Buscando información para mi trabajo en el CCPE, me encuentro en el sitio de Piscitelli con este texto de Alberto Ure que no podría menos que compartir.
Ure hace más de 15 años; en La tecla eñe, donde también hay un artículo de Horacio González sobre el reciente estreno de La familia argentina.
Un espectador cínico
por Alberto Ure
Uno de los aspectos más atractivos y/o aterrorizantes de la televisión es que crea un realidad virtual en mutación permanente. Se puede comprobar que funciona algo así como una masa de imágenes en expansión, de múltiples entradas y conexiones, sin orientaciones seguras ni resultados previsibles, y que está en todos lados, no solo en la pantalla. Si alguien graba horrores sucedidos en la televisión para denunciarlos, no refuta o desvaloriza, sino que se suma.
He visto a jóvenes directores mostrar sus películas o video presentándolos como opuestos a la estética televisiva… en televisión, que les da el paso encantada a sus peores detractores porque son mas televisión, siempre hace falta más.
No queda otra que aceptarlo, porque se empieza a parecer a una red neuronal colectiva que piensa algo, pero no lo explica con conceptos, así que no lo entiende nadie. Hay gente que acierta mucho mas que otra, cuyos carismas celestiales o poderes demoníacos le permiten circular por esa masa con suerte. Pero a nadie se le ocurriría hacer un pronóstico a mediano plazo. Yo sospecho que todos sabemos que a la televisión no la controla nadie, pero tampoco sabemos si tiene sentido decir que el rey está desnudo. Y lo sabemos porque ha comenzado Funciona parecido a una parte de nuestro cerebro y lo que pasa allí dentro no es nunca a lo que queremos que pase. Adentro nuestro el rey está desnudo y vestido al mismo tiempo.
Hace poco veía en la televisión las críticas a la televisión de un ex-comisario político. Se lamentaba de que el zapping había anulado el montaje, porque ahora nadie seguía todo el desarrollo dramático del Potemkin, sino que se escapaba para ver el programa de cocina del Discovery cada dos minutos. ¿Pero es qué alguien, además de Eisenstein, lo siguió todo cual está hecho? ¿Acaso en un cine semicongelado de Moscú en el mil novecientos veintipico otro vio toda la película sin pensar en otra cosa? El placer estético funcionó siempre como un zapping sobre el objeto, porque toda obra de arte es siempre una obra abierta, pero no se sabe a qué, ni qué recombinación secreta hace el receptor para seguir disfrutándola. Además, la televisión es un medio que abarca todos los objetos y los somete a sus reglas. En sí no es un transmisor de arte, sino de cualquier cosa, hasta de arte. La pintura ha sobrevivido a la pérdida de la mayoría de sus settings originales, y casi no hay manera de que no sea en reproducciones o museos, y no por eso se la percibe bastardeada. Pretender controlar las asociaciones es una ilusión totalitaria.
La curioso es que muchos asesores de medios capitalistas, que son los únicos que hay, funcionan exactamente igual que los comisarios políticos de signo contrario ya desaparecidos. Tratan de hacerle creer a sus dictadores particulares que pueden controlar el alma de su público; esto da cierta esperanza porque garantiza que serán arrollados por la historia y por la misma televisión. Estos deterministas, con los cuales tengo muchos puntos en común, deberían o deberíamos confiar mas en el caos humano, que a la larga hace lo que quiere aunque después se lamente de los resultados. Ni la CIA, ni el Vaticano, ni los guardaespaldas de Ceaucescu han logrado controlar la historia y menos aun los sueños. Las imágenes funcionan solas. Y allí, en medio de esta multiconexión de imágenes, está el espectador, al que se quiere convencer, controlar, dominar.
El problema es que adentro de la cabeza del espectador no se puede entrar con seguridad, porque su red es todavía mas compleja y su conexión con los actos un misterio. Es cierto que hay zonas mas limitadas, de corto alcance, donde la causa y el efecto parecen algunas veces existir. La publicidad, por ejemplo. La recombinación de lugares comunes tiende a producir efectos conocidos, pero no es algo sencillo: cuando se han metido con la muerte -contra el sida y la droga- hasta producen efectos paradojales. Toda esta situación crea el terror en los emisores de imágenes, que deben rendir cuentas de lo que pasara a los que invierten esperando resultados. Un invento tranquilizador son las previsiones y los pronósticos. Debe pensarse que si esto funcionara, los analistas serían los dueños de los medios y de todas las agencias de publicidad del mundo. Los accionistas les regalarían la mayoría del capital y se sentarían a cobrar su porcentaje de los éxitos constantes. Uno siempre sabe, por intuición o por análisis, lo que ya pasó: el éxito, como el arte, comienza en una infracción de lo que debería ser. Y esto lo decide el que mira, que tampoco lo sabe antes de mirar. Está frente a su televisor, en un lugar donde puede hacer mucho mas lo que quiere que en un lugar público, oculto en su nicho íntimo, aislado, doreado, pero no se entrega.
Aquí está la cuestión
Yo creo que nadie se pega totalmente a lo que ve, hasta perder los límites de su individualidad, como suponen muchos místicos de la televisión coincidiendo con sus detractores, Voy a poner ejemplos. Hay periodistas de la televisión que mucha gente ve para sentir asco, para creer lo contrario de lo que afirman. Yo mismo, que soy mi propia encuesta, he visto todo un programa de comunicadores para ver la construcción que hacen de un personaje, el ridículo de sus modales, su incultura. he visto series de éxito sospechando perversiones inmundas detrás de sus gestos light, admirándolos por el rechazo que me provocan. Y añadiría algo personal: he visto a mi madre completamente arterioesclerótica, nunca mas cerca mío que en su demencia, dialogando con la pantalla mano a mano, en un caos emocional ejemplar, un verdadero PhD en comunicaciones para mí que era su hijo, su testigo y su teórico. Y no creía todo, sino aquello que le convenía, muchas cosas la enfurecían tanto que yo pensaba que la silla de ruedas iba a saltar en pedazos. O sea que ni un loco, salvo excepciones para llevar a un congreso, puede creer totalmente lo que ve en la pantalla. Algunos he visto, y lo recuerdo con espanto: productores que lloraban por lo que pasaba en la ficción de sus programas, posesos de una sinceridad inhumana. No hay exorcismo que los salve. Están condenados.
El cinismo parece ser la única actitud para navegar en el océano de las imágenes, y estoy seguro de que es la filosofía de buena parte de los espectadores. Sin necesidad de reivindicar a Diógenes, nadie está muy seguro de lo que ve y puede convivir entre varias certidumbres que se anulan y confirman mutuamente porque navega sin mapa ni estrellas. Sus convicciones son inestables, porque ya se sabe que las cosas del mundo, él mismo, le son ajenas a la imagen, pero que se unen en misterioso campo emocional. Puede oscilar entre el hedonismo o el ascetismo, satirizando todo, meta largar diatribas. Un cínico de ley, que resiste a todas las academias. Es un cinismo con gradaciones, porque como no es dogmático ni organizado queda librado a las necesidades de cada uno. Un amigo mío que vive de la televisión dice que la expansión de las imágenes es la ecología del capitalismo triunfal, y que Plan de evasión de Bioy Casares, es una visión profética anterior a las de Philip Dick. Se le podría decir que el hombre autoproduce su opio construyendo pirámides, catedrales, carreteras de comunicación o la Torre de Babel, sin poder verse casi nunca a si mismo. Casi podría decirse que la naturaleza del hombre es ser irreal ¿Qué quieren? ¿Cómo hace para no ser un poco cínico?
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