The Leftovers corre el mismo riesgo que en su momento corrió la cancelada Flashforward: el misterio inicial es tan grande que es difícil proyectar algo que lo emparde (la definición es de Alfred Hitchcock, de cuando se negó a filmar una película en cuya escena inicial se encontraba un barco con un único sobreviviente). Está basada en una novela de Tom Perrotta de 2011 que desarrolla Damon Lindelof (la otra cabeza de Lost). El mismo Perrotta trabaja en los guiones.
The Leftovers ("los que quedan"o, mejor, "los remanentes"), a diferencia de lo que pudimos leer de la novela, sigue el derrotero de varios personajes (aunque principalmente el de Kevin Garvey, jefe de la policía de Mapleton, New York, sus dos hijos y su esposa, que se ha convertido a un extraño culto cuyos miembros visten de blanco, guardan silencio y fuman carretillas de cigarrillos) tres años después de un evento excepcional hiciera desvanecer al 2 por ciento de la población global un 14 de octubre.
La magnitud de la pérdida es tan grande e inexplicable (bebés, adultos, jóvenes, Salman Rushdie, Jennifer López, Bonnie Raitt, Anthony Bourdain, entre otras celebridades, todos desaparecen instantáneamente y a un mismo tiempo) que el mundo luce casi igual aunque trastornado de modo radical.
El culto al que pertenece la esposa de Garvey (interpretado por Justin Theroux) es hasta ahora el mejor hallazgo para dibujar ese gigantesco enigma en torno a cómo partieron (o fueron abducidos) y dónde están los que se fueron, a los que oficialmente se nombra como los "héroes". De algún modo los lazos sociales o, mejor, esa red de entendimiento mutuo que consiste en mantener la justa distancia en las relaciones sociales, se ha roto. Lo notamos cuando el jefe Garvey va a avisarle a la dueña de un perro que su mascota fue muerta: lo que realmente importaba desapareció hace tres años, le dice; hace ya mucho que ni repara en el perro. Y le cierra la puerta de calle en las narices.
Decíamos que en ese silencio y en esa respiración de tabaco hay algo, una señal. También en la breve discusión entre dos columnistas de televisión (ahí nos enteramos de que Rushdie, Jennifer López, etc., ya no están): la mujer dice que intenta mantener una charla "secular" mientras que su interlocutor quiere traer la Biblia a la charla.
Por otro lado, hay un gurú para el que trabaja el hijo de Garvey, un hombre que perdió un hijo ese 14 de octubre y dice que se le aparece en sueños y le anuncia que algo va a suceder. "El tiempo de gracia se termina", dice el gurú.
Hasta ahora, más intrigado que fascinado, puedo decir que The Leftovers es "apocalíptica" en un sentido bastante novedoso: muestra menos la desolación de un mundo que debe acarrear con semejante pérdida que la desolación de un mundo que estaba a la intemperie, sin recurso alguno para afrontar esa pérdida. Las respuestas más efectivas que se nos muestra son el silencio viciado de tabaco, el alcohol, el sexo y una diversión perversa: quemarse con un hierro al rojo.
Hay como una suerte de reverberación maligna en el cuadro social que nos enseña este episodio piloto, pero es menos maligna por lo que ese evento trajo que por lo que quedó de la humanidad tras la pérdida. Se me ocurre, en principio, para volver a aquella teoría en torno a la devastación de los horizontes utópicos de los que trata toda serie, que si había un principio de utopía en el sufrimiento y el dolor (la humanidad de Cristo la recordamos así, coronada de espinas), ese principio estaba perdido mucho antes de que se desvaneciera de repente el 2 por ciento de la humanidad. El resto es capitalismo liberal que de ningún modo quiero escuchar hablar de la Biblia.
Veremos.
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