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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

martes, 17 de diciembre de 2024

el actor como lector

Popularmente conocido por su personaje de comedia, Luis Rubio no había sido “leído” y, por lo tanto, tampoco “escrito” en ese amplio campo de batalla audiovisual que llamaremos cine argentino.

Sí, Juan Vera vio y exploró en 2018 el potencial actoral de Rubio cuando le dio el rol de coprotagonista en El amor menos pensado, junto con Ricardo Darín y Mercedes Morán.  Y lo mismo podría decirse de Matías Bendesky, que en 2023 lo sumó al reparto de la inclasificable y magistral El método Tangalanga.

Tal vez por ese tono de coprotagonista, la primera vez que Alejandro Agresti nos lo muestra en Lo que quisimos ser (2024), es en una de las butacas de atrás de una sala que pasa cine clásico. Ya volveremos sobre ésta presentación.

Agresti convocó a Rubio en 2022, cuando ya tenía el guión de Lo que quisimos ser y le dijo que el personaje masculino de la historia había sido escrito pensando en su actuación. 

El espectador asiste a la escena del nombramiento ficticio de los personajes de la historia: Luis Rubio será primero Yuri, por el primer cosmonauta de la humanidad, el soviético Yuri Gagarin (1934-1968) y, más tarde, cerca del final, optará por llamarse Buzz, por Buzz Aldrin (el segundo en pisar la Luna luego de que lo hiciera el comandante Neil Armstrong). Eleonora Wexler, protagonista junto con Rubio de Lo que quisimos ser, se llamará Irene.



Yuri e Irene se conocen a fines de los años 90 en una pequeña sala de cine donde son los únicos espectadores que asistieron a la proyección de una comedia de Howard Hawks, Ayuno de amor (His girl friday, 1940), con la que su director se jactaba de haber hecho los diálogos más rápidos de la historia de Hollywood hasta el momento —fue también lo que se conoció entonces como screwball comedy (“comedia excéntrica”), un género que de alguna manera satirizaba las comedias románticas hollywoodenses en la década de la Gran Depresión tras el crack financiero de 1929. Un dato que difícilmente se le escape al director cinéfilo que es Agresti: también su película, que transita los bordes del drama y la comedia, pone el amor y la representación de ese encuentro del que el espectador es testigo en un lugar “excéntrico”.

A la salida, Irene y Yuri van a un bar que ella elige —el Brighton, por calle Sarmiento, al que muchos porteños recuerdan con mucha familiaridad— y él define como “pituco”, término que ya a fines de los 90 era un anacronismo y tiñe la conversación de Yuri/Rubio de un fuera de época que ayuda a construir ese momento atemporal en el que sucede ese encuentro a lo largo de la película.

Irene/Wexler propone entonces el juego, la ficción que regirá esos encuentros: van a llamarse por nombres inventados y no permitirán que nada de su vida “real” quiebre ese hechizo de tiempo de los encuentros de los jueves en el que Yuri pide un Old Smuggler etiqueta blanca (otro anacronismo ya en esos tiempos al borde del fin de los 90). Este “hechizo de tiempo” es, de algún modo, el de Somewhere in Time (Pide al tiempo que vuelva, Jeannot Szwarc, 1980), en el que Christopher Reeve, en un hotel, logra volver al pasado que habitó una mujer que descubrioó en un retrato y permanece allí en tanto nada de su presente interfiera en el decorado decimonónico de ese hotel fuera de temporada. Irene es a su vez una escritora reconocida y Yuri un astronauta que le cuenta sus misiones espaciales. 

El viaje, en el personaje de Yuri, pertenece también al plano de la representación: tiene una librería de viejo, es un lector de ciencia ficción y posee una suerte de plano de corte del transatlántico al que define "hermano menor del Titanic" en el que un niño reconoce una sala de cine; como en la escena inicial en las butacas de la sala de cine donde proyectan Ayuno de amor, el transatlántico es también un lugar para el espectador, un espacio a ser leído.

Luis Rubio asume así su primera faceta como actor: Rubio es el lector. Lo fue en El amor menos pensado, donde antes que exhibirse como coprotagonista evita desplegar su protagonismo para que Ricardo Darin vuelva a contemplar su relación con Mercedes Morán. Y será más específicamente un lector en El método Tangalanga, una fantasía en torno a una incierta biografía de Julio Victorio de Rissio (1916-2013), conocido como el Dr. Tangalanga. en el que Rubio es un enfermero que ayuda al personaje de Martín Piroyansky a descubrir su relación con el de Julieta Zylberberg.

Allí donde otros actores necesitan desplegar sus manos aferrándose a objetos, ensayando movimientos frente a cámara, Rubio actúa con gestos del rostro, con miradas, apoyando las manos sobre una mesa, cargando un bolso o dándole unas palmaditas a Darín tras practicar un poco de footing en un parque y despidiéndose porque en ese fuera de escena del final volverá a haber un encuentro que esperaremos incluso cuando ya hayan terminado de pasar los títulos finales.

Autor


Los cinéfilos de los 80 nos endurecíamos con la malentendida frase de Werner Herzog que decía que “los actores son un mal necesario”. Leíamos en ella la magnificencia del auteur cinematográfico encarnado en el director que planificaba en planos la puesta en escena y dejaba al actor como un elemento más de la escenografía: la escritura de una escena que se desplegaba en tomas y recortes. Preferíamos ignorar, claro, que ese Herzog que despreciaba a los actores era, ante todo, un gran director de actores: véase cualquier película protagonizada por Klaus Kinsky que no estuviera dirigida por Herzog (no defiendo el cine de Herzog, que está casi fuera de mis citas, sino la ironía de esas declaraciones que interpretamos caprichosamente).

Por eso, los que sin confesarlo íbamos al cine a ver una película “de Henry Fonda” o “de Clint Eastwood” —quien aún no se había destacado como auteur (director)— nos sentimos reivindicados cuando Eduardo A. Russo escribió en mayo de 1992 un texto sobre Robert Mitchum en la revista El Amante.

¿Qué es actuar y qué es actuar en cine, cuando una cámara se detiene en un primer plano, un plano medio, un picado o un contrapicado? El teatro siempre será la panorámica sobre la escena, la voz, el cuerpo agitado en el escenario: un personaje poseído por una representación que emite gestos que puedan interpretarse a la distancia. En cambio el primer plano exige una “síntesis” particular —el concepto es de Sergei Eisenstein— que resume la totalidad del relato: un primer plano nos muestra en el rostro del actor la totalidad de la trama. 

En otras palabras: ningún actor puede ser en cine otra cosa que el mismo personaje (por supuesto, tenemos esmerados ejemplos de lo contrario: el laborioso Stanley Tucci tratando de desdoblarse infructuosamente en la magia del teatro para ofrecernos actuaciones lamentables o nuestro finado Alfredo Alcón practicando la alquimia del actor teatral hecho carne en el cine).

Disclaimer

Conocí a Luis Rubio ca. 1986 en un bar donde recalamos tras no-me-acuerdo qué festejo en Dorrego y 9 de Julio. Entonces era un actor de Discepolin que viajaba en la parte trasera de la moto del Turquito y desplegaba su humor para fantasear sobre la pobre vida de un actor rosarino cuando la TV de Rosario todavía lustraba las efigies vivas de Evaristo Monti y Alberto Gonzalo. Difícilmente las líneas que siguen se dedicarán a hacer una diatriba de su trabajo. Sin embargo, su actuación en Lo que quisimos ser, exige mucho más que complacencia y amistad.

No voy a hacer un panegírico de mi amigo, sino un análisis de la construcción de una figura que, aunque difícilmente apreciada por las voces rutilantes de la “rosarinidad porteña”, es también inclasificable por la rosarinidad realmente existente. Sigamos.

Lo que quisimos ser

Retomo el texto de Russo del año 1992: “Un actor en el cine es, antes que ninguna otra cosa, una superficie de inscripción. Y un gran actor de cine será ése cuya imagen pueda modelar de algún modo el film que habita y dotar de constancia una serie de películas que puede abarcar directores, productores y guionistas diversos.” Dice también que hay actores que son a su modo autores: capaces de darle una unidad a las películas que protagonizan que no siempre pueden darle sus directores. Menciona a Henry Fonda, a John Wayne, Bette Davis o Cary Grant (que protagonizó Ayuno de amor, película que el personaje de Rubio volverá a ver en televisión, solo, en su departamento, esta vez con un signo diferente en su rostro, ya no se ríe con estridencia como en la escena en que nos fue presentado.

 



 Agresti encuentra para Rubio/Yuri, la anacronía, una cazadora de gabardina que ya era vieja cuando salió a la venta en los locales de prendas sport, a fines de los 80, un vestuario apagado en el que sobresalen unos tonos pastel teñidos por la misma disolución del siglo XX. Pero, también, unas camisas sobre las que se nota una elección, a la fácil opción del jean liso o la leñadora urbana, alguien puso el ojo en prendas que declarasen esa discreta estridencia.

Pero el guión de Agresti encuentra también ese lugar de Rubio en la actuación cinéfila: en un momento detendrá el juego que le propuso Irene (que avanza en la perfección de esa altra vita, “la que toda espera destruye” —la frase es de Claudio Magris—) y pedirá llamarse Buzz (por Aldrin —ya lo dijimos, agregamos también que el momento de este escrito Aldrin tiene 94 años—), el segundo de Armstrong.

Si se lo piensa un poco, el Rubio actor que hace a Éber Ludeuña trabaja con la sátira y la ironía mucho más que con la parodia. Éber parece sacado de algún lugar que podemos reconocer, pero no podemos reconocer su original, que es el material con el que trabaja lo paródico. Y es también, en tanto satírico —como en el humor de los Hermanos Marx—, un personaje “lector”. Lo dijimos a propósito de TV or not TV, que Rubio desarrolló entre 2016 y 2017, en el que componía personajes del mundo de la televisión y recorría —a través de una consola de edición— distintos escenarios televisivos y producía un tipo de humor sutil, “lector” (repasaba y reconfiguraba escenas históticas). Los títulos finales estaban acompañados de Rubio en un overol que llegaba para arreglar un viejo televisor (de la era pre plasma) en el que se escuchaban los gritos indistinguibles de un programa de panelistas. El técnico abría la caja trasera, tocaba unos cables que chisporroteaban en sus dedos y voilà, comenzábamos a escuchar la voz de Tato Bores, giraba la pantalla y ahí veíamos y escuchábamos un viejo monólogo, veloz y claro, el comediante en su tuxedo.

Ésa sería la clave del humor “lector”: no sólo el homenaje, el reconocimiento de los gigantes que ceden sus hombros para que miremos hacia adelante, según la fórmula del padre Leonardo Castellani, también una declaración: cambiar los gritos por la palabra, volver a una cima para ver por dónde se avanza.

Lo que quisimos ser une esa lectura de Rubio a la de Agresti, que supo ver al actor-autor, aprovechar su austeridad, su figura de coprotagonista no para ponerlo en un segundo lugar, sino en esa “superficie de inscripción” con la que el cine inicia el proceso de representación de aquello que no puede ser mostrado.

Una coda final para Lo que quisimos ser como film argentino. Su economía escenográfica, la pequeña trama en la que se sostiene, la escueta cronología recuerda una tradición que desplegó Leonardo Favio en Soñar, soñar —1975, en la que Carlos Monzón actúa una de las mejores borracheras del cine— o la más reciente Cómo funcionan casi todas las cosas (Fernando Salem, 2015) de la que el mismo director nos dijera: “En el nivel de conflicto y en el de intimidad, y en las sensaciones y en lo pequeño y lo doméstico hay una idea de historia mínima que es muy movilizante, que no hacen falta grandes conflictos, sino que esta idea de duelo, de búsqueda de refugios, de preguntas sobre la existencia no necesitan un marco tan ampuloso y estas historias tan universales se pueden dar en estos pequeños relatos”. También Lo que quisimo ser es una película mínima en torno a la ficción sobre la que erigimos la nave para surcar el mare tenebrarum del mundo.




martes, 10 de diciembre de 2024

los estadounidenses odian su sistema de salud

Este artículo se publicó en Jacobin un día antes de que Luigi Mangione, arrestado por el ajusticiamiento de un CEO de la aseguradora de Salud United HealthCare, fuera identificado a última hora del lunes pasado. En esta nota, publicada en el New York Post este martes a la tarde, se traza un perfil del pensamiento político de Mangione, de 26 años, atraído por el manifiesto del Unabomber (Ted Kaczynski) pero no necesariamente un adherente de los métodos de Kaczynski. Se definía, en esa nota, como “socialista en términos de salud pública”.

Al día de la fecha, ya arrestado y conocida su identidad, el nombre de Luigi Mangione retumba en redes y en la internet como el de un héroe para muchos estadounidenses hartos de la gigantesca estafa piramidal de su sistema de salud.

Me pareció oportuno publicar esta nota ya vieja porque despliega el amplio abanico de adhesiones que generó la ejecución del gerente de una de las aseguradoras de salud más prominentes de EEUU. Por último, este sistema de salud representa hoy en Argentina un plan posible para las políticas desreguladoras del gobierno actual.

Nota bene: la traducción respetó todos los hipervínculos de la edición original en inglés.


Una de las muchas pintadas recientes en Park Ridge, Nueva Jersey, poco después de conocerse el arresto de Luigi Mangione.

By Branko Marcetic (“Americans Hate Their Private Health Insurance”)

La respuesta al asesinato del director ejecutivo de UnitedHealthcare sin duda desmiente la afirmación de que los estadounidenses adoran el sistema de seguros de salud privado. Es una fuerza política que espera ser aprovechada, pero pocos en Washington parecen interesados.


Si algo mantiene en el descontento a los estadounidenses es el sistema de salud de su país. Por primera vez en dos décadas, la mayoría califica la atención médica de Estados Unidos como deficiente, incluso se extendió un nuevo récord de calificación que usa el término: “mala”. Casi tres cuartas partes dice que no satisface sus necesidades, y aproximadamente la mitad tiene dificultades para pagar sus facturas médicas. Una mayoría ha tenido algún tipo de problema con su seguro –reclamos denegados, por ejemplo, o problemas con las redes de proveedores o la autorización previa), y una mayoría aún mayor siente que las aseguradoras no son transparentes sobre lo que cubren, o piensan que las facturas de seguros o los diversos pagos que tienen que hacer a las aseguradoras no son fáciles de entender.

Pero olvidémonos de las encuestas. Si se quiere tener una idea de cuán profunda y extendida es la ira de los estadounidenses contra este sistema a menudo absurdo e injusto, basta con observar la reacción pública a la impactante noticia del asesinato de Brian Thompson, el director ejecutivo de UnitedHealthcare (UHC), una de las compañías de seguros de salud más crueles y rapaces del país. Sea cual sea el motivo del asesino, en Internet (en las redes sociales, YouTube, las secciones de comentarios de noticias y más) la respuesta ha sido la misma: los estadounidenses se están burlando alegremente de su muerte, diciendo que entienden por qué sucedió aunque no lo aprueben, o comparten sus propias y espantosas experiencias personales con las aseguradoras de salud.

El hecho de que esta sea la respuesta pública en masa al asesinato de un ser humano dice mucho sobre el descontento generalizado de los estadounidenses con un sistema de atención médica impulsado por el lucro que deja a tantas personas en la indigencia o sencillamente las mata.

“Odio a las compañías de seguros”

Un post de Facebook de la compañía que expresaba tristeza y conmoción por el asesinato de Thompson tuvo, al momento de escribir este artículo, casi ochenta mil reacciones de emojis de risa. Twitter/X explotó con chistes sobre su asesinato.

“Una buena lección aquí es que debes vivir tu vida de tal manera que cuando mueras, nadie saque una hoja de cálculo para explicar matemáticamente por qué están felices de que estés muerto”, escribió la comediante Kristin Chirico en un tuit que hasta ahora tiene 54.000 me gusta.

“Chipotle subió sus precios de nuevo y alguien acaba de preguntar quién es el CEO LMFAOOOO”, tuiteó otro usuario, obteniendo 315.000 me gusta hasta ahora.

Muchas de estas cosas se están recopilando y publicando en Instagram. También corren comentarios furiosos en el rival de X, Bluesky. “La recompensa por la persona que asesinó al CEO de United Healthcare ni siquiera es suficiente para cubrir 1/9 de la factura que recibimos por 28 días de radiación”, escribió la caricaturista Marie Enger en la plataforma, recibiendo miles de me gusta.

Los usuarios de TikTok están escribiendo e interpretando canciones que celebran el asesinato de Thompson, con letras como “el pueblo se sacó un premio en una celebración de sangre” y “nunca deberías tener que enfrentarte a las cosas que enfrentan todos tus clientes”, dirigidas a los directores ejecutivos. Delay, Deny, Defend: Why Insurance Companies Don’t Pay Claims and What You Can Do About It (Retrasar, negar, defender: por qué las compañías de seguros no pagan los reclamos y qué se puede hacer al respecto), un libro de hace catorce años que critica las prácticas de las compañías de seguros de salud y cuyo título coincide con las palabras escritas en los casquillos de las balas que el asesino de Thompson le disparó, se ha disparado de repente al puesto número tres de los libros más vendidos de Amazon en la categoría de negocios y dinero.

En Reddit, un hilo sobre el asesinato en el subreddit r/medicine (un foro que se describe a sí mismo como "un salón virtual para médicos y otros profesionales de salud") tuvo que ser cerrado por los moderadores porque los usuarios respondieron con una serie de bromas. El comentario principal es de una enfermera que escribió una parodia de una carta de denegación de atención de la UHC, en este caso dirigida a Thompson en relación con su tratamiento de emergencia después de haber recibido un disparo. UHC no pudo cubrir sus servicios de emergencia, explica el comentario, porque no había demostrado “necesidad médica”, no había obtenido “autorización previa”, la sala de emergencias a la que fue estaba fuera de la red y no había explorado otras opciones de menor costo.

“Entendemos que realmente te estabas ‘desangrando’, pero esto no te exime de explorar vías de atención de menor costo”, dice el comentario.

Se produjo una escena similar en r/nursing, otro foro dirigido y poblado por profesionales médicos, específicamente por enfermeras. Ese subreddit ahora está lleno de “Hilos de código azul” (es decir, hilos en los que los moderadores tuvieron que restringir los comentarios) en los que proliferaron las entradas sarcásticas al asesinato de Thompson y a los ejecutivos de seguros de salud que se preocupaban por su seguridad o que se retractaban de algunos cambios de política verdaderamente atroces como respuesta. Un moderador tuvo que publicar un recordatorio de que el contenido que promoviera la violencia no estaba permitido y sería eliminado. (“No envidio tu posición en lo más mínimo. Es como tener que ser tú quien impida que la gente juegue al fútbol con la cabeza de Mussolini”, respondió un usuario).

Uno de los hilos de ese subreddit sobre el asesinato llegó a r/SubredditDrama, un foro que cubre lo que se consideran controversias internas particularmente entretenidas en los diversos subreddits del sitio. Un usuario publicó “algunos puntos destacados” de los comentarios sarcásticos en el hilo, como una discusión sobre buenas recetas de ensalada de atún, o uno que afirmaba que una “bala en el pecho… suena como una condición preexistente” y que Thompson debería “probar la fisioterapia”. El autor señala que un comentario que reprendía a la gente diciendo que “celebrar un asesinato y pedir más es asqueroso” recibió votos negativos, lo que significa que recibió una desaprobación masiva de los usuarios.

Comentarios similares o incluso más mordaces abundaron en el subreddit r/nursing: “Espero que le cobren a su familia el viaje en ambulancia en este momento difícil”; “No hay compasión aquí, y sus millones de dólares ahora no valen nada para él”; “Parece que esto está relacionado con la condición preexistente de ser un imbécil amoral”. “El salvajismo absoluto en estos comentarios realmente demuestra lo absolutamente hartos que estamos todos de que las compañías de seguros jodan a nuestros pacientes y familias”, escribió otro usuario. El subreddit r/jokes está lleno de chistes sobre el asesinato, que actualmente son algunos de los hilos más votados en la página (lo que significa que han recibido la mayor aprobación de los usuarios del foro).

Mientras tanto, varios usuarios aprovecharon la ocasión para contar sus propias historias de terror al trabajar con aseguradoras, incluida UHC.

“Trabajo en la facturación de un centro de gastroenterología y, de hecho, tuve que discutir con UHC porque no querían considerar como ‘emergente’ un procedimiento para un hombre que había recibido un disparo en el estómago”, escribió una cuenta cuyo comentario fue recibido con numerosas respuestas de usuarios que compartieron sus propias historias. “Odio a las compañías de seguros. Los seguros son una estafa literal”.

Otro usuario contó que sospechaba que UHC había llegado a un acuerdo con su antiguo empleador, AT&T, para excluir su cirugía de mandíbula de la cobertura, porque su cirujano había tenido al menos trece pacientes con la empresa ese año y había visto rechazos similares. A pesar de que le dijeron que "perdería la capacidad de masticar a los cuarenta", no pudo hacerse la cirugía y ahora, a los cuarenta y dos años, solo puede comer ciertos alimentos cuando el dolor es extremo y está preocupado por los posibles efectos secundarios de volver a intentar el procedimiento a una edad más avanzada. "Así que no diré directamente cómo me siento, pero puede que lo adivinen", concluyó.

Esto no fue exclusivo de Reddit. El mismo sentimiento se puede encontrar en YouTube, en las secciones de comentarios de los videos sobre el asesinato de CNN (“¡Dios mío, qué horrible! ¿Está bien el piso en el que cayó?”), Inside Edition (“Lo siento, pero la empatía está fuera de la red”) y Today Show (“UHC ha destruido muchas vidas y familias. Condolencias: denegadas”; “Si tiene alguna información sobre el tirador, guárdela para usted”), por ejemplo. Cuando CBS Mornings publicó ayer un video que cubría esta manifestación de ira popular, los comentaristas de YouTube se burlaron de los presentadores.

“¿Cómo puede decir con cara seria, ‘somos un país de ley y orden’? ¿Desde cuándo alguna de estas corporaciones corruptas y codiciosas ha sido responsabilizada?” fue el comentario que más "me gusta" recogió.

“Deberían haber llamado a este video ‘Presentadores de noticias ricos y desconectados conmocionados por la ira de la gente común al ver morir a sus familias debido a reclamos denegados’”, fue el segundo comentario con más me gusta.

En las secciones de comentarios de los medios de comunicación de tendencia derechista se está viendo algo similar. Una de las historias del Wall Street Journal sobre el tema tiene más de dos mil comentarios, mucho más que la mayoría de sus otros artículos. “Después de ver Pain Hustlers en Netflix, puedo entender cómo pudo suceder este incidente… No lo aprueben, pero entiéndanlo”, escribió un lector. “Bueno, ¿qué hay para almorzar?”, escribió otro.

Esto se repitió en las historias sobre el asesinato en Fox News (“He sido cirujano durante casi una década y veo a pacientes sufrir diariamente porque las compañías de seguros anteponen las ganancias a la atención médica, algo que encuentro moralmente aborrecible”), el Daily Mail (“Trabajo en atención médica y UHC es uno de los peores seguros con los que trabajamos. Niegan TODO inicialmente y es indignante los obstáculos que tenemos que superar para atender a los pacientes con este seguro”), e incluso el New York Post (“United Health Care también me envió algunos mensajes: Denegado, Rechazado, Deducible, Fuera de la red, Preaprobación necesaria, Copago, Su prima mensual ha aumentado. Eso se traduce en mucha munición”), a pesar de que el periódico adoptó una postura editorial que desaprobaba las respuestas poco comprensivas del crimen. 

Buena moral y buena política

Lo que resulta particularmente sorprendente de todo esto es que uno de los principales argumentos utilizados contra la implementación de un sistema de atención médica pública y común como Medicare para todos en los Estados Unidos (por parte de políticos, comentaristas políticos y voceros corporativos) es que la gente simplemente ama demasiado su seguro médico privado. Los comentarios que proliferaron en estos días demuestran que esto es descaradamente falso.

De hecho, muestran que el odio público hacia el sistema depredador de seguros privados de los EEUU se transmite no solo a los pacientes, sino también a los profesionales de la salud, desde enfermeras hasta cirujanos e incluso a los trabajadores responsables de la facturación en los proveedores de atención médica. Y lo que es más importante, ese odio no se limita al lado izquierdo del espectro político.

Sin embargo, cuando Bernie Sanders se presentó a la presidencia en 2020 pidiendo Medicare para todos, el supuesto amor de los estadounidenses por su seguro fue constantemente arrojado contra él como argumento en contra de su propuesta.

“No voy a apoyar ningún plan que prive a las personas de una atención sanitaria de calidad”, dijo en un debate el entonces gobernador de Montana, Steve Bullock, describiendo algo que ya ocurre con los seguros privados.

“El verdadero obstáculo para el plan de Sanders son las expectativas del público”, decía un artículo de opinión de The Atlantic. “Por mucho que los estadounidenses odien a las compañías de seguros en general, quieren el derecho a tener una relación de amor-odio con su propia aseguradora”.

La postura solitaria de Sanders, prometiendo que aboliría casi por completo los seguros privados, fue calificada por los expertos como tan arriesgada políticamente que varios de sus rivales demócratas la abandonaron. Eso incluyó a la siguiente candidata más progresista en la carrera, Elizabeth Warren.

La otra candidata que hizo lo mismo fue la vicepresidenta Kamala Harris. Esta fue una de las posturas de izquierdas supuestamente impopulares de su campaña de 2019 que, según nos dijeron, Harris tuvo que superar para derrotar a Donald Trump en las elecciones presidenciales de este año, ya que fue objeto de ataques de la derecha por el cargo y, como era de esperar, se acobardó bajo la presión, vendiendo su cambio de postura como un acto de madurez política sensata y moderada.

El diluvio de ira pública hacia las aseguradoras a raíz de este sorprendente crimen (por no hablar del posible motivo relacionado con la atención médica del asesino) arroja serias dudas sobre esta pieza de sabiduría política convencional. De hecho, pone en tela de juicio todo el pensamiento del establishment político sobre la atención médica.

Para los republicanos, eso significa no hacer ningún cambio en la atención médica, más allá de facilitar que empresas como UHC rechacen reclamos y estafen a los pacientes, dificultar que la gente demande a las compañías de seguros y hacer que los estadounidenses dependan más de ellas paralizando los programas de atención médica pública con recortes de gastos. Para los demócratas, eso significa dejar el status quo en su lugar y expandir modestamente Medicare mientras hacen promesas vagas de “fortalecer la Ley de Atención Médica Asequible” (ACA –Affordable Care Act–), a pesar de que el intolerable status quo que los usuarios de Internet están destripando en este momento es un resultado directo de casi quince años bajo la ACA.

Quien sea un funcionario demócrata debe estar arrepintiéndose por la dirección que ha tomado el partido en este tema. Primero, estuvo la decisión de Joe Biden de abandonar la promesa de opción de seguro médico público que hizo en la campaña electoral tras ganar, y eso fue antes de que firmara la legislación que llevó a que más de 25 millones de personas fueran expulsadas de su seguro Medicaid desde el año pasado, incluidos millones que todavía eran elegibles pero lo perdieron por razones burocráticas y de procedimiento.

Segundo, estuvo la decisión de Harris y su equipo de no ofrecer ninguna reforma sustancial de la atención médica a nadie menor de sesenta y cinco años (es decir, cualquiera que no sea elegible para Medicare). Uno de los momentos indelebles en el camino hacia el fracaso electoral de Harris se produjo en un foro abierto de Univisión en octubre, cuando una mujer discapacitada de sesenta y dos años que se había quedado sin hogar debido a una serie de dolencias le preguntó a la vicepresidenta cómo haría para “hacer que Estados Unidos volviera a ser grande” ayudando a personas discapacitadas como ella a obtener nuevamente un seguro médico. Harris, que no tenía ninguna política que ofrecer, respondió con una larga ensalada de palabras antes de sugerir simplemente que se aseguraría de que la deuda médica de la mujer sin hogar no se contabilizara en su calificación crediticia.

La ira contra el sistema de atención médica privado de Estados Unidos no es sólo una cuestión de urgencia moral (para la gente común que sufre constantemente bajo ese sistema, así como para los ejecutivos que reciben sus amenazas de muerte). Es claramente una potente fuerza política que espera ser aprovechada. Nadie en Washington parece tener mucho interés en hacerlo ahora mismo. Si lo hacen, podría causar un terremoto político.


jueves, 5 de diciembre de 2024

otto bauer: para una teoría marxista del nacionalismo

Publicado por Jacobin: “Otto Bauer’s Theory of Nationalism Is One of Marxism’s Lost Treasures” (“La teoría del nacionalismo de Otto Bauer es uno de los tesoros perdidos del marxismo”). La traducción respetó todos los hipervínculos originales en inglés.

por Ronaldo Munck*

Otto Bauer ca. 1930.

Según sus críticos, el marxismo no puede explicar por qué el nacionalismo es una fuerza tan poderosa en el mundo moderno. Aunque el pensador socialista austríaco Otto Bauer desarrolló una teoría sofisticada y esclarecedora del nacionalismo en el siglo XX que hoy está madura para que recojamos sus frutos.

Si miramos al mundo actual, podemos ver la importancia crítica del nacionalismo, ya sea étnico o cultural, desde España hasta Nagorno-Karabaj, la cuestión uigur en China o el desmantelamiento del ex Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Se podría haber esperado que el marxismo, como la autoproclamada “ciencia de la historia”, desempeñara un papel importante en el análisis –si no en la intervención– de tales situaciones, que están destinadas a multiplicarse a medida que se vaya desenmarañando la globalización y aumenten sus contradicciones. Sin embargo, los marxistas parecen estar divididos entre la advertencia de Eric Hobsbawm de no “pintar de rojo el nacionalismo” y el principio leninista, un tanto rígido y no exactamente operativo, del “derecho de las naciones a la autodeterminación”.

Otto Bauer
¿Podría la obra olvidada de Otto Bauer, La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia —escrita en alemán en 1907, traducida al inglés en 2000 y rápidamente ignorada— ayudarnos a desarrollar una teoría del nacionalismo?

La comprensión que Bauer tenía del nacionalismo era sutil y sofisticada, y bien que vale la pena ser rescatada de la oscuridad. Pero sólo podemos entender su contribución si la situamos en su complejo contexto histórico, en lugar de verla como una teoría política incorpórea.

El austromarxismo

Otto Bauer nació en Viena, en 1881, en el seno de una rica familia judía propietaria de fábricas, en una Austria en vertiginosa industrialización. Se trataba de un entorno multicultural y multiétnico con un próspero movimiento obrero y socialista, que se hizo famoso en el período de la Viena Roja de 1918-1934. Bauer se volvió activo en el marco de ese movimiento, representando al Partido Socialdemócrata de los Trabajadores (SDAP) en el parlamento imperial y editando su revista mensual, La Lucha.

Cuando el imperio de los Habsburgo se unió a las potencias centrales durante la Primera Guerra Mundial, Bauer sirvió como oficial del ejército austríaco y se convirtió en prisionero de guerra en Rusia antes de que se le permitiera regresar a su país en 1917. Antes y después de la guerra, fue una figura destacada de la corriente política conocida como austromarxismo. Tras la Revolución de Octubre, los austromarxistas intentaron desarrollar una “tercera vía” entre la Internacional Comunista lanzada por los bolcheviques y la socialdemocracia.

El período en que Bauer fue ministro de Asuntos Exteriores de Austria en 1918-19, tras el colapso del Imperio de los Habsburgo, con su colega del SDAP Karl Renner como canciller, fue seguido por un período de compromisos estériles con las fuerzas ascendentes de la reacción. Su vida terminó en una derrota política. El ascenso del austrofascismo y el estallido de la guerra civil en 1933-34 lo impulsaron a abandonar Austria. Murió en el exilio parisino en 1938.

Si bien la contrarrevolución triunfó en Austria en la década de 1930, la teoría y la práctica de Bauer son un fragmento de la historia del marxismo que no debería ignorarse. Sigue siendo una parte fundamental del legado marxista que merece una atención actual.

Aunque a veces se lo compara con la Escuela de Frankfurt, el austromarxismo era una filosofía de la práctica, no de la contemplación. Incluía a figuras importantes de la economía marxista (Rudolf Hilferding), la filosofía (Max Adler) y el derecho (Karl Renner), así como al propio Bauer. La definición de Bauer del austromarxismo era como una síntesis entre la realpolitik cotidiana y la voluntad revolucionaria de alcanzar el objetivo final: la toma del poder por la clase obrera.

La cuestión nacional

El contexto en el que Bauer escribió La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia, que fue originalmente su tesis doctoral, fue el estallido de cuestiones y conflictos nacionales en todo el Imperio austrohúngaro. Hacia finales del siglo XIX, el desarrollo del capitalismo había generado una gran agitación social. La población de Viena se cuadruplicó debido a la migración interna en los cincuenta años previos a 1917, y surgió una clase obrera multinacional.

El floreciente SDAP y los sindicatos afiliados a él corrían el riesgo de desgarrarse entre su núcleo dominante de habla alemana y los miembros de las naciones periféricas. Debemos recordar que antes de su desmembramiento después de 1918, el imperio contenía quince nacionalidades en un territorio del tamaño de la península Ibérica.

Ante esta situación, Bauer se propuso desarrollar una teoría del nacionalismo compleja y sofisticada, que no estaba en absoluto teñida de simpatía hacia su tema, podríamos añadir. Para Bauer, las naciones modernas pueden entenderse como comunidades de carácter (Charakter gemeinschaften) que han surgido de comunidades de destino (Schicksals gemeinschaften).

Se trata de un enfoque mucho más sutil y no reduccionista en comparación con la teoría marxista ortodoxa del nacionalismo, tal como la codificó Joseph Stalin y la propagó en todo el mundo el movimiento comunista prosoviético. Stalin definió una nación como “una comunidad de personas estable e históricamente constituida, formada sobre la base de un idioma, un territorio, una vida económica y una constitución psicológica comunes, manifestados en una cultura común”. Esto no nos ayuda en un contexto multinacional.

Bauer consideraba que la principal fortaleza de su obra era la descripción de la deriva del nacionalismo a partir del proceso de desarrollo económico, los cambios en la estructura social y la articulación de las clases en la sociedad. Sin embargo, gran parte de su obra y los debates a los que dio lugar se centraron en su definición de “nación” como la totalidad de seres humanos unidos por un destino común en una comunidad de carácter.

Bauer veía a la nación como una “comunidad de destino” cuyo carácter era resultado de la larga historia de las condiciones en las que la gente trabajaba para sobrevivir y se dividía los productos de su trabajo a través de la división social del trabajo. Antes de descartar esta concepción de la nación como una mera forma de idealismo –como han hecho muchos críticos– debemos señalar que Bauer criticó repetidamente las formas de “espiritualismo nacional” que describían a la nación como “un espíritu misterioso del pueblo”. También rechazó explícitamente las teorías psicológicas de la nación.

Un producto de la historia

La definición en la que trabajó Bauer de la nación era un postulado metodológico que planteaba “la tarea de comprender el fenómeno de la nación” como la explicación, a partir de la singularidad de su historia, de todo lo que constituye la peculiaridad, la individualidad de cada nación y lo que la diferencia de las demás naciones, es decir, mostrando la nacionalidad de cada individuo como lo histórico con respecto a él y lo histórico en él.

Para Bauer, sólo si se proseguía con esta tarea de descubrir los componentes nacionales podríamos disolver la falsa apariencia de la sustancialidad de la nación, a la que siempre sucumben las concepciones nacionalistas de la historia.

En la perspectiva de Bauer, la nación es sobre todo un producto de la historia. Esto es cierto en dos aspectos: en primer lugar, “en términos de su contenido material es un fenómeno histórico, ya que el carácter nacional vivo que opera en cada uno de sus miembros es el residuo de un desarrollo histórico”. En segundo lugar, “desde el punto de vista de su estructura formal, es un fenómeno histórico, porque diversos círculos amplios se unen en una nación por diferentes medios y de diferentes maneras en las diversas etapas del desarrollo histórico”.

En resumen, las formas en que se genera la “comunidad de carácter” están condicionadas históricamente. De ello se desprende que esta “comunidad de carácter” no es una abstracción atemporal, sino que se modifica continuamente con el tiempo. Para Bauer, las diferentes formas de “carácter nacional” son específicas de un período particular y, por lo tanto, no se pueden remontar a los orígenes del tiempo, como podría sugerir la mitología nacionalista.

No ve el carácter nacional como una explicación en sí misma, sino como algo que necesita ser explicado. En este marco, no podemos simplemente dar por sentado el internacionalismo como algo dado, ni podemos ignorar las características nacionales en nombre de ese internacionalismo. Debemos, más bien, mostrar cómo esas características son el resultado de procesos históricos.

Pese a que la teoría del nacionalismo de Bauer sufre hoy un olvido casi total, incluso —o quizás especialmente— entre los marxistas, en su época fue objeto de intensas polémicas. Su pensamiento fue rechazado tanto por la Segunda Internacional (socialdemócrata) como por la Tercera Internacional (comunista), entre las que se encontraban los austromarxistas.

El fin de la no-historia

Una de las principales innovaciones de Bauer fue rechazar abiertamente la opinión de Federico Engels de que las naciones eslavas como los checos eran “no históricas”, en contraste con lo que él veía como las grandes naciones “históricas”, como Alemania, Polonia y Francia. Para Engels, las naciones “no históricas” eran incapaces de formar un Estado propio y sólo podían servir como herramientas de la contrarrevolución si lo intentaban.

Bauer estaba de acuerdo en que en Europa central y oriental había pueblos a los que se podía calificar de “no históricos”, pero no estaba de acuerdo con Engels en la cuestión de sus perspectivas futuras:

«Las naciones sin historia son revolucionarias, luchan también por los derechos constitucionales y por su independencia, por la emancipación campesina: la revolución de 1848 es también su revolución».

Para Bauer, la categoría de “naciones sin historia” no se refería a una incapacidad estructural de la nación para desarrollarse, sino a una situación particular en la que un pueblo que había perdido a su clase dominante en una fase anterior no había experimentado, por tanto, su propio desarrollo cultural e histórico.

Bauer mostró en detalle cómo el “despertar de las naciones sin historia” fue uno de los principales cambios revolucionarios de finales de siglo. Según Bauer, uno de los rasgos progresistas del desarrollo capitalista fue haber despertado de nuevo la autoconciencia nacional de estos pueblos y haber enfrentado al Estado con la “cuestión nacional”.

A principios del siglo XX, Bauer vio a pueblos como los checos atravesar un proceso de desarrollo capitalista y estatal, que a su vez condujo al surgimiento de una comunidad cultural, en la que se rompieron los lazos de una sociedad tradicional otrora omnipotente. De este modo, las masas estaban llamadas a colaborar en la transformación de la cultura nacional.

Bauer también realizó una consideración detallada de la relación entre la lucha de clases y el nacionalismo. En una frase sorprendente, escribió que "el odio nacionalista es un odio de clase transformado". Se refería específicamente en este contexto a las reacciones de la pequeña burguesía en una nación oprimida, afectada por los cambios de población y otras convulsiones engendradas por el desarrollo capitalista. Pero el punto es más general, y Bauer muestra claramente cómo las luchas de clase y nacionales están entrelazadas.

Puso el siguiente ejemplo en el caso del trabajador checo:

«El estado que lo esclavizó era alemán; alemanes también eran los tribunales que protegían a los propietarios y encarcelaban a los desposeídos; cada sentencia de muerte estaba escrita en alemán; y las órdenes que se enviaban al ejército contra cada huelga de los obreros hambrientos e indefensos se daban en alemán.»

Según Bauer, los trabajadores de las naciones “no históricas” adoptaron en primera instancia un “nacionalismo ingenuo” para equipararse al “cosmopolitismo ingenuo” del proletariado de las naciones más grandes. Sólo gradualmente en tales casos se desarrolla una política genuinamente internacionalista que supera ambas “desviaciones” y reconoce la particularidad de los proletarios de todas las naciones.

Aunque Bauer predicó la necesidad de la autonomía de la clase obrera en la lucha por el socialismo como el mejor medio para tomar el poder, sostuvo que “dentro de la sociedad capitalista, la autonomía nacional es la demanda necesaria de una clase obrera que se ve obligada a llevar a cabo su lucha de clases dentro de un estado multinacional”. Esta no era meramente una respuesta “preservadora del Estado”, argumentó, sino más bien un objetivo necesario para un proletariado que buscaba convertir a todo el pueblo en una nación.

Bauer en nuestro tiempo

La obra de Bauer representa una ruptura importante con el determinismo económico. En su interpretación, la política y la ideología ya no aparecen como meros “reflejos” de procesos económicos rígidos. El contexto mismo en el que operaba la socialdemocracia austríaca la hacía particularmente sensible a la diversidad cultural y a los complejos procesos sociales del desarrollo económico.

El tratado de Bauer sobre la cuestión nacional rechazó implícitamente el determinismo económico y el evolucionismo básico del marxismo de la Segunda Internacional. En términos de su contribución sustancial, Bauer propuso un concepto de nación como proceso histórico en páginas de análisis histórico rico y sutil. La nación ya no era vista como un fenómeno natural, sino como algo relativo e histórico.

Esto le permitió a Bauer romper decisivamente con la posición de Engels sobre las naciones “no históricas”. Al igual que con el trabajo mucho más influyente de Antonio Gramsci sobre lo nacional-popular, podemos encontrar en la obra de Bauer un bienvenido paso más allá de la (mala) comprensión de la nación y del nacionalismo como “problemas” –y no solo un elemento integral de la organización social– que ha caracterizado a tanta teoría marxista sobre el tema.

Un lector moderno del libro de Bauer podría encontrar oscuros algunos de sus estudios de caso y arcaico su lenguaje. Sin embargo, un análisis crítico de Bauer puede ayudarnos a desarrollar una práctica teórica marxista más adecuada en relación con el nacionalismo. ¿Podemos realmente sostener la idea, como muchos marxistas hicieron en la época de Bauer, de que la llegada del socialismo resolverá la cuestión nacional? ¿El rechazo de Bauer a la vía bolchevique para llegar al poder lo convierte simplemente en un reformista fracasado o lo sitúa, como a Gramsci, como un teórico de la revolución en las democracias occidentales? ¿Puede su teoría “constructivista” de la nación brindarnos un punto de partida para comprender la cuestión nacional en la era de la globalización tardía?

Hoy en día la obra de Bauer tiene una relevancia inmediata para nuestra reflexión sobre el multiculturalismo, del que puede considerársela precursora. Para ser claros, el argumento central de Bauer es rechazar cualquier principio esencialista en la conceptualización de la cuestión nacional. Para Bauer, no podemos pensar en las naciones modernas en términos de “teorías metafísicas” (como las nociones de espiritualismo nacional) o “teorías voluntaristas” (como en la teoría de la nación como “plebiscito cotidiano” de Ernest Renan). Las identidades nacionales no están “dadas naturalmente” ni son invariables, sino que son culturalmente cambiantes.

Sin embargo, el enfoque de Bauer sobre el Estado-nación es muy diferente del liberal dominante en la actualidad. En el Estado-nación liberal, es la práctica cultural del grupo nacional dominante la que prevalece. El multiculturalismo, por lo tanto, siempre está limitado por esta hegemonía y no es fácil construir Estados multiculturales. Cualquier compromiso con el pluralismo cultural puede equivaler a poco más que un compromiso simbólico con la diversidad dentro de estructuras abrumadoramente asimilacionistas.

Bauer criticó la actitud del movimiento obrero “austríaco alemán” de principios del siglo XX como un “cosmopolitismo ingenuo” que rechazaba las luchas nacionales por considerarlas una distracción y abogaba por una ciudadanía mundial humanista como su alternativa. Hubo ecos claros de esta actitud en la promoción del “cosmopolitismo global” durante los primeros años de la década de 2000. En ese sentido, necesitamos mucho un Bauer 2.0 para superar esa indiferencia ingenua y complaciente ante la cuestión nacional en la actualidad.

Bauer estaba en desacuerdo fundamental con la idea de que los movimientos nacionales eran simplemente un obstáculo para la lucha de clases y que el internacionalismo era el único camino a seguir. Estaba convencido de que era solo la clase trabajadora la que podía crear las condiciones para el desarrollo de una nación, proclamando que “la lucha internacional es el medio que debemos utilizar para hacer realidad nuestro ideal nacional”.

En su opinión, era el socialismo el que consolidaría una cultura nacional para el beneficio de todos. En resumen —y sé que es una afirmación controvertida— la conciencia de la clase obrera tiene un carácter de clase pero, al mismo tiempo, un carácter nacional.


* Ronaldo Munck es director de participación cívica en la Dublin City University y autor de varios libros, entre ellos The Difficult Dialogue: Marxism and Nationalism, Rethinking Global Labour: After Neoliberalism y Social Movements in Latin America: Mapping the Mosaic.