Si, como insistimos
acá, las series de televisión están montadas en los mejores casos sobre un
discurso político que trata sobre las utopías, la utopía de Revolution
es sin duda el presente: la lata tecnología perdida tras el apagón. En un
futuro cuyo paisaje es Pripyat
(el pueblo abandonado tras el desastre de Chernobyl: literalmente, la serie fue
rodada en esa locación, es decir, pasado y fantasía de la energía nuclear socialista
vuelto un decorado).
Como en Lost,
Favreau y los guionistas sostienen que no hay mejor secreto que la familia. Así
es como en el segundo episodio volvemos a ver a Elizabeth Mitchell, madre
de la bella Charlie
Matheson, quien por alguna razón está cautiva de Monroe, el jefe de las
milicias que han tomado el poder: la escena inicial de la serie –el padre que
carga un pendrive antes de que se apague todo y, a la vez, habla por teléfono
con su hermano Miles, que está en un auto con Monroe– parece ser toda la clave,
incluso la conversación entre Ben Matheson y su esposa Rachel (la Mitchell), en
la que ella podría saber más de lo que aparenta.
Por fortuna, los roles más enigmáticos en el presente de la serie (es
decir, el futuro sin energía) recaen en personajes que tienen algo más que su
belleza para mostrar, como Grace Baeumont (Maria Howell), quien usa un pendrive
como el de Ben para encender una vieja computadora y comunicarse con un
enigmático interlocutor, o Giancarlo Esposito,
ex vendedor de seguros devenido oficial de la milicia de Monroe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios se moderan, pero serán siempre publicados mientras incluyan una firma real.