Todas las imágenes, salvo indicación, pertenecen a Giselle Marino y pueden verse en FotoGénica.
Luego de la entrada
a partir del paseo por Refinería, la historiadora Agustina Prieto –de quien
supe los orígenes del barrio– me envía esta apretada síntesis de su vasta
investigación sobre el tema.
Un siglo atrás existían
en Rosario un barrio, una sección municipal, un paisaje y un universo social
identificados con el nombre de una fábrica: la Refinería
Argentina del Azúcar. Cuando se hablaba, en ese entonces, de Refinería, las
referencias espaciales podían remitir a las inmediaciones de la fábrica que
refinaba azúcar tucumano o a una zona sensiblemente más vasta, como la
comprendida por la V Sección Municipal, que se extendía entre el río Paraná, la
calle Mendoza y las actuales avenidas Lagos y Francia. En el tramo que iba de
Salta al río, dominaban la V Sección una serie de “barrios” (así se los
llamaba, aunque algunos no eran más que caseríos) surgidos en torno a algún establecimiento
productivo, como el que bordeaba a los Talleres del Ferrocarril Central
Argentino.
Por esa concentración
de fábricas, talleres y barracas donde se almacenaban “frutos del país”, se los
conocía, desde fines de la década de 1880, como los barrios industriales,
perfil acentuado por la discordancia con el carácter eminentemente comercial del
casco urbano. Acentuaba la singularidad productiva de los barrios industriales
el aislamiento impuesto por la sucesión de vías que los separaban de la ciudad,
relativamente atenuada por la apertura del paso Celedonio Escalada.
La actividad
productiva delineó un paisaje que algunos cronistas imaginaron similar al de la
Manchester británica o la Chicago norteamericana por su traza irregular; el
contraste entre la sobria belleza de la arquitectura industrial y la
precariedad material del entorno; el aire viciado por el humo de las
chimeneas…. El icono de ese luminoso paisaje que parecía adelantar el futuro
era la Refinería Argentina, levantada por Ernesto Tornquist con
capitales nacionales. Las visitas oficiales de mandatarios extranjeros y
funcionarios nacionales solían incluir una recorrida por sus instalaciones para
observar la organización del trabajo y admirar el espectáculo de las máquinas
funcionamiento.
El tipo de
actividad predominante en la zona delineó, al mismo tiempo, un universo social
que se parecía, en sus aspectos negativos, al de las grandes ciudades
industriales. En los también llamados “barrios obreros” de Rosario, la mayoría de
los emprendimientos productivos empleaba mano de obra fija y un número
sensiblemente mayor de trabajadores ocasionales que alternaban estas
ocupaciones con tareas agrícolas. Por esta razón, durante la temporada de
cosecha, no menos de la tercera parte de los pobladores migraba al campo. Los
únicos que escapaban a la incertidumbre cotidiana provocada por el tener o
tener conchabo eran los trabajadores calificados por el dominio de un oficio o del
manejo de una máquina.
El carácter
cosmopolita de Rosario se acentuaba en Refinería, con su abrumadora mayoría de
varones adultos nacidos en el extranjero. Algunas empresas construyeron casitas
y departamentos que estuvieron al alcance de los trabajadores estables y mejor
pagos. Pero los pobladores de esa Babel obrera se alojaban mayoritariamente en
conventillos, ranchos o casillas como las que formaban el “barrio de las latas”.
El hacinamiento y la falta de higiene signaron la vida cotidiana de los inquilinos
de estas habitaciones tan precarias como caras. El símbolo de esta faceta sombría
de la vida barrial fueron los “Cuartos de Arijón”, con sus cuatro centenares de
habitantes distribuidos en 95 habitaciones y abastecidos por un surtidor de
agua.
Las durísimas
condiciones de vida y de trabajo de los hombres y mujeres de los barrios
industriales fomentaron la organización de sociedades de ayuda mutua y de
resistencia que expresaron sus reclamos a través de huelgas y manifestaciones.
Que la primera conmemoración del 1º de Mayo tuviese como fallido punto de
llegada la Refinería Argentina, resulta ilustrativo del valor simbólico
atribuido al lugar donde una joven Virginia
Bolten fue detenida por repartir volantes que invitaban a la conmemoración.
En los años
inmediatamente posteriores los barrios obreros fueron escenario de huelgas
trascendentales, como la protagonizada por los trabajadores de la Refinería
Argentina en octubre de 1901, en la que, por primera vez en la historia del
país, murió un huelguista por efecto de la acción represiva del Estado. Tras
participar del multitudinario acto de repudio convocado por las organizaciones
obreras rosarinas, los socialistas porteños Juan B. Justo y Enrique Dickmann, recorrieron
Refinería guiados por el escritor y periodista Florencio Sánchez, protagonista
y testigo del luctuoso episodio mencionado. Impactados por esas imágenes de la
vida obrera y por la fuerza del movimiento anarquista, definieron a Rosario la
“Barcelona argentina”.
Refinería estuvo, desde fines
en los ochenta, en la mira de los que buscaban mostrar el Progreso ligado a la
industria; un paseo distinto; imágenes pintorescas para el registro fotográfico
o tema para una crónica periodística. Pero estuvo también en la mira de los
pensaban, como los anarquistas, que los oprimidos por ese orden social eran los
revolucionarios que habrían de acabar con él. Y en la de los socialistas,
radicales, masones, católicos o protestantes que creían que había que reformar
ese orden tan crudamente expresado en los contrastes de Refinería. Algunos vestigios
de esa historia sobreviven a las transformaciones de los últimos años. Es
cuestión de buscarlos.
Las fotografías muestran las transformaciones del barrio mientras se construían las torres de Puerto Norte y cuando comenzó a remodelarse la Refinería para erigir el complejo Forum, de alta gama.
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