El deseo de consumir pornografía con más privacidad y menos
esfuerzo fue una fuerza impulsora detrás de la tecnología de las
comunicaciones.
En “I Remeber Babylon” (“Recuerdo Babilonia”), un cuento
corto publicado en la revista Playboy en 1960, Arthur C. Clarke –ya una leyenda
de la ciencia ficción– imaginó un escenario, cinco años antes del lanzamiento
de los satélites de telecomunicaciones y adelantándose décadas a los videos
para adultos “on-demand”, en el que fuerzas chino-soviéticas acordaban una gran
conspiración para lavar el cerebro de los estadounidenses mediante la
transmisión permanente de propaganda y pornografía en el living de sus hogares.
“Por primera vez en la historia, cualquier forma de censura
se volvió por completo imposible”, explicaba un propagandista que se había
vuelto un agente comunista. “El cliente puede conseguir lo que quiera desde su
propia casa. Sólo tiene que trabar la puerta y encender el televisor. Sus
amigos y su familia nunca se enterarán”.
Las predicciones de Calrke sobre el consumo
de pornografía fueron espantosamente certeras, salvo que en lugar una
invasión comunista de las ondas aéreas, la industria de la pornografía –para
bien o mal– transformó de modo fundamental la tecnología de las comunicaciones,
dándole empuje a un mundo conectado en el que la censura de regímenes
antidemocráticos como China* se encuentran con dificultades cada vez mayores
para controlar la opinión de las personas.
Motor erótico
Dejando de lado cualquier objeción sobre el contenido en sí,
es difícil exagerar el papel pantagruélico que jugó la pornografía al
desarrollar varias claves para el avance tecnológico. Al igual que la guerra,
otra industria controversial y de larga data, la pornografía siempre está
presente con una alta demanda y buena rentabilidad. De acuerdo a algunas estimaciones,
la industria de películas para adultos generó más de 13 millones de ganancias
en Estados Unidos en 2014; compárese con los 8 billones que obtuvo Hollywood en
el mismo período. Y es ese nivel de demanda el que alentó a pornógrafos
emprendedores para que se volcaran a financiar tecnologías nacientes.
Según lo revela con fruición Patchen Barss en “The Erotic
Engine” (El motor erótico), el sexo fue el combustible de la creatividad humana
y el comercio desde tiempos prehistóricos. Puede que el lector no lo haya visto
en Discovery Channel, pero esas paredes de las cuevas europeas decoradas con
cazadores de bisontes y ciervos, también exhiben imágenes de senos, traseros y
gigantescos falos erectos. Por supuesto, el asunto con esas fotos –junto con
las escenas eróticas que recubren las paredes de burdeles en Pompeya o el
Templo del Sol de Konark en la India– es que requieren una visita personal de quienes
serían los posibles consumidores de porno. Lo cual es una de las metas de siglos
posteriores: el deseo de consumir pornografía con más privacidad y menos
esfuerzo que se convirtió en una fuerza impulsora detrás de la tecnología de
las comunicaciones.
Impresiones
Un hito tecnológico como la imprenta de Gutenberg pudo haber
producido más libros de oración que de grabados pornográficos, pero probó que
una industria dedicada a la creación de la pornografía podría prosperar y que
la tecnología a su vez podría influir en el porno al reducir los costos de
entrada para consumidores y creadores. Dando un salto en el tiempo y más allá
de las eróticas novelas de la Ilustración francesa, “el acontecimiento más
importante en la historia de la pornografía” se produjo en 1839, cuando Louis
Daguerre inventó la fotografía fija, dice Barss. Consumidores y pornógrafos
reconocieron de inmediato el potencial del medio visual y los grandes
beneficios que generaban las imágenes clasificadas con una X, que atrajeron
decenas de nuevos productores, dispuestos a eludir las restricciones legales y
el estigma social y la inversión en el refinamiento del medio.
Lo mismo pasaría en el siglo 20 con la industria
de películas para adultos –que creció en el sur de California y juntó
ganancias enormes con un rastrillo en la década de 1970, cuando “Garganta
Profunda” recaudó más de 50 millones de dólares– y con revistas para adultos,
que habían acaparado el 20 por ciento del mercado de las revistas a mediados de
la década de 1980. Pero es en las últimas décadas, cuando comenzó a usarse el
video, dice Barss, que la industria del porno realmente se metió en el asiento
del conductor de la tecnología.
El video
La primera generación de reproductores de video eran caros,
pero los consumidores porno estaban dispuestos a pagar por la privacidad, lo
que redundó en la creación de un mercado enorme que constituyó la mitad de
todos los videocasetes vendidos en EEUU a finales de los 70. Este modelo, en el
que los consumidores de porno estaban dispuestos a probar nuevas tecnologías y
pagar dinero extra, volvería a repetirse con el apoyo a la expansión de las
nuevas tecnologías, que ganaron tracción durante lo que Barss llama los
primeros “años pornográficos”.
Los sistemas Pay-Per-View por cable y la televisión
satelital se volvieron canales ampliamente disponibles luego de que los
pornógrafos introdujesen servicios de suscripción en hoteles y redes digitales.
Asimismo, los pornógrafos fueron los pioneros detrás de la tecnología del
streaming por internet, el intercambio de archivos entre usuarios y las
funciones de verificación del comercio electrónico para tarjetas de crédito y
otros sistemas de pago. Pero lo más importante para el público en general en lo
que se refiere a las películas y las series que se ven en streming a través de
la computadora, es que la pornografía es la responsable del desarrollo del
ancho de banda en internet. Incluso para quienes no están familiarizados con el
mundo de la pornografía, según Barss, “ahora es fácil conectarse y ser
felizmente ignorante de que la infraestructura que hace posible ver televisión
[y] todos lo que ingresa en el ancho de banda de la moderna Internet, fueron
creados para servir a las necesidades de la industria de la pornografía”.
Mucho de esta era de la información gira en torno de cómo la
mejora de la tecnología de las comunicaciones permite la difusión de la
información y, en el proceso, se ayuda a frustrar la censura, a socavar la
tiranía y a conectar personas por encima de las fronteras reales y digitales.
Con tanta de esta tecnología dependiente de los usos
de la pornografía para ganar tracción, no es exagerado decir que la
pornografía jugó un papel clave en la expansión de la democracia, el libre
pensamiento y todo lo que va con el flujo sin trabas de la información.
Si quieres cambiar el mundo, parece, tal vez sea necesario
que el ciudadano americano medio considere descontar ingresos para el ejército
y los legisladores y, en su lugar, apoyar a pervertidos y pornógrafos.
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