A mediados de los 80 hubo varias películas de ciencia ficción de
flaca factura que se fundaban en el largo alcance de las ondas de emisiones
radiales y televisivas que llegaban hasta los confines del universo y atraían
más de una amenaza a la Tierra. Eber Ludueña, el personaje creado por Luis Rubio hace casi 15 años, parece haber hecho esa travesía temporal y etérea: anclado
en un momento del tiempo en el que las promesas del futuro se sostenían en ideales
antiguos y dispares, el éxito del retrospectivo Eber Ludueña en la pantalla de
televisión podría verse como la respuesta afectiva del público por los restos
de un mundo que no termina de disolverse.
Si bien Ludueña pudo por momentos devorarse a su creador, Rubio supo también aprender de Ludueña esas cosas que nunca son del todo pasado, que
son anacrónicas porque surfean el tiempo.
Luis Rubio prepara ahora el lanzamiento de TV or not TV –también
se lo puede escuchar por radio, después de las 18, en la FM rosarina Sí 98.9–,
un programa televisivo hecho con archivo e intervenciones suyas que tienen esa
impronta anacrónica y lúcida. La presentación es casi una declaración de
principios: se ve un televisor que emite un griterío de peleas y discusiones y
un técnico que acude a repararlo. Tras unos golpes y unos ajustes en el
sintonizador, escuchamos a Pepe Biondi sobre un sereno mar de risas. El técnico
repara el contenido, no el cablerío. El signo de los tiempos –según preferimos
leer esta pieza de Rubio– está también en el tiempo que dedicamos a leer y
escuchar sus signos.
Desde Barcelona, antes de asistir a un homenaje al humorista
español Pepe Rubianes
–otra señal de Rubio–, Luis dialoga por WhatsApp mientras cae la tarde del
domingo catalán.
—Varias veces dijiste que, salvo excepciones, ya no hay humor en
la televisión, ni ideas: casi todos los programas repiten un formato en el que
aparecen quienes hacen un chiste, pero no se trata de los espacios de humor que
había hace unos años. ¿A qué podrías atribuirlo, qué es lo que cambió?
—Lo que digo es que no hay programas de humor, como la tele ya no
tiene programas de investigación periodística, ni de análisis político ni de
nada. Los programas hoy son de lo que pasa, de lo que la gente quiere ver en
ese momento, entonces son un envase lo suficientemente flexible como para
albergar cualquier cosa, y entonces todos los programas terminan hablando de lo
mismo, de lo que sucede de la tarde a la noche: violencia de género, fondos
buitre, Maradona le pegó a la esposa –hablan de eso–, aborto, bioética,
cualquier cosa. Porque de esa manera no se encorsetan y pueden ir a pelear esas
décimas de ráiting que les permite sobrevivir. Así de triste es la tele de hoy.
—¿Cómo te parece que influye la difusión de nuevos formatos de humor en redes sociales, desde Eameo! a los YouTubers o los memes.
—La gente más joven ya no mira tele como mirábamos nosotros, busca
sus contenidos on demand, en otras plataformas –en los celulares, en las
tablets, en las computadoras; en el laburo, ya la gente no mira tele. Entonces
eso ha hecho que pierda público, por lo tanto pierde torta publicitaria. Con lo
cual, con menos guita sólo puede hacer estos programas donde le pagan a un
periodista que relata fútbol, se pelea con otro y conduce un programa de
cocina; todo por un sueldo y así resulta: una televisión industrial contra los
programas de antes que por ahí se pensaban en torno a la personalidad o el tipo
de conductor. O sea, el de Julián Weich era un programa de una manera, el de
Marcelo Tinelli, de otra; el de Nicolás Repetto, el de Mario Pergolini. Hoy no
hay más eso, el conductor es como un commodity que entra, por decirlo así, en
un (documento de) Excel que dice: conductor carilindo que estudió locución y
va. Y si no es uno es otro entra el de atrás. Es una tele más industrial y de
formatos y no tan de conductores, o artesanal, y las ideas ya no importan.
Siempre digo que vos antes llevabas una idea a un canal y había tres
posibilidades: la primera, que te la afanen; la segunda, que no te den bola y
la última, que produzcan algo. Hoy la primera opción ya no existe, ni te la
afanarían.
—Eber Ludueña surgió en una época en la que el país había sido
duramente golpeado y de algún modo encarnó a ese ídolo caído, ¿creés que hoy
día podría surgir un Eber Ludueña? ¿Por qué?
—Sí, tanto el “éxito” menemista y el fracaso de la Alianza fueron
un poco el caldo de cultivo para que un personaje tan fracasado se convirtiera
en una especie de emblema. Hoy, aunque no sé bien todavía, creo que vamos rumbo
a que pueda surgir algún otro fracasado, lamentablemente para el resto del
país. Pero son lecturas que corresponden a los que entienden de esto, o que las
haga un sociólogo. Uno trata de hacer el humor que lo divierte a uno, que está
empapado de todo eso y seguramente esas cuestiones lo rozan y lo inspiran, pero
tampoco es algo que yo sepa.
—Y hablando de Eber, ¿cuáles fueron las historias más extrañas que
viviste llevando el personaje, por ejemplo, a eventos privados en el interior?
—Con Eber, cosas extrañas… Muchos shows, bueno, un cumpleaños en
Cariló de un pibe que cumplía 13, creo que era un Bar Mitzvah y me pidieron que
baje en helicóptero en la playa de Cariló, así que fui a Pinamar, ahí tomaba el
helicóptero y en tres minutos llegábamos. Y lo gracioso es que cuando esperaba
el helicóptero, que estaba tapado con una especie de funda de cuerina, me
dicen: Ahora viene el piloto y arrancan. Y ahí estábamos y llega el piloto y
resulta que era Pachi, el de Quinta a fondo, que es un programa de Fox como
Jackass, eran unos pibes que se golpeaban, rompían cosas; o sea un loco, un
demente. Esa era la última persona que yo quería ver como piloto de ese
helicóptero: Pachi de Quinta a fondo. Y fue y nos llevó con bastante prudencia
hasta que aterricé en la playa e hice mi show.
—¿Cuáles son tus nuevos proyectos?
—Este año grabamos la
segunda temporada de TV or not TV (en TBS: Turner Broadcasting System), que es
un programa de archivo medio colage, divertido, no tan pensado ni para bajar
línea ni para criticar sino para reflexionar sobre la tele de hoy y con humor.
Es básicamente un programa de humor sobre la tele. Sale al aire en agosto la
primera temporada y en junio empezamos la grabación de la segunda. A su vez,
estamos con un proyecto para hacer algo con Eber en Canal 26 los viernes a la
noche, que se llamaría El Club del 4 –lo hacemos con el Zorro Milicic, un
productor comercial rosarino–: estamos armando la estrategia para poder
arrancar en breve.
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