«El monumental drama épico Game of Thrones explota sus
mejores materiales de los cambios de régimen, las variaciones en el poder que
dominan el continente de Westeros y reclaman traiciones impactantes, alineamientos
estratégicos y reveses de fortuna. Qué apropiado entonces que, en su quinta
temporada, Game of Thrones navegue por su propio cambio de régimen. Así, el control
sobre ese meticuloso ecosistema comienza a escapar de las manos de George RR
Martin –el novelista cuya serie “Canción de hielo y fuego” inspiró la tira
televisiva de HBO–hacia dos showrunners intrépidos, David Benioff y D.B. Weiss.
«Benioff y Weiss lograron meterse de a poco a la aclamada
fortaleza de Martin mientras el escritor termina con la entrega de sus dos
últimos libros. Así que las ansias que genera esta quinta temporada, cuyo
primer episodio se estrenó en HBO el domingo pasado, no se veía desde el Y2K.
Imagen tomada de AVClub.
«Dadas las demoras de Martin en la entrega de su sexto libro,
Benioff y Weiss discutieron cómo iban a arreglárselas para adaptar parte de los
libros cuatro y quinto de la serie, “A Feast for Crows” (“Un festín para los
cuervos”) y “A Dance with Dragons” (“Danza con dragones”) y, a la vez,
asegurarse que los fanáticos vayan haciéndose a la idea de un Westeros
post-Martin. Ahora que los guionistas despliegan su plan, su visión comienza a
revelarse y los cambios que buscan introducir podrían hacer de Game of Thrones
una serie mejor de la que vinieron produciendo hasta hoy, en la que se nota la
devoción esclava al material original. Martin se enorgullece de su habilidad de
hacer malabares con multitudes de personajes en mundos lejanos. Pero, mientras los
libros permiten que los personajes evolucionen de modo independiente, los
episodios de televisión funcionan mejor cuando hallan la manera de manejar sus
personajes dentro del mismo espacio.
«Aún continúa la batalla de los Siete Reinos, pero el ansiado
Trono de Hierro se disolvió un poco en el trasfondo de la trama. Así que los
esfuerzos por reclamarlo resultan hoy un hábito antes que una convicción. El
recién coronado rey Tommen Baratheon (Dean-Charles Chapman) parece más
dispuesto a acostarse con la oportunista reina Margaery antes que a sentarse en
el trono poderoso, por mucho que le pese a Cersei (la magnífica Lena Headey).
El enfoque sensible y despreocupado de Tommen en el gobierno de Westeros es un
cambio discordante de ritmo, complementario al tema central de la serie, el del
liderazgo ambivalente.
«Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) enfrenta una crisis de
liderazgo similar en Meereen, donde encuentra una resistencia inesperada tras
la última parada de su gira por la emancipación de Essos. Daenerys anhela la
corona, pero teme el resultado de acumular un poder demasiado grande para que
pueda controlarlo. Después de forjar su reputación como la madre de dragones,
Daenerys observa con impotencia cómo su rebaño de fuego sucumbe a sus instintos
naturales destructivos, poniendo en peligro su lugar en un momento en que ya se
ha enfrentado con una desgarradora encerrona en varios escenarios. De los que
compiten por la corona, el único que parece no tener diversión alguna es
Stannis Baratheon (Stephen Dillane) que se está preparando para un gran
resurgimiento en El Muro (The Wall) y hace lobby con el reacio Jon Snow (Kit
Harington) para contar con la ayuda de la Guardia Nocturna. (Hablando de Jon
Snow, su participación en una “cena entre amigos” en “Late Night Show with Seth
Meyers” –se puede ver en YouTube, aunque hasta el viernes no tenía subtítulos
en español–, como parte de la promoción del lanzamiento de la quinta temporada
es un hallazgo sencillo, brillante y desopilante).
«Mientras Westeros se presenta como el mismo campo de batalla
brutal de siempre, los primeros episodios de la quinta temporada tienen un tono
diferente y palpable al de las últimas temporadas. Con la traumática Boda Roja
y sus baldazos púrpuras y catárticos en el retrovisor, la urgencia que alimentó
Game of Thrones a través de la destrucción gradual de la Casa Stark y el
reinado del malicioso Joffrey Baratheon está en gran parte ausente ahora que el
show se reanuda. El estreno de la temporada se titula “Las guerras por venir”
(“The Wars to Come”), un trozo de diálogo que también funciona como una promesa
implícita para los espectadores: los contratiempos ocasionales en la primera
tanda de episodios no son un índice completo de lo que la temporada de 10
episodios les tiene reservado. Y para que nadie piense que el espectáculo ha
perdido su racha violenta, hay suficientes géiseres arteriales para satisfacer
incluso la sed de sangre más insaciable. Un episodio especialmente sanguíneo culmina
en una secuencia contundente de una larga batalla que no se acerca a la de
Blackwater, pero sofoca cualquier preocupación sobre un Westeros más suave y amable.
«Game of Thrones sobresale entre las historias humanas
traducidas a un mundo de fantasía, una habilidad que se refleja en su tendencia
a construir a momentos que dejan sin aliento, como las nupcias fatales o la
liberación de fuego de los esclavos de Yunkai que hizo Daenerys. Benioff y
Weiss hacen el mismo programa pero con un ritmo un poco diferente, confiando
más en el carácter sombrío y la interacción que en poner en escena la próxima
masacre. La quinta temporada también está impulsada por la idea de los duelos
de creencias religiosas, según el universo elaborado de Martin. Eso también es
un gesto de buena voluntad hacia el grupo de fervientes admiradores, quienes rezan
para que el espectáculo mantenga sus estándares de calidad sin Martin.»
Acá, en apóstrofe, sobre Game of Thrones:
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