Fue este martes, en v.o.s., nuestra
columna sobre series
en MTQN, al hablar de las series de
ciencia ficción, que caí en la cuenta de que con la
llegada del Curiosity a Marte se actualizaba una vez más el predicado
de J.G. Ballard cuando el hombre llegó a la Luna: es como ver un viejo
western. Y ataba cabos también, a propósito de aquel alunizaje: “Han empezado a
aparecer en escena unos mecanismos mucho más sofisticados, sobre todo los
videojuegos y los microordenadores de uso doméstico. Juntos alcanzarán lo que considero
la apoteosis de todas las fantasías del hombre a finales del siglo veinte: la
transformación de la realidad en un estudio de televisión, en el que podemos
desempeñar al mismo tiempo los papeles de público, productor y estrella”.
De eso, precisamente, trata
la ciencia ficción actual: no de la llegada de un robot a Marte, sino de su
transmisión por Twitter
que fue, a todo esto, el gran tema de ese amartizaje. Es decir: la novedad
estuvo menos en la llegada al planeta rojo que en el modo en que se comunicó la
noticia y, en todo caso, en el modo en el que cada uno, de manera individual, a
través de la red social, intervino en esa suerte de gran representación de la tecnología
y la ciencia.
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