Foto: Prensa PRO.
El voto a Miguel Torres Del Sel cosecha en nuestras conciencias de hombrecitos progresistas –es decir, quienes hemos llegado a creer que puede haber un coto cultural, “humano” a la feroz multiplicación del capital– dos tipos de razones para el “asco” (para usar el concepto analítico de Rodolfo Páez): que su figura de advenedizo en la política representa la antipolítica, por un lado, y que gran parte de la masa que lo votó se condena al votar a los políticos de la derecha y de la vieja política, como si sus electores fueran aquellos espectadores de las películas de vigilantes de fines de los 80, potenciales víctimas de los héroes que iban a ver al cine.
Las dos razones podrían ser, si no falsas, un espejismo. Puestas las cosas en el terreno de la política-espectáculo, donde cada actividad (sea del partido que fuese) se mide según la llegada a cierto caudal electoral, y donde las propuestas electoralistas se colocan en góndolas mediáticas, lo político es también una mercancía para la que el equipo macrista de Del Sel halló un mejor packaging. Pero, como lo político es también irreductible dentro de lo social, Del Sel representa en Santa Fe una forma de lo político que tiene cierta tradición en la figura de Carlos Reutemann y que en el terreno nacional podría buscarse en el antecedente no siempre recordado de Isabelita (aunque no haya sido elegida) y, también, en el del ex presidente Fernando De la Rúa, cuya preparación de toda la vida para el sillón de Rivadavia lo empujó al triste lugar de macaco del programa de Marcelo Tinelli. Y, hablando de Isabelita, ¿no es la Tota, el personaje del Midachi –no usemos, por favor, el término cómico: sabemos que la comicidad exige cierto dominio de la palabra del que carece Del Sel–, una especie de noviecita fallida de Mauricio Macri? Del Sel es un genuino representante del corporativismo político que une a las patronales con la administración del Estado.
Si no llegó a la gobernación santafesina, cabe creer, se debe a que parte del electorado reconoce en la gestión socialista un trabajo intenso y muchas veces fecundo desde el Estado.
Si se observa el mapa de electores que votó al Midachi, se ve que su prédica prendió en los sectores más populares y entre los productores rurales y sus súbditos, quienes días antes de la elección condenaron que Omar Perotti se haya unido a Agustín Rossi, etcétera. Este voto basura, con el que saludaron a Reutemann, su benefactor, se parece al voto de los desposeídos ya que el último sonó a “estridencia”: se votó a Del Sel en las villas del mismo modo que los muchachos aturden en el colectivo con la música de sus celulares, para enrostrar una presencia.
Ni un sector ni otro se condena al votar a Del Sel: los primeros porque muy indirectamente podrían recibir los beneficios del progresismo, que no luce preocupado por generar trabajos genuinos y los llamó al voto con consignas tan difusas como “El cambio continúa” y “Sí, quiero”. Los segundos, porque gozan de la holgura suficiente como para soportar cualquiera de los productos de consumo político.
Queda, por último, la cuestión de la percepción de Del Sel para esos sectores que apelaron al “voto estridente”, lo que me recuerda una anécdota que contara en sus diarios Mircea Eliade a propósito de unos médicos higienistas (la avanzada del progresismo) que fueron a un pueblo africano a hacer campaña contra el dengue: los sanitaristas creyeron oportuno, a principios de los años 50, enseñar a estos africanos mediante el audiovisual a cubrir y secar todo espejo de agua. De modo que reunieron a la población de una villa y les enseñaron documentales en los que se tapaban pozos, se daban vuelta tarros para que no juntasen agua, etcétera. Al final preguntaron al público qué habían visto. La respuesta unánime fue “Una gallina”, en efecto, analiza Eliade, entre tanto pozo cubierto y tarro dado vuelta, lo único familiar que habían percibido era una gallina que corría en el borde de la pantalla.
Hasta ahora, sólo dos de los candidatos electos advirtieron sobre la necesidad de poner las barbas en remojo (al interior de sus fuerzas políticas, se entiende) tras el batacazo del Midachi: Miguel Lifschitz y María Eugenia Bielsa, son también quienes mayor cantidad de votos obtuvieron.
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