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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

miércoles, 2 de mayo de 2012

vestigios (del barrio obrero)


Todas las imágenes, salvo indicación, pertenecen a Giselle Marino y pueden verse en FotoGénica.

Luego de la entrada a partir del paseo por Refinería, la historiadora Agustina Prieto –de quien supe los orígenes del barrio– me envía esta apretada síntesis de su vasta investigación sobre el tema.


Un siglo atrás existían en Rosario un barrio, una sección municipal, un paisaje y un universo social identificados con el nombre de una fábrica: la Refinería Argentina del Azúcar. Cuando se hablaba, en ese entonces, de Refinería, las referencias espaciales podían remitir a las inmediaciones de la fábrica que refinaba azúcar tucumano o a una zona sensiblemente más vasta, como la comprendida por la V Sección Municipal, que se extendía entre el río Paraná, la calle Mendoza y las actuales avenidas Lagos y Francia. En el tramo que iba de Salta al río, dominaban la V Sección una serie de “barrios” (así se los llamaba, aunque algunos no eran más que caseríos) surgidos en torno a algún establecimiento productivo, como el que bordeaba a los Talleres del Ferrocarril Central Argentino.
Por esa concentración de fábricas, talleres y barracas donde se almacenaban “frutos del país”, se los conocía, desde fines de la década de 1880, como los barrios industriales, perfil acentuado por la discordancia con el carácter eminentemente comercial del casco urbano. Acentuaba la singularidad productiva de los barrios industriales el aislamiento impuesto por la sucesión de vías que los separaban de la ciudad, relativamente atenuada por la apertura del paso Celedonio Escalada.

La actividad productiva delineó un paisaje que algunos cronistas imaginaron similar al de la Manchester británica o la Chicago norteamericana por su traza irregular; el contraste entre la sobria belleza de la arquitectura industrial y la precariedad material del entorno; el aire viciado por el humo de las chimeneas…. El icono de ese luminoso paisaje que parecía adelantar el futuro era la Refinería Argentina, levantada por Ernesto Tornquist con capitales nacionales. Las visitas oficiales de mandatarios extranjeros y funcionarios nacionales solían incluir una recorrida por sus instalaciones para observar la organización del trabajo y admirar el espectáculo de las máquinas funcionamiento.
El tipo de actividad predominante en la zona delineó, al mismo tiempo, un universo social que se parecía, en sus aspectos negativos, al de las grandes ciudades industriales. En los también llamados “barrios obreros” de Rosario, la mayoría de los emprendimientos productivos empleaba mano de obra fija y un número sensiblemente mayor de trabajadores ocasionales que alternaban estas ocupaciones con tareas agrícolas. Por esta razón, durante la temporada de cosecha, no menos de la tercera parte de los pobladores migraba al campo. Los únicos que escapaban a la incertidumbre cotidiana provocada por el tener o tener conchabo eran los trabajadores calificados por el dominio de un oficio o del manejo de una máquina.
El carácter cosmopolita de Rosario se acentuaba en Refinería, con su abrumadora mayoría de varones adultos nacidos en el extranjero. Algunas empresas construyeron casitas y departamentos que estuvieron al alcance de los trabajadores estables y mejor pagos. Pero los pobladores de esa Babel obrera se alojaban mayoritariamente en conventillos, ranchos o casillas como las que formaban el “barrio de las latas”. El hacinamiento y la falta de higiene signaron la vida cotidiana de los inquilinos de estas habitaciones tan precarias como caras. El símbolo de esta faceta sombría de la vida barrial fueron los “Cuartos de Arijón”, con sus cuatro centenares de habitantes distribuidos en 95 habitaciones y abastecidos por un surtidor de agua.

Las durísimas condiciones de vida y de trabajo de los hombres y mujeres de los barrios industriales fomentaron la organización de sociedades de ayuda mutua y de resistencia que expresaron sus reclamos a través de huelgas y manifestaciones. Que la primera conmemoración del 1º de Mayo tuviese como fallido punto de llegada la Refinería Argentina, resulta ilustrativo del valor simbólico atribuido al lugar donde una joven Virginia Bolten fue detenida por repartir volantes que invitaban a la conmemoración.
En los años inmediatamente posteriores los barrios obreros fueron escenario de huelgas trascendentales, como la protagonizada por los trabajadores de la Refinería Argentina en octubre de 1901, en la que, por primera vez en la historia del país, murió un huelguista por efecto de la acción represiva del Estado. Tras participar del multitudinario acto de repudio convocado por las organizaciones obreras rosarinas, los socialistas porteños Juan B. Justo y Enrique Dickmann, recorrieron Refinería guiados por el escritor y periodista Florencio Sánchez, protagonista y testigo del luctuoso episodio mencionado. Impactados por esas imágenes de la vida obrera y por la fuerza del movimiento anarquista, definieron a Rosario la “Barcelona argentina”.
Refinería estuvo, desde fines en los ochenta, en la mira de los que buscaban mostrar el Progreso ligado a la industria; un paseo distinto; imágenes pintorescas para el registro fotográfico o tema para una crónica periodística. Pero estuvo también en la mira de los pensaban, como los anarquistas, que los oprimidos por ese orden social eran los revolucionarios que habrían de acabar con él. Y en la de los socialistas, radicales, masones, católicos o protestantes que creían que había que reformar ese orden tan crudamente expresado en los contrastes de Refinería. Algunos vestigios de esa historia sobreviven a las transformaciones de los últimos años. Es cuestión de buscarlos.






Las fotografías muestran las transformaciones del barrio mientras se construían las torres de Puerto Norte y cuando comenzó a remodelarse la Refinería para erigir el complejo Forum, de alta gama.

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