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martes, 13 de diciembre de 2011

coleccionistas y libreros


Fue un frecuentado autor contemporáneo argentino quien postuló que el género policial nació de la creación de un lector antes que de un libro. Así, el lector de novelas policiales es alguien que aborda un texto lleno de sospechas y ve en cada escena indicios de un crimen que aún no se cometió. Pero fue el prolífico escritor Lawrence Block quien creó un personaje que atendía una librería de viejo con la que cubría su pasado de ladrón refinado. Ese personaje debía lidiar, entre otros, con villanos feroces: los coleccionistas de volúmenes incunables.
 Fotografías de Héctor Rio (2005).

Ahora bien, ¿cuál sería el ambiente ideal para ese lector lleno de sospechas, ese lector para el que un libro es una misión contra la que conspiraron editoriales, distribuidores o modas pretéritas? El escenario no puede ser otro que una librería de viejos, y si se quiere la novela perfecta, ¿por qué no una feria de librerías de viejo?
Bien, esa novela puede vivirse en Rosario el viernes y sábado próximos en el Cidel, Maipú 835, entre las 10 y las 20, en la primera Feria de Librerías de Viejo de Rosario, donde cualquier detective-lector podrá encontrarse con libros sobre historia, política, filosofía, literatura, arte, ensayos, novelas, en fin; libros usados, antiguos, leídos, descatalogados, raros, primeras ediciones, de autor. Y eso no es nada, los organizadores (la librería Amauta, El Lugar, La Pluma Libros, El Caburé, Argonautas, Armando Vites librero anticuario, Antigüedades Deportivas, El Pez Volador y Libros Macedonio) ponen en el anzuelo que los materiales estarán “al alcance de lectores y coleccionistas” y que la entrada es libre y gratuita.
Jorge y Fernando, los dos libreros que vienen a pasar el dato, abandonaron hace un tiempo la locación física: el mundo virtual les permite ahorrar en alquiler y sacarse de encima a los que van tras una novedad de la difunta editorial Pomaire del año 1977. Venden a través de internet, de redes sociales como Facebook, donde es imposible, por ejemplo, hacerse de un ejemplar en formato pdf de Las ilusiones de la técnica, el libro de Friedrich-Georg Jünger publicado a principios de los 70 por Alfa (sucedánea de Sur) con traducción de H.A. Murena.
“No, nada de saldos”, dicen Jorge y Fernando. Es decir, no va a haber en la feria del 16 y 17 próximos mesas con esos libros demasiado nuevos como para atraer siquiera por lo vetusto de sus portadas al lector distraído. Libros que se imprimieron hace poco más de una década y que son, para los improvisados, un guiño hacia una actualidad que es sólo fantasía: descartes de grandes sellos editoriales, autores como Marcos Aguinis o Federico Andahazi, que vinieron a llenar un momentáneo vacío.
Una vez un coleccionista y librero nos dijo: “El buen coleccionista no puede perder el tiempo leyendo los libros que colecciona”, y agregó una anécdota: “Hay gente que destruyó ejemplares incunables para ser los únicos propietarios en la ciudad de uno de esos volúmenes”. Es probable que la feria del viernes y sábado próximos sea también un lugar de encuentro con personajes que nacieron fuera de catálogo.

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