socio

"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

domingo, 4 de diciembre de 2011

la serie encantada

“Once upon a time” significa “érase una vez”, es decir, el tiempo original y perdido de los cuentos de hadas. Once Upon a Time es el nombre de la nueva serie creada por Edward Kitsis y Adam Horowitz –dos de los principales escritores de Lost– que protagonizan Jennifer Morrison (la doctora Cameron de House) y Ginnifer Goodwin. El canal de origen en Estados Unidos es ABC (no tenemos idea qué canal la emite, la emitirá o desistió de emitirla en el país porque la seguimos online) y hasta el domingo pasado salieron al aire seis episodios de la primera temporada.
 En el hospital de Storybrooke, donde desapareció Encantador: la Reina Malvada (la genial Lana Parrilla), el sheriff (en el reino encantado: el leñador), Miss Blanchard (allá: Blancanieves), el pequeño Henry y Emma (Jennifer Morrison).

Sí claro, la serie se desarrolla en dos tiempos, o dos temporalidades: la de los cuentos de hadas y el presente en un pueblito del estado de Maine (el norte de la costa Este norteamericana) que se llama Storybrooke, donde viven los personajes de aquellos cuentos, es decir, la fauna del antiguo cuento maravilloso, del mismo modo que en la película Shrek se mezclaban caracteres de cuentos y épocas distintas. Sólo que en Storybrooke, donde el reloj de la torre municipal se detuvo hace años (bueno, significa que el tiempo se detuvo, ¿no?), los personajes olvidaron quiénes son, o sea, olvidaron su historia y están convencidos de que en este tiempo, en ese escenario son un psicólogo (Pepe Grillo), una mesera de un bar (Caperucita), una maestra (Blancanieves), una lavandera (Cenicienta, que aquí es Ashley: “ash” es ceniza), y donde el príncipe Encantador (otra cita u otro apoyo en Shrek) es un extraño que duerme la mona en una caja de cristal que no es otra cosa que una sala de hospital donde está hundido en un coma a la espera del beso del verdadero amor, etcétera. Todos olvidaron quiénes son, menos la Reina Malvada, que es la alcaldesa de la ciudad.
Básicamente se trata de esto: cuando Blancanieves al fin se casa aparece la Reina Malvada y le desea la mayor infelicidad, luego larga una maldición que expulsa a todos los habitantes del reino a un lugar en el tiempo y el espacio que no es otro que Storybrooke, de ese traslado forzado y mágico sólo se salva la hija de Blancanieves y Encantador, Emma, salvada por Gepetto, quien le construye una cápsula de madera para aislarla. Emma, en el presente, es una cazarrecompensas que el día de su cumpleaños, pide un deseo mientras sopla una vela sobre una masa, sola en su departamento en Nueva York. El deseo se cumple, al menos para los televidentes que tienen información adicional, porque entonces suena el timbre y aparece su hijo de diez años, al que cedió en adopción al nacer, para pedirle que vaya con él a despertar de su letargo a los habitantes del pueblito de Maine. Y así.
Como decíamos, tenemos por un lado la historia en el tiempo remoto de los cuentos de hadas, donde todos saben o eligieron quiénes son, y la historia en el mundo contemporáneo. La puesta en escena no pretende un juego realista cuando nos muestra aquél otro mundo: las cosas nos son contadas como si los actores estuviesen en un teatro de títeres. Daniel Link señala en su blog: “¿Qué podría venir después [de Lost]? Literalmente, los cuentos de hadas y las historias de terror”. Esa relación es clave: Lost fue la serie que amasó, en el terreno de la ciencia ficción (que es a todo esto un territorio de cruces permanentes), casi todas las posibilidades del relato contemporáneo, desde la ficción paranoica hasta la fábula mística (no olvidemos ese final maravilloso en la “nave” de la iglesia, con los hundidos afuera y los salvados adentro). Once Upon a Time desanda un poco ese camino. Aquí lo fantástico es deudor de aquellas historias de encantamientos donde los personajes, como bromea uno en el episodio 5, deseaban y deseaban, y acaso no deseaban demasiado. Lo fantástico, por fuera del teatro de títeres del “Érase una vez”, aparece en la cotidianidad del mundo actual como una forma de percibir esos seres erráticos que viven por fuera de la historia, metáfora magnífica y enorme de una época que cultiva finales.
 La malvada Regina y Archie Hopper (allá: Pepe Grillo).
 Blancanieves en el hospital, junto a Henry y Encantador, converttido acá en el bello durmiente (incluso uno de los Siete Enanitos es un guardia del sanatorio).
 Encantador y Blancanieves en el mundo encantado, donde ella era una ladrona en los bosques.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios se moderan, pero serán siempre publicados mientras incluyan una firma real.