Primera vez que el Renault 12 se queda en el camino. Cuando íbamos pasando por una estación de servicio YPF en el kilómetro 36 de la Panamericana —porque se trata de un auto sensible y con cierta conciencia solidaria que ante cualquier inconveniente hace síntoma cerca de una estación— noté que el acelerador no respondía y el pie derecho se hundía como un vacío de aceleración. Así que paré allí, llamé al servicio mecánico del seguro —que no había, sólo remolque, como me dijo la señorita Camila de SOS— y esperé casi una hora y media —lo que me hizo romper el calibrado promedio de tiempo del viaje— la llegada del remolque.
Una rauda revisión de la marcha del auto hizo suponer al chofer que podría tratarse de una tapadura en el chiclé (o chicleur, en el original) o un cortocircuito en la bobina, cuyas posiciones dentro de la caja del motor representaron una fantástica novedad para mí.
El chofer del remolque invirtió los cables de las bujías, me hizo darle arrranque, el motor dejó escapar algo así como una explosión y, en marcha, la regulación ya era otra. Probé el R12 en uno de los caminos de la colectora y andaba bárbaro. Pero una vez detenido volvió a fallar y decidí subri el auto al remolque y marchar así hasta Tapiales, donde el primo Osvaldo se había ya puesto en contacto con un mecánico de Hurlingham que atiende sus camiones y adonde llegaríamos algunas horas después tras una combinación para mí ignota de las autopistas General Paz y del Oeste que me pareció, precisamente, un viaje al Far West, y me recordó la charla con Alberto Fuguet sobre "el oeste".
En efecto, se trataba de una obstrucción en el chiclé. Horacio y su hijo —mecánicos con residencia en la calle Poeta Risso, en Hurlingham—, lo repararon y me dijeron que también comprara un filtro de nafta (6 pesos) para cambiar el que tenía. (Por qué Hurlingham —ciudad en la que, hasta donde vi en este primer encuentro, abundan las quintas, las calles desparejas y los terrenos baldíos— tiene una calle dedicada al poeta Romildo Risso (nacido en Uruguay y cultor de los versos gauchos es algo que ignoro y no resulta fácil de goglear).
Solucionado el asunto preferiría que el episodio no fuera recordado como una "falla" del R12, acaso el auto por excelencia de la movilidad social hasta principios de los 90 y al que la clase media argentina le debe un monumento.
Pero, volviendo al viaje en el remolque, tuve una breve charla con el chofer, que trabajó en la Panamericana antes de su conversión en autopista. Me decía que la gran mayoría de los autos que recoge son nuevos, y tiró una breve lista: Logan, Meganne, Ford Fiesta, Palio, Bora, etcétera. Todos autos pertrechados con motores computarizados que no resisten la revisión tradicional y exigen la conexión a una computadora. En fin.
Abajo, el R12 estacionado en la calle Callao de Tapiales.
En Tapiales estuvimos en casa de Patricia, de Osvaldo, de Cacho y Nuto y de Tento y Estipe. En estas últimas las reformas y la modernidad llega como un detalle de color: se mantiene en esas casas un aire a décadas pasadas que emiten no sólo sus moradores, sino los objetos que han conservado de ese pasado y se irradian como una presencia afectiva. Por ejemplo, el lavarropas automático Aurora que conserva la faja que promocionaba su gabinete tratado con cataforesis.
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