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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

martes, 9 de octubre de 2012

el tiempo



Siempre admiré Somewhere in Time, el film en el que Christopher Reeve vuelve en el tiempo rodeándose de objetos antiguos y empujado por el amor y la belleza de una mujer en un retrato, en un gigantesco hotel casi desierto. Recuerdo que la historia estaba basada en una novela de Richard Matheson, quien es, podría decirse, el inventor de los zombies. Recuerdo que su director fue Jeannot Szwarc, cuyo nombre leí en el último episodio de Fringe (“In Absentia”, season 5, episode 2). Vine a enterarme así que nuestro director tiene una vasta carrera en televisión e, incluso, que su carrera nació en la televisión.
Iba a poner que es una “coincidencia” que Szwarc haya dirigido un episodio en el que un instrumento de tortura es, en realidad, un aparato que hace envejecer a una persona unos 20 años en segundos (el tiempo hecho del dolor de los hombres, como decía Bloy). Es decir, otra vez el tiempo, su cosa inalcanzabe, escurridiza, pero siempre cercana, siempre a punto de asaltarnos en un instante. Pero resulta que toda la serie Fringe trata también sobre el tiempo y, también, resulta que Szwarc ha dirigido muchos episodios de la serie, que en esta quinta temporada, parece, propone ese juego de retratos con los que viajamos de una época a otra: los padres y los hijos, por ejemplo.
Pienso entonces que Fringe busca también, por otros medios extraer el “humor” a la melancolía, el remedio para melancólicos. Que en sus imágenes y escenas bastan unas miradas para remontarnos al pasado de la propia serie, que es el pasado sensible en el que nos vimos comprometidos y fascinados en esa historia. Una melancolía hecha de cosas ausentes y de imágenes de ausencia, pero “limpias”, asépticas y, en su asepcia, ascéticas...
Encuentro un ejemplo de todo esto, y esto sí es una “coincidencia” –y si es que cabe pensar en coincidencias– en una de las páginas de La omisión, la novela de Gabriela Massuh que estoy leyendo: “La calle se había transformado en un espacio venido de lejos hecho tiempo presente que ella, por un aldo, habría invocado y, por el otro, se articulaba fuera de su voluntad. Esas veredas y esa esquina, intensificadas por la luz ocre del ocaso, se le ofrecían amorosamente, como una dádica del pasado, un acto de generosidad, una gracia. Flotó en un indiscriminado ámbito de infancia cubierto por el empedrado de entonces. Entendió que lo que puntualmente veía o recorría era la misma calle Juramento e su versión original, como si la viera no ya sesenta años antes, sino la calle como huella de su propio origen exhibiendo esa grieta donde la construcción urbana retrocede y estalla y se disgraga en lo que alguna vez fue: campo.”



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