Nos preparamos para la segunda temporada de Raised by Wolves.
para La Capital
Casi sobre el final de Aliens (James Cameron, 1986), cuando Ripley y el androide Bishop ya lograron escapar del planeta colonizado por las criaturas xenomorfas y se sienten seguros en la nave, hay una escena que dura segundos y expone el siniestro trasfondo en el que se desarrolló la historia. El pecho de Bishop se infla de repente, como si de su arquitectura artificial fuese a explotar un alien, como sucedió con los humanos que alojaron en su cuerpo el embrión de la criatura. Claro, se trata del espolón del alien madre que se ha colado en la nave nodriza y ensarta el pecho del androide partiéndolo en dos. Descuartizado, pero aún activo, Bishop expele un líquido blanco que lo baña y se desparrama por el piso metálico. Son sólo unos segundos, pero el cine transcurre en otro tiempo. En ese lapso minúsculo contemplamos varios de los temas que se desarrollaron la película –que, a todo esto, es la segunda de la saga–: la maternidad (Ripley adopta a una niña sobreviviente como si fuera su hija porque se enteró de que su verdadera hija murió de vieja mientras ella estuvo hibernando en el espacio casi cien años), la cercanía de la vida artificial y la humana (el androide es capaz de comprensión y compasión) y la naturaleza horrible de la madre alien, que cultiva los huevos para alojarlos como parásitos en un humano al que terminará consumiendo.
Bien, todos esos temas que la saga Alien desplegó desde la primera película que dirigió Ridley Scott y estrenó en 1979 hasta Alien: Covenant (2017, también dirigida por Scott), están también presentes en la serie Raised by Wolves, cuya primera temporada se estrenó en 2020 en HBO Max, desde donde anunciaron el lanzamiento de la segunda temporada este 3 de febrero.
Ridley Scott, quien produce la serie, también incursionó en la dirección de los dos primeros episodios estrenados en 2020.
Raised by Wolves (Criado por lobos, en el idioma del Martín Fierro) narra, muy básicamente, el establecimiento de una colonia en el planeta Kepler 22b (un planeta real, fuera del sistema solar y en teoría habitable descubierto por el telescopio espacial Kepler de la Nasa en 2011) en la que dos androides (Madre y Padre, tal como se los llama) intentan recuperar la humanidad criando embriones humanos que lograron rescatar de una Tierra hecha cenizas tras una larga guerra entre creyentes y ateos.
Y acá viene lo difícil de resumir, porque todas las premisas dadas al principio, como la androide Madre dedicada a sus hijos ateos o el impostor que comanda un grupo de creyentes que también llegan en una nave llamada El Arca a Kepler 22b no son lo que parecen. Ni siquiera el planeta, del que sólo conocemos su parte desértica (porque se sabe que los profetas predican en el desierto), es del todo lo que se nos muestra: no sólo por las esquivas criaturas que acechan, sino por los restos monumentales de unas serpientes que acaso sean la especie original de ese mundo.
¿Nada que ver?
Ridley Scott negó en una conversación que mantuvo con sus fans a través de la red Reddit que el universo cinematográfico de Alien se cruce con el de Raised by Wolves.
El usuario live-fast-die-hard preguntó: “¿Esta serie existe en el mismo universo que la franquicia Alien? Parece que hay tantos paralelos por descubrir”. A lo que Scott respondió: “Interesante pregunta, pero no, la primera historia de Alien se sitúa como si fuera un tiempo anterior a Raised By Wolves, en el sentido de que el Nostromo probablemente fue financiado por una economía global organizada. Y Raised by Wolves trata sobre el caos posterior a la guerra global.”
Recordemos que el Nostromo (sí, el mismo nombre que el barco de la novela de Joseph Conrad) era la nave “nodriza” (“mothership” en inglés) de la primera Alien, y que en esa nave iba un androide que, con el mandato de la corporación de recoger el espécimen encontrado, traicionaba a la tripulación. Y que cuando ese androide era decapitado, de sus arterias mecánicas fluía un líquido blanco idéntico a la leche. De hecho, Scott contó que fue una ocurrencia espontánea lo de la leche como el fluido interno del androide. Sin embargo, el líquido blanco persistió a través de la saga, lo mismo que las simetrías con la figura de la maternidad: desde la nave “nodriza” hasta la réplica-clon de Ripley embarazada de una criatura en Alien Resurrection (Jean-Pierre Jeunet, 1997).
Bien, en Raised by Wolves los androides Madre y Padre también tienen leche corriendo por sus circuitos e incluso los capítulos finales de la primera temporada abundan en la naturaleza de ese líquido blanco como capaz de generar vida, al punto de que Madre engendra una criatura, sí, como por un segundo creemos ver en aquella brevísima escena cerca del final de Aliens descrita al comienzo de estas líneas.
Raised by Wolves alude sin más a Luperca, la loba que amamantó a Rómulo y Remo en la mitología del origen de Roma. De algún modo Madre es la loba que amamanta a sus crías humanas y engendra un ser monstruoso al final de la primera temporada (el capítulo se llama “The Beginning”: “El principio”) que de algún modo reaviva las fantasías desplegadas en la saga Alien que, recordemos, es una suerte de mitología sobre el origen monstruoso de la humanidad, una especie de relato como los de H.P. Lovecraft en el que los oscuros dioses antiguos fueron reemplazados por extraterrestres extinguidos –los Ingenieros en Prometheus (Ridley Scott, 2012)– que jugaron a ser demiurgos.
La saga Alien es tan vasta en interpretaciones que Stephen Mulhall en su libro On Film (bit.ly/3Gh9JtY) sostiene que “La forma de vida del alien es (apenas, mera y simplemente) vida, la vida como tal: no es tanto una especie particular como la esencia de lo que significa ser una especie, ser una criatura, un ser natural –es la Naturaleza encarnada o sublimada, una personificación de pesadilla del reino natural entendido como completamente subordinado, completamente agotado por los impulsos gemelos darwinianos de sobrevivir y reproducirse”, a lo que el filósofo esloveno Slavoj Zizek agrega su interpretación: “El capital es parásito (como el Alien) y explota el instinto puro de vida”.
Guerra santa
La idea de una guerra que divide a la humanidad entre ateos y creyentes “mitraístas”, como llama Scott a los seguidores de una práctica religiosa pre cristiana que desarrolló su liturgia de forma oral y de la que no hay noticias muy precisas, revividos ahora para la serie. El culto mitraico también se funda en la adoración de Rómulo y Remo. En la entrevista abierta de Reddit, Scott acota una visión muy particular: “El mitraísmo reemplazó a la religión formal y en paralelo con eso evolucionó hacia una forma de religión de pura ciencia que terminó en el mundo tal como lo conocemos”.
Es decir que, más allá de los detalles históricos de los mitraicos –que los historiadores ubican en el antiguo Irán–, lo que Scott y su guionista Aaron Guzikowski hacen en Raised by Wolves es, como sucede en muchas series contemporáneas –desde Battlestar Galactica a Vikings o la más reciente Beforeigners; la lista es interminable y podría incluir producciones muy ajenas al género–, introducir cierta teología política que plantea cómo se establece un poder político, cómo se legitima y qué lo convierte en un orden moral, temas con los que debería lidiar cualquier comunidad que pretenda refundar la humanidad.
Sin embargo, en el lado desértico de Kepler 22b, donde transcurre la primera temporada de Raised by Wolves, la deidad de los mitraicos parece hablarle al niño elegido, pero también al guerrero infiel. Les habla como la deidad habla en el desierto, con acertijos y zarzas ardientes, con alucinaciones. La serie es tanto una especulación sobre esa pos-humanidad en el exilio como una sobre las ficciones que la nutren.
En una entrevista que dio a un periodista de Newsweek, Guzikowski dijo que en el plan de la serie siempre estuvo presente la idea de que los personajes atraviesan “historias del Antiguo Testamento, viejos cuentos de hadas o mitos griegos, que tocan el mismo tipo de recuerdos genéticos que tienden a crear muchas de estas clases de historias antiguas en las que al final hay una serpiente gigante”.
La nueva temporada de Raised by Wolves supone una incursión en el lado exuberante, tropical del planeta, en el que Madre y Padre buscan el engendro inesperado y monstruoso. Es decir, buscan el “alien” nacido del vientre lechoso de Madre en un paraíso demoníaco, como todos los paraísos.
Sublimación
Sí, es cierto lo que dice Ridley Scott, Alien se desarrolla en un mundo corporativo y globalizado en el que la división, la gran división gira en torno a los intereses corporativos y los de la humanidad, mientras que Raised by Wolves tiene lugar en un mundo pos-apocalíptico en el que la humanidad busca rearmarse en tierra extranjera a la que traslada su división fundamental.
El personaje central de esa humanidad en el exilio es Madre (pongamos el nombre de la actriz porque es excepcional: Amanda Collin).
Sin embargo, y continuando con la teratología –la teoría de los monstruos– de la saga Alien y la serie, Madre no siempre fue Madre.
En el pasado de la historia de Raised by Wolves, Madre fue una “necromancer”, un ángel de la muerte al servicio de los mitraicos capaz de exterminar poblaciones enteras con el poder de sus ojos y su voz letal. Alguien, al modo en que el “terminator” T1000 (Terminator: Judgement Day, James Cameron, 1991) es convertido en ángel de la guarda del díscolo adolescente John Connor, convierte a esa necromancer en Madre y le otorga una misión en Kepler 22b: refundar la humanidad pero, sobre todo, esa humanidad de los ateos.
Como sucede en la cosmogonía de ciencia ficción de Ridley Scott, ningún personaje puede escapar del pasado (lo vimos en Blade Runner –R. Scott, 1982–, donde los androides creían en una memoria fabricada que habitaban como una fantasía) pero, como los humanos que conocemos hasta ahora, son capaces de construir una mitología capaz de transformar ese pasado en una misión.
De eso trata Raised by Wolves, de cómo la naturaleza horrorosa de ciertos actos humanos podrían cambiar de signo y de cómo la naturaleza artificial de un androide, como en la escena inicial de este texto, puede alumbrar un mundo, es decir, un futuro.
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