El logo de la compañía Engulf and Devour, del film Silent Movie, de Mel Brooks. Imagen tomada de The Democratic Daily en un artículo de 2011 sobre Occupy Wall Street.
Dice:
Para entender lo que significa la palabra futuro primero
tenemos que saber lo que significa otra palabra, una que no estamos
acostumbrados a usar, o que solemos usar sólo en la esfera religiosa: la
palabra fe. Sin fe o creencia no es posible el futuro. Es decir, hay futuro
sólo si podemos esperar o creer en algo. Pero, ¿qué es la fe? David Flusser, un
gran estudioso de las ciencias de la religión, y todavía hay una disciplina con
este extraño nombre, trabajaba un día sobre la palabra pistis, que es la palabra
griega que Jesús y los apóstoles utilizaron para la fe. Ese día estaba
paseando y, casualmente, se encontraba en una plaza de Atenas. En un momento
dado, al mirar hacia arriba, vio escrito en grandes letras ahí adelante: Trapeza tés Pistéos. Sorprendido por la coincidencia –la palabra pistis– observó con mayor atención. Después de unos
segundos se dio cuenta de que se encontraba simplemente delante de un banco. Trapeza tés Pistéos significa en griego
"Banco de crédito". Era una especie de iluminación. Se encontraba al
fin con el significado de la palabra pistis,
que desde hace meses estaba tratando de entender. Pistis, fe, es simplemente el
crédito de que gozamos junto a Dios y de que la palabra de Dios goza en
nosotros a partir del momento en que creemos en ella. Por eso Pablo pudo decir,
en una famosísima definición, que la fe es la “sustancia de cosas esperadas”. La
fe es lo que da realidad a lo que aún no existe, pero en lo que creemos y tenemos
fe, porque en ella ponemos en juego nuestro crédito, la palabra nuestra. Algo
como un futuro existe apenas en la medida en que nuestra fe consigue darle sustancia,
esto es, realidad, a nuestras esperanzas. Pero la nuestra, se sabe, es una
época de escasa fe. O, como decía Nicolà Chiaromonte, una época de mala fe, o
sea, de fe que se sostiene a fuerza de ser convicción. Por lo tanto, una época
sin futuro y sin esperanzas (o de futuros vacíos y de falsas esperanzas). ¿Qué
hacer con nuestro crédito ahora que se es muy viejo para creer verdaderamente
en algo o demasiado inteligente para que estar todo lo desesperado que se debería?
¿Qué hacer con nuestro futuro? Porque, me parece, si se observa bien, hay
todavía una esfera que gira internamente alrededor del tema del crédito. Una
esfera que engloba toda nuestra pistis, toda nuestra fe. Esta esfera es el dinero
y el banco, la Trapeza tés Pistéos es su templo. Ustedes saben que el dinero es
apenas un crédito. En todos los billetes, la esterlina, el dólar, curiosamente no
en el euro (y esto deberíamos dejarlo bajo sospecha), vemos escrito que el
banco central promete garantizar ese crédito. Está escrito: "El banco
pagará al portador" –libra esterlina o el dólar, aunque ahora ya no es el
patrón oro y la conversión del dólar ya no existe. Ustedes saben también que la
llamada "crisis" que estamos viviendo –y espero que sean lo
suficientemente inteligentes como para sospechar que lo que se llama crisis no
es algo temporal, sino la manera normal en que funciona el capitalismo de
nuestro tiempo– comenzó con una serie desconsiderada de operaciones sobre el
crédito, sobre créditos que venían descontados y revendidos decenas de veces
antes de poder ser realizados. Lo que significa, en otras palabras, que el
capitalismo financiero y los bancos, que son su órgano principal, funcionan jugando
sobre el crédito, es decir, sobre la fe de los hombres. Lo que también
significa que la hipótesis de Walter Benjamin, para mí una bellísima hipótesis,
según la cual el capitalismo es, en verdad, una religión, la más feroz e implacable
religión que ha existido porque no conoce redención ni día de fiesta, debe ser
tomada literalmente. El banco tomó el lugar de la iglesia y de sus padres y, al
gobernar sobre el crédito, manipula y gerencia la fe –la escasa e incierta creencia
de que nuestro tiempo aún es el mismo. Y lo hace del modo más irresponsable y
sin escrúpulos, procurando lucrar con dinero de la creencia y la esperanza de los
seres humanos, estableciendo el crédito que cada persona puede gozar y el precio
que debe pagar por ello. Llegando a establecer y avalar incluso el crédito con
el que los estados, no se sabe por qué, cedieron a su soberanía. De ese modo,
gobernando el crédito, no sólo gobierna el mundo, sino también el futuro de los
hombres, ese que la crisis vuelve siempre más corto y a término. Y si hoy la
política ya no parece posible, es porque, de hecho, el poder financiero
secuestró toda la fe y todo el futuro, todo el tiempo y todo lo que se espera
de él. Mientras dure esa situación, mientras nuestras sociedades, que se creen
laicas, permanezcan sirviendo a la más oscura e irracional de las religiones,
el único consejo sería arrancar el crédito y el futuro de las manos de estos seudosacerdotes
sombríos y desacreditados, de los banqueros por un lado y de los funcionarios
de varias agencias de ráitings y mediciones, de Standard & Poor’s o de
cualquier otra denominación que tengan. Y, tal vez, la primera cosa a hacer es
dejar de mirar tanto hacia el futuro, como se exhorta a que hagamos, para, al
contrario, volverse y mirar hacia el pasado. Sólo al comprender lo que sucedió,
sobre todo al intentar comprender cómo y por qué pudo suceder, acaso podamos
liberarnos de esta situación. No la futurología, sino la arqueología es la
única vía de acceso al presente.
Compárese con la pobre y rimbombante intervención de Marc Augé, que nos pide que "salvemos"el progreso, acá y acá.
Compárese con la pobre y rimbombante intervención de Marc Augé, que nos pide que "salvemos"el progreso, acá y acá.
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