antes de que se estrenara en el país (debe haber sido a principios de 2008) había leído la historia de marjane satrapi y llené una página de el ciudadano anunciando lo que se sabía hasta entonces de persépolis, la película, porque el cómic ya lo había conseguido
dirigida por marjane satrapi, autora del cómic, la historia narra el periplo de una joven iraní de clase media progresista tras la caída del Sha y el ascenso de los religiosos islámicos
Persépolis nació de una historieta y es la misma película una historieta. No un cómic, ni un film animé, ni una película de animación. Por lo menos así la califica Andrew Sarris en su reseña del New York Observer. Persépolis, se estrenó en abril de 2008 en Buenos Aires. El film es francés, lo dirigió la misma autora del libro, protagonista de la historia, Marjane Satrapi, y el novel director Vincent Paronnaud. No sólo estuvo nominado como mejor film de animación para la entrega número 80 de los Oscar, sino que Francia la postuló para el rubro film extranjero.
Persépolis, nombre que proviene de la ciudad persa fundada por Darío I en el siglo 6 antes de Cristo y destruida por Alejandro Magno en la era cristiana, es tan autobiográfico como lo permiten los dibujos. A su vez el libro, publicado en Francia en el año 2000, es también un best seller (dividido en dos partes: niñez y retorno) que narra la infancia de una niña iraní (Satrapi) durante los años del Sha, las expectativas de la Revolución Islámica (1979) en su familia de clase media alta y progresista, el exilio europeo tras el asalto al poder del fundamentalismo religioso que lideró en sus comienzos el Ayatollah Khomeini y Abol-Hassan Bani-Sadr, la guerra Irán-Irak, la juventud bajo las hijab (los velos negros que cubren cabello y el vestido oscuro que llevan las mujeres) y el desengaño amoroso en Viena.
Persépolis fue bajada de la programación del Festival de Bangkok del año pasado (2007) por presiones de la Embajada de Irán. Las mismas presiones alcanzaron al Festival de Cannes, donde el film ganó el premio del jurado.
La realización de Persépolis se hizo a la vieja usanza, sobre los dibujos de Satrapi un equipo de dibujantes trabajó con lápiz y papel. “Me resulta difícil describir en palabras —escribió Andrew Sarris en su elogiosa columna del New York Observer, en diciembre pasado, cuando el film se estrenó en Estados Unidos— la extraña mezcla de animé y animación más el destilado de ciertas influencias libres como las de F.W. Murnau y el expresionismo alemán, tanto como el de las comedias neorrealistas italianas”. La misma Satrapi, que se dibujó, se “historietizó” a sí misma en el libro y en el film, definió su procedimiento como el de un “realismo estilizado”: “porque —agrega— queríamos que el dibujo fuera totalmente vívido, no como un cartoon. Por lo tanto, a diferencia del cartoon, no teníamos demasiado margen en términos de expresiones faciales y movimientos”.
El tío de Moscú
Como en Persépolis, el libro que en español distribuye editorial Norma (a 25 euros el ejemplar), la película, codirigida por Satrapi y Paronnaud, va tras los pasos de la pequeña Marjane, educada en el Liceo Francés de Teherán, cuando tiene diez años y festeja con sus padres la inminente caída del Sha. El tío Anouche, un dirigente comunista formado en Moscú, es liberado de las cárceles de la policía secreta del Sha y alienta en Marjane esperanzas revolucionarias que pronto se disuelven en el cariz ultrarreligioso que adquiere la Revolución Islámica. La libertad le dura poco a Anouche, que en la versión francesa tiene la voz de Francois Jerosme y en la copia que se distribuyó en Estados Unidos lleva la grave voz de Iggy Pop. El nuevo régimen vuelve a encarcelarlo y lo sentencia a muerte. Pero antes de la ejecución al hombre le es concedida una única entrevista, y el tío elige a Marjane.
En el film, los dibujos en blanco y negro señalan con sutileza el mundo lírico e imaginativo que despliega Marjane, alentada por los relatos de la abuela, la hidalguía del abuelo y la responsabilidad de sus padres.
Las invasiones bárbaras
A diferencia del libro, en el film la historia comienza en 1980 (ya cayó el Sha y gobierna Khomeini), cuando Marjane y sus compañeras, pese a concurrir a un colegio francés laico, son obligadas a usar la hijab. La pequeña Marjane necesita algunas explicaciones para hacerse una idea de lo que sucede en su país, son las que recibe el espectador occidental en términos que, según Sarris y Clare Hurley en el excelente espacio crítico del sitio de la Cuarta Internacional, no traicionan el espíritu del relato. La narradora traza un esquema de la historia iraní: “«Dos mil quinientos años de tiranía y sumisión», como decía mi padre. Primero nuestros propios emperadores, después la invasión árabe desde el oeste, seguida de la invasión de los mongoles desde el este y, finalmente, el imperialismo moderno”.
Los padres de Marjane, burgueses bien educados y de izquierda, esperaban de la Revolución trajera cambios políticos y democracia: “Estamos viviendo un momento histórico”, le dice su padre en el avance que se puede ver youtube.com y en la página oficial de la película en español (persepolislapelicula.com)
Tras la ejecución de su tío Anouche —y sepultadas con él las esperanzas de un gobierno del proletariado—, Marjane comienza su vida adolescente bajo el nuevo régimen islámico: usa velo pero con zapatillas Adidas y una remera que lleva la leyenda “Punk Is Not Ded” (sí, “ded” en lugar de “dead”). La música que escucha, adquirida en el mercado negro es rebelde al modo en que la Revolución Islámica alienta rebeldías: The Bee Gees y, más tarde, Iron Maiden. Pero es la abuela (que en el original francés como en la versión norteamericana lleva la voz de Catherine Deneuve), una mujer dulce e independiente, quien ejerce una de las mayores influencias sobre la niña al señalarle la importancia de mantenerse íntegra.
Cuando comienza la guerra Irán-Irak (que se extendió con altibajos entre 1980 y 1988), los padres de Marjane la envían al Liceo Francés de Viena, donde la adolescente se hace amiga de unos muchachos nihilistas y anodinos de clase alta. Pero Marjane no encaja bien allí, se siente sola en Navidad, deambula por las calles nevadas y les pide a sus padres que la dejen regresar a Irán. Allí se enfrenta a la rígida disciplina moral de la Revolución Islámica cuando estudia Bellas Artes en Teherán y, tras una serie de protestas que la ponen en la mira de las autoridades, los padres vuelven a persuadirla para que regrese a Europa, a París. “Conocí una revolución que me hizo perder parte de mi familia. Sobreviví a una guerra que me distanció de mi país y mis padres, y es una historia de amor banal la que casi me mata”, dice Marjane en el film.
Fantasmas de la infancia
Tal como reseñaron comentaristas de España y Estados Unidos al estreno de la película, la historia cambia cuando la rebelión adolescente (pantalones rockeros, zapatillas y calcomanías que desafían a los Guardias de la Revolución durante la adolescencia) cede ante la llegada de la primera juventud, cuando Marjane se descubre una extranjera en París y en su propio Irán.
Pero leer en Persépolis sólo la odisea de una joven iraní atrapada en sus angustias de clase frente a una dictadura religioso-política, después de que la historia se haya convertido en un best-seller en Francia y una redituable publicación en muchos de los países donde se publicó, sería ignorar algunas cuestiones que tienen que ver tanto con los días que corren (el aluvión de refugiados e inmigrantes que cruzan los continentes) como el núcleo del drama de la obra (ya sea el film o el cómic).
“Lo demoledor de sus textos y de sus dibujos —escribió sobre la historieta el crítico del diario El Mundo de Madrid Borja Hermoso— en la denuncia del fundamentalismo religioso no envidia en nada a las páginas de Los versos satánicos de Salman Rushdie, o Hijos de nuestro barrio, de Naguib Mahfuz. Y por supuesto, excede en mucho a las tibias quejas de cineastas como sus compatriotas Abbas Kiarostami o Mohsen Majmalbaf. ¿El secreto? Una mezcla de contundencia, sorna, desenfado, humor, sensibilidad y ausencia de victimismo barato, todo ello materializado en unas sobrias ilustraciones en blanco y negro de apariencia naif, en ocasiones inspiradas en las antiguas pinturas persas”.
Como en El último emperador (Bernardo Bertolucci, 1986) de lo que trata esta historia es de la pérdida del reino: el Irán prometido por la abuela y el tío comunista, el sueño de los padres de un cambio que se desvanece en el aire cuando estaba a punto de cristalizar. Son esos fantasmas, con los que se humedeció la infancia de Satrapi los que le dan materialidad y sentido a su historia y, a la vez lo que convierten al personaje (acaso a la misma autora) en una sombra en las calles parisinas. Pero se trata de la sombra de algo muy grande, impreciso, que puede adquirir la forma de quien quiera habitarlo. De ahí la magnitud de su convocatoria.
Historia de una traición política
La historia de Satrapi, señala Clare Hurley en la página de la Cuarta Internacional (wsws.org) recoge experiencias históricas muy importantes. Y va al detalle: “Hacia 1979, el Tudeh (Partido Comunista iraní) ya había hecho un inmenso daño al subordinar a las clases trabajadoras a una u otra fracción de la burguesía de Irán y haciendo posible que el clero tomara el poder en lo que resultó una revuelta social masiva con enorme potencial revolucionario. Persepolis tantea en muchos de los aspectos de estas experiencias trágicas y de forma mucho más abierta que los films que se producen en Irán, pero no resulta nada fácil extrapolar sus lecciones”. Hurley, que analizó films como Sin City o V de Vendetta, también basados en historietas, a propósito de sus posibilidades de transmisión de un mensaje político-revolucionario, se pregunta si una novela gráfica (un cómic) puede manejar material tan complejo y contradictorio, o si es su forma misma un límite.
Deneuve, Sean Penn e Iggy Pop
Persépolis contó en su versión original francesa con las voces de Chiara Mastroianni, como Marjane Satrapi adulta y adolescente; Catherine Deneuve como la madre; Danielle Darrieux, como la abuela; Simon Abkarian, como el padre. En Estados Unidos se distribuyó una copia hablada en inglés con las voces de Mastoriani y Deneuve, que repiten sus roles en el idioma de Shakespeare. Pero la voz del padre es reemplazada por la de Sean Penn (que se ofreció de motu propio a hacer el papel), la voz de Iggy Pop como el tío Anouche y Gena Rowlands como la abuela.
Ojos del tigre
La banda de sonido de Persépolis, compuesta por Oliver Bernet, incluye además del hermosísimo “Persépolis Thème” (de Gilles Rupert y Juana Etchegoi) y otras composiciones que recrean con el oído extrañado y nostálgico la música de los 80 mezcladas con los aires de Teherán, una versión superlativa de “Eye of the tiger”, el tema de Survivor de la película Rocky III (1982). Sin guitarras eléctricas y con el sonido de las trompetas del western spaghetti que quedaron definitivamente asociadas a las composiciones de Ennio Morricone, esta revisión de la canción de Survivor está cantada por Chiara Mastroiani sobre un teclado potente y sereno.
Adoro ésta película, de hecho leí el comic después, y el comic también es único. Me hizo llorar de impotencia cuando su padre lloraba, por todas aquellas muertes que no habían servido de nada, me hizo reír cuando la pequeña marján solucionaba los problemas prohibiendolos, me hizo sentir tristeza cuando dice esa horrible verda: Abuela, ellos creen que somos todos unos barbaros que se pasan el dia pegandose.
ResponderEliminarMe hizo sentir muchísima rabia impotende cuando la mamá llora ante el insuldo del integrista.
Qué película más bien hecha...
Una historia aterradora.