiana sobre el universo del mal de Greene. Aquí se perfila la sentencia evangélica sobre el deber de volver a hacerse niños para entrar en el Reino. El pecado del mundo consiste en hacer de los pequeños una especie de monstruos tarados, que se debaten en el seno de su fragilidad y lloran en secreto su inocencia perdida. El verdadero mundo cristiano sería aquél en que, al crecer, se llegara a la estatura de la edad adulta sin dejar de ser niños, hijos de Dios."
A fines de noviembre anunciaron que The Affair tendrá una segunda temporada de 10 episodios en 2015.
miércoles, 10 de diciembre de 2014
el campo
En ocho años, de 1992 a 2000, Osvaldo Aguirre (Colón, Buenos
Aires, 1964; radicado en Rosario desde principios de los 80) escribió tres
tomos de versos que hoy son, antes que clásicos, un paradigma posible de la poesía
que se hace una zona que siempre mantuvo una inquieta cercanía entre lo
campestre y lo citadino. En una ciudad que tiene entre sus pilares la poesía de
Juan L. Ortiz y José Pedroni, los libros de Aguirre abren una suerte de brecha
entre el paisaje, las voces orales que abundan en los poemas y la forma elaborada
y precisa con la que escribe el poeta.
Con los años, Aguirre acaso complejizó los temas; seguro, perfeccionó su forma: halló en la trama de esas historias hechas de voces oídas la carnadura de una mitología. Así, Campo Albornoz (2010) desparrama trece pinceladas sobre un territorio preciso —aunque desaparecido—: un caserío rural del departamento de Constitución en la provincia de Santa Fe. En esas pinceladas aparecen personas que acaso tuvieron su doble también en la vida real: una maestra, una mujer que erigió una capilla al lado de un camino, un hombre que sale a buscar a un perro predador. Dice el autor en la página inicial del libro que Campo Albornoz “era el nombre de un paraje que surgió alrededor de una estancia, en el sur de la provincia de Santa Fe. La estancia fue fraccionada y desapareció, y con ella el paraje, que la cartografía no registra. Sin embargo, el nombre persistió en el habla de la gente del lugar, como un punto de referencia en el tiempo y en el espacio”. Es decir, Campo Albornoz, que existe en el habla y la memoria, existe ahora en ese libro de Aguirre, y su recuperación, a través de los poemas, se realiza mediante el recuerdo escriturario de las acciones más simples (comer, beber, lavarse, cazar: funciones vitales y elementales que son las que representan los sacramentos).
Las vueltas del camino
(1992), Al fuego (1994) y El General (2000) pueden leerse hoy en
un solo libro que la editorial Iván Rosado presentará el sábado próximo en su
local de la galería Dominicis bajo el título El campo.
La obra de Osvaldo Aguirre se multiplicó desde que publicara
aquél primer tomo –premiado en esos años por un concurso que organizó la
legendaria editorial Libros de Tierra Firme, que dirigía José Luis Mangieri–:
relatos, novelas, literatura para niños y jóvenes, investigación periodística,
además de su trabajo al frente del Festival de Poesía de Rosario entre 2008 y
2012 y las jornadas sobre literatura policial La Chicago Argentina (este año en
el Espacio Cultural Universitario), su labor como editor y periodista cultural.
Su poesía, una de las más particulares que produce su
generación, está hecha de acontecimientos pequeños, precisos: la quema de un
paraíso caído, la busca de un perro llamado General después de una tormenta en
Navidad, cuando la familia estaba reunida en la casa del campo. Pero el tiempo
es siempre el de una transformación, el cuadro sereno de una postal rural al
que la lluvia convierte en un lodazal, por ejemplo.
Aguirre, fotografía de Marcelo Bustamante.
Con los años, Aguirre acaso complejizó los temas; seguro, perfeccionó su forma: halló en la trama de esas historias hechas de voces oídas la carnadura de una mitología. Así, Campo Albornoz (2010) desparrama trece pinceladas sobre un territorio preciso —aunque desaparecido—: un caserío rural del departamento de Constitución en la provincia de Santa Fe. En esas pinceladas aparecen personas que acaso tuvieron su doble también en la vida real: una maestra, una mujer que erigió una capilla al lado de un camino, un hombre que sale a buscar a un perro predador. Dice el autor en la página inicial del libro que Campo Albornoz “era el nombre de un paraje que surgió alrededor de una estancia, en el sur de la provincia de Santa Fe. La estancia fue fraccionada y desapareció, y con ella el paraje, que la cartografía no registra. Sin embargo, el nombre persistió en el habla de la gente del lugar, como un punto de referencia en el tiempo y en el espacio”. Es decir, Campo Albornoz, que existe en el habla y la memoria, existe ahora en ese libro de Aguirre, y su recuperación, a través de los poemas, se realiza mediante el recuerdo escriturario de las acciones más simples (comer, beber, lavarse, cazar: funciones vitales y elementales que son las que representan los sacramentos).
martes, 9 de diciembre de 2014
la escritura del tambor
Pauline Fondevila, Les îles du Paraná (2014).
La música es una realidad en sí misma. En cambio el tambor,
la percusión, puede parecerse a ese modo cifrado y fragmentario de representar
el mundo que es la escritura. Un tambor escribe: es una llamada, un código que
surca el aire, busca respuestas a partir de signos frágiles que deben ser
interpretados.
Creo que eso es lo que se lee en el pequeño diario de Pauline Fondevila Una casa y un tambor. Como Pauline (Le
Havre, Francia, 1972; radicada en Rosario desde 2007), la protagonista de este
diario también es extranjera y naufragó en una isla de río. En las primeras
páginas la acompaña un perro y la sospecha de que hay otros y que esos otros
viven en un estado por momentos festivo, del todo ajeno al espíritu de nuestra
narradora, que se angustia cantándose las nanas que su madre le cantaba cuando
niña. Quiere hacerse un barco, pero el barco se convierte al fin en todo lo
contrario: una casa. Recuerda que destruyó el barco que la hizo náufraga y,
cuando en ese plan simétrico de cosas que flotan y se hunden, anota que su
juego frecuente es echar en un charco pequeñas embarcaciones hechas de hojas y
palitos donde viajan insectos que naufragan, le viene a cuento que no recuerda
cómo imaginaba su futuro siendo niña.
Sí, tocar el tambor es escribir: irrumpir con un llamado
cuya perturbación es menos una respuesta que un nuevo interrogante. Lo que el
tambor anota es algo que habla en la distancia.
La lógica de la isla funciona más bien como la
de Lost, antes que la de
Próspero: la provee, es un gran tambor con el que reinterpreta el mundo, el
afectivo, el que quedó en el pasado y las posibilidades que se disuelven. El
futuro también está allí, es lo que su irrealidad disuelve (“delfines de río”,
la provisión de licores y bibliotecas caídas del cielo en un avión siniestrado.
No la deja morir. “En la isla, siempre que traté de morir volví a nacer un poco”,
escribe.
En fin, La casa y el
tambor es de algún modo sereno y adorable en su tristeza, pero enorme en su
hallazgo del tambor con que se escribe.
Una casa y un tambor
(Iván Rosado ediciones) se presenta
junto con El campo (la trilogía de
los primeros libros de poesía de Osvaldo Aguirre) el
sábado 13 de diciembre a las 19 en Club Editorial Río Paraná,
Catamarca 1427, local 12.
viernes, 5 de diciembre de 2014
pobre méxico
Pocas explicaciones sobre lo que sucede en Ayotzinapa me satisficieron más que la última entrada de La Biblia de los pobres. Ni las figuras estudiadas por José Emilio Burucúa ni ningún otro texto ofrecen un fresco tan intenso, arqueológico –como prefiere Agamben–, de la realidad mexicana. Y lo hace, como cabe, a través del análisis de obras del arte y la cultura aztecas contrastadas con sus caricaturas en la actualidad. Brillante.
Comienza así: "Una frase atribuída a Profirio Díaz, el hombre fuerte de México que definió toda una época – el Porfiriato, 1876-1911 – ha quedado impuesta como el estigma mexicano: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Lo cierto es que la frase pertenece, al parecer, a Nemesio Garcia Naranjo, director del diario La Tribuna e intelectual mexicano. Pero el hecho que se le atribuya a esa condensación de la historia latinoamericana – pendulando siempre entre la tiranía y la revolución – que es Porfirio Díaz le otorga varias capas de sentido que aún resuenan cuando se menciona la frase. Y cuando se la piensa." Sigue acá.
Comienza así: "Una frase atribuída a Profirio Díaz, el hombre fuerte de México que definió toda una época – el Porfiriato, 1876-1911 – ha quedado impuesta como el estigma mexicano: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Lo cierto es que la frase pertenece, al parecer, a Nemesio Garcia Naranjo, director del diario La Tribuna e intelectual mexicano. Pero el hecho que se le atribuya a esa condensación de la historia latinoamericana – pendulando siempre entre la tiranía y la revolución – que es Porfirio Díaz le otorga varias capas de sentido que aún resuenan cuando se menciona la frase. Y cuando se la piensa." Sigue acá.
halo malo
Como lo habíamos anunciado, ya se puso al aire la serie producida por Ridley Scott en base a la historia de los juegos Halo (Halo, nos enteramos en Wikipedia, es un término que proviene de una tecnología alienígena para construir colosales anillos habitables en el espacio). Según nos enteramos, para verla legalmente hay que tener una Xbox o algo así. Lo más sencillo, en este caso, es a través de la Bahía del Pirata e, incluso, en YouTube.
Bien, si nos dicen que el señor Scott va a hacer una serie (se trata de unos diez primeros diez episodios de media hora cada uno) sobre una guerra entre humanos y extraterrestres que transcurre cinco siglos en el futuro, y que esos extraterrestres son fanáticos religiosos que pertenecen a una alianza llamada Covenants; lo primero que se nos ocurre es que estamos ante una nueva Battlestar Gallactica (la versión 2004 de Ronald D. Moore, se entiende, que aludía a la guerra en Irak).
Pero no, como lo reseñan periodistas, críticos, jugadores y creadores en el sitio The Verge, ni siquiera parece tratarse de una serie sobre Halo (se llama Halo Nightfall), ni siquiera una serie de ciencia ficción, sino una plomiza tira con m,ucha menos acción de lo que promete el tráiler.
Veremos, van recién tres episodios. Transcurren en un bosque de una colonia terrestre allá lejos en el espacio, en un shopping y en un fragmento de aniñllo de cien kilómetros que flota en la órbita de una estrella que se apaga. Lo último, que parece lo más prometedor, queda disuelto en el bajo presupuesto del departamento de efectos especiales.
Bien, si nos dicen que el señor Scott va a hacer una serie (se trata de unos diez primeros diez episodios de media hora cada uno) sobre una guerra entre humanos y extraterrestres que transcurre cinco siglos en el futuro, y que esos extraterrestres son fanáticos religiosos que pertenecen a una alianza llamada Covenants; lo primero que se nos ocurre es que estamos ante una nueva Battlestar Gallactica (la versión 2004 de Ronald D. Moore, se entiende, que aludía a la guerra en Irak).
Pero no, como lo reseñan periodistas, críticos, jugadores y creadores en el sitio The Verge, ni siquiera parece tratarse de una serie sobre Halo (se llama Halo Nightfall), ni siquiera una serie de ciencia ficción, sino una plomiza tira con m,ucha menos acción de lo que promete el tráiler.
Veremos, van recién tres episodios. Transcurren en un bosque de una colonia terrestre allá lejos en el espacio, en un shopping y en un fragmento de aniñllo de cien kilómetros que flota en la órbita de una estrella que se apaga. Lo último, que parece lo más prometedor, queda disuelto en el bajo presupuesto del departamento de efectos especiales.
especial navideño
“Un cuento sobre un futuro distópico y festivo”,
así describe Ben Baeumont-Thomas en su columna del
diario británico The Guardian el especial navideño de hora y media que
emitirá el martes 16 de diciembre próximo de la serie Black Mirror, aquella cuyo primer episodio,
en 2012, nos presentaba al primer ministro inglés ante la disyuntiva de
mantener un acto sexual público con un cerdo para salvar la vida de una
princesa.
Esta vez Charlie Brooker, creador de la serie y uno
de los críticos más mordaces de los medios y el espectáculo, convocó a Jon Hamm
–el protagonista de la serie Mad Men– y Oona Chaplin –quien interpretó a
Talisa Stark, de inquietante belleza hasta que una flecha le atraviesa el
corazón en Game of Thrones– para que encarnen a
dos de los personajes del largometraje televisivo que también contará tres
historias entrelazadas aunque no relacionadas.
Brooker manifestó en más de una ocasión su afición
a las historias de terror que enseñaba el cine en los 70 y promete que su
especial de Navidad será más o menos eso, aunque, como lo viene haciendo en Black
Mirror, esta vez será la tecnología la encargada de crear fantasmas. Así,
según el tráiler que ya puede verse en YouTube, una mujer bloquea al novio que la
acosa del mismo modo que en un videojuego, pero en la vida real y Hamm habla a
través de una pantalla mientras permanece encapsulado en no se sabe qué
laberinto entre lo físico y lo virtual.
“La cosa va de humor negro y observaciones
inteligentes sobre nuestra sociedad y sus valores, lo que me enganchó de
entrada como espectador cuando comenzó a emitirse la serie. Y es un honor que
Charlie (Brooker) y el resto del equipo creativo me pidieran que actuara para
desearle a todos una feliz Navidad”, declaró Hamm antes de que se conocieran
detalles de este especial. Veremos, la segunda temporada de Black Mirror
nos desilusionó un poco, había más observaciones inteligentes que puesta en escena.
El lema de esta Navidad blanca, como se
promueve el programa, es ya bastante inquietante: “Cuidado con lo deseás”,
dice.
miércoles, 3 de diciembre de 2014
furia suburbana
Dentro de la Editorial Municipal de Rosario le llaman “la colección Naranja”, son unos libritos anaranjados, encargados a escritores de la ciudad y su zona que narran, al modo de una crónica, la experiencia o del autor en un territorio particular. Así, los textos configuran un mapa no ya de Rosario, sino de su gravitación en la trama de pueblos y lugares que la rodean. Desde las incursiones de Osvaldo Aguirre en Oratorio Morante –en el extremo sudoeste santafesino–, al periplo topográfico e histórico en Parque Sur, ciudad de Santa Fe, que hace el escritor radicado en Francia Sergio Delgado; las reuniones familiares de los Gandolfo en el Rosedal del Parque Independencia –descritas por Elvio–, la busca del punto más alto de toda la provincia según el escritor y agrimensor Ricardo Guiamet, la delimitación detectivesca de un espacio del casco céntrico en torno al colegio San José que hace Matías Piccolo o le rememoración de Zavalla como tierra perdida que hace la poeta Diana Bellessi de su ciudad natal, entre otros. Para cada uno de esos tomos el escritor debe, además de abocarse a reconstruir en el texto la zona señalada, tomar fotos que acompañan el relato.
Este
miércoles a las 20, en Pichangú Bar (Salta y Rodríguez), la EMR presenta sus
tres nuevos tomos de esta colección que así suma quince volúmenes: Trópico
Villa Diego, de Mario Castells, Las hamacas de Firmat, de Ivana Romero, y La internacional entrerriana, de Agustín Alzari.
Los
tres son muy distintos entre sí, los autores construyen una extrañada relación
con un lugar en el que crecieron o al que llegaron. A diferencia de La
internacional entrerriana, en la que Alzari explora la persecución a los
poetas Juan L. Ortiz, Carlos Mastronardi y Ema Barrandeguy, acusados de
comunistas por el riguroso nacionalismo de entonces, en el Gualeguay de fines
de los años 30, tanto Las hamacas de Firmat –comentado en este mismo diario
hace ya tres meses– y Trópico de Villa Diego encuentran su mayor misterio en
el “yo” que narra.
en la nube negra
Con la presentación del libro Retórica
conjetural o el nacimiento del sujeto, de Juan
Bautista Ritvo –este jueves a las 19.30 en el Museo Estevez, de Santa Fe
748–, se presenta también la editorial que lo edita, Nube Negra, dirigida por
dos libreros de Rosario, Natalio Rangone (Oliva Libros, en Entre Ríos
579) y Germán Armando (El Juguete
Rabioso, Mendoza 784). Además, la editorial tiene como editor al mismo
Ritvo, filósofo, psicoanalista, lector incansable y gigantesco.
A
Ritvo le preguntamos cómo fue pensado el catálogo de Nube Negra y si se plantea
como un espacio que no había hasta ahora entre las editoriales.
“Los
títulos iniciales –dice– son los tres psicoanalíticos: el mío, luego uno de
Sara Vasallo sobre el deseo y la gracia en Pascal y San Agustín, y Metamorfosis de la melancolía, de Claude
Rabant. Como ves: dos títulos en castellano y de autores locales y el tercero
es una traducción del francés.
—¿Entonces cuál es el criterio?
—El
criterio que tenemos es publicar sólo textos –sean locales, sean extranjeros–
que estén pensados en primera persona por alguien que arriesga su posición en
lugar de refugiarse en la cita incesante –el rezo, diría– del autor magistral.
Este es el espacio editorial que queremos ganar.
—¿Y después?
—Habrá
otros textos de filosofía y de literatura, a condición de que se respeten tales
criterios. Por ejemplo, tenemos en carpeta para el año que viene –los tres
títulos citados saldrán todos antes de la primera mitad del año que viene– un
antología bilingüe hecha por Héctor Piccoli de autores alemanes que es
extremadamente rigurosa en sus fundamentos.
Germán Armando y Natalio Rangone.
Por
su parte, Germán Armando dio detalles del proyecto.
—¿Cómo influyó tu experiencia como librero para montar la editorial?
—De
manera decisiva, no hubiera llegado a la edición por otros medios porque no
cuento con preparación académica y la relación que tengo con el ámbito de la
producción literaria o filosófica es a través de la librería. Ahora, si la
pregunta apunta a precisar qué le puede aportar la experiencia como librero al
proyecto editorial, creo que se destaca principalmente una mejor orientación
respecto a qué títulos, autores o temáticas pueden sobrevivir comercialmente
sin renunciar a la calidad de la propuesta.
miércoles, 19 de noviembre de 2014
lo irrepresentable
“Infinito”, lo llama el
periodista y escritor Leonardo Moledo. Se refiere a José Emilio Burucúa,
historiador del arte y uno de los intelectuales más importantes de la
Argentina, doctor en Filosofía y Letras y miembro de número de la Academia
Nacional de Bellas Artes, quien presentará el viernes que viene a las 19.30 enel Museo de la Memoria (Moreno y Córdoba) “Cómo sucedieron estas cosas”.
Representar masacres y genocidios. Una análisis erudito y exhaustivo sobre cómo
y a través de qué figuras se representaron las matanzas a lo largo de la
historia. Desde la antigua Grecia a la guerra de Líbano o la última dictadura
en Argentina, ese acto que sólo los humanos son capaces de cometer –acorralar a
inocentes desarmados y darles muerte– es visto, es decir, es analizada su
imposibilidad de ser representado de manera directa, porque hay algo allí de lo
indecible, de lo inmostrable, mediante las figuras frecuentes con que lo
registra el arte de todas las edades: la cacería, el martirologio, el infierno
y la silueta o la sombra. El Siluetazo, un proyecto de Rodolfo Aguerreberry,
Julio Flores y Guillermo Kexel, se concretó con una acción colectiva realizada
por primera vez en la plaza de Mayo, Buenos Aires, en la tarde del 21 de
septiembre de 1983: un registro fotográfico y documentación sobre las siluetas
de los desaparecidos. Esta nueva figura, que Burucúa y Nicolás Kwiatkowski
–coautor del libro– rastrean en las paredes de la Hiroshima postnuclear y en
figuras literarias como Peter Schlemihl, el hombre que pierde la sombra, este
uso de la silueta y la sombra en las representaciones más recientes de las
grandes masacres del siglo XX.
Imagen de Museo Macro.
“Cómo sucedieron estas cosas”, una cita de Hamlet, de William Shakespeare –que el viernes presentará junto con los actores el director del museo de la Memoria, Rubén Chababo– intenta reconstruir, a través de las representaciones todos los planteos que, desde la historia, plantea ese interrogante cuya respuesta, como decía Primo Levi, cuya comprensión última, acaso involucraría cierta “simpatía” con los perpetradores de algunos de los actos criminales más espeluznantes de todas las épocas.
Burucúa, en esta entrevista que mantuvo con nosotros, no
rehúye pensar con todos los elementos de su vasta erudición, además de los que
le provee el entrevistar: desde las imágenes mediáticas de los decapitadores de
Estado Islámico hasta las fantasías de zombies que proliferan en el cine y la
televisión más reciente.
—En su libro Cartas norteamericanas hace unos comentarios
sobre lo bello y lo sublime, usted escribe: “La víctima absoluta no ha
sobrevivido para contarlo, sólo sobrevivieron sus asesinos. Vale decir que si
lo bello puro es el espectáculo de la máquina de los cielos en el ojo de Dios,
lo sublime puro es el espectáculo del interior de la cámara de gas en el ojo de
un SS. Por esta razón, cuando Stockhausen dijo que la obra de arte más grande
de la historia había sido la destrucción de las Torres Gemelas el 11 de
septiembre de 2001 (afirmación que le ha bloqueado para siempre el acceso a los
Estados Unidos), se refería a una obra sublime y por ello me temo que estaba en
lo cierto. (...) El suponer que podemos hallar lo sublime puro nos convierte en
instrumentos de un terror sin fronteras y en los perores criminales de la
historia.” Este asunto, entiendo, está en el meollo de Cómo sucedieron estas
cosas. ¿Cómo analizar la representación de la masacre y el genocidio a partir
de lo bello y lo sublime?
—Lo que pasa es que lo bello quedó excluido desde el
comienzo, es imposible que ahí, en el análisis del libro aparezca, porque
implica equilibro, armonización de medidas, contención emocional o, por lo menos
una armonía emocional que es imposible a la hora de representar masacres. Y en
cuanto a lo sublime, sí claro, pero es ese sublime que se ubica en el extremo y
no podemos soportar, sublime siempre tiene que ver con el temor y un
sentimiento de pequeñez y debilidad frente al infinito que nos rodea, o fuerzas
de la naturaleza que nos superan, y entre esas fuerzas está la de la Historia, la
del hombre que también pueden alcanzar esas cuotas terribles de lo sublime,
pero es el sublime absoluto el que tendría que utilizarse en este caso, y ese
no podemos soportarlo.
—No era ese el objetivo del libro.
—La categoría que buscamos con Nicolás (Kwiatkowski) es ver
cómo se representa a partir de ciertas formas que hacen posible la
visibilización de las masacres, y fuimos al estudio de estas formas como la
cacería, el martirio, la figura del infierno, que es un invento muy moderno, un
infierno en el que se ha desactivado la dimensión moral, porque las víctimas
son el antónimo de los condenados infernales, pero parecen condenadas a los
tormentos del infierno; por eso insistimos en la inocencia radical de la
víctima de una masacre, quien lo que padece es ser masacrado y no tiene ninguna
conexión que ligue eso que padece con cualquier cosa que haya podido hacer
antes. Si se masacrase a los peores asesinos como personas inermes que nada
pueden hacer, en ese acto esas personas se convertirían en inocentes, por más
cosas monstruosas que hayan hecho, porque nada justifica o legitima el terror
de la masacre, esa muerte infligida a una masa de seres humana desarmada. Por eso
lo sublime no podía aparecer ahí, porque siempre hay una cuota de emoción
estética que no es lo que buscamos, sino lo de hacer tolerable mediante
metáforas eso irrepresentable de la masacre. La silueta multiplicada es la
cuarta fórmula, la de los genocidios del siglo XX, para los que no bastaban las
formas anteriores. Entonces la fórmula nueva es la de multiplicación de las
siluetas o sombras, en ese sentido El Siluetazo argentino fue fundamental,
consagró la fórmula.
—¿Cómo es que es moderna la representación del infierno?
—Fuera de su dimensión moral. Lo primero que imaginaban lo soldados
británicos o soviéticos cuando se encontraron con los campos de concentración
del nazismo, era eso, el infierno, así se los transmitían a sus familiares en
las cartas que les enviaban desde el frente.
—Usted se refiere muchas veces a la distancia –el concepto
de Warburg de crear una distancia entre el ser y el mundo– necesaria para el
análisis de ciertas representaciones, ¿podría ampliar un poco ese concepto de
distancia, sobre todo aplicado a cosas que vemos a diario, como bombardeos y
devastaciones registradas por cámaras de televisión?
—Es uno de los grandes problemas de los medios de
comunicación: han extinguido la distancia que debe separarnos de los fenómenos
para poder entenderlos o decir algo de ellos, necesitamos establecer una
distancia con los objetos hirientes con que nos relacionamos. Distancia entre
nosotros como sujetos y los otros objetos, si no, no podemos construir ningún
conocimiento ni hablar con los otros, necesitamos eso que nos separa para
reconocer en el otro a un sujeto semejante, y máxime para cosas tristes
dolorosas, trágicas, que nos absorben y trituran. Ese es el problema con esta
visualización cotidiana de aberraciones en la tevé, que suele estar en los
rincones más íntimos de la casa, esos hechos se instalan en el aquí y ahora sin
conciencia de la distancia espacial o temporal. Es un problema grave, porque pulveriza
nuestra capacidad de comprensión.
—La cultura es distancia, como decían los antropólogos de
principios del siglo XX.
—La construcción de la cultura empieza con la distancia, el
problema está en que si abolimos esas distancias (porque el animal no tiene
distancia, pareciera haber un continuum entre lo que experimenta, siente, teme),
si abolimos la distancia no nos volvemos a transformar en animales, entonces
sospecho que nos transformamos en asesinos, en criminales. Ese es el tema.
Somos lo no humano de lo humano, que es terrible, es el campo de concentración,
la matanza de Camboya; nos convertimos en seres extraños, no en animales, el
único rasgo que podría definirnos es ser criminales, porque matamos sin piedad
a nuestros semejantes, que equivale a un suicidio colectivo. No es un tema sólo
para antropólogos, se nos va la posibilidad de una vida colectiva, nos convertimos
en bestias feroces que no existen en mundo animal.