"Me gustaría enseñarles el camino al infierno para que
puedan alejarse de él".
El infame filósofo italiano Nicolás
Maquiavelo escribió esas palabras en 1526, cerca del final de su vida.
Advirtió a los ciudadanos de la República de
Florencia del siglo XVI que no debían ser engañados por los líderes
astutos.
El libro más famoso de Maquiavelo, “El Príncipe”, es visto por lo
general como un manual de instrucciones para tiranos, y es de algún modo así.
Pero hay más Maquiavelo que eso. Es cierto que enseñó a los gobernantes cómo
gobernar despiadadamente, sí, pero al mismo tiempo mostró a los gobernados cómo
los estaban conduciendo.
En otras palabras, entregó un manual para los dos lados.
Mauricio Macri y Donald Trump (fuente: el gran diario argie).
Maquiavelo también tenía mucho que decir sobre cosas que hoy
importan. Escribió acerca de por qué las democracias se enferman y mueren,
sobre los peligros de la desigualdad y el partidismo, e incluso acerca de por
qué la apariencia y la percepción importa mucho más que la verdad y los hechos.
Erica Benner, profesora de filosofía política en la
Universidad de Yale (Nueva York), escribe sobre todo esto en su nuevo libro “Be
Like the Fox: Machiavelli in His World” (“Ser como el zorro: Maquiavelo en
su mundo”). Le hablé recientemente sobre el legado de Maquiavelo y sobre lo que
nos podría enseñar acerca de Donald Trump y el declive de las democracias
liberales en todo el mundo.
"Cuando se mira a sociedades como Estados Unidos, Gran
Bretaña y otras democracias liberales –me dijo–, ves los tipos de grietas que
Maquiavelo advirtió, y debería incomodarnos".
Esta es nuestra conversación completa.
—Incluso personas que
nunca lo leyeron conocen a Maquiavelo como el gran maestro de la inmoralidad.
¿Es esa una reputación ganada?
—Es merecido en el sentido de que cuando se lo lee por
arriba, especialmente en su traducción, parece que te está enseñando a ser
malo, a hacer lo que sea necesario para obtener y mantener el poder, incluso si
eso significa hacer lo que la gente piensa que está mal. Pero hay mucho más que
eso. Para verlo, sin embargo, tenés que leer entre las líneas y notar todos los
giros y matices.
—El libro más famoso
de Maquiavelo es “El Príncipe”. ¿De qué se trata y por qué debería leerse hoy?
—Se trata de cómo los individuos ambiciosos que quieren
conseguir y mantener el poder político pueden hacer eso. Parece ser un libro de
consejos que pone al revés todos los libros de consejos habituales para líderes,
que les dicen que sean justos y honorables. Al contrario, Maquiavelo dice:
"Tenés que estar dispuesto a ser feroz y frío y reservado si querés salir
adelante en un mundo como el nuestro".
—Pero hay una desventaja
en ese tipo de crueldad, ¿no?
—Absolutamente. En realidad nos muestra cómo estas tácticas pondrán
a cualquiera en apuros si se lee el libro ingenuamente y se lo toma al pie de
la letra. Para los más perspicaces, está claro que está siembra todo tipo de
pistas acerca de por qué no funcionará a largo plazo, aunque sin duda resulte
útil a corto plazo.
—“El príncipe” es
también una especie de advertencia para los ciudadanos. ¿Cuál es el mensaje?
—Está tratando de mostrar a los ciudadanos comunes las
maneras en que las personas ambiciosas llegan al poder y cómo esas personas
pueden parecer una solución a los problemas, pero al final sólo empeoran las
cosas. Le dice a la gente: si complace a un político que promete arreglar todo sólo
si se está dispuesto a darle un poco más de poder, a la larga el sufrimiento
será mayor.
—Maquiavelo fue uno
de los primeros en popularizar esta noción de que las percepciones importan más
que la realidad, que un líder astuto debe torcer la verdad a su voluntad. Me
pregunto qué pensaría de frases como "posverdad"
y "hechos alternativos".
—Creo que diría: "Nada nuevo". Esto ha estado
ocurriendo desde que los humanos empezaron a hacer política. Pero pensaba que
los ciudadanos son más responsables que los políticos. Sí, podés sentarte y
decir "Mirá Donald Trump o Vladimir Putin", o quienquiera que sea, y
señalar cómo se encuentran aquí y allá y cómo eso les da una ventaja o les
permite explotar ciertos temores. Pero al final del día, depende de nosotros,
depende de los ciudadanos ver a través de estas manipulaciones.
Una cosa que Maquiavelo intenta hacer es hacer que los
ciudadanos vean a través de los trucos que los políticos usan para conseguir salirse
con la suya y para manipularlos con sumisión en una postura acrítica. Si
estuviera vivo hoy supongo que repetiría todas estas advertencias y
probablemente diría: "Se los dije".
—Pero Maquiavelo
tenía poca fe en la capacidad de la persona promedio para notar que estaba
siendo engañada. Sabía que quien forzara los hechos encontraría una audiencia
entre aquellos que quisieran escuchar como cierto lo que dijese, aunque
obviamente no lo fuera.
—Si alguien quiere ofrecerse como un salvador en tiempos
difíciles, siempre encontrará gente que lo apoye, y le resultará más fácil
adquirir ese apoyo si juega el tipo de juegos que Maquiavelo describe en “El
Príncipe”, es decir, usando el engaño para convencer a la gente con fines
políticos. Pero sí, no tenía ilusiones sobre la credulidad del ciudadano medio.
Sin embargo, insiste en que sólo el pueblo puede defenderse de este tipo de
manipulación. Simplemente advirtió que si no lo hacían, si involuntariamente se
entregaban a un príncipe mentiroso, acabarían por encontrarse bajo el yugo de
un líder absoluto. Y una vez que eso sucede, es demasiado tarde, ya sea ha
renunciado a la libertad.
—Todo esto se vincula
con las ideas de Maquiavelo acerca de por qué las democracias se enferman y
declinan, que son quizás sus ideas más importantes y seguramente las más
relevantes hoy en día.
—Sí. La pregunta clave para Maquiavelo, además de todos los
interrogantes filosóficos sobre la naturaleza humana, es cómo defender una
democracia o una república. Él pensaba que la democracia era la mejor forma de
gobierno, y siempre se preguntaba por qué algunas duraban más que otras. Observaba
dos grandes problemas en la base de la democracia. Uno es el partidismo, y no
se refería necesariamente a la organización política partidaria, sino más bien
a una sociedad que termina dividida en partes, grupos o bandos. Cuando la gente
comienza a verse entre sí como rivales a muerte, como grupos con intereses
divergentes y visiones de la sociedad incompatibles, no se puede sostener una
democracia. La confrontación civil fue una de sus principales preocupaciones
por esa razón. Cuando se mira a sociedades como Estados Unidos, Gran Bretaña y otras
democracias liberales, se ven los tipos de grietas que Maquiavelo advirtió - y
debería incomodarnos.
—Sus preocupaciones
acerca del partidismo estaban vinculadas a otro tema contemporáneo: la
desigualdad. ¿Cómo estaban vinculados y cuáles eran sus advertencias sobre las
desigualdades en una democracia?
—¡Conocés a tu Maquiavelo! No era un estricto igualitario.
No creía que las mejores sociedades fueran comunistas, donde se comparten todas
las propiedades, pero sí pensaba que un exceso de desigualdad destruiría una
democracia porque aplastaría cualquier sentido de proyecto compartido o de un compromiso
compartido con valores e instituciones comunes. Cuando se llega a desigualdades
grotescas del tipo que vemos hoy en los Estados Unidos, la democracia se
enferma. La gente deja de hablar una con otra, deja de preocuparse por las
preocupaciones del otro; las divisiones se profundizan a medida que el acceso a
los recursos se hace cada vez más desigual. Maquiavelo escribió de manera constante
que se tiene que mantener un equilibrio razonable entre las oportunidades
sociales y el bienestar o las instituciones democráticas se derrumbarán.
—Maquiavelo era un
historiador, ¿qué naciones o principados o repúblicas señaló como ejemplos? ¿Ves
hoy muchos paralelos?
—Bueno, Roma era el principal ejemplo. Prestó mucha atención
a la caída de la República Romana, y pensó que la decadencia de Roma estaba
impulsada por el partidismo y las desigualdades. Los partidos que en Roma terminaron
en guerra civil se correlacionaron más o menos con los ricos y los pobres; era
una guerra de clases.
Se enfrentó exactamente a estos problemas en su propia
ciudad natal, que tenía una tradición muy larga y orgullosa de tratar de ser
una república bastante igualitaria, pero con el tiempo fue atraída por este
tipo de divisiones internas. A medida que los ricos se hacen más ricos, tratan
de ganar más poder, y cuanto más poder político ganan, más ricos se vuelven. Al
mismo tiempo, los pobres se hacen más pobres. Lo que se consigue, en última
instancia, es un conflicto civil. Él vio que esto sucedía en Florencia,
escribió sobre cómo sucedió en Roma, y pensó que las futuras democracias
morirían si se fallara en inculcar estas lecciones.
—¿De qué maneras son
las personas responsables de mantener la buena salud de sus democracias?
—De muchas maneras. La ciudadanía en el tiempo de Maquiavelo
no involucró a tantos individuos como hoy en día, pero sus lecciones no son
menos relevantes. Él pensó que la primera responsabilidad era afilar sus
sentidos y notar las maneras por las cuales el poder es abusado y aquellas por
las cuales los líderes se exceden y despojan con cautela libertades y
estándares. Hay que prestar atención cuando los líderes empiezan a diseñar argumentos
para enfrentar a un grupo de ciudadanos contra otro, cuando afirman que
necesitan más poder y tienen que limitar los tribunales, cuando comienzan a
socavar el imperio de la ley por conveniencia. Lo más importante para
Maquiavelo siempre fue valorar el imperio de la ley, eso es lo que los
ciudadanos deben hacer. Es por eso que tienen que ser cuidadosos con respecto a
quién han puesto en el poder. Las democracias nunca son enteramente estables, y
una vez que el estado de derecho es subvertido, es muy difícil recuperarlo.
Todo lo que se necesita es un partido autoritario o dictatorial para socavar
toda norma que sustente la vida democrática.
—Mucha gente ve precisamente
este tipo de amenaza en la indiferencia de Donald Trump hacia el imperio de la
ley.
—Y por buenas razones. Los intentos de Trump de debilitar el
estado de derecho a principios de su presidencia son bastante descarados. Hasta
ahora, la ley y las instituciones que la sustentan han parecido robustas. Pero
Maquiavelo diría que esto no es algo con lo que se pueda contar. Las grandes
instituciones no se protegen a sí mismas. En el caso de los EEUU y los ataques
tempranos de Trump sobre el estado de derecho, las leyes no se protegieron a sí
mismas. Fueron los individuos y las personas quienes bajaron el pie y dijeron:
"No, esta cosa que estás tratando de hacer no la autorizaremos".
—Entonces, ¿cuál
sería hoy el consejo de Maquiavelo para los ciudadanos democráticos?
—No den sus instituciones por garantidas. No den por
garantidas sus leyes. No den el orden por garantido. Si lo hacés vas a perder
tu democracia.
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